Thilock era un niño extraño. Había aprendido a leer y escribir a muy corta edad que, en comparación con el resto de los hijos de campesinos, era una enorme proeza. Mientras el resto de los niños se dedicaban a cazar animales pequeños, pescar, atrapar insectos y jugar en los charcos, Thilock se pasaba las mañanas trazando palabras y números en la tierra, algunos de los cuales no parecían tener sentido alguno más que para él. Cuando se ocultaba el segundo sol, él ya tenía memorizada la información que alguna vez había estado en el patio.
Algunos de sus vecinos decían que Thilock escuchaba voces en su cabeza y concluían que seguramente todas las frases que escribía en el suelo le servían para invocar monstruos y hacer maldades. Poco a poco los hijos de los otros campesinos fueron alejándose de él e incluso aprendieron a temerle. Eli y Olgen en cambio no veían nada raro en su hijo, para ellos solo era un niño con demasiada imaginación. Conforme pasaban los años ellos se darían cuenta que Thilock era demasiado listo para trabajar el resto de su vida cargando costales de semillas y a pesar de querer darle una mejor vida no contaban con las riquezas o los títulos para hacerlo.
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De vez en cuando llegaban de fuera de la fortaleza los mercaderes quienes además de traer productos novedosos también llevaban consigo historias que pasaban de boca a boca. Thilock empezó a salir temprano de su casa para ver a los viajeros quienes ocasionalmente le llevaban pequeños regalos y le contaban sobre las cosas que veían allá afuera.
Había viajeros que hablaban de los Niños del Desierto, contaban las hazañas de cuando mataron a algunas de esas criaturas mientras intentaban conservar sus naves a flote por encima de las dunas. Otros le contaban sobre los árboles púrpura que aparecían y desaparecían al oeste. Uno de los comerciantes,
Pero era Ilenteph quien sentía más simpatía por Thilock. Un día, en uno de sus múltiples embarcos, le llevó un cuaderno forrado de piel roja y un sencillo juego de escritura.
-Así podrás conservar en un solo lugar todas las historias y patrañas que te contamos chico.
Aunque parecía ser como algunos de los libros que a veces los chicos del Palacio Rubí utilizaban, el cuaderno de Thilock se distinguía por tener un símbolo en su portada, mismo que estaba grabado en la primera página.
-Una estrella de cinco puntas.- dijo el niño mientras intentaba seguirle el paso al mercader.
-No sé qué signifique, solo creí que podría gustarte, es mucho mejor que estar intentando memorizar cosas. A veces es bueno tener la mente vacía por unos momentos.- Ilenteph siguió vigilando a sus hombres quienes limpiaban la cubierta después de subir los productos que exportarían fuera de Rineth.
Su amistad con el mercader levantó aún más rumores acerca de Thilock, mismos que no tardaron en llegar a los oídos de Eli y Olgen, quienes se armaron de valor para encarar al marinero en cuanto volviese a la fortaleza.
El viajero habló en privado con los campesinos, algunos gritos ahogados por la puerta fueron intercambiados y por más que Thilock intentó escuchar la conversación, lo único que parecía evidente era que Ilenteph no volvería a acercarse a él.
En la madrugada, Thilock salió de su casa a escondidas para ver una última vez a su amigo y aclarar la situación pero antes siquiera de poder subir a la nave esta ya estaba abandonado Rineth. A lo lejos, el niño solo alcanzó a ver el navío rozando la copa de los árboles.
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Mientras las hojas del cuaderno se terminaban, Thilock empezaba a ver con mayor curiosidad a los chicos que se paseaban por el pueblo con sus uniformes rojos, muchos de ellos garrapateando notas sobre todo aquello que veían en el pueblo pero algunos más tenían textos tan complejos que ni él podía entender.
Había símbolos extraños, números, dibujos de construcciones, incluso mapas que marcaban las posiciones de los dos soles (o al menos eso había sido lo poco que había podido ver). Con curiosidad intentó hacerse amigo de algunos de esos muchachos pero la mayoría, al verlo escuálido, sucio y con los pies descalzos, optaban por ignorarlo o esquivar contacto alguno con él.
