[ZAID]
Camine en total calma hasta el restaurante japonés que Neel me había enviado por un simple mensajes de texto, indicándome en sus escuetas palabras escritas, cuál era el número del salón privado en el cual cenaríamos, además de la hora de la poco ansiada reunión familiar. Gracias al cielo el lugar no estaba demasiado lejos del apartamento de Haely, así que me había ahorrado un buen dinero en el taxi, satisfecho con ello acomode por última vez mi corbata antes de cruzar por las puertas de vidrio de ese majestuoso lugar con estilo oriental. El interior me había dejado con la boca abierta, me sentía alucinando, dado que era la primera vez que visitaba ese tipo de sitios que se notaban a kilómetros de distancia demasiado costosos para mi bolsillo, incluso podía asegurar que el simple vaso con agua valía un ojo de la cara.
En la pequeña recepción, una hermosa mujer con kimono bordado en delicadas flores de diferentes colores pasteles, me dio la bienvenida con una amplia sonrisa que no dude en devolverle. Todo en recinto estaba pulcramente decorado, era acogedor el vagar mi mirada por los diferentes cuadros, y accesorios japoneses. Podía escuchar las risas de varias personas a la distancia, y la leve voz de un grupo de amigos a pesar de ser todas las paredes del restaurante privado de gruesa madera perfectamente pulida.
— ¿Nombre? — susurro la mujer trayéndome de regreso a la realidad. Entreabrí mis labios para responder su cordial pregunta, no obstante una voz muy familiar, que jamás pensé me encontraría en ese preciso instante, termino por opacar mis notables intensiones.
— ¿Zaid?
Me di la vuelta vacilante, con mi cuerpo temblando al escuchar esa melodiosa voz que creí por muchos momentos jamás volvería a oír. Al encontrarme de frente con esa persona que estaba seguro no podría olvidar aun si lo intentara, mi rostro debió desfigurarse en la sorpresa tanto como para que Jhin arquera una de sus cejas, tan confundido como yo. Llevaba un espectacular traje, el suéter negro bajo la chaqueta le cubría la mitad de su garganta, recordándome sin necesidad de mucho esfuerzo que era probable que tuviese más de la mitad de su cuerpo repleto de chupetones que obviamente debía de ocultar con precaución.
— ¿Qué haces aquí? — pregunto con una brillante sonrisa que intente devolverle con todas mis energías.
— Nada realmente importante… — suspire con naturalidad, trataba de actuar como el espectacular chico que siempre había sido, la envidia de muchos y el magistral deseo lujurioso de otros, sin embargo, tras lo ocurrido, tras nuestra supuesta promesa, ¿Cómo era posible que yo actuase como si me diera exactamente lo mismo verlo allí delante de mí? — ¿Qué haces tú aquí?
— Tengo una reunión.
— Sí, claro… — murmure sonriendo con malicia, ganándome por su parte una mirada cargada de recelo. — Dime la verdad, me has extrañado tanto en todas estas horas separados, que no pudiste hacer mas que buscarme por toda la ciudad…
— ¿Pero que tonterías estas diciendo? — rompió a reír Jhin sin poderse creer en absoluto alguna de mis palabras, que en si eran una simple broma tan ridícula como el latir acelerado de mi corazón en mi pecho al verlo tan alegre.
— ¿Cómo te has sentido hoy? — quise saber por mera curiosidad, dado que su aspecto no estaba tan desgastado como hubiera imaginado luego de tal intensa noche.
— Como un completo andrajo…
— Yo te advertir, pero eres demasiado insistente y terco.
— Lo sé, no es necesario que me lo recuerdes.
Nos quedamos en silencio por unos largos instantes, en donde lo único que nos limitábamos a hacer era observarnos las caras, incluso la mujer de la recepción tenía su vista clavada en nosotros dos, ni siquiera se había tomado el atrevimiento de interrumpirnos. Jhin desvió sus ojos cafés cuando sus mejillas se ruborizaron ante la intensidad con la que lo miraba. No me detuve más de un segundo en pensar lo que estaba a punto de proponerle, ya que no tenía nada que perder, salvo la dignidad y el orgullo, pero me urgía otro momento a su lado, y la verdad no comprendía el porqué, o quizás solo lo ignoraba. No tenía las agallas suficientes para admitir que me había obsesionado como un enfermo mental.
— ¿Quieres que pasemos un rato juntos cundo acabes?
— No creo que eso sea realmente una buena idea, Zaid. — dijo con cierto temblor imperceptible en su tono de voz. — Tendrá que ser otro día. — me aseguro con amabilidad antes de propinarme suaves palmaditas en mi hombro, que lo único que me hicieron fue estremecer con su contacto. Gracias al cielo, el momento incomodo fue opacado por el estruendoso sonido de mi celular, el cual de inmediato tuve que responder sin molestarme en revisar quien era la persona que me marcaba.
— ¿Hola? — refunfuñe con cara de pocos amigos.
— ¡¿Dónde demonios estas?! — chillo la estridente voz de una mujer al otro lado de la línea.
