Había sobrevivido medianamente, sin comer en condiciones, atado a una fría cama metálica la mayor parte del tiempo. Lo peor de todo era no poder ni disfrutar de los rayos del sol. Se había pasado el tiempo confinado en aquella habitación, en aquel cubículo diminuto alejado del mundo exterior. Tenía que conseguir escapar, debía lograrlo. No podía pasar ni un solo día más en esa maldita celda, ya que de hacerlo seguramente terminaría por volverse loco de verdad.
Cruzó pasillos interminables, sin inmutarse ni siquiera ante el frío suelo que pisaban sus pies a cada paso que daba. Marchaba sin soltar las pistolas, con toda la atención centrada en alcanzar su objetivo: la salida. Tenía claro que no iba a ser fácil, pero por nada del mundo pensaba fracasar en el intento.
...
En su camino hacia la libertad fue extremadamente necesario, entre otras cosas, liarse a tiros con varios oficiales que iban pisándole los talones.
Habían surgido de la nada en mitad de los pasillos. Se trataba de guardias comunes y corrientes de la prisión, y por lo tanto y para su suerte, no llevaban puesto el chaleco antibalas. Claro que el suyo tampoco parecía que fuera a soportar muchos disparos más. Al menos cuando estos cayeron pudo hacerse con uno de sus trajes e identificación. Era justo lo que necesitaba. Con la tarjeta tendría acceso a todos los sistemas de seguridad de la prisión y llevando el chaleco encima del traje no se notarían las manchas de sangre. Ya solo tenía que actuar de forma inteligente y de ahí la libertad estaba a un paso.
Respiró profundamente para serenarse y mostrarse más calmado y natural, como si fuera un simple agente más de la prisión.
...
El trayecto transcurrió no demasiado movido. Avanzó en su trayecto con tranquilidad y aparente sosiego, mientras en la prisión ya habían comenzado a movilizarse para buscarlo por todas partes. Tanto era así que la megafonía parecía a punto de estallar. Las alarmas sonaban a un ritmo frenético. Todo el complejo se había movilizado solo para encontrarlo a el: el preso 434.
Leithan ignoró aquel jaleo, suspirando, y se limitó a encender uno de los cigarrillos de un oficial al que acababa de estrangular como si nada en su camino hacia su salvación. Otro obstáculo que se quitaba de encima, aunque al menos el tipo le había proporcionado tabaco. Algo era algo, por no decir que le hacía falta un cigarrillo en esos momentos. Sabía que fumar no es que fuera un hábito muy saludable pero le importaba más bien poco. Bueno para su salud o no, siempre le ayudaba a centrarse y pensar con más claridad.
Se limitó a dar una larga calada, disfrutando de aquella sensación tan placentera al exhalar el humo de forma pausada, esa sensación que hacía ya tiempo que no experimentaba, mientras sorteaba el cuerpo inerte como si fuera una simple piedra en su camino y se dirigía con lentitud hacia la salida de la sección Omega, ignorando el desastre que había ido dejando a su paso.
Ya solo restaba encontrar transporte y escapar de esa prisión de locos.
El amargo sabor del tabaco se mezclaba con el gusto metálico que aún podía notar en su boca. Esto se debía a que mantener la esquirla ahí dentro le había generado alguna que otra herida. Pero nada importaba.
Solo tenía que salir de allí...
...
Ya había transcurrido una media hora aproximada desde que todos los hechos tuvieron lugar.
Leithan proseguía su avance por la prisión con total calma, haciendo lo que tenía que hacer en el momento que tenía que hacerlo, aunque ello significase sesgar vidas humanas total o parcialmente. Su brazo izquierdo sangraba, fruto de un balazo recibido. Una importante brecha en su cabeza, de la que bajaba la sangre de igual manera, le dificultaba la vista del ojo derecho. Y por si eso no fuera poco, aún estaba algo confuso y mareado debido a una descarga recibida por esas malditas porras eléctricas. Sin embargo y pese a las cada vez mayores dificultades, había conseguido tras librarse de varios obstáculos en su camino, llegar donde quería.
