El pecho me ardía y parecía que me estuvieran aporreando la cabeza... Me sentía muy mareado y confuso, como si acabara de salir de una lavadora.
Poco a poco comencé a recobrar la consciencia, mientras las sensaciones se iban haciendo más y más presentes.
Escuchaba murmullos lejanos de gente hablando... también una especie de pitidos... y la boca me sabía rara, como... ¿a metal?
A medida que abría los ojos vislumbré dónde me encontraba.
Las paredes eran de un azul exageradamente claro e inmaculado. A un lado de la estancia había una ventana que permanecía cerrada y por la cual entraba la luz ya que tenía subida la persiana. También pude ver una mesita donde reposaba lo que parecía ser mi móvil, un sillón vacío donde encontré apoyada mi chaqueta, así como un armario que en esos momentos parecía estar cerrado y un pequeño mueble con cajones.
Una cosa estaba clara: desde luego no se trataba de un hotel. ¿Y lo peor de todo? No me acordaba de nada de lo ocurrido. Mi mente estaba en blanco. Y a poco que trataba de rememorar lo sucedido solo conseguía que mi ya de por si molesto dolor de cabeza solo aumentara.
Entonces se me ocurrió mirar hacia el techo y lo vi. Era indudablemente un gotero con suero. En ese momento levanté el brazo y observé mi mano. Efectivamente ahí estaba la vía. Posteriormente me fije con más cuidado y encontré un pequeño monitor. No cabía duda: estaba en un hospital y ni siquiera sabía por qué, cómo había acabado allí o cuándo me habrían traído. Todo estaba completamente en blanco.
Cerré los ojos dejando escapar un suspiro y procurando tranquilizarme para, de nuevo tratar de recordar un poco lo ocurrido con anterioridad...
Por alguna razón en ese momento se me ocurrió abrir los ojos, como si algo me estuviera diciendo que lo hiciera.
Y al hacerlo me topé con unos brillantes irises dorados observándome con atención, como si fuera algo digno de ser contemplado. Era... ¿un chico?
-AGH!
Reaccioné por instinto, tratando de apartarme al notarlo tan exageradamente cerca, tanto que nuestras narices casi rozaban. Y al hacerlo pensé que lo más probable era que acabase en el suelo, puede que incluso tirándolo todo... pero no llegó a suceder. En su lugar algo o alguien, me había cogido al vuelo.
-Deberías tener más cuidado Luca. No querrás acabar el contrato cuando apenas comienza. –reía divertido o desde luego era lo que parecía.
Un momento... contrato... un contrato...
Algo me volvió a la mente en ese instante. Claro, ESE contrato. A ESO se refería. Ahora ya me iba acordando. Pero de ser así... ese tipo...
Me quede mirándolo para cerciorarme. Ojos dorados, cabellos oscuros... sí, sin duda tenía que ser él.
Entonces note algo tocando mis muslos a través de aquella bata de hospital y me di cuenta de un pequeño detalle: quien me había cogido era ÉL.
De inmediato un fuerte rubor subió a mis mejillas y quise bajarme, nervioso. Dios en serio, por qué me tendrán que pasar estas cosas a mí.
-Bueno bueno, tranquilo.
Reía aún más pese a mi desesperación por librarme de él y la fuerte vergüenza que me estaba haciendo sentir. ¿Es que no leía el ambiente o qué? Sin duda era un maldito imbécil, un soberano capullo que parecía divertirse a mi costa.
-¡quieres bajarme ya! –le espete, aporreándole el pecho.
Sin embargo el tío ni se inmutaba siquiera sino que tan solo reía de nuevo. Definitivamente este chico no tenía cerebro.
Por fin se decidió a devolverme a la cama de una vez. Y una vez lo hizo no pude hacer otra cosa sino taparme, presa de la enorme vergüenza que aún sentía.
Y para colmo en vez de alejarse decidió que el mejor sitio para sentarse era en el borde de la cama, a mi lado. Y precisamente eso fue lo que hizo. Realmente me sacaba de mis casillas.
-¿Pero tú de que vas? –le solté, molesto por esa actitud suya. Solo quería que me dejara en paz.
-Esa no es forma de tratar a quien te ha salvado la vida.
Y encima me venía con aires de superioridad. Ya lo que me faltaba. No solo era un imbécil sino también un egocéntrico.
-¡Solo me iba a caer de la cama!
-No hablo de ahora. Sabes bien a que me refiero. –apunto a mi pecho con el dedo y me quedé mirándolo sin entender. –Descúbretelo.
-NI EN BROMA. –reaccioné de inmediato cubriéndome aún más. ¿Era un fetiche suyo o qué? ¡Si a mí ni siquiera me gustaban los chicos!
Entonces vi que suspiraba de nuevo y se subía las mangas. ¿Qué demonios pretendía?–Bueno... en ese caso...
