[MITCHELL]
Tras pasarme toda la noche bebiendo como un demente, llegue al punto de terminar tirado sobre la cama aun con mis ropas puestas, dispuesto a beberme de ese modo la última lata de cerveza, que lógicamente se rego sobre mí, y sin más opciones la lance muy lejos de mi vista en medio de la oscuridad. De algún modo mientras daba vueltas en la cama, estuve divagando dentro de mis enredados pensamientos sobre Joey, en todo lo que habíamos vivido y lo felices que habíamos sido, sin embargo, antes de que pudiera percatarme de ello el hermoso rostro de ese chico del supermercado regreso de repente a mi mente, avergonzándome sobre manera al recordar lo torpe que había sido al darle ese detalle tan minúsculo e insípido. Quizás él estaba asustado de mí, cualquiera lo estaría con un desconocido que regala cosas, y aún más cuando era un hombre como él, quien le estaba coqueteando.
Apenado con mi estupidez y al mismo tiempo bastante molesto con mi forma ridícula de ligar, me deje caer en los brazos de Morfeo. El cual me llevo a lugares mágicos que probablemente nunca visitaría en la vida real, sencillamente porque no existían, y al despertarme tuve que aliviar mi horripilante malestar con la medicina que ese muchacho me había ofrecido. Con el paso de los minutos me fui sintiendo mucho mejor, y pude sentir el alivio correr por mi cuerpo. Sin embargo, no tuve tanta suerte con respecto a encontrar algo de comer, dado que no había absolutamente nada en la nevera, gracias al cielo era sábado y no tenía que ir a trabajar, así que pedí una gran caja de pizza a domicilio, la cual deje por la mitad para acabarla de comer en la noche. Me dedique gran parte de la tarde a desempacar todas las cosas de sus cajas, y ordenar adecuadamente cada pertenecía en aquel pequeño apartamento que era bastante cómodo para una sola persona.
Al concluir con los arreglos de mi nuevo hogar, me limite a revisar mi correo electrónico encontrándome con miles de mensajes de parte de Joey, quien no tenía manera de llamarme al celular dado que nuevamente había cambiado mi número, me eche en el sofá aburrido de que todo tuviera que ser a su manera y cuando a él se le diera la gana. Así que con todas mis fuerzas, me contuve a darle una respuesta de mi misterioso paradero; dado que definitivamente no deseaba regresar a sus brazos de nuevo como su amante secreto.
Jhin para mi sorpresa no se comunicó en todo el bendito día, ni siquiera cuando cayó la noche se tomó la grata molestia de echarme una llamada, por ende mientras caminaba por ese calmado vecindario en dirección al supermercado, preparado con una lista en mano a hacer las compras necesarias para sobrevivir, intente llamarlo a su teléfono sin obtener ninguna respuesta de su parte. Justo cuando por fin me contesto casi ha regaña dientes, logre vislumbrar a la distancia a aquel chico de la noche anterior saliendo del supermercado, con un montón de bolsas que dejo en el suelo para poder estirarse y quitarse de encima ese cansancio que se notaba en su cara.
— ¡¿Qué demonios quieres, Mitch?! — gruño histérico la voz de Jhin al otro lado de la línea, intente responderle de la forma más natural posible, no obstante mis labios no se movían en lo más mínimo, mis pasos habían cesado dejándome en medio de la desolada calle observando a ese muchacho de cabellos cafés, quien aún no se percataba de mi presencia. — ¡¿Sabes la idiotez que hice por tu culpa?! ¡No debí acceder a tus ideas! ¡Me siento como una mierda por tu culpa! ¡No solo engañe a Eve con un desconocido, sino que también a Abrahams! ¡Te odio! ¡Te odio con toda mi alma, Mitch!
— ¡Oh vamos! Pero sí que eres dramático, Jhin. — susurre pensativo, mientras intentaba caminar lentamente asía el chico que se había quedado observando el cielo estrellado de esa noche. — No creo que el tal Zaid haya sido tan malo…
— No, ese es el problema…
— ¿Entonces, de que te quejas? Eve jamás se enterara, y Abrahams te recuerdo que no sabes nada de él desde hace más de nueve años. — bufe poniendo mis ojos en blanco de inmediato, Jhin al escucharme se quedó en total silencio, quizás porque lo que había salido de mi boca era la cruda realidad que el aun no afrontaba con madurez, y que para su desagrado se había clavado en lo más profundo de su ser. Por ello, al percibir que había hablado de más, trate con todos mis ánimos de cambiar el rumbo de la conversación a lo verdaderamente importante. — ¿Y qué tal estuvieron las cosas con Zaid? ¿Te gusto?
— ¡Vete al carajo, Mitch!
— Quiero escuchar todos los detalles. — canturreé divertido, ignorando por completo su escandalosa reacción.
