Mientras tanto, en esos mismísimos instantes en otro lado de la ciudad, una silueta se movía entre las sombras, ocultándose de miradas indiscretas.
Leithan avanzaba, tratando de aguantar como podía y proseguir su camino. En mitad del bullicio generado por el festival nadie se percataría de su presencia, eso era seguro. Al menos algo bueno saldría de la festividad que tanto detestaba.
Había dejado el coche a las afueras para no ser descubierto con tanta facilidad, en un intento desesperado de despistar a sus captores de alguna forma. Iban pisándole los talones asi que debía ser más hábil, inteligente y rápido que ellos. Y lo cierto era que ocultarse en una ciudad atestada de vigilancia (y más aún ese día) no es que fuera muy fácil que digamos. Realmente era todo un reto, pero no pensaba darse por vencido. No volvería nunca más a ese sucio agujero de inmundicia, aunque tuviera que morir en el intento.
Caminaba a duras penas mientras escuchaba el gentío de fondo, como si fuera simple ruido blanco a sus oídos. Las piernas cada vez le respondían menos y necesitaba detenerse de vez en cuando para recobrar un poco las fuerzas. El pecho le ardía como si le estuvieran abrasando