Miércoles, 30 de julio
15:20 h
—Un poco más y le pillas —le dijo la rubia.
—¿Eh?
—El chico ése —le aclaró. —Se acaba de ir —hizo un ademán con la cabeza señalando la dirección por donde se había ido.
Acababa de bajarse de la bicicleta, y se estaba quitando el casco, cuando su compañera le asaltó.
No sabía que endiablada fuerza de la naturaleza le había llevado a desviar su rumbo del bar donde solía tomarse un refresco siempre que bajaba de la montaña, pero ahí estaba: en la cafetería donde trabajaba, en su día libre.
Bueno, sí. Claro que lo sabía. Le picaba en la curiosidad saber si había estado ahí. Y con suerte no tendría que preguntar para enterarse, como efectivamente había pasado. Lo que no esperaba es que hubiera estado a punto de cruzarse con él.
Siguió con la mirada la dirección que le había indicado la chica, pero entre tanta gente paseando no consiguió verle. Si bien, si hubiera estado entre esa muchedumbre, no le hubiera costado reconocerle: tan sólo tenía que buscar a alguien con una camiseta blanca de manga larga y estaría cien por cien seguro de que sería él.
—Hoy tenía mala cara… —dijo ella. —Parecía que estuviera a punto de desmayarse, en serio.
—No sé por qué se empeña en quedarse fuera… —arrugó el entrecejo, algo preocupado. —Cualquier día de estos tendremos que llamar a una ambulancia…
Los chicos dejaron las bicicletas apoyadas en la pared del local y, tras decirle a la chica lo que querían tomar, fueron a sentarse en una de las mesas libres.
Aunque Naruto no llegó a tomar asiento: casi sin querer, le vio.
Estaba sentado en la parada del tranvía, en la otra parte de la calle. Como casi siempre, estaba abanicándose con el pai-pai, reclinado hacia delante, apoyado con los codos en las rodillas.
—¿Naruto? —llamó su atención su amigo.
—Está ahí… —contestó de forma ausente.
Más bien era un pensamiento en voz alta, no que realmente le estuviera contestando.
Se había quedado inmóvil junto a la silla donde iba a sentarse, sin poder quitarle los ojos de encima. Realmente parecía agotado de alguna manera.
Sin pensar, dio un paso hacia un lado. Su cuerpo estaba tirando de él para que fuera a cerciorarse de que al menos podía valerse por sí mismo. Pero la intención se quedó ahí. Paró en seco en cuanto vio que una chica se acercaba a él, y le tendía algo que le pareció una botella de agua, para luego sentarse a su lado. Ella le estaba diciendo algo, pero él mantenía la mirada fija en el suelo, pasándose la botella por la nuca.
Y ya no pudo ver más. Quedaron fuera de su vista al llegar el tranvía.
—Te tiene completamente atrapado, tío… —se mofó el castaño.
Naruto se giró a mirarle con el entrecejo fruncido, pero aquel también estaba mirando hacia la parada. Y no es que quisiera parecer un 'stalker' o algo así, pero volvió a centrar la atención en el tranvía, por si conseguía verle de nuevo. Tenía que pasar por delante de la terraza, a unos seis o siete metros. Si el chico se quedaba cerca de las ventanas que daban a ese lado, tal vez podría verle la cara.
No sabía exactamente por qué, pero empezaba a sentir cierto malestar en el estómago, esperando poder verle. Y en cuanto el vagón se aproximó, empezó a buscar con la mirada si estaba cerca de alguna de las ventanas. Apenas fueron unos segundos, pero se le hicieron eternos, los que tardó en identificar esa camiseta blanca que estaba buscando. El chico tenía la cabeza apoyada en el cristal y, justo cuando pasaban por delante de la terraza, se giró lo suficiente como para que pudiera verle.
Fue la sensación más extraña que había tenido nunca. Bueno, en sus recuerdos recientes al menos. De pronto, cuando sus ojos conectaron, fue como si estuviera viendo marcharse a alguien que conocía de toda la vida. Pero como si le viera marcharse para siempre. Una sensación de pérdida que no podía explicarse.
Se quedó ahí de pie, siguiéndole con la mirada, hasta que la distancia hizo que desapareciera de su vista.
—¿Por qué no le pides quedar para tomar algo? —preguntó el castaño cuando por fin Naruto tomó asiento.
—No sé… Sería un poco raro, ¿no? Quiero decir, no le conozco de nada en verdad, y no estoy seguro de que en realidad le interese. Ni siquiera como amigo.
—Explícame entonces por qué se empeña en sentarse aquí —le interrumpió lno, dejando sus bebidas en la mesa. —Como si no hubiese sitio dentro.