Sin que me diera tiempo a detenerlo se las ingenió para poder sujetarme las muñecas y descubrir mi pecho. Iba a gritar para que se enterase todo el hospital de lo que estaba haciendo ese maldito pervertido... pero vi algo. En mi pecho había algo.
-Ahí está la prueba de nuestro contrato. Ahora te guste o no, estamos unidos por ello. –resoplo con frustración soltándome y volviendo a su sitio. –La verdad hubiera preferido una chica bonita con buenos pechos pero me temo que me has tocado tú. –arqueó los hombros con indiferencia tras decirlo. –qué remedio.
Ahora sí que me estaba molestando de verdad.
-Mira chico, no sé de qué vas pero a mí tampoco me hace gracia estar unido a un descerebrado como tú.
Logre alcanzar el móvil y use la cámara frontal para poder ver con claridad aquella especie de cicatriz que ahora "adornaba" mi pecho. Parecía como un símbolo... guardaba cierta similitud con el símbolo del infinito. Era muy extraña, no creo que nadie la tomase por un tatuaje.
-Ni a mí me la hace estar unido a un crio.
-NO SOY UN CRIO. Tengo 20 años –en serio parecía que le gustaba tocarme las narices. Estoy seguro de que lo hacía adrede.
-WOW ¿en serio? Nadie lo adivinaría con esa carita. Babyface~
Si, definitivamente lo hacía adrede.
-QUE NO SOY UN NIÑO. Deja ya de meterte conmigo.
-¿Por? Si has empezado tú. Y para que lo sepas no soy ningún descerebrado. –pues desde luego sí que lo parecía.
-¡Ja! Me lo creeré cuando lo demuestres.
Justo en ese momento, cuando iba a soltar algo como contestación a mis afirmaciones, la puerta se abrió y una mujer de unos treinta años asomo por ella. Parecía la enfermera.
-¿Va todo bien? Le he escuchado gritar. ¿Se encuentra mal? –preguntó la mujer sin quitarme la mirada de encima.
-N-no no. Está todo bien. –salté yo, nervioso. Esperaba que no se formara una idea equivocada sobre mí o algo.
Entonces observó la estancia con expresión confusa. ¿Cómo podía ser? ¿Acaso no veía al chico? ¿O es que solo yo lo veía?
-Bueno si tiene algún problema avísenos por favor. Acudiremos enseguida.
-Muchas gracias.
Agradecí cortésmente y tras volver a examinar la habitación de arriba a abajo una vez más, finalmente la joven se marchó, cerrando la puerta tras de sí.
No pude evitar suspirar, aliviado de que todo hubiera acabado. La verdad no sé qué habría ocurrido si me hubiera preguntado algo. Aunque seguramente pensaría que estoy loco. Si seguramente lo pensaba. Después de todo estaba "hablando solo" al parecer.
Mi atención se dirigió al chico, que ahora estaba flotando tan tranquilo. Ya recordaba lo mucho que había odiado esa habilidad suya, y aún la detestaba con todas mis fuerzas.
-¿Por qué esa chica no se dio cuenta de que estabas aquí? ¿Acaso no pueden verte?
-Algo así. Solo me pueden ver si yo quiero que me vean. –reía pícaro. Mas habilidades molestas, ya era lo que me faltaba.
Respiré profundamente tratando de calmarme. Tenía que dejar de pelearme con él. Lo que necesitaba ahora mismo eran explicaciones.
Apenas me dio tiempo siquiera de abrir la boca pues comenzó a hablar, como si me hubiera leído el pensamiento.
-Sé lo que estarás pensando en este momento. Y sí, comenzaré con las explicaciones. Primero de todo. Estas aquí porque por si no lo recuerdas, casi te mueres. Tenías un navajazo en el abdomen. No sé en qué clase de líos estarás metido pero más vale que lo soluciones porque yo no soy un ángel guardián ni nada de eso. –se detuvo un momento para tomar aire antes de proseguir. -Segundo. Hemos hecho un contrato. Accediste a mis condiciones asi que ahora estoy obligado a vigilar que cumplas lo pactado. Y tercero... ¿en serio tienes 20 años?
Resoplé con fuerza ante eso último. Estoy seguro de que el hecho de que estaba realmente molesto se notaba a kilómetros. Que mi físico fuera un tanto aniñado no significaba que fuera pequeño. No era mi culpa ser así. Luego nadie me tomaba en serio por ello. Era muy frustrante.
-Sí, los tengo. Asi que ya deja la bromita.
Pese a que en la voz se percibía cuánto me cabreaba hablar el tema, rió de nuevo.
-Vale Luca, ya lo dejo.
Al menos por fin había conseguido que parase. Eso me recordaba...
-Bueno, ya que tú pareces saber algo o bastante de mí... ahora y ya que no voy a tener más remedio que convivir contigo... ¿Qué hay de ti? ¿Cómo te llamas? ¿Quién o qué eres?