— ¡No seas morboso, no te diré nada sobre eso! — rugió fingiendo estar muy enfadado, ya podía imaginármelo en su casa, echado en el sofá, enfurruñado como nunca antes mientras platicaba conmigo. — Solo que Zaid es… ¿Es bueno? ¡No lo sé, demonios!
— Tranquilízate, Jhin. — le pedí entre risitas. Definitivamente había sido una buena noche, para tenerlo así de alterado aun, y era bastante probable que durase de ese modo un buen tiempo, en el cual yo debía de soportarlo, sin embargo, para mi asombro no parecía arrepentido en absoluto con lo sucedido, y eso era algo bastante favorable. Jhin podía hacer un caos y vociferar miles de cosas, pero no significaba que realmente así se sintiera, quizás estaba demasiado avergonzado como para poder hablar con claridad, quizás sus emociones aún estaban tan arremolinadas en su interior que era difícil para el expresarse de una mejor manera aparte de a gritar barbaridades e insultos que me traían sin cuidado. — No ser virgen tampoco es tan malo.
— No es malo, es solo que… — se tragó sus palabras por unos instantes tal vez debatiéndose en su interior si era correcto decir aquello, que al final terminó por confesarme: — Siento mariposas en el estómago cuando lo recuerdo.
— Estás mal de la cabeza. — solté demasiado serio para mi gusto, eso sí que era bastante inesperado, o no tanto, era lógico siendo la primera vez de Jhin, pero sentía un trasfondo muy profundo en sus palabras, que me indicaba que lo sucedido iba mucho más allá de una simple experiencia. — ¿Cómo puedes enamorarte de alguien que no vas a ver nunca más?
— Hicimos una promesa…
— ¡Dios, Jhin! — masculle frunciendo el ceño involuntariamente, comenzaba a sentirme muy intranquilo con sus cursilerías, no era posible que él se hubiera encaprichado con ese tal Zaid, ¿O sí? — ¿Tengo que preocuparme?
— No lo creo, de todos modos esta noche veré a Eve, y a su familia. — suspiro demasiado desanimado como para tomar eso como algo normal, no obstante ese había sido mi principal objetivo, hacerlo caer en la cuenta de que nunca le iría bien estando con una mujer, porque a Jhin le atraían los hombres, y hacerse el desentendido con ello era un grave problema que necesitaba enfrentar tarde que temprano.
— ¿Pedirás su mano hoy? — pregunte cuando estaba a solo unos pasos de plantarme junto al chico que no despegaba su mirada del panorama, estaba sumido en sus pensamientos, y eso lo hacía ver aún más atractivo de lo que ya era.
— Algo así…
— ¡Suerte con ello! — murmure apresuradamente al observar como el peli café regresaba en sí, para continuar con sus quehaceres, se inclinó levemente para tomar las bolsas entre sus manos y en ese instante no tuve más opción que despedirme a toda prisa. — Por ahora tengo que colgar, hablamos luego.
— Vale.
En el instante en que me detuve en todas sus narices obstruyendo su camino, se quedó hecho de piedra, sus ojos azules tan claros como el mar, se me quedaron analizando estupefacto, sonreí con dulzura tratando de no espantarlo más de lo necesario, ahora lejos de la caja registradora y sin esa gorra, se vía más aniñado de lo que recordaba. Pero a mis ojos era más que perfecto, media probablemente 1,75 cm, no tenía que esforzarse mucho para verme a la cara dado que yo media 1,89 cm, tal vez si era mucho más bajo que yo, pero la diferencia no era tan abismalmente notoria como con Jhin y Zaid. Mecánicamente me devolvió la sonrisa que le brindaba, y sus ojos destellaron cuando me le quede viendo embelesado con lo guapo que era.
— ¿Necesitas ayuda? — quise saber conteniendo mis fervientes deseos de acariciar su rostro y su esponjado cabello.
— No es necesario… — contesto con nerviosismos, sin embargo antes de que pudiese oponerse a ello le arrebate dos de los pesados paquetes para de esa manera acompañarlo a donde sea que se dirigiera, y tener más tiempo a su lado así fueran unos insignificantes segundos. — Gracias…
— ¿Trabajas aquí a tiempo completo? — masculle entretanto caminábamos colina abajo bastante separados el uno del otro.
— Claro, que no. Solo a medio tiempo, y cuando estoy en vacaciones; ya que necesito el dinero, además aun no estoy en clases en el instituto por ello continuare aquí hasta mañana.
— Vas al instituto. — repetí con mi corazón desbocado aplastándome las costillas, estaba seguramente cometiendo un crimen si por lo menos fantaseaba con ese muchacho. Pero aun cabía la pequeña posibilidad de intentar conquistarlo, si estaba a punto de graduarse. — ¿En qué año?
— Segundo año.
