[ZAID]
Escuche una y otra vez el estruendoso sonido que producía la melodía de mi celular por toda la estancia, y entre mis sueños difusos intentaba encontrar su paradero para callarlo de una maldita vez, sin embargo me era imposible despertarme siquiera, o al menos moverme un poco. Sabía que ya era hora de levantarme, pero me sentía tan cómodo bajo las sanabas que no creía posible que abriera mis ojos en un buen rato. Aun profundamente dormido podía recordar todas y cada una de las cosas que habían ocurrido la noche anterior, sentía mi corazón acelerado en mi pecho, a causa de tantas sensaciones compartidas junto a Jhin. Todavía lograba sentir la calidez de su cuerpo, su voz en mis oídos y la suavidad de sus labios sobre mi boca, era sencillamente magnifico el poder rememorarlo con tanto detalle. Ya que no deseaba olvidarlo tan rápido, no quería que desapareciera ese momento de mi mente, pero la insistencia de quien fuese que llamara era tal que no tuve más remedio que despertarme de mala gana, encontrándome con la perturbadora sorpresa de que estaba absolutamente solo en esa cama.
Observe anonadado en todas las direcciones con la esperanza de hallarlo en algún rincón, no obstante Jhin ya no estaba allí, y no tenía ni la menor idea de en qué momento se había marchado sin que me percatara de ello. Recordaba haberlo visto muy temprano en la mañana, durmiendo plácidamente sobre mi pecho, y abrazándome con tal fuerza que me sentía indescriptible con el delicioso aroma que emanaba su cuerpo, no obstante, de repente ya no lo sentía a mi lado y pensé que era algo normal así que no le había prestado mucha importancia. Lo cual había sido definitivamente, un grave error de mi parte.
Sin poderlo evitar me quite las sabanas de encima de una patada, me levante un poco enfadado y bastante decepcionado de que las cosas dieran un giro tan extraño, sentía como todo lo que había sucedido no fuese más que una fantasía a causa de tanto trago, pero no quería aceptarlo de entero. El hecho de que se hubiera ido sin despedirse me hería profundamente mi sensible ego, el que mi juguete me hubiera abandonado me ofendía sobre manera y no podía ocultarlo del todo. Ande a zancadas hasta mi ropa la cual se encontraba pulcramente doblaba sobre el sofá, indicándome que no había estado solo esa esplendida noche, respire profundamente y tome el celular que estaba en el bolsillo trasero de mi pantalón. Analice el nombre que salía en la pantalla y sin poderlo evitar, muy malhumorado conteste la reiterada llamada.
— ¡¿Qué quieres, Haely?!
— ¡Zaid! — lloriqueo espantado, al escucharlo gritar al otro lado de la línea y gimotear como un niño pequeño me alarme de inmediato. — ¡Sálvame!
— ¿Qué sucede? — pregunte angustiado, sin pensármelo dos veces, y sin siquiera preocuparme de que debía darme una buena ducha fresca antes comencé a vestirme veloz como un rayo, dado que al parecer ese tonto chico me necesitaba con urgencia. — ¿Estás bien?
— ¡Ven rápido, por favor!
— ¿Dónde estás?
— ¡En mi casa! ¡Necesito que me ayudes! — me suplicaba entre lágrimas, causando en mi interior una aflicción inigualable ante su desconsuelo. — ¡Apresúrate, Zaid! ¡Ahhh!
— ¡¿Haely?! — inquirí nervioso con ese estridente berrido, sin embargo había colgado antes de siquiera contestarme, dejándome aún más intranquilo de lo que ya me encontraba.
Espantado con que algo realmente tétrico hubiera ocurrido con él, camine apresurado fuera de ese hotel, me subí en el primer taxi que encontré en la transitada avenida, y en cuestión de unos cuantos minutos cargados de impaciencia y mucho tráfico por todas las calles de Yegichi, el auto se detuvo frente al edificio en donde mi viejo amigo vivía técnicamente solo; dado que sus padres se habían divorciado muchos años atrás, su madre se había vuelto a casar con un hombre muchísimo más joven que ella, mientras que su padre se había encargado por completo de él, por ende viajaba gran parte de su tiempo a causa del trabajo y rara vez estaba con Haely, incluso su madre lo había hecho prácticamente a un lado como si no existiera.