Por unos segundos dejo descansar su ya maltrecho cuerpo en el respaldo del coche que había robado, o mejor dicho estaba a punto de robar, para su huida. Miró un momento el reloj del automóvil y miró el de su muñeca aunque estaba parado. Había quedado inutilizable en su trifulca con su poseedor, justo el mismo agente que le proporcionó el traje. Comprobó ambas horas y se dio cuenta de que apenas había pasado media hora, media hora que para él más parecía toda una eternidad.
Cerró los ojos momentáneamente para darse algo de tiempo para descansar y recuperarse un poco de la descarga antes de tener que conducir. Al menos le había quedado un ligero sabor a tabaco en la boca a pesar de perder el cigarrillo y no haber tenido ni tiempo de encender otro. Pero bueno, ya habría tiempo para todo cuando estuviera lejos de allí.
En el momento que consideró que ya se había relajado lo suficiente, escuchó sendas zancadas removiendo la tierra del suelo. Y no solo eso, sino para complicarlo todo aún más parecían estar aproximándose. Iban a por él, lo habían descubierto. Ya esperaba que algo así sucediera pero no que fuera tan pronto. Tenía que arrancar, no podía dejar que lo cogieran. Necesitaba salir de allí, y tenía que ser ya.
Tras varios intentos desesperados el coche arrancó por fin y el pelirrojo pisó el acelerador desesperado y ansioso, mientras una gota de sudor frío bajaba de su frente con lentitud. Solo pensar en regresar a las mismas condiciones en las que había estado le producía unos desagradables escalofríos. Probablemente la conducción se le dificultaría al poder ver solo de un ojo... Bueno, meros detalles sin importancia.
En cuando el automóvil decidió cooperar, salió a toda velocidad, tanta como aquel coche pudiera alcanzar antes de que el paso a nivel se cerrara por orden de los agentes que lo seguían...
Y funcionó.
Aun no se lo podía creer. Estaba fuera. Era libre. Se había llevado la valla por delante en su huida, al acelerar todo lo que pudo en el último momento, pero ya no tendría de que preocuparse. Ya nada lo mantendría atado. Adiós prisión de máxima seguridad, bye-bye sección Omega. Por fin iba a poder regresar con los demás, por fin iba a poder reunirse con sus compañeros...
De pronto y en mitad de la carretera sintió un punzante dolor en el pecho que provocó que se llevara la mano a la zona en un acto reflejo, encogiéndose. Lo que no esperaba era que esta se teñiría de rojo, descubriendo así la sangre que de ahí brotaba. ¿Cuándo lo habían herido? Ni siquiera se había dado cuenta. Al haber estado todo el rato centrado en escapar seguramente el dolor habría quedado relevado a un lugar secundario... o puede que incluso hasta terciario en su mente, y por tanto, no lo había sentido siquiera.
Se tomó unos momentos para observar más atentamente, sin soltar el volante o reducir la velocidad. La herida parecía profunda y sangraba de forma profusa. Incluso estaba comenzando a arderle. Y dolía... y joder como dolía... y más ahora que era plenamente consciente de todos los dolores en su cuerpo. Pero tenía que aguantar, como fuera, al menos hasta llegar a Vitrubia. Allí podría contactar con alguna persona, encontrar algo, alguien que pudiera ayudarle, aunque para ello fuera necesario recurrir a medidas drásticas.
El dolor y el malestar no hacían sino aumentar a cada minuto que pasaba, mientras Leithan se debatía por ignorarlo, fijando su atención en la carretera, o al menos intentándolo.
La ciudad estaba cada vez más y más cerca.
Quizás lo conseguiría...
Quizás no...
En esos momentos tan solo la suerte podía decidir su destino.
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