Su padre había colocado sobre sus hombros una capa azul y mientras el niño pelirrojo intentaba quedarse quieto para que le tomaran medidas. Pronto iniciaría su preparación en el Castillo Zafiro, sabía que no le tendrían compasión considerando la familia de la cual provenía pero Harek no esperaba trato preferencial de ningún tipo porque conocía la clase de personas con las cuales tendría que vivir hasta graduarse.
El padre de Harek era Xilan, uno de los guardianes más cercanos a los reyes y también el mismo que le había devuelto años atrás el barril a Gowell. Pero antes de Xilan estuvo Reor, su abuelo, quien hasta la fecha seguía siendo recordado por su hazaña de capturar a treinta prisioneros usando solamente una espada sin afilar, misma que todavía tenían guardada en el Castillo Zafiro como muestra del tipo de valor y determinación que se esperaba de todos los que ahí acudían para ser guerreros.
Era normal para Harek saber que se esperaban grandes cosas de él, entre ellas ser el guardián del heredero. Es así que ese niño de nueve años ya sabía perfectamente que en cuanto terminara de acudir a la academia militar tendría como único destino el de proteger a costa de su vida al siguiente rey a pesar de no haberle visto la cara aún.
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Xilan y Harek habían pasado algunos días en el palacio real debido a un evento inesperado. El rey había convocado de urgencia a sus militares más cercanos para escoltar a Gowell y a su descendiente hasta la entrada oeste más no tenían claro por qué. Los soldados debían acompañar al heredero para evitar altercados, especialmente porque hacía algún tiempo se rumoraba que existía una resistencia dispuesta a retirar a los gobernantes actuales para instaurar un nuevo poder y aunque algunos de los estrategas más preparados consideraban que solo eran rumores de lavanderas, el monarca no estaba dispuesto a arriesgar a su linaje.
Harek había escuchado todo esto mientras jugaba con sus soldados de madera en uno de los balcones del consejo, siempre en silencio como le había dicho su padre. Ahí arriba, justo ese día se encontraría con otra persona.
- Hola.- dijo la voz tenue de esa otra persona escondida. Harek no respondió pero de la sorpresa había intentado esconder sus juguetes creyendo que si lo descubrían ahí podría ser reprendido severamente.- Yo quiero jugar ¿puedo?
Harek miró ese rostro más delicado que el de muchos otros niños que él conocía. Pensó que esa otra persona bien podía pasar por niña de no ser por el enorme sobrero que hacía juego con su atuendo turquesa. Sintiéndose un poco más en confianza le extendió su segundo soldadito preferido. Mientras los adultos concretaban los planes del día siguiente, ellos jugaban por encima de sus cabezas.
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Harek no había preguntado el nombre de su nuevo amigo pero esperaba verlo pronto cuando iniciaran las clases. De vez en cuando se le venía un pensamiento sobre lo fatal que podría irle al niño del sombrero considerando lo delicado de su apariencia. La mayoría de los estudiantes de nuevo ingreso en ese sitio solían ser de aspecto fiero y personalidad violenta. Desde ese momento Harek se juró que si su amigo llegaba a estar en el Castillo intentaría hacerle la vida más ligera.
Un día su padre llegó y le comentó que el rey había pedido la presencia de Harek en la carroza real para calmar a su hijo de camino hacia la puerta oeste. Su alteza consideraba que si su heredero tenía a alguien con quien hablar antes de su viaje tal vez no tendría tanto miedo. Xilan vistió lo mejor que pudo a su hijo y le ayudó a peinarse y limpiarse la cara.
- A veces pienso en tu madre y lo orgullosa que se hubiese sentido de verte a esta edad.- rompió el silencio el militar.- Estaría contenta de ver que pronto empezarás con tu preparación pero se sentiría más tranquila sabiendo que tienes un lugar en este mundo a lado del heredero. Te pido que hoy imagines que está con nosotros y la hagas feliz ¿entendido?
- Sí.- se limitó a decir el niño mientras su padre lo llevaba consigo hasta el carruaje. Harek no levantaba la mirada del suelo mientras avanzaba lo más rápido que podía detrás de Xilan.
Un lacayo sostuvo la puerta del transporte donde se encontraban la reina Drism con su seriedad y belleza, y también el rey Breneth quien a pesar de su poder siempre ofrecía una cálida sonrisa.
- Buenos días Harek, adelante, sube con nosotros.- Sin dudarlo, Harek subió pero volvió su vista al tapete que recubría el piso.- Te quiero presentar a Arnth, es mi hijo.