—Tal vez, si espera a alguien, le es más fácil verla desde aquí… —contestó girando la cara hacia la parada.
Aún tenía grabada la imagen de esa chica pelirroja tratándole con tanta familiaridad. Sin duda debía ser alguien cercana a él… Si es que no era su novia. Tal vez por eso sentía ese malestar en el estómago: sentía que, si ya eran reducidas, sus oportunidades acaban de ser reducidas a cero.
—No es por nada, Naruto… —le dijo la chica. —Pero menos contigo, el chaval es más seco que la mojama.
—Conmigo es un borde —frunció el entrecejo sin darle ningún mérito al comentario.
—Contigo se ríe a veces —le rebatió la otra. —Con los demás es un agrio y un antipático.
—Deberías intentarlo —agregó el castaño, divertido. —No te estoy diciendo que le pidas una cita romántica, tan sólo a tomar algo con él.
—No sé…
—¡Ah, ya sé! —saltó Ino, haciendo que los otros dieran un respingo por el entusiasmo. —Si sigue viniendo… —se mantuvo un instante en silencio, mirando fijamente al rubio—, …¿por qué no vienes a la misma hora que él el jueves de la semana que viene?
—¿En mi día libre…? ¿Aquí…?
—Hoy has venido —le acusó su amigo.
—Además —añadió ella—, puedes poner de excusa que venías por algo del curro. Así no queda tan raro, ¿no?
Naruto se giró hacia su amigo, preguntándole con la mirada qué opinaba él de ese plan. Pero estaba claro que no era para nada una mala idea… Y si por el motivo que fuera la cosa iba mal, tan sólo tendría que irse por donde había venido. Dada dicha situación, lo peor que podía pasar es que el chico no volviera más… Aunque algo le decía que, aunque se diera el caso, volvería a verle por la zona. Fuere lo que fuere que le hacía venir a la cafetería, debía de andar cerca.
Jueves, 31 de julio
15:15 h
Se acercaba ya la hora para el final de su turno, y con ello, todas sus esperanzas de poder verle hoy. No debería extrañarle que no hubiera aparecido en toda la mañana, al fin y al cabo, el día anterior realmente parecía estar mal.
Terminó de limpiar las mesas que faltaban por recoger y entró a dejar los vasos sucios en la barra. Y ya de paso se tomó un vaso de agua. Hacía un calor del copón.
—Al final no ha venido hoy… —le comentó su compañero.
—No ha venido, ¿quién? —murmuró algo molesto Naruto.
Por supuesto que sabía a quién se refería, simplemente no quería que los demás pensaran que se pasaba el día divagando en ensoñaciones que seguramente jamás se cumplirían.
—No te hagas el tonto —rio burlón por lo bajo al tiempo que descargaba la bandeja, para meter la vajilla en el lavaplatos. —Llevas toda la mañana suspirando mirando el reloj y mirando a todas partes para ver si aparece…
—Sí, claro… Y mi madre es Angelina Jolie, no te fastidia.
Negar. Negar, negar y negar. No podía admitir en voz alta que realmente sí se había pasado toda la mañana pensando en volver a verle por ahí.
"¡Es un cretino! ¿¡Por qué tendría que preocuparme si está bien o no!?", se abroncó a sí mismo, volviendo a su sitio fuera.
Aunque por mucho que quisiera negarlo, y por mucho que quisiera expulsarle de su mente, le era totalmente imposible dejar de pensar en él esa mañana. En él, y en la chica pelirroja. ¿Era su novia? No podía adivinarlo con lo poco que vio. A su parecer, tenían el trato de quienes se conocen de hace algún tiempo, pero no podría decir si ella era una simple conocida, una amiga de la infancia, su novia o un familiar.
"¡Eso es! Tal vez es una prima suya que ha venido a verle del extranjero", asintió para sí mismo. "Descienden de irlandeses que vinieron a probar suerte a finales de siglo pasado como mercaderes de hierbas medicinales… Por eso ella es pelirroja… Y entonces, se enamoraron de nuestro bello país, y de nuestras mujeres, y se quedaron aquí, abandonando a sus familias de su tierra natal, no lo pudieron evitar...". Por un momento se quedó totalmente congelado con ese pensamiento. "¡Espera, espera, espera…! ¿¡Eso significa que yo también desciendo de irlandeses!? ... Tendré que hacerle unas cuantas preguntas a mamá la próxima vez que hable con ella...", frunció el entrecejo.
