Viernes, 25 de julio
14:15 h
—Ve a atenderle de una vez —le inquirió.
Naruto estaba apoyado con el hombro en el borde de la pared, frunciendo el ceño y suspirando pesadamente, debatiéndose entre si pedirle a su compañera que se hiciera cargo un rato de la terraza o ir él mismo a atender a aquel chico.
Cierto era que el chaval era muy atractivo… Pero sus comentarios jocosos le sacaban de quicio. Y con este, ya iban doce días consecutivos que aparecía por ahí. Incluso sus compañeros le dijeron que había ido también el día anterior, cuando él estaba de libre, a pesar de que no les había preguntado. Pero parecían haberse dado cuenta de lo mucho que se quedaba en babia cada vez que él venía.
—Venga ya, Naruto —bufó ella antes de darse la vuelta y volver a la sala.
Con otro profundo suspiro, y mentalizándose para no soltar ninguna burrada, encaminó sus pasos hacia la mesa. Se quedó de pie frente al chico, esperando que le dijera qué quería tomar sin tener que cruzar demasiadas palabras con él, pero al llevar puestas las gafas de sol, no estaba seguro de si le estaba viendo y simplemente tenía ganas de tocarle las narices, o si realmente tenía los ojos cerrados y no se había dado cuenta de que estaba ahí como un gilipollas esperando.
—Buenas —saludó para hacerse notar.
Pues sí, debía de tener los ojos cerrados. Incluso le dio la impresión de que tal vez estaba en esa delgada línea entre la consciencia y los sueños por la forma en que levantó un tanto la cabeza y se acomodó mejor en la silla.
—Hola… —devolvió el saludo.
Lentamente se apoyó con los codos en la mesa y se llevó una mano a la cara, levantando las gafas lo suficiente para poder masajearse el puente de la nariz, pero no lo bastante como para dejar sus ojos a la vista.
—¿Por qué no pasas dentro? No tienes buena cara…
Ahora que se fijaba, parecía algo más pálido de lo normal. No es que fuera de su total agrado aquel chico… Pero le preocupaba que con el calor que hacía le diera una lipotimia, o algo así.
—Hay aire acondicionado dentro…
—Prefiero estar aquí —contestó tajante.
—Como quieras…
Se llevó la mano a la nuca para masajearse, un tanto nervioso. Era evidente que no se encontraba bien, pero si no quería aceptar su consejo no había más que decir. Únicamente por consideración no añadió nada más a la espera de que le dijera su pedido, aunque parecía estar algo desorientado, o demasiado pensativo, y se lo estaba tomando con paciencia.
—¿Puedes mover un poco la sombrilla? —le pidió.
Aunque más que una petición a Naruto le sonó como una orden, por el tono de su voz. Pero claro… Él era el trabajador ahí y "el cliente siempre tiene la razón", como decían algunos. Aunque bien era cierto que ya empezaba a darle el sol, por la hora que era. Aquel día se le hizo extraño al rubio que viniera unas cuantas horas más tarde de lo que venía siendo su costumbre. Y aunque se preguntaba a qué podría deberse, prefirió no comentar nada. Cuanto menos hablaran, mejor. O eso creía él.
Así que, como el buen trabajador que era, aunque no pudo evitar dejar escapar un suspiro de irritación, hizo como le pedía y movió la sombrilla hasta que quedó completamente bajo la sombra.
—¿Desea algo más su majestad? —se le escapó la grosería.
Aunque tampoco se arrepentía. Seguro que Kunimitsu, el dueño del local, no se daba cuenta si de repente aquel cliente quisquilloso dejaba de ir. Tampoco era que consumiera la gran cosa… Así que un café más o un café menos pasaría completamente desapercibido.
Pero a aquel pareció hacerle gracia el comentario, en lugar de sentirse ofendido, y se acomodó mejor en la silla, entrelazando las manos sobre su vientre y mirándole a través de sus gafas de sol.
—Si me lo preguntas así… —curvó los labios en una torcida sonrisa—, … no estaría mal si bailaras para mí.
—…
"¿¡Qué!?", se quedó boquiabierto con aquella extraña petición.
—Aunque una coca cola zero tampoco estaría mal —añadió.
Naruto no podía creer lo que acababan de escuchar sus oídos. Tan pasmado le había dejado que tan sólo se pudo quedar ahí, de pie frente a él con los ojos abiertos como platos, incapaz de reaccionar.
—Vamos —dio un par de palmadas al aire el moreno para sacarle de su trance, con el rostro totalmente inexpresivo. —Me esperan asuntos de palacio, no tengo todo el día.
—¡Pero serás…!
"¡Cretino!", terminó la frase en su mente.
Hubo de apretar con fuerza los labios para que esa última palabra no saliera de su boca. Le gustaba recrearse la vista cuando este chico aparecía y se quedaba sentado ahí hasta que le apetecía marcharse… Pero si fuera por su carácter solo, no le importaría nada que dejara de venir. Es más, en ocasiones como ésta pagaría con tal de que se marchara y dejara de sacarle los colores.
Tras un bufido, se dio media vuelta acompañado de la risa entre dientes del otro. Debía pasárselo en grande a su costa.
—¡Ino! —llamó a su compañera nada más poner un pie dentro. —Cámbiate un rato conmigo o te juro que no respondo.
—Venga ya, Naruto… No será para tanto.
—Por favor… —le suplicó cogiéndola de los hombros y mirándola fijamente a los ojos. —Sólo hasta que se vaya.
—Ahh…
Algo enojada por tener que abandonar el interior del local, y el fresco del aire acondicionado muy seguramente, accedió a su petición.
