Sabía perfectamente que me estaba metiendo a la boca del lobo, y uno demasiado peligroso como para lograr salir ileso. No era tan inocente como todos pensaban, desde el momento en que había puesto un pie en el apartamento de ese chico, entendí que solo deseaba ligar conmigo, quería una aventura de una noche, o algo por el estilo, lastimosamente no sucedería, no conmigo. Realmente no me sorprendían sus intenciones, dado que era bastante habitual en los hombres que me rodeaban. Cory intento con todas sus fuerzas de no pasarse de la raya, ni con sus actos ni con sus comentarios, quizás para que yo no saliera corriendo antes de lo planeado. Era demasiado cuidadoso como para tomar aquel comportamiento con normalidad.

Nos hallábamos sentados en el sofá de su sala bebiendo cerveza barata, de esa que definitivamente al día siguiente me daría una hermosa resaca, charlábamos lentamente sobre cosas tan poco interesantes que comenzaba a sentir que mis ojos se cerraban contra mi consentimiento, pero me forzaba a mí mismo a mantenerme atento a todo lo que decía Cory, aunque era muy complicado, ya que no estaba acostumbrado a interactuar muy bien con extraños.

— ¿Y porque no saliste hoy con tu pandilla? — pregunte por mera curiosidad.

— No todo el tiempo pueden estar al lado mío, yo también necesito mi espacio.

— ¿No saben que te van los chicos, verdad?

— Claro que lo saben, y lo aceptan con tranquilidad. Además, soy bisexual. — susurro entre risas. — ¿Y tú que eres?

— ¿Asexual? — murmure más para mis adentros.

— ¿Enserio?

— No me intereso por nadie, no me gusta nadie, o eso creo. — suspire encogiéndome de hombros.

— ¿Y tengo oportunidad de llegar a conquistarte? — soltó de repente causando que me atorara con el largo trago de cerveza que se me había ocurrido tomar en ese inoportuno momento.

— No lo sé, es mejor que no pierdas tu tiempo conmigo. — conteste con sequedad, esperanzado de que se rindiera con sus ideas de inmediato, pero para mí desgracia pareciera como si mis palabras lo hubieran alentado aún más a seguir adelante con su cometido. Se aproximó a mí de sopetón, dejándome petrificado con la intensidad de su mirada cargada de lujuria.

— Me gustas, eres mi tipo.

— No me conoces realmente. — balbucí un poco asustado, para acto seguido beberme todo lo poco que quedaba de líquido en mi lata.

— Pues, permíteme conocerte. — musito con una sonrisa desgarradora, acerco una de sus heladas manos a mi rostro; el cual acaricio poco a poco poniéndome la piel de gallina con su contacto.

— No te pierdes de nada grandioso si te digo que no. — le asegure apartándome con la incomodidad dibujada en mi semblante.

— ¿Y tú qué sabes?

— Lo suficiente. — dije frunciendo el ceño. Me puse en pie de un salto, y lo observe molesto por aquella conversación desde donde me encontraba. — Gracias por todo, ya es hora de irme a casa.

— Te acompaño. — masculló dispuesto a levantarse de su asiento, no obstante mis cortantes palabras lo detuvieron.

— Pudo ir por mi cuenta, no soy un niño.

— Vale. — cuchicheo cabizbajo. — Cuídate.

— Igual tú.

No me moleste en si quiera dedicarle una sonrisa como despedida, lo mínimo que podía hacer era asesinarlo con mi mirada, de todos modos no era su culpa, así era yo, aterrado de la vida, temeroso del amor, de la amistad, de cualquier cosa, menos de Kilian. Algo demasiado absurdo, ya que él no estaba a mi lado ahora, y era la persona que me había dejado con un vacío que no podría llenar.

Camine por las calles desoladas con mi mirada clavada en el suelo, me sentía un poco mareado, y comenzaba a lamentarme por no haber aceptado la propuesta de Cory de acompañarme de regreso, sin embargo hice el mayor esfuerzo por detenerme enfrente de mi edificio sin irme de bruces en algún momento, pero mis pasos fueron perdiendo fuerza cuando vislumbre una silueta familiar, que se encontraba de pie junto a la entrada del lugar en donde vivía, fumaban un cigarrillo, sin borrar aquella sonrisa que no podría olvidar aun si quisiera, camine con torpeza, sintiendo como poco a poco mis pies se enredaban al empezar a correr, y sin poderlo evitar entre lágrimas me colgué a su cuerpo envolviéndolo en un abrazo, que no quería deshacer por nada del mundo.

— ¿Luke? — dijo su voz sorprendida por la bienvenida tan extraña de mi parte.