Para cuando desperté no lo encontré allí. ¿Dónde se había metido? ¿O es que acaso había sido todo un sueño?
Rápidamente me descubrí el pecho para comprobar si la cicatriz aún estaba ahí, y efectivamente, ahí seguía. Lo cual significaba que todo había sido real.
Bien. Recapitulemos.
1. Deseé morir y casi me muero.
2. Tendría que haber pagado por mis pecados pero al desear vivir algo cambió.
3. ¿Ryu se apiadó de mí? No había otra explicación.
4. Los ángeles existían y seguramente Dios, o lo que quiera que sea Dios, también.
5. Iba a tener a Ryu pegado una larga temporada debido a ese contrato que hice con él.
Realmente no sabía que sería de mi vida a partir de ese momento pero las malas acciones y las malas compañías tendrían que acabarse. También tendría que retomar los estudios, y volver a trabajar de forma digna. Para empezar no sabía ni cómo terminé metido en una banda callejera. Sí que había caído bajo de verdad.
Y ahí venia otro problema. ¿Cómo demonios iba a librarme de la banda? Se dice que una vez entras no es tan fácil salir, y lo que yo deseaba era justamente eso: salir.
Durante mi tiempo allí había hecho cosas de las que no sentirse orgulloso. Había golpeado y herido personas inocentes, aunque por suerte nunca llegué a matar a nadie. Había robado, mentido, estafado, embaucado... y a saber que más.
Necesitaba volver a empezar. Tenía una segunda oportunidad y no iba a desaprovecharla...
Mientras pensaba en todo aquello escuche un chirrido y vi abierta la ventana.
-uh?
Eso si era raro, pero que muy muy raro. ¿Acaso Ryu la había abierto antes de irse dondequiera que estuviera?
Extrañado fui a levantarme y me di cuenta de que ya no tenía el suero, lo cual significaba que podía moverme con total libertad. Bien, eso era una gran noticia. Ahora no tenía que estar al pendiente de ese molesto cacharro.
Sin embargo no esperaba para nada lo que aparecería al acercarme a cerrar la ventana...
-Buenos días dormilón.
-AGH!
De la impresión me caí de culo al suelo.
Y ahí estaba Ryu otra vez, delante de mí, comiéndose un bollito de crema con toda la tranquilidad del mun...
Espera. ¿Dónde estaba subido? ¿O acaso...?
Me levanté y me asomé para descubrir que mis sospechas se confirmaban: estaba flotando.
Inmediatamente le agarré del cuello de la camiseta y tiré de él para dentro de la habitación, cayendo al suelo y arrastrándolo conmigo.
-¡Pero se puede saber qué haces! Ahí fuera hay gente. Alguien puede verte. –tenía que regañarlo para que se diera cuenta de sus errores. Era peor que un niño.
Ryu se limitó a sonreír observándome. Pero qué...
-¿Recuerdas que solo me ven si yo quiero, no?
Maldita sea, olvidé ese pequeño detalle. Desde luego esas habilidades suyas me iban a dar problemas. ¿Y si un día alguien lo veía? O peor, ¿y si lo veían en un lugar público? No, no, y mil veces no. Mejor sería asegurarse.
-Me da igual. Tú estate quieto y actúa como una persona normal –aunque teóricamente no era una persona. ¿O sí? En serio, todo este tema me tenía hecho un lio.
-Olvidas que no soy una persona babyface~
-QUE TE HE DICHO QUE NO ME LLAMES ASI.
Con mi reacción tan solo logré que empezara a reír como el idiota que era. Su actitud era incomprensiblemente incomprensible, valga la redundancia. Pero que disfrutaba verme rabiar, eso estaba más que claro.
Entonces me agarró de las mejillas para estirarlas un poco.
-Anda no seas tan serio. Dicen que reírse alarga la vida.
Ante esa acción tan sumamente infantil resoplé comenzando a molestarme. Además dolía un poco. Por no hablar de que prácticamente tenía todo su peso encima de mí.
-Estate quieto y quítate de encima. Pesas, ¿sabes?
-¿Eh?
Se quedó pillado un momento y de pronto me soltó. Y cuando esperaba que se levantase... me levanto a mí, en brazos. Ni que tuviera complejo de Superman.
Pero en vez de dejarme en la cama se quedó de pie tal cual, parado en el sitio. No sé qué pretendía con eso.
-Bájame, ahora. –dije serio, separando las palabras para recalcarlas y mirándolo con ceño fruncido.
Al verme una sonrisilla se formó en sus labios.
-Hasta enfadado sigues teniendo esa carita.
-AGH QUE ME BAJES.
Me sacaba de mis cabales. Definitivamente el problema MAS GRANDE que jamás hubiera enfrentado tenía nombre: Ryu.
Al final me volvió a dejar sentado en la cama y se sentó a mi lado. Siempre hacia lo mismo, se limitaba a esperar a que me enfadara para hacerme caso de una buena vez. ¿Cómo se podía ser tan cargante?
–No hace falta que seas tan escandaloso. Además pronto te darán el alta. Será mejor que te portes bien y descanses si no quieres que me chive~ -agregó con retintín.
Ja, como que iba a colar.
-No puedes chivarte. No te escucharán. –afirme victorioso. Pero poco me duró la sensación.
-¿ah no? Puedo hacer que me vean si quiero.
MI-ER-DA los problemas con este tío no habían hecho más que empezar.
Entonces vi que estaba a punto de gritar y le tapé la boca de inmediato.
-Está bien, tú ganas. Pero no grites. No la líes más. No me causes más situaciones vergonzosas, ¿entendido?
Vi como asentía y entonces me decidí a destaparle la boca. Como volviera a pasar algo no sabía que iba a hacer o decir para justificarme.
-Está bien... Pero entonces me imagino que no te apetece desayunar algo rico~
¿Desayunar? No sabía el tiempo que llevaría dormido o más bien el tiempo que llevaría sin probar bocado. Fue escuchar esa palabra y las tripas me rugieron de forma automática, haciéndole reír. Poco después sacó una bolsa de bollitos rellenos.
-Fui a comprar bollitos. La comida del hospital tiene fama de ser asquerosa y no quiero que te envenenen tan pronto. –me tendía la bolsa, como esperando mi respuesta.
Aun confuso por su acción, o más bien por el hecho de que se estuviera preocupando así por mí, cogí un bollito y lo llevé a mi boca, descubriendo el dulce relleno de mermelada de fresas. Encima era casera. ¿Dónde diantres habría ido a por los bollitos?
-¿A que están ricos?
Asentí dando otro mordisco y entonces lo vi sonreír.
Y si, Ryu era el tipo más raro que jamás me habría podido caer del cielo, pero era un buen tipo... bueno, al menos a ratos. Quizás tenerlo a mi lado no fuera a resultar tan malo después de todo...
-Uy pero si sabes sonreír. Ya pensaba que solo sabías estar de morros.
Notaba como me daba toquecitos con el dedo en la mejilla. ¿Es que siempre tenía que cargarse los buenos momentos?
-¡no empieces! –reaccioné molesto metiéndole un bollito en la boca para que se callara, pero él solo se lo comió y volvió a reír de forma pícara...
No estaba seguro de si tener que aguantarle sería una buena o mala experiencia, pero desde luego con un tipo tan peculiar y cambiante sí que iba a ser rara, pero rara de verdad.
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