A pesar del calor, Naruto prefería estar normalmente fuera. Así podía dejar rienda suelta a su imaginación cuando no había tanta faena, intentando adivinar qué era lo que movía a las personas que paseaban por los alrededores. Pero es que ese chico siempre conseguía decir algo que terminaba por abochornarle y dejarle mudo, sin encontrar nunca qué contestarle cuando le decía algo como lo de hoy.
"Al final voy a terminar por creerme que viene aquí sólo por meterse conmigo…", se asomó un tanto receloso por la puerta, para ver cómo trataba a su compañera.
Aquella se acercó bandeja en mano, con el pedido del moreno, y dejó el vaso y la botella con suma lentitud, sin dejar de mirar de reojo al chico. Ella le dijo algo y se quedó a la espera, junto a la mesa. Pero los segundos pasaban y el chico no hacía ningún movimiento. Naruto supuso que seguía concentrado en lo que fuera que estuviera viendo en su móvil, porque ni siquiera levantó la cabeza para mirarla. El tiempo pasaba y ella parecía estar poniéndose nerviosa, cambiando el peso de pierna, aún de pie junto a él. Pudo ver, incluso de lejos, cómo se le fruncía el ceño a la rubia y acto seguido dejó la cuenta sobre la mesa y volvía con paso acelerado de nuevo al interior del local.
—¡Vuelve a tu sitio! —le inquirió nada más llegar donde estaba él. —No pienso volver a atenderle.
—¿Qué te ha dicho? —le picó en la curiosidad.
—¡Que dejara de molestarle! —soltó con poco cuidado la bandeja sobre una mesa que tenía lado y se cruzó de brazos, totalmente molesta. —Tan sólo le he preguntado si quería algo más de picoteo… —hinchó los mofletes volviendo a mirar hacia la terraza.
Miércoles, 30 de julio
13:45 h
—Venga ya, Naruto, admite que te mola que te den caña —rio entre dientes.
—Argh…
Naruto no pudo evitar poner los ojos en blanco ante el comentario de su amigo. Sí, le molaba que alguien pudiera dejarle sin palabras… Pero no ocurría demasiado a menudo. Y cuando algo así pasaba, era con gente desconocida que, al fin y al cabo, no iba a volver a ver más. De todas maneras siempre conseguía devolver la pelota en menos de media hora, cuando se acostumbraba a la persona. Pero este chico era diferente.
—Lo dices porque no le conoces… Además, más raro no puede ser.
Se levantó del sillín para pedalear con algo más de intensidad.
Habían salido a dar una vuelta, por el monte más cercano, y estaban empezando a subir por una cuesta un tanto empinada. El camino de tierra estaba lleno de irregularidades, y piedras, lo que no ayudaba mucho.
—¿Puedes creer que con el calor que hace… siempre va en manga larga?
El castaño se mantuvo un poco en silencio, mientras terminaban de subir, cogiendo aire a grandes bocanadas. Habían salido de buena mañana, pero el calor empezaba a apretar ya, y sumado al esfuerzo, el sudor comenzaba a caerles por las sienes.
—¿En… En manga larga dices? —preguntó incrédulo, con la respiración entrecortada.
—Sí, tío…
Ambos bajaron los pies de los pedales para apoyarse en tierra firme, y se aferraron al manillar para seguir tomando aire. Naruto cogió la botella que llevaba en el cuadro de la bicicleta y le dio un buen trago antes de seguir.
—Siempre lleva camisetas blancas de manga larga… —le siguió explicando al tiempo que volvía a dejar la botella en su sitio, y se recostaba un poco sobre el manillar para descansar. —Parece un 'hippie' o algo así, sólo le falta la cinta en la cabeza —rio por lo bajo.
—Mira que te gustan raritos… —se burló el otro.
—Eso es porque no le has visto, Kiba —suspiró. —Es de alto como yo, de ojos y pelo negro. Aunque tiene la piel tan blanca que parece un vampiro —volvió a suspirar. —Yo creo que son sus ojos. Tiene algo en la mirada...
—Más que un vampiro, yo creo que es un druida y te ha echado un conjuro —rio el otro. —Estás más atontao que antes.
—Jmmm…
Ignoró por completo el comentario de su amigo y reposó los brazos sobre el manillar para apoyar la cabeza, cerrando los ojos. La brisa que corría de vez en cuando era agradablemente fresca en contraste con el calor que desprendía su cara. Mientras, visualizaba a aquel chico, sentado en la terraza. Podía imaginarle, como si le tuviera delante, abanicándose con el pai-pai. Su flequillo moviéndose por el aire, rozando su pálida piel.
"¿Habrá ido hoy también…?", miró la hora en su reloj de pulsera.
Eran casi las dos. No era habitual, pero alguna que otra vez pasaba por la cafetería a esas horas. Aunque cuando lo hacía, se le veía con mala cara.
"Aunque no me extraña… A estas horas hace un calor de la hostia, y él con esas camisetas…".
—Va, hago un par de fotos y vamos a tomar algo —le dijo al castaño.
Sin esperar respuesta, Naruto volvió a poner los pies sobre los pedales y emprendió la marcha. Les quedaba poco para llegar a un mirador. Doscientos o trescientos metros a lo sumo. La vista desde ahí era magnífica, y Naruto no dudaba que las fotografías serían igual de espectaculares. Además de que en ese día el tiempo también acompañaba.
El cielo estaba completamente azul y despejado, moteado por alguna que otra nube blanca solitaria. Pero hacía que la composición quedara más interesante aún, con el mar de fondo, más allá de la ciudad, y las montañas fundiéndose por el lado derecho. Sin duda era una vista grandiosa.
La vuelta, evidentemente, fue más rápida que la ida. Cuesta abajo casi no tenían que pedalear. Aunque habían de hacer mucho uso de los frenos bajando por el camino empedrado, hasta que llegaron a la carretera que les llevaría de vuelta a la urbe.
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