A pesar de mi efusivo cariño, y todas esas descontroladas lágrimas que bañaban mi rostro, Kilian me estrujo de igual forma, acerándome aún más a su entrañable cuerpo. Ese que se acoplaba de manera maravillosa al mío, como si hubiesen sido creados perfectamente el uno para el otro. Él no se molestó en apartarme, ni mucho menos en despegar sus labios, ni siquiera yo quería romper ese reencuentro mágico, bajo la estrellada noche que nos ofrecía el generoso firmamento. No obstante, algo en mi interior me decía que quizá aquello era una completa farsa, un juego de mi cerebro debido al montón de trago que había consumido en casa de Cory. A pesar de sentirlo tan próximo a mí, no daba crédito a ello.
— ¿Realmente regresaste? — murmure entre sus brazos con cierto temor a su respuesta. — ¿No estoy soñando, verdad?
— Claro que no, idiota. — contesto soltando leves risitas. — Soy yo.
— ¿Por qué volviste? — inquirí confuso aspirando el delicioso aroma de su chaqueta, era una mezcla entre cigarrillo y perfume de marca, la fusión perfecta para hacerme delirar en cuestión de segundos.
— Te extrañe desde el primero momento en que puse un pie fuera de este pueblo. — confeso sin la más mínima vergüenza, después de todo Kilian era una persona demasiado sincera. — intente marcharme, tomé un autobús hasta Dosi, pero apenas pude estar allá unos minutos antes de tomar otro autobús de regreso. Quería aparecer como si nada enfrente de ti, pero no fui capaz. No entendía porque me sentí de esta manera, aun así estuve siguiéndote de lejos durante días, como un completo acosador psicópata. Y al verte cada vez más decaído y triste, realmente no podía soportarlo, pero no tenía ni la menor idea de que explicación darte, más cuando ni yo mismo comprendía, el motivo porque el que no fui capaz de dejarte. Sin embargo, cuando te vi entrando al apartamento de ese estúpido chico, descubrí todo. — susurro en mi oído, poniéndome la piel de gallina con la suavidad de su aliento. — ¿Ahora eres un ladrón también?
— ¡Eres un imbécil! — escupí con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en mi rostro ante su ocurrente comentario, uno que opacaba por competo todo el monologo que me había soltado.
— No volveré a dejarte. — juro tomándome por los hombros para mírame fijamente a los ojos. — Me quedare contigo no importa que suceda, no importa que digan los demás, solo quiero estar contigo y no me interesa lo que pienses en absoluto; ya que no me despegare de ti ni un segundo.
— No lo vuelvas a hacer. — le pedí ruborizándome de inmediato ante lo que le estaba diciendo, dado que estaba cien por ciento seguro de que mi yo sobrio jamás diría algo por el estilo; aun si lo tuviera en la punta de la lengua, pero como tenía mucho alcohol corriendo por mis venas, cualquier cosa se valía. Luego, me daría látigo mentalmente, cuando despertara a la mañana siguiente. — no te vayas sin despedirte primero, estúpido.
— Lo siento. — se excusó con cierto pesar en el tono de su voz, poso sus manos en mis mejillas y con sus pulgares limpio todo rastro de lágrimas, no obstante estas continuaban saliendo contra mi voluntad. — ¿Puedes dejar de llorar?
— ¡Es por tu culpa!
— Vale, vale, pero entonces no llores aquí, o todo Salamdeul se dará cuenta que eres un berrinchudo.
— ¡Cállate!
Me tomo de la mano con una dulzura a la que ya estaba acostumbrado, y me deje hacer, realmente me hacía falta su cercanía, una que de verdad no quería que acabara jamás así aquel momento fuese solo un muy largo sueño, subimos las escaleras hasta el tercer piso, donde nos detuvimos delante de la puerta de mi apartamento. Con torpeza abrí esta última y finalmente, pudimos adentrarnos de nuevo en nuestro hogar. No me importaba demasiado que sucediera con nosotros, ya que ahora lograba entender por completo lo que realmente sentía, lo quería, me gustaba, me había enamorado. Pero definitivamente no se lo diría, porque temía una negativa de su parte. Deje mi chaqueta sobre el comedor, me aproxime a la cocina a servirme un vaso de agua helada, y mientras bebía, sentí los brazos de Kilian rodeando mi cintura.
— ¿Aún no adivinas lo que intente decirte, Luke? — farfullo con sus labios rozando mi nuca, dejándome petrificado ante la sensación arrolladora que recorrió todo mi cuerpo.
— ¿A qué te refieres?
— La razón por la que regrese…
— No puedes separarte de tu único amigo verdadero, ¿es eso? — lo interrumpí atropelladamente, mi corazón acelerado, y mi mente comenzaba a deducir lo que diría, aunque no lograría tragármelo de entero, no a menos de que lo escuchara de sus propios labios.
— Sí, pero no es solo eso, Luke. — me corrigió estrechándome en sus brazos, como temiendo que me fuese a quebrar en miles de pedazos en cualquier momento. — No puedo separarme de ti porque no puedo sacarte de mi cabeza. Quiero abrazarte desde que te levantas hasta que te acuestas, quiero cuidarte cuando sientas dolor, quiero ayudarte cuando las cosas sean demasiado complicadas para cargar tu solo con ellas, quiero hacerte feliz, yo quiero amarte, quiero hacerte tantas cosas, y darte un montón más. — trago saliva aterrorizado con mi silencio, necesitaba con urgencia procesar todo aquello, no obstante, mi mente era un sinfín de pensamientos, y recuerdos arremolinados en un rincón, no estaba en mis cinco sentidos como para poder decirle lo que sentía, porque a pesar de saber todo aquello, temía por salir lastimado. — Y sé que debes pensar que es otra de mis ideas locas, y que estoy realmente demente ahora, pero es lo que siento, y no lo puedo ocultar, de verdad quiero estar contigo, y no solo como tu amigo.
— De verdad te tomaste el medicamento equivocado, Kilian. — canturree agarrando con firmeza el borde de la mesilla de mármol, y así poder estabilizarme, o de lo contrario mis piernas cederían ante mi debilidad y terminaría cayendo al suelo. sentía mi cuerpo temblar, pero Kilian parecía ni notarlo, ya que poco a poco fue girando mi cuerpo, para de esta forma quedar cara a cara, y la verdad, no puse resistencia, no podía luchar mucho tiempo en contra de la realidad.
Sus ojos intensos e hipnotizadores me atraparon, llevándome a lo profundo de su ser en un segundo. No estaba muy seguro si fue porque yo estaba muy tomado, o el demasiado desquiciado, pero ahora no importaría demasiado si buscara al verdadero culpable, gracias a que todo razonamiento dejo de existir. Acerco vacilante su rostro al mío, inclinándose lo suficiente como para que sus labios rosaran los míos levemente, nos separamos para observarnos de nuevo tras aquel toque casi imperceptible, y entonces esta vez con desenfreno y demasiado deseo, nos fusionamos en uno solo.
Comments (0)
See all