Apenas se tomó tiempo para contestar a mi pregunta.
-Soy un ángel de la muerte, ya te lo dije. Y mi nombre es Ryu.
¿Ryu? ¿En serio? ¿O acaso solo era una broma?
-¿Ryu...? Pero... No pareces japonés
-Bueno tú te llamas Luca y tampoco pareces italiano.
Iba a contestar algo pero decidí callarme, chasqueando la lengua. Ahí me había pillado.
Así que Ryu parecía ser su nombre. Era un chico realmente peculiar, o según él decía, era un ángel de la muerte realmente peculiar. De hecho jamás hubiera pensado que serían así. Aunque ahora que me paraba a reflexionar un poco... todo lo que había ocurrido...
-Pero... ¿cómo es que existis? Es decir, alguien tiene que haberos creado. ¿De verdad Dios existe? ¿Y de ser así dónde está?
Mi cabeza era un sinfín de preguntas que necesitaban respuesta. Desde siempre me había cuestionado la existencia de Dios, los ángeles y todas aquellas absurdeces que contaban por ahí. Sin embargo ahora que había podido experimentar algo así en carne propia... todo me parecía completamente diferente de como lo había imaginado. Y quería, necesitaba respuestas. ¿Qué más había que yo no sabía? ¿Cuántas cosas no enseñaban los libros?
Sin embargo Ryu tan solo contestó con una simple y escueta frase pero que a su vez contenía las respuestas a todas mis preguntas.
-Que no lo veas no significa que no exista.
Entonces al ver mi expresión de confusión prosiguió.
-Los humanos no pueden percibir toda la infinidad del cosmos. ¿O es que con esos modernos telescopios ya se ha podido comprobar si hay un límite para la existencia?
-No...
La respuesta era clara. Todas aquellas preguntas solo tenían una respuesta, y era tan simple como creer en ello. Y bueno, ahora que un contrato me unía a un supuesto ángel de la muerte creo que tenía ciertas razones para comenzar a pensar de otra manera con respecto a temas tan trascendentales. De todas formas ahora que tenía una nueva oportunidad no iba a desperdiciarla. Pensaba aprovechar mi vida. Retomaría los estudios, cambiaría el rumbo de mis acciones. Seguro que todo iría bien ahora.
No me di cuenta de que, mientras lo pensaba, Ryu se tumbó en la cama a mi lado con las manos apoyadas en la nuca, cerrando los ojos. Ahora que lo veía... ¿dormirían los ángeles?
-¿Dormis? –me atreví a preguntar, curioso.
Ryu se limitó a asentir ante mi pregunta. Entonces proseguí.
-Pero... si sois ángeles no tendríais porque necesitarlo, ¿no? Además si eres un ángel... ¿no deberías tener alas? ¿Los ángeles tienen alas no? –al menos eso era lo que contaban por ahí. Seres puros de hermosas alas. Pero él no tenía alas y de puro dudo que tuviera algo... y encima llevaba una guadaña. Desde luego en la definición que había de "ángel" en mi diccionario no encajaba para nada.
Entonces escuche un profundo suspiro.
-Eres realmente preguntón. No quieras saberlo todo de absolutamente todo y trata de dormir. Recuerda que aún estás convaleciente.
Ciertamente me fascinaba como su actitud podía pasar de ser un completo imbécil a hablar en serio tan rápidamente. Sin duda era un ángel peculiar. Claro que... era el primer ángel que hubiera conocido jamás. No tenía ni idea de cómo serían los otros pero Ryu se asemejaba más a un chico normal y corriente que a un supuesto ángel, o al menos a lo que yo entendía por ángel.
Para cuando volví a mirar se había quedado totalmente dormido. Gracias a ello pude observarlo con detenimiento.
Sus cabellos morenos caían suavemente sobre su frente mientras que aquellos mechones plateados parecían brillar con la luz incidiendo en ellos. Además me di cuenta de que tenía varios piercings en las orejas.
Vestía una camiseta azul oscura, como tirando a morado, una chaqueta de cuero que había dejado apoyada en el sillón, vaqueros oscuros y botas militares. Si no supiera que era un ser que solo podía ver yo, diría que era solo un chico más. Realmente lo parecía, sobretodo por su forma de vestir. Siempre hubiera pensado que los ángeles llevarían túnicas o algo similar. Al menos eso predicaban por ahí. Pero cuan equivocados estaban. Las cosas no eran para nada como decían en los libros. No veía el momento para poder aprender más acerca de ese mundo invisible para las personas... pero para mí ya no.
Me acomodé de lado, con cuidado, para poder contemplarlo. Y escuchando esa suave respiración noté cómo poco a poco mis ojos iban sucumbiendo al cansancio y comenzaba a quedarme dormido sin siquiera darme cuenta...

Comments (0)
See all