— ¿Qué es lo que quieres, Eve? — bufe de mala gana, detestaba sus escándalos sobre manera, debo recalcar que mi madre y yo no nos llevamos para nada bien, incluso creo que ella adora más a Neel que a mí, pero no es algo que en si me afecte, me da prácticamente igual. Desafortunadamente tenemos que soportarnos en casa, por ende luego de tantos años comprendí que entre más distanciados estemos más saludable es la vida del otro.
— ¡Asher no debe tardar en llegar! — rugió histérica como nunca antes. — ¡¿Y porque demonios no me llamas mamá?! ¡ten un poco más de respeto por los mayores, hijo estúpido!
— No puedo llamarte “mamá” cuando solo nos llevamos unos 20 años. — escupí con el ceño fruncido, y haciendo un gran énfasis en esa palabra que me ponía la piel de gallina.
— ¡Zaid!
— ¡Contrólate, Eve! Estoy en el restaurante, no tardo en entrar a la habitación, además tu queridísimo Asher ni cuenta se dará de que he llegado tarde, deja de fingir que somos una patética familia delante del pobre hombre, ¿vale? — gruñí un tanto enfadado para acto seguido colgar la llamada, no necesitaba otra reprimenda innecesaria por parte de alguien que pretendía con sus acciones un fin específico que solo le beneficiaba a ella, y a nadie más. Al estar tan concentrado discutiendo con Eve por teléfono, no me había percatado del pobre chico que estaba pálido como una hoja de papel junto a mí. Parecía como si en cualquier momento se fuese a desmayar, así que espantado con ello, mis manos se apresuraron a sostenerlo dado que se tambaleaba aterrorizado. — ¿Estás bien, Jhin?
— Solo me siento un poco débil, no es gran cosa… — mintió avergonzado con que me hubiese tomado la molestia de tocarlo siquiera, se apartó varios pasos de mi e intento sonreír pero aquella expresión fingida solo me desalentó aún más a continuar con nuestra charla.
— Vale… — asentí poco convencido de que realmente saliera ileso con ese aspecto, no obstante, si no deseaba mi ayuda, tampoco iba a insistirle hasta el cansancio. Así que indiferente con su decisión, volví mis ojos a la mujer que esperaba pacientemente a que me dignara a reportarme. — Soy Zaid Matthews, y tengo una cita en la sala 7.
— Por favor, sígame.
— Nos vemos luego, Jhin. — fueron mi sencillas palabras de despedida antes de partir tras la hermosa mujer por un iluminado pasillo.
— C-claro…
Camine sin apuro pisándole los talones, ella se detuvo segundos más tarde, y me abrió la puerta corrediza de papel, permitiéndome vislumbrar el interior de esa amplia habitación donde Eve, Neel y su novia me esperaban. La mujer me hizo una pequeña venia que tuve que devolver con aun más respeto, para luego adentrarme en la estancia con una cara demasiado larga, Eve con un precioso vestido rojo que se ceñía a su escultural cuerpo, me observaba disgustada con sus ojos verdes, se hallaba arrodillada frente a una mesa de madera repleta de aperitivos que no habían tocado. Por otro lado, Bonnie la novia de Neel, me dedico una sonrisa que devolví con cortesía mientras pasaba a tomar asiento cerca de ellos.
— ¡Por fin llegas! — mascullo Eve aliviada, para acomodar un largo mechón rebelde de su cabello café tras su oreja.
— Relájate, tu amor ni siquiera está por aquí. — cuchichee para acto seguido con una de mis manos despelucar aún más el pelo de mi hermano menor, quien se limitó a reírse divertido con mis caricias.
— Por favor, cuando Asher llegue intenten comportarse, ¿quieren?
— Claro, trataremos de no mencionar que eres viuda.
— ¡Zaid! — grito Eve dedicándome una mirada amenazante, que solo me obligo a soltar unas sonoras carcajadas que llenaron el cuarto.
— Solo era una broma.
— No juegues con eso, Zaid. — me aconsejo Neel con esa mirada suplicante que me ablandaba sobre manera el corazón.
— ¿Es realmente guapo tu novio, Eve? — pregunto Bonnie con sus ojos ámbar brillando de curiosidad.
— Ya lo sabrás, Bonnie querida… — farfullo con una expresión picara, que me produjo unos intensos deseos de vomitar. En ese preciso instante, el ruido de la puerta abriéndose nos hizo levantar la vista a todos, mis ojos se abrieron como platos y mis labios los sentí temblar ante el asombro de ver a esa persona de pie a unos pasos de mis narices. Tenía su cabeza gacha y evitaba cualquier contacto visual especialmente conmigo.
— Buenas noches, lamento la tardanza.
— Chicos, les presento a mi prometido… — canturreo Eve la cual se había puesto en pie de un salto para lanzarse a los brazos de ese chico, que la había recibido gustoso. — Él es Jhin Asher, nosotros vamos a casarnos.
Al escuchar esas palabras, todo a mi alrededor se detuvo, mi conciencia rebobinaba lo que había hecho con ese hombre que decía ser el prometido de mi madre, mi mente me torturaba entre risas ante lo estúpido que había sido, ante el grave error que había cometido. Sin embargo, Jhin no lo sabía, ni tampoco yo lo sabía, que algún día tendríamos esta clase de relación tan espeluznantemente cercana y familiar.
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