Por ello, en ocasiones pasaba yo más tiempo en su apartamento que en mi propio hogar, después de todo; mi casa siempre estaba desolada. Neel, mi adorado hermano menor trabajaba a medio tiempo para ahorrar sus futuros gastos en la universidad ya que deseaba ir a Harvard, mientras que mi madre estaba tan ocupada en su trabajo que a duras penas llegaba a casa. Las cosas habían cambiado drásticamente en mi familia desde la muerte de mi padre cuando éramos tan solo unos niños. Mi hermano y yo seguíamos siendo tan unidos como siempre, sin embargo mi madre cada día estaba más distante de lo que solía ser, como si nosotros en si no fuéramos absolutamente nada importante. Pero después de tanto tiempo de esa manera, lo más normal era estar muy acostumbrado a ese tipo de ambiente devastador, sin embargo seguía siendo más complicado para mí que para Neel el asimilarlo todo con una simple sonrisa.
Subí con el corazón desbocado en mi pecho por el lento ascensor, observe mientras me mordía el labio inferior como los números iban aumentando con cada segundo en la diminuta pantalla junto a los botones, deteniéndose de repente en el ansiado piso 15. Ande rápidamente por los pasillos cuando las puertas se abrieron, y el entrar en el elegante apartamento de Haely, dado que yo también tenía una copia de la llave que el mismo me había regalado mucho tiempo atrás, me encontré con el pobre lloriqueando desconsolado sobre el sofá en medio de la acogedora sala de estar, se abrazaba las piernas con sus delgados brazos y temblaba aterrorizado con Dios sabría qué cosas.
— ¿Qué se supone que te está pasando? — lo cuestione acercándome con mis ojos entrecerrados, dudando profundamente de si debía creer o no, en que lo que había ocurrido era tan terrorífico como para estar en ese estado tan vergonzoso.
— Haru… — contesto con su voz entrecortada, para acto seguido mirarme con sus ojos verdes empapados de gruesas lágrimas que no cesaban de desbordarse por sus sonrojadas mejillas. — Él me envió un paquete.
— ¿Y que tenía el paquete? — refunfuñe quitándome la chaqueta, y dejándola tirada en la primera silla que vi, dado que comenzaba a sentir demasiado calor en esa estancia.
— Hámsters. — farfullo estremeciéndose de inmediato con esa palabra que salía de sus labios. Respire profundamente y sin poderlo evitar puse mis ojos en blanco. Comenzaba a sentirme como un idiota al prestarle más atención de la necesaria al miedoso de Haely. — Tres hámsters. Se me cayeron de las manos y están por toda la casa corriendo.
— ¿Si sabes que esos animales son muchísimo más pequeños que tú? — gruñí entre dientes irritado sobre manera con su cobardía, intentaba con todas mis fuerzas controlar mi rabia dado que sabía muy bien que Haely odiaba cualquier tipo de roedor por un trauma de su infancia, sin embargo estar allí de pie por semejante tontería, era sinceramente molesto. — Ni siquiera miden lo mismo que tu mano, no comprendo tu miedo.
— ¡Solo ayúdame!
— Vale, vale. — suspire antes de sacudir su sedoso cabello castaño con una de mis manos. — Tú cálmate, que yo me encargo de todo.
Mientras Haely se mantenía en su lugar muy quietecito, sin pronunciar palabra, a duras penas se limitaba a respirar, yo tuve que ir de un lado a otro en busca de esos animalejos que el tanto detestaba, más porque de pequeño uno lo había propinado una mordida en sus manos que el jamás había podido superar que por otra razón. En realidad a Haely le gustaba tener mascotas, pero lo que eran ratones, ratas y sus derivados, pues lo llevaba al borde de la locura, comenzaba a lloriquear como un poseso y en el peor de los casos terminaba afónico de tanto gritar. Y aunque era bastante exagerado y sumamente tonto desde mi punto de vista, me agradaba que dependiese tanto de mí, llegando a parecerme hasta tierno su comportamiento.
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