Viernes, 1 de agosto
08:45 h
Naruto estaba terminando de colocar los servilleteros y las cartas en las mesas, como cada día. Apenas hacía un rato que había empezado su jornada y ya estaba de nuevo perdiendo la mente en la parada de tranvía que había en el otro lado de la calle. Siempre había sido consciente que estaba ahí, aunque hasta ahora no le había prestado nada de atención. Pero la última imagen que tenía de aquel chico, encorvado y abanicándose, le estaba haciendo un nudo en el pecho. Sensación que se acrecentó el día anterior al no verle aparecer por ahí, como era ya costumbre, y que le acompañó todo lo que restó de día. Había intentado dispersar la mente viendo una película de acción, pero siempre había algo que le hacía volver a pensar en él.
"Debería ir a ver un médico, si es que no lo ha hecho ya…", pensó para sí, volviendo dentro del local.
Hacía ya casi una hora que habían abierto, pero apenas había unos cuantos clientes. Aunque la cosa cambiaría en un rato, cuando la gente empezara a salir a la calle para seguir con sus quehaceres del día a día.
Dejó la bandeja en un lado de la barra, y cogió la bayeta para darle un repaso a las mesas. Estaba totalmente concentrado en su faena cuando escuchó que alguien movía una silla cerca suyo, y se giró para ir a atenderle.
Sintió como si el pecho le diera un brinco al ver que el que se acababa de sentar era él.
—Ni que hubieras visto un fantasma.
—No esperaba verte por aquí. Al menos no tan pronto —contestó sin pensar.
—Fu…
Tal vez, cualquier otro día se hubiera molestado por aquella media sonrisita con la que le apartó la mirada, rebuscando en su bandolera para sacar un libro después, pero hoy le alivió sobremanera. Al menos parecía encontrarse bien.
—¿El café de siempre?
—Unn…
No le hacía falta saber nada más. Sabía de sobra como le gustaba el café hasta ahora.
"Con leche, descafeinado de sobre, y con sacarina. La leche fría…", iba repasando mentalmente mientras pulsaba los botones de la pantalla táctil del ordenador.
Se le hacía extraño verle tan pronto ahí, pero en ese momento le daba igual. Se apoyó en el marco de la puerta, observándole leer. Hoy parecía algo más relajado que otros días. Y especialmente con mejor cara. Al menos, mejor que como le había visto hacía dos días, en esa parada.
Aunque recordar la parada le hizo recordar también a la chica… ¿Quien sería?
—¿Eres ciclista? —le preguntó el moreno cuando le dejó el café delante suya, apartando el libro a un lado.
—¿Perdón?
—El miércoles, cuando te vi, ibas vestido con ropa de ciclismo… Con guantes y ese tipo de ropa —comentó como quien comenta el tiempo, a la vez que se echaba la sacarina.
—Ah… Sí, bueno… A veces salgo con la bici para hacer un poco de ejercicio.
—Hmmm…
"Joder… ¿En unos segundos le dio tiempo de fijarse en eso?", se sorprendió de que se diera cuenta con tanto detalle de su vestimenta.
Y de repente, se hizo un silencio un tanto incómodo. Pero, ya que no había gente todavía, podía aprovechar.
—¿Y tú? ¿Haces algún deporte?
—He empezado a hacer taichi hace poco, pero no sé si es lo mío.
—¿Por qué? Parece algo bastante relajado. Mola.
—Prefiero leer.
—Hmmm… —echó un vistazo al libro que tenía sobre la mesa para ver si podía leer el título, pero estaba con la contraportada hacia arriba. —¿Y qué lees ahora?
—'La chica del tren' —respondió antes de darle un sorbo a su café. —Empecé a leerlo por la crítica. Dicen que es un bestseller que rebasará al 'Código Da Vinci'. Pero sinceramente… Hasta donde he leído es una basura.
—¿Entonces por qué lo lees? —no pudo evitar reír.
—No tengo nada mejor que hacer —se encogió de hombros.
—Jmmm… —se rascó la sien pensativo. —¿Qué tipo de historias te gustan más?
—Nada en especial, leo de todo.
—¡Venga ya! ¡Algo tiene que haber que te guste más que lo demás!
—¿Y para qué lo quieres saber?
—Pues para intentar pensar en algo interesante. Tal vez tenga algún libro que te guste.
—¿Me vas a dejar un libro tuyo? —enarcó una ceja, incrédulo.
Ok. Perfecto. Eso no entraba dentro de sus planes. Se estaba emocionando tanto de que, por una vez, no estuvieran discutiendo, que se dejó llevar por el momento.
—P-puede… —se giró a mirar a las otras mesas.
"¿¡Pero qué diablos me pasa!? Se va a pensar lo que no es, ya verás...", suspiró.
—Lo pensaré entonces…
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