Un nuevo día amanecía en la ciudad de Vitrubia.
Como cada mañana los primeros rayos de sol comenzaban a bañarlo todo de un suave tono dorado, reflejándose en las acristaladas fachadas de los rascacielos, que resplandecían con la intensa luz como enormes monolitos dedicados al astro rey, mientras todo comenzaba a cobrar vida. La gente empezaba a despertarse y preparar sus negocios para la apertura del día (o por el contrario, a prepararse ellos mismos para marchar al trabajo o ponerse manos a la obra con sus quehaceres diarios); los niños eran levantados por sus padres para marchar al colegio, como todos los demás estudiantes… En definitiva, lo que sucede con la llegada del alba en cualquier día normal y corriente de la vida de cualquier persona normal y corriente.
En esos mismos momentos en un punto concreto a las afueras de Vitrubia, en la zona universitaria, un joven caminaba por la calle en dirección a su facultad con zancadas pausadas pero continuas. Vestía un polo con las mangas remangadas, unos pantalones de mezclilla y unas zapatillas de lona. No es que se hubiera parado mucho a pensar qué ponerse esa mañana. Por mirar ni siquiera iba mirando al frente sino que por el contrario iba pensando en sus cosas, distraído, lo cual si el suelo en lugar de ser de concreto hubiera tenido piedras u otro material similar le habría acarreado más de un tropiezo y el consiguiente coscorrón.
Su pelo negro ondeaba suavemente con la caricia de la brisa mañanera y bostezaba aún medio dormido. Sus ojos azules se mostraban un tanto enrojecidos y ojerosos; la causa: se había quedado estudiando hasta tarde para preparar su examen de traumatología. Este chico era estudiante de medicina y justamente en esos momentos estaban en mitad de la época de exámenes, asi que esa combinación de factores no es que fuera muy buena que digamos. Llevaba un café de la mano para tratar de contrarrestar la falta de sueño de alguna manera, pese a que el mismo sabía que el café no era la solución. Claro que… si podía funcionar aunque solo fuese de forma momentánea…
Apenas acababa de salir de la puerta de los apartamentos en los que vivía: un complejo residencial para estudiantes que se encontraba a escasos minutos de la universidad ya que era gestionado por esta. No era un lugar muy lujoso pero tenía lo necesario para vivir bien, además de que ser independiente tenía ciertas ventajas.
Alis, que así se llamaba el joven, dio un largo sorbo al café mientras se encargaba de repasar mentalmente y en voz baja todo el temario que habría de caer en el examen y se había matado a estudiar a conciencia esa noche. Aquel día era muy importante, aquel examen era muy importante para él. Era su boleto ganador. Si conseguía aprobarlo la residencia estaba a un paso, y con ello su sueño de ser médico estaría a la vuelta de la esquina. Era uno de los mejores estudiantes de su promoción asi que no tendría problema alguno en conseguir las prácticas en un buen hospital de la ciudad… o puede que incluso el mejor.
Con sus 21 años había logrado más de lo que cualquier chico a su edad hubiera llegado a hacer. Claro que también había que contar con el factor de que la educación había cambiado mucho en pocos años. Ya desde una edad relativamente temprana y teniendo en cuenta tus aptitudes toda enseñanza recibida comenzaba a ser enfocada hacia una rama del conocimiento concreta. De seguir a ese ritmo lo más seguro era que lograse ser médico a los 22 o como mucho a los 23. Y a partir de ahí seguir adelante sería pan comido.
Alis repetía para sí cada párrafo de cada sección de cada página de cada tema que se había estudiado, como si de alguna forma eso le ayudase a fijar en su mente cada palabra de toda esa retahíla de conceptos que para muchos serían incomprensibles y extremadamente complicados.
Se dirigía a una de las más prestigiosas y galardonadas universidades de todo Legalis, una de aquellas a las que cualquier joven deseaba ir con todas sus fuerzas pero solo pocos (los más aptos, inteligentes y capaces) lo conseguían.
Y Alis era uno de ellos.
Alis era un joven apuesto, un tanto atlético y sobretodo muy estudioso que había crecido en el seno de una familia media… o al menos así fue al principio.
Cuando apenas tenía 5 años su padre recibió un importante ascenso supuestamente debido a un invento que el mismo había desarrollado y tuvo gran repercusión, y desde aquel entonces todo había ido cuesta arriba. Como quien dice, de la noche a la mañana se convirtió en el director de la empresa de robótica para la que trabajaba y la vida para los tres cambió de sopetón. Con el ascenso de su padre y el considerable aumento de sueldo que eso había conllevado, Alis comenzó a frecuentar colegios de mayor prestigio y sus notas no pasaron desapercibidas, así como su indiscutible inteligencia y habilidad, elogiadas por sus educadores que prácticamente lo veían como el próximo premio nobel. Sin embargo cuanto más dinero llegaba a casa menos veía Alis a su padre, ya que este se pasaba la mayor parte del tiempo ocupado con cosas de la empresa. Desde entonces parecía que se hubiera casado con su trabajo.