Mientras se alejaba de los demás chicos, el niño casi chocó con un chico alto, extremadamente delgado y en cuyo rostro apenas se asomaba el nacimiento de una barba clara.
-Oye ten cuidado, podrías matar a alguien.- dijo el alumno cuya voz calmada le extrañaba a Thilock. Usualmente lo regañaban por andar con la vista en cualquier otro lado menos en donde debía.
-Perdón.- comenzó a ayudar al chico a juntar sus papeles.- ¿Por qué usan el mismo color?
-Nosotros somos del Palacio Rubí, estudiamos todo el día sobre muchas cosas como matemáticas, astrofísica, geología, todo lo que puede verse y tiene principios científicos.
-¿Y por qué a veces salen al pueblo?- dijo el niño mirando con curiosidad algunos de las portadas de los libros que reposaban en los brazos del muchacho.
-Porque cuando terminemos nuestra formación es necesario que aportemos algo a la biblioteca de otro modo nunca seremos parte del Consejo de Sabios. Si no fuese porque no eres un noble tal vez podrías unirte a nosotros, yo también escribía como loco y me estrellaba con todo pero en cuanto empecé a asistir al Palacio Rubí me di cuenta que habían más estudiantes como yo.
-¿Y tú eres de los mejores ahora?- musitó Thilock.
-La verdad no, digamos que para ellos soy flojo y estúpido pero voy a serte honesto. Mis intereses no son iguales a los de ellos, quiero hacer algo más extraordinario describir las características de las piedras, tal vez… irme aquí.
-¿Fuera de Rineth?- Thilock dudó un poco sobre si debía continuar hablando con ese extraño pero como ese chico del Palacio Rubí parecía ser más sencillo que los demás, continuó:- Tal vez podrías irte con los mercaderes. Yo tenía un amigo que…- antes de completar la oración, el chico del traje escarlata estaba caminando con más velocidad para alcanzar a su grupo.
-Hablamos otro día si quieres, soy Ilgwen.
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Al día siguiente, Ilgwen le llevó a Thilock unos cuantos libros viejos y algo de comida.
-Te los presto por un tiempo, revísalos para que vayas familiarizándote. Insisto en que podría irte bien en el Palacio, somos puros raros pero no mordemos.
-Pero ya lo dijiste, no soy de la nobleza.- dijo Thilock mientras pasaba las páginas con cuidado de no maltratarlas.
-Sí pero tienes una mente mejor que la de muchos soquetes que entran. Déjamelo a mí, preguntaré a algunos amigos si hay una alternativa para ti al menos para que escuches unas cuantas lecciones. Sabes, el conocimiento debería ser impartido a todos ¿te imaginas si se reuniera y compartiera el conocimiento? Rineth sería una bestia gloriosa.- mordió uno de los bocadillos dulces que llevaba envueltos una servilleta.
-Dijiste que querías salir de aquí entonces ¿por qué te preocupas por que las demás personas?
-Quiero irme, eso es definitivo, aunque también me gustaría que al volver este lugar fuese mejor que cuando lo dejé. Ya he aprendido todo lo que he querido aquí, allá afuera hay tantos fragmentos del saber y esperando a ser vistos por otros.- Ilgwen sonrió y luego señaló a las estrellas- Pero las verdaderas respuestas están allá.
Thilock miró el cosmos el cual se extendía frente a sus ojos como una tela sin fin. A veces no entendía de qué hablaba el estudiante, nadie podía ir más allá del cielo, ni siquiera las naves mercantiles habían llegado tan lejos.
-No entiendo.- dijo el niño después de intentar comprender por un rato.
-Cuando estés donde yo me encuentro las cosas te serán más claras y con tu inteligencia estoy seguro de que irás aún más lejos. Por ahora sigue observando, anotando y...- Ilgwen le dio una palmadita a los libros- lee. Estas son armas, que no te engañen. Nos vemos luego.
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