[ZAID]
Bebí otro largo trago de mi cóctel, disfrutando con una amplia sonrisa de aquel sabor dulzón que recorría mi garganta y al mismo paso me quemaba, dejándome una sensación de calma a pesar del montón de ruido que había a mi alrededor. Haely Graves, un poco cabizbajo intentaba seguirme el paso a solo unos centímetros de distancia, sentado en una silla frente a la barra. Trataba con todas sus fuerzas de ingerir a toda prisa ese montón de alcohol que yo estaba dispuesto a tomar ese insípido viernes, pero le era imposible. Estaba demasiado deprimido como para entusiasmarse con la música, o si quiera distraerse del todo con las charlas amenas que intentaba entablar con él. Era como si los pensamientos que rondaban por su cabeza, lo abrumasen de tal manera que ni siquiera podía ser coherente con las palabras que salían de sus labios, y en parte, era bastante entendible. No estaba en la mejor situación del mundo, pero ahogarse en un vaso de agua no era precisamente la mejor de las opciones que tenía mi viejo amigo de la infancia.
Observe por unos breves segundos como arrugaba su cara incomodo con el amargo sabor del tequila invadiendo sus papilas gustativas, y sin poderlo evitar me eche a reír por lo bajo sin que él se percatara de ello. Cuando termino de beberse todo el vaso de sopetón, analice divertido el retorno de su expresión cargada de tristeza, junto con su abatida mirada perdida en esos recuerdos, que lastimosamente yo también compartía. Los peores años de su vida volvían a pasar frente a él, aterrorizándolo con facilidad a pesar de tener ya casi 19 años. Pero aquello con lo que había tenido que lidiar con mucha paciencia año tras año, era una de las tantas profundas marcas que jamás se borrarían, después de todo que hubiese sido maltratado de las peores formas en las manos de Haru Reed, quien había sido alguna vez nuestro amigo, no es que fuese algo grandioso de mencionar.
Para nuestra desgracia, el imbécil ese se había dignado a regresar a la ciudad después de casi un año desaparecido, y para nuestra desagradable sorpresa ahora estudiaría junto con nosotros en la universidad, por ende la pobre cabeza de Haely estaba convertida en un acabose imaginando el infierno con el que tendría que vivir hasta la graduación, justo cuando había creído que nunca volvería a verlo. No obstante, estaba completamente convencido de que podía protegerlo, de que lograría ayudarlo a manejar la situación que surgiera; ya que no éramos más unos estúpidos niños de secundaria.
— ¿Por qué no lo dejas pasar y ya está? — murmure dedicándole una brillante sonrisa, que él me devolvió sin la más mínima energía.
— No es tan sencillo… — suspiro dejando caer su rostro pesadamente entre sus delicadas manos. — Pensé que Haru se mantendría en el extranjero de por vida, nunca pensé que pediría un traslado a la misma universidad. Odio este tipo de casualidades, Zaid.
— ¿Acaso que esperabas? — bufe poniendo los ojos en blanco ante lo obvio, no era el destino ni una casualidad como él decía, después de todo el director Reed, dueño y fundador de la universidad Hawkins, era el adinerado padre de Haru Reed. — Es algo normal que allá regresado para continuar sus estudios en Nara, es más factible estar bajo el cuidado de su propio padre que irse a otro lugar desconocido, ¿no crees?
— Lo sé, Zaid… — farfullo agotado, para acto seguido cubrir su rostro dispuesto a echarse a llorar allí mismo sin importarle lo que pensaran las personas que nos rodeaban. — Haru, el aún me odia, ¿acaso no te diste cuenta de cómo me miraba?
— Bueno, si te detesta un poco. — admití encogiéndome de hombros indiferente. — Pero tienes que admitir que tú tuviste gran parte de la culpa de que eso fuese de esa manera.
— Eso fue hace años, éramos niños, si hubiera sabido que todo terminaría de este modo tan horripilante, jamás me hubiera confesado.
— Aun así, Haely. — cuchichee pensativo, dado que aquel día en el que todo este desastre inicio se paseó por mi mente. — Ya no se pueden cambiar las cosas, solo intenta no estar cerca de él si no quieres que te fastidie como cuando estábamos en la preparatoria, y créeme que no quieres que le de otra buena golpiza a tu amor platónico.
— ¿Quieres confortarme o desanimarme aún más, Zaid?
— Solo no pienses en eso, confía en mí. ¡Todo estará bien, Haely!
Acaricie traviesamente su cabello castaño despelucándolo aún más de lo que ya se encontraba, logrando sacarle una fina sonrisa al más bajo. Haely desde mi punto de vista era como un niño, actuaba como un niño, pensaba como un niño, y hasta parecía físicamente un niño a pesar de ser todo un hombre hecho y derecho. Sus labios eran rosáceos y tenían forma de corazón, sus ojos eran de un verde claro poco común, tenía largas pestañas acompañándolos y sus mejillas se sonrojaban con facilidad contrastando sobre manera con la dulzura que transmitía su infantil rostro. Si no lo conociera tan bien, quizás en alguna otra vida u otro mundo paralelo, podría llegar a enamorarme de él y hacernos muy felices, pero prefería mantener nuestra amistad intacta.