Harek miró al frente y se encontró con el niño del otro día, intentó disimular un poco su sorpresa pero su intento fue en vano.
- Creo que ya se conocen, eso es bueno porque tal vez algún día tendrán que estar juntos.
Harek jugaba nerviosamente con el borde de sus mangas mientras Arnth lo veía en silencio. No había soldaditos para jugar y la presencia de dos personas muy importantes cohibía al hijo del militar, sabía que la invitación de acompañarlos no era maliciosa pero ahora que sabía de dónde venía su amigo temía que la situación pudiese cambiar. “Los títulos a veces hacen a las personas más engreídas”, solía decir su abuelo de vez en cuanto.
- Tu cabello brilla.- dijo Arnth mientras sus padres les daban un poco de privacidad aparentando ver el pueblo por las ventanillas.
- Lo peinó mi papá.- dijo Harek y tomando esto como una señal para retomar su amistad agregó.- ¿Tú tienes cabello?
La reina tuvo que disimular una risita que casi se le escapa, esa era posiblemente una de las pocas veces en las cuales Drism rompería un poco la imagen que tanto le habían enseñado a conservar en todo momento.
- Sí tengo solo que mi mamá insiste en que ponerme esto en la cabeza.- Arnth se sacó un mechón de cabello por debajo del sombrero para enseñárselo a su acompañante.- ¿Ves?
Harek observó el mechón púrpura que Arnth sostenía con sus delicados dedos.
- Ya casi llegamos.- dijo su majestad con tranquilidad mientras su esposa ayudaba a Arnth a colocar su cabello en orden. Harek pensó en lo mucho que Arnth y la reina se parecían y por un momento se imaginó que era una princesa. Curiosamente, su amigo no tenía esa personalidad extrovertida que las niñas nobles solían demostrar en cada evento al cual se invitaba a sus familias. Siempre se esperaba que ellas fuesen amigables y sociales hasta que cumplían la edad adecuada para entrar a la Mansión Diamante donde les comenzaban a exigir ser como un enigma.
En cuanto se detuvo la carroza se le pidió a Harek bajar primero para ayudar a la familia real. Fue entonces que se percató que detrás de ellos Gowell había estado caminando descalzo. Miró a su padre y Xilan entendió lo que le preocupaba a su hijo.
- El anciano así lo quiso, incluso yo se lo pregunté e insistió.
Harek decidió acercarse a Gowell y se percató de la suciedad en sus pies y su túnica. El viejo simplemente le respondió con una sonrisa para después ir a intercambiar algunas palabras (o mejor dicho señas) con el rey. Entonces a lo lejos se escuchó el grito de Xilan:
- ¡ABRAN LA PUERTA!
El sonido de los engranes fue lo único que se escuchó de ese lado por unos minutos mientras Gowell y Arnth se acercaban a la entrada. El niño le dio a su madre su abrigo el cual era tan pesado que posiblemente le iba a causar más problemas allá afuera. Xilan se acercó para entregarle una bolsa pero antes de que Arnth pudiese tomarla Gowell negó con la cabeza.
Harek miró como su padre se alejó lentamente con el equipaje, volvió a ver a su amigo con preocupación porque sabía que no podría sobrevivir sin herramientas para un campamento. Corrió hacia donde está Xilan:
- Quiero ir con ellos papá.
El guardián simplemente se limitó a tomar a su hijo de la muñeca temiendo que Harek perdiese el control y se echara a correr detrás de los dos viajeros.
- ¡Déjame ir!- insistió todavía con algo de calma, Harek sabía que si Arnth cruzaba esa puerta las probabilidades de volverle a ver eran pocas.- ¡PAPÁ!
Xilan le había contado de los animales peligrosos que moraban en el bosque, los ladrones de los caminos y también sobre los Niños del Desierto, específicamente de aquellos que en la noche devoraban los corazones de cualquier criatura que encontraban a su paso. El viejo no podría defender a Arnth solo con un barril y por más que se le tuviera como un sabio poderoso la realidad era que el riesgo era demasiado.
Harek recurrió a todas sus fuerzas para soltarse pero en cambio solo logró ensuciar su traje. La reina Drism empezó a llorar en silencio rompiendo totalmente con el protocolo, su esposo en cambio se quedó ahí de pie mirando cómo su único hijo se alejaba primero hacia una vereda para luego cambiar de rumbo hacia el interior del bosque, lejos de cualquier sendero trazado por otros exploradores. El rey ya no parecía un hombre capaz de liderar a todo un ejército y mantener el control de un pueblo, era como uno más de los soldaditos de juguete.
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