Hacía poco más de tres años desde que empecé a formar parte de los Ángeles y ya había llevado una gran cantidad de misiones exitosas. Varias de ellas eran asaltos contra los renegados, mientras que otras veces se trataba de proteger un punto de valor estratégico o simple reconocimiento, ya fuera con la ayuda del ejército de tierra o no. En el día que mi mundo se derrumbó, se me asignó cumplir con otra de ese mismo tipo.
Habían encomendado a mi escuadrón atacar una antigua fortaleza de piedra ocupada por los rebeldes. Teníamos órdenes de eliminar a toda la oposición hostil con la que nos encontrásemos. Para asegurarse de que se cumplían con la máxima eficiencia nos acompañaba Protecnia, la líder de los Ángeles Metálicos, lo que significaba que esta misión era mucho más de lo que aparentaba. No me sentía cómodo ni con las órdenes ni con la presencia de semejante persona, por lo que el viaje se me hizo largo y molesto.
Cuando por fin alcanzamos nuestro objetivo, descendimos en picado desde las nubes sobre los guardias en las semiderruidas almenas antes de que pudieran dar la alarma y nos adentrarnos en el interior, divididos en parejas. Los enemigos, ya fueran grandes orcos de piel verde claro pintada de negro y con largos colmillos, ágiles orsius de características felinas, como narices chatas y orejas gatunas, o individuos de cualquier otra raza, caían ante nuestras lanzas, los rayos que salían de sus puntas gemelas y nuestras habilidades de combate cuerpo a cuerpo. Las paredes, nuestras manos y nuestras lanzas estaban bañadas en sangre. Sentí unas profundas náuseas y volví a pensar en las órdenes y que todo esto debía seguir un motivo justificable. Que ciego estaba.
Al terminar de justificar mis acciones ante mí mismo, empecé a oír un sonoro ruido y vi atónito como mi compañero, el cual se había adelantado a explorar, salió despedido del pasillo en el que se había metido e impactó contra la pared con una fuerza tremenda. Corrí directo hacía él solo para que un enorme brazo que salió del mismo pasillo me diera un puñetazo tan fuerte que me tiró al suelo.
Cuando me incorporé pude ver el cuerpo que estaba al otro lado del monstruoso brazo, cubierto por un grueso guantelete. Era un orco de más de dos metros de altura con el pelo negro azabache recogido en varias trenzas, la verde cara decorada con pinturas de guerra negra y blandía una espada de piedra gris de un descomunal tamaño con sus manazas. Nos miramos durante unos segundos y sujetamos con fuerza nuestras respectivas armas.
Ataqué el primero.
Había decidido convertir al orco en el objetivo de mi frustración y transformarle en un montón de pulpa informe. Embestí con mi lanza al corazón de mi adversario, pero se giró y recibió una profunda herida en un hombro. Gritó de dolor, pero su insistencia no se vio afectada, puesto que me dio un potente puñetazo en la cara. El impacto contra mi casco le hizo bastante daño en la mano, pero me aturdió lo suficiente como para que lograra liberar su hombro. Con gran esfuerzo y dolor volvió a blandir su arma y arremetió contra mí mediante un tajo descendente en vertical. Bloqueé la espada con mi lanza y aproveché para darle un rodillazo a su pierna adelantada, para a continuación inclinar rápidamente mi arma, desviando la suya hasta el suelo, y golpearle con el extremo inferior en la mandíbula con toda la fuerza de mi cuerpo. Ante el impacto, el coloso verde se tambaleó, por lo que aproveché para lanzarle una patada frontal contra el pecho. Cayó al suelo y le atravesé antes de que pudiera levantarse. Soltó un grito ahogado y comenzó a respirar con dificultad, pero aún le quedaban fuerzas para resistirse y agarró mi lanza. Respondí hundiéndosela más en la carne.
- Algún día pagareis por todo lo que habéis hecho.
Dijo agónico.
Permanecí en silencio ante sus palabras y observé como la mano con la que sujetaba mi arma perdía su fuerza y el guerrero moría, trayendo el silencio, interrumpido únicamente por mi respiración y la de mi compañero, a mí alrededor. Después de unos largos segundos, arranqué la lanza del pecho del cadáver y le cerré los ojos.
Comments (0)
See all