Saque la única caja de cigarrillos que tenía por el momento del bolsillo de mi chaqueta, encendí uno y apartándome unos pasos de Haely que realmente detestaba el penetrante olor, comencé a fumar, consiguiendo de inmediato que cada parte de mis músculos se relajara con la nicotina. Pude escuchar a pesar del alto volumen de la música en aquella discoteca como Haely se quejaba y refunfuñaba disgustado con mis acciones. Lo mire burlón encontrándome de sopetón con su rostro bañado en el enfado.
— De algo me tendré que morir, Haely. — susurre para acto seguido guiñarle un ojo coquetamente, ganándome una fulminante mirada reprobatoria de su parte.
— ¿Por qué no simplemente vives lo que tengas que vivir, y no intentas suicidarte de esta manera lenta?
— Vale… — asentí de mala gana, llene por última vez en la noche mis pulmones de nicotina, y de inmediato apague el cigarrillo en el cenicero sobre la barra. — Ya está, ¿satisfecho?
— Si.
— Entonces, como pago por mis buenas acciones; ven a bailar conmigo, Haely. — dije rodeando sus hombros con uno de mis brazos, acercando instantáneamente su cálido cuerpo al mío con la intención de intimidarlo con mis roses, pero el a duras penas y me prestaba atención. — Busquemos unas chicas guapas, o unos chicos guapos, ¿Qué te apetece hoy?
— Sabes que no quiero nada de ese estilo, Zaid. Prefiero quedarme aquí quietecito.
— No te voy a permitir continuar con esto. — le advertí con mi ceño fruncido, se suponía que era el inicio de un fin de semana alocado, como era habitual en nuestra tradición semana tras semana, pero su actitud no me estaba ayudando en absoluto a despejar mi mente. — Vamos a buscar alguien con el que jugar, y ya verás que mágicamente olvidas todo sobre Haru.
— Ya es hora de que madures, Zaid. — gruño irritado con el hecho de que siempre estuviera metiéndome con diferentes tipos de personas solo para pasar el rato, y luego botarlas como si fueran un saco de basura.
Lo tome de la muñeca a pesar de sus protestas débiles, y lo arrastre a regañadientes a la atestada pista de baile, donde varias chicas se nos abalanzaron de inmediato. Haely, quien tenía una estatura de 1,65 cm se veía aún más bajo cuando ocultaba su rostro avergonzado entre su rebelde cabello, y a veces eso me enternecía sobre manera, ese idiota era toda una dulzura. Las chicas al ritmo de la música se contorneaban a nuestro alrededor observándonos deseosas de algo más que una simple danza, justo lo que yo buscaba. Deseaba entretenerme con quien fuera, mujeres o hombres, ya me daba realmente igual, dado que me urgía llenar mi cabeza con algo que no fuesen mis pensamientos acerca de mi horrible vida.
Entre el montón de sensuales chicas, elegí a la primera que se me ocurrió, la que llevaba el vestido más corto, quizás la llevaría a la cama, y al día siguiente olvidar todo, así de hijo de puta era yo, y sin lugar a dudas Haely, me soportaba lo suficiente como para acompañarme en mis estupideces, desde siempre lo había arrastrado hasta ese asco de rutina, tanto que se había acostumbrado y solo me dejaba hacer y deshacer a mi antojo. Sin embargo, ese día algo drásticamente cambio dentro de mí.
Mientras mis manos desvergonzadas se paseaban por el espectacular cuerpo de esa mujer, y mis labios devoraban sin piedad los suyos, me percate de algo diferente en el ambiente. Me sentía demasiado observado, levante mi vista con cierta curiosidad, y para mi sorpresa me encontré a la distancia con unos penetrantes ojos cafés. Estos últimos pertenecían a un chico, pude notar como su rostro a pesar de la tenue luz, se sonrojaba, y sin pensármelo dos veces me le quede viendo por unos largos segundos, obligándolo con ello a apartar la mirada nervioso. Al ver esa reacción tan espontanea, algo en mí se encendió como el fuego, y las piezas dispersas del puzle encajaron perfectamente, había encontrado lo que necesitaba para pasar una espléndida noche. Me alejé de la chica dejándola totalmente pérdida con mi comportamiento, y pase junto a Haely para murmurarle en el oído:
— Ya vengo…
— ¿A dónde vas?
— Encontré el juguete de esta noche. — anuncie dejando escapar una sonrisa malvada.
Creo que si hubiera pensado mejor las cosas, nada de lo que ocurrió después de ese día, hubiera sucedido, quizás nuestras vidas se hubieran mantenido intactas. Pero a fin de cuentas, los dos tuvimos la culpa de ello, de este desastre en el que nos convertimos, si él no me hubiese visto de esa forma, y si yo jamás me hubiera interesado en él. Quizás, ahora seriamos felices. Si no nos hubiéramos conocido precisamente ese día, sé que todo hubiera sido mejor para los dos, ¿verdad?
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