Y su madre… era una gran mujer y una madre ejemplar sin duda. Siempre estaba ahí para ayudarle y atenderle, aunque tuviera que trabajar. Durante años había sabido suplir perfectamente el rol de padre y madre a la vez, aunque a veces acabase del todo agotada. Alis la elogiaba por su labor y siempre estaba dispuesto a ayudarla, aunque ahora residiera en otro lado de la ciudad, lejos de casa.
Ambos cónyuges se habían separado hacía ya bastantes años, cuando la situación se volvió del todo insostenible y Alis apenas comenzaba el instituto. Hasta su entrada en la universidad había estado viviendo con su madre, y aún la visitaba siempre que tenía la ocasión ya que las vacaciones estaban para algo y la mujer siempre necesitaba algo de ayuda (aunque nunca lo admitiese).
Y llegados a este punto estoy segura de que la pregunta que ronda tu cabeza es… ¿Por qué se llamaba Alis? Para averiguarlo debemos remontarnos años atrás, al día de su nacimiento.
La noticia llegó en el momento preciso. Su padre y su madre habían logrado asentarse con una vivienda digna, un trabajo estable… todo perfecto. Y de pronto llegó la bomba: la mujer estaba embarazada, supuestamente de una niña.
Sin embargo ¡sorpresa! Cuando llegó el momento del parto un niño fue lo que apareció. Los médicos no podían entender cómo era posible que se hubieran equivocado, pero el caso es que con la nueva noticia gran parte de los planes de sus padres se fueron a la porra, entre ellos el de llamar Alice a la niña, un nombre que hacía ya tiempo que la mujer tenía más que escogido.
Al estar tan seguros de que el sexo del bebé sería femenino no habían pensado un nombre de varón y la opción más similar a Alis parecía ser el nombre de Alistair, claro que a la mujer la pareció demasiado serio para un niño, por lo que decidió acortarlo y asi quedó en su registro de nacimiento.
Y la verdad, Alis detestaba su nombre. Por él precisamente había sido motivo de mofa entre sus compañeros debido a la similitud de este con “Alice”, el que hubiera sido su nombre de haber nacido una niña. Por esta razón desde su adolescencia había optado por hacerse llamar precisamente con aquel que debiera ser su nombre: Alistair.
Alis caminaba distraído en sus pensamientos cuando escuchó una voz familiar llamándole.
-Eh Alis, ¿ya estas atiborrándote a café? –un joven de ojos café y pelo oscuro enfundado en una sudadera y unos vaqueros cualquiera reía entredientes al verlo llegar con esa cara de zombi.
El joven de ojos azules suspiró al ver al que era su mejor amigo sentado en la escalera de la facultad como cada día, con el pelo algo revuelto y sus cascos colgando mientras las gafas se le resbalaban de la nariz, cosa que siempre le parecía graciosa por alguna razón.
-Tú y tus bromas Mikey. No tiene gracia. –se detuvo un momento para frotarse los ojos, cerrándolos por unos segundos. Aún necesitaba despejarse puesto que apenas había llegado a dormir más que un par de horas y encima mal descansadas. -Me he pasado la noche estudiando. Tengo que sacar buena nota. Este examen es muy importante. –pero apenas recobró la compostura volvió a dirigir la mirada directamente a su amigo, frunciendo el ceño unos momentos y recriminándole aquello que había hecho mal mientras se acercaba a él, sin perder la seriedad en ningún momento (lo cual era de esperarse en un estudiante de élite). -Además te tengo dicho que en público me llames Alistair.
-Lo sé, lo sé. Tú y tu sueño de ser médico. –Mike ignoró las últimas palabras de su amigo mientras se estiraba un poco como cada mañana, aún algo aletargado tras el madrugón. Cómo odiaba eso de “madrugar”. Quién demonios habría sido el imbécil que inventó ese concepto. –Pero la verdad, me sorprende que aún sigas vivo con esas sesiones hardcore de estudio tuyas. –y de pronto se levantó de un salto al ver a su amigo acercarse, riendo un poco ya que sabía que esas palabras seguramente le harían saltar.
-Bueno, tú te pasas el día entre robots y cachivaches electrónicos y yo no digo nada. –y efectivamente Alis no se pudo contener. A veces era demasiado predecible, o eso pensaba Mike.
-No es lo mismo. –claro que al igual que Alis saltaba, Mike lo hacía también. -Los robots son seres hermosos y puros. –decía con una pose un tanto dramática, típica de él. Tanto videojuego se le había acabado pegando. -Los humanos están totalmente corrompidos.
-No es verdad. –saltó el de ojos azules pero solo para masajearse las sienes apenas instantes después, entrecerrando los ojos. -Y no empieces con tus teorías filosóficas que bastante dolor de cabeza tengo ya…
-Oh… -sin darse cuenta Alis acababa de dejar una apertura que sin duda su amigo pensaba aprovechar para tocarle las narices un poco más. Mike sonrío para sí con algo de malicia y las palabras brotaron de su boca en forma de una pregunta, esa pregunta que el de cabellos negros no querría oir. -¿entonces eso significa que hoy no vas a ligarte a Laura tampoco?