Todo mi magnifico entusiasmo se fue al piso al escuchar su respuesta, creo que incluso este se marchó junto con las bolsas de basura que dejamos en las canecas en medio de un callejón oscuro en el que nos adentramos tras andar un corto trayecto. Quería mover mis pies y salir disparado muy lejos de allí, deseaba desaparecer de su vista porque era un grave error el siquiera pensar en ser amigo de alguien a quien le llevaba tanta edad, ese chico debía de tener como mínimo 16 años aunque no lo pareciera, y yo era un hombre de 28 años. Por ende, no era coherente siquiera seguir sintiéndome atraído por él.
— Soy Neel Matthews. — se presentó con una deslumbrante sonrisa que dejo al descubierto sus blancos dientes, mientras me extendía una de sus manos que vacile unos poco segundos en tomar.
— Mitchell Evanston, pero puedes llamarme Mitch. — dije dándole un suave apretón, la calidez que su leve contacto me proporcionaba era tan aterradora que sentía mi cuerpo estremecerse. — Soy nuevo en el vecindario.
— Yo vivo a unas cuadras de aquí desde que tengo memoria, puedo ser tu guía si lo necesitas. — propuso antes de pasar junto a mí, y palmear mi hombro delicadamente. — ¡Cuenta conmigo cada vez que tengas algún contratiempo!
— Lo tendré en cuenta… — asentí veloz como un rayo, sintiendo una corriente eléctrica deslizándose por mi espalda escurridizamente, respire una y otra vez intentando calmarme, necesitaba visualizar mentalmente mis prioridades, o era cometer un delito o seguir mi vida como si nada. Pero por ahora la idea de terminar en la cárcel por meterme con un menor no es que sonase tan mal. Me di la vuelta lentamente para así seguirle el paso, y en cuestión de unos segundos me encontraba andando a la par del él de regreso por el camino que anteriormente habíamos recorrido. — ¿Conoces algún restaurante donde pueda conseguir buena comida?
— Hay varios lugares cerca, podría llevarte pero estoy en mi horario…
— ¿Te demoras?
— Saldré en un rato.
— Puedo esperar, Neel. — farfulle fresco como una lechuga, dejando a un lado lo que se suponía había ido a hacer realmente a ahí, no obstante, no deseaba ir a nuestra primera cena con un montón de paquetes inútiles, ya compraría algo en otro lugar. Así mismo olvide por completo de comunicarme de nuevo con Jhin, aun cuando estaba pacientemente recostado contra un árbol a unos metros del supermercado, desde donde podía observar a Neel atendiendo a los clientes con tanta amabilidad que comenzaba a sentir celos de ellos.
Luego de una larga hora, Neel salió por las puertas del supermercado con otras ropas más casuales, y no su respectivo uniforme de trabajo, vagamos por las calles de ese majestuoso lugar al que me había trasladado, entre tanto el parloteaba animadamente indicándome cada rincón de ese sitio que para mí aún seguía siendo desconocido. Ese chico sin lugar a dudas, me atraía como un imán, me mantenía absorto escuchándolo, incluso viendo su despampanante sonrisa dibujada en su rostro, su voz era como melodía para mis oídos y la forma en que me miraba tan fijamente casi intentando adivinar cada uno de mis pensamientos me aceleraba el corazón.
Después de andar por lo que me pareció una eternidad, Neel me llevo hasta un viejo parque donde habían muchos puestos de comida callejeros, no se veían desagradables en absoluto, menos cuando habían tantas personas en ese lugar comiendo. Nos plantamos frente a uno donde vendían pollo frito dado que Neel fue quien me llevo hasta el casi tomados de la mano, el menor se veía emocionado mientras comíamos entre risas, creo que todo hubiera sido maravilloso y seguido hasta un límite que ni yo mismo hubiera imaginado, de no ser por esa hermosa chica de cabello negro perfectamente arreglado, que apareció de entre la multitud.
— ¡Cariño! — canturreo saltando a abrazar al más bajo con una ternura inigualable que me helo la sangre.
— ¡Bonnie! — fue el escueto saludo del peli café, quien le recibió sin miramientos el casto beso en los labios que la espléndida chica le dio. Era tan alta como el, su tez era morena, y sus ojos de un tono ámbar la hacían ver como toda una belleza de revista. Vestía ropas muy coloridas, pero que le sentaban magníficamente a su escultural figura, y entre sus manos llevaba un bolso bastante grande como para solo cargar cosméticos. — Señor Mitchell, ella es mi novia.
— Un placer, Bonnie Park. — dijo la chica observándome con curiosidad, y tras una leve sonrisa cargada de una picardía que no supe entender, me tenido su mano.
Recuerdo que acepte su sutil gesto con tal encanto que la deje por un segundo deslumbrada, pero aquel chico ni siquiera se inmuto, parecía como si le diera exactamente lo mismo lo que hiciera o no con su novia, dándome la principal sospecha de que quizás no se querían tanto como aparentaban. Sin embargo, al verlos marcharse luego de una breve charla, y una que otra explicación sobre que debían partir para una cena familiar; me di cuenta de que ya había caído en lo más profundo del abismo por culpa de Neel.
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