El viento que sacude la terraza me agrada, especialmente acompañado de una bebida fresca, y me ayuda a aclararme la mente. El ambiente mejora con la llegada de Protecnia, la persona en la que más confío, más allá que una profunda amistad, y a quien considero mi igual, además de ser mi mano derecha.
- ¿Cómo estás Protecnia?
No dice nada, como de costumbre, si no que en su lugar se acerca a la mesa de metal, coge la botella, se llena un vaso y se apoya en la barandilla a mi lado. La noto muy alterada.
- ¿Es por ese soldado?
Los dos miramos la pequeña jaula en la que está encerrado, suspendido en el aire para que todos lo vean. La posición en la que se encuentra provoca diferentes tipos de reacciones por parte de la gente, desde insultos hasta el ignorar su existencia, principalmente por parte de los sirvientes no humanos, pasando por lanzarle lo primero que se tenga a mano. Merecen especial mención aquellos padres que, acompañados de su descendencia, usan su caída como ejemplo para sus hijos. Personalmente, me parece triste.
- Era un soldado prometedor y apasionado. Tenía muchas esperanzas puestas en él.
Dice ella, con una mezcla de rabia y frustración.
- Es lamentable que haya tomado esa acción. Ahora se opone a nuestros objetivos, y no lo debemos permitir.
- Recuerda, la debilidad es algo que no nos podemos permitir.
- No, no podemos. Nos corresponde a nosotros cambiar este mundo para mejor.
Protecnia asiente y yo termino lo que queda en la copa de un trago y me vuelvo hacia ella.
- Bueno, es hora de prepararse para dictar sentencia.
- ¿No se supone que primero ha de haber un juicio antes de condenarle?
- Habrá que montar un espectáculo.
Mientras bajo por la escalera veo a Protecnia desplegar las alas a la vez que sube a la barandilla de la terraza.
- Adiós Urenio.
- Sigo sin acostumbrarme a que digan mi nombre sin decir antes “Majestad”.
Entonces salta al vacío y sigo avanzando al interior del palacio, hacia mis estancias. Por el camino me empiezan a seguir algunos sirvientes no humanos y los soldados apostados me hacen un saludo militar.
- Descansad muchachos.
Continúo andando por los pasillos, adornados de diferentes colores obtenidos de varios metales: oro, plata, cobre, rodio y tantos otros. Miro las estatuas, bustos y caras en metal de aquellos que ayudaron a dar forma a nuestra civilización: héroes, artistas, arquitectos y los soberanos que me precedieron, por nombrar unos pocos. Su recuerdo está inmortalizado en los metales en los que se basa nuestra sociedad. Es uno de los mayores honores.
Miro hacia detrás y veo a mi séquito de sirvientes. Deberían estarnos agradecidos, sin nuestra guía estarían peleando entre ellos por territorios o cualquier otra excusa.
Llego hasta las puertas de mis dependencias y las abro. Al entrar veo sentados en un sofá a Auro y Rohea, los estilistas reales.
- Bueno tardes Majestad.
Me dice Auro, el cual viste con ropas selectas elaboradas por el mismo, consistentes de una larga bufanda, pantalones ocultos detrás de una falda de anchas cintas que le llegan hasta las pantorrillas, y una camisa larga de botones engalanada con bordados. Todo plateado, al igual que la mitad derecha de su pelo, mientras que la otra es de color castaño y se unen en una coleta. También lleva varios adornos, como anillos, colgantes, pendientes y un piercing en una aleta de la nariz. Su hermana Rohea, en cambio, viste de una forma más modesta, con una camisa de manga larga plateada y unos pantalones de igual color. Lo que más llama la atención es su pelo, afeitado por un lado, adornado solo por unos puntitos amarillos, y multicolor por el lado que ha dejado crecer, que le cae hasta la barbilla.
- Majestad.
Dice Rohea antes de hacerme una reverencia.
- Tengo que llevar a cabo el juicio contra el traidor. Ya sabéis lo que tenéis que hacer.
- Por supuesto.
Los dos contestan al unísono. Acto seguido se separan. Rohea llama a unas cuantas sirvientas y se pone a buscar en el enorme vestuario que han traído, mientras que Auro se dedica a tomar mis medidas y cada cierto tiempo se pone a garabatear en un cuaderno.
Estos momentos me resultan bastante molestos, pero entiendo que una imagen adecuada puede provocar varios efectos en la gente que me resultan ventajosos.
Una vez Auro acaba, se reúne con su hermana, la cual ha separado ropa de todo tipo, y comienzan a discutir sobre cuál es el conjunto perfecto para la ocasión. Tras esto, me hacen probar diversas combinaciones de prendas y accesorios durante un tiempo que parece eterno e increíblemente tedioso.
Cuando por fin acaban me alegro de que todo esto haya terminado y estoy complacido con el resultado.
Comments (0)
See all