-¡Mike! –y como Mike había predicho el chico saltó rápidamente, mirándole de forma incriminante y un tanto molesta, justo lo que el de ojos café había predicho que ocurriría.
-¿Qué pasa? Ya es hora de que te decidas. Además sería digno de recordar que en este día comenzaseis a ser novios. –ya estaba con sus gestos exagerados y dramáticos de nuevo. Así solo conseguiría que se le bajasen de nuevo las gafas.
-Mikey… -Alis lo miraba por el rabillo del ojo con sospecha. Pareciera que fuera su amigo el atiborrado a cafeína y no él. Sin embargo no había ojeras bajo aquellas gafas. Aunque se hubiera pasado toda la noche sin dormir Mike nunca tenía ojeras, y Alis lo envidiaba por ello. Ser bendecido con una cara que luciese bien incluso en los peores momentos era una característica envidiable. -Hoy estas demasiado hablador.
-Lo sé. Es que ayer me llegó el juego nuevo y me he pasado toda la noche probándolo. –y ahí estaba la causa de las ojeras y el subidón del de ojos café. -¡Ha sido increíble! ¡Tienes que jugarlo! –Mike no podía ocultar su grandísimo entusiasmo, el mismo que su amigo no compartía.
Alis simplemente suspiró mirándolo. Nunca podría llegar a entender por qué su amigo se emocionaba tanto con cada videojuego nuevo que llegaba a sus manos, y más aún si el susodicho juego tenía robots, ciborgs o cualquier tipo de temática cibernética.
-No tienes remedio… -le dio una suave colleja, a la que Mike se quejó como acto reflejo pese a que realmente no es que le hubiera dolido ni mucho menos. -Más te valdría estudiar en lugar de jugar tanto. –y ahí estaba el Alis que Mike no quería ver, aquel que más pareciera su madre que su amigo. En parte a veces detestaba ese lado suyo, aunque en ocasiones resultaba muy útil (sobretodo cuando se quedaba dormido y el de cabellos negros acudía a su apartamento expresamente para tirarlo de la cama y arrastrarlo a clase porque tenía examen).
-Oh, hablando de estudiar. –el de ojos café saltó de inmediato para cambiar el tema de la conversación antes de que Alis fuera en, como él decía, “scolding mum full mode”. -Quizás las prácticas las haga en la compañía de tu padre. –El de ojos azules se detuvo en seco al oir eso y su expresión se ensombreció de repente. Odiaba que alguien, fuera quien fuera y en la circunstancia que fuera, mentase a su padre; detestaba a ese hombre con todas sus fuerzas por cuanto había hecho sufrir a su madre. Mike enseguida se dio cuenta de que había metido la pata pero bien. –Aún seguís…
-¿Peleados? Sí, y te agradecería que no lo mencionaras más. –su tono de voz se había tornado más tosco, denotando la gran molestia que sentía cada vez que ese tema salía a la luz. Y sabía que Mike no lo había hecho a posta pero igualmente no podía ocultar sus sentimientos hacia ese hombre tan despreciable.
-Lo siento mucho, de verdad que no lo pensé. –Mike en realidad no lo había hecho con mala intención. Simplemente era bastante despistado.
Poco a poco Alis logró calmarse, suavizándose su voz y su expresión de nuevo a medida que regresaba a la normalidad. Por suerte el ambiente había dejado de estar tan tenso entre ellos dos.
-Lo sé, tú solo… no lo menciones. No quiero saber nada de ese impresentable. –Ese tema le hacía daño (más del que demostraba), pero siempre era capaz de recobrar la compostura en todo momento, como era de esperar de un estudiante de élite. -Mejor me voy yendo a clase que no tengo ganas de llegar tarde al examen.
-Ok. ¿Entonces irás al festival?
Mike había vuelto a cambiar de tema. Y esta vez para mencionar el tan famoso Festival que se celebraba ese mismo día. Los dos habían hablado de ello los días anteriores pero el de gafas seguía insistiéndole a su amigo una y otra vez pese a que la respuesta de Alis siempre negativa.
-Sabes que no Mike. –el de pelo negro se acercó un momento a una papelera para tirar el vaso de plástico ya vacío. Hacía un buen rato que no había ni rastro de café en el recipiente. -Además hoy está el laboratorio libre y prometieron dejarme quedarme a practicar y estudiar allí.
-Puag, ¿otra vez vas a diseccionar fiambres? Qué asco tío.
La expresión de repugna de Mike era un poema. Con aquellas poses tan exageradas era realmente cómico verlo. La cara se le arrugaba como una pasa y Alis no pudo contener una risita al ver a su amigo de forma tan ridículamente caricaturesca.
-No da ningún asco, es ciencia. Además cuanto más aprenda mejor, más preparado estaré para las prácticas.
-Si tío pero están… Agh dios no quiero ni pensarlo. Me quedo con mis robots.
-Hay que ver que sensible que eres Mike… -Alis reía de nuevo. Quién no lo haría teniendo a Mike delante haciendo esas caras y poses tan divertidas. -Luego en cambio bien que te gusta el gore.
-Pero no es lo mismo.
-Claro que lo es.
-No lo es.
-Que sí.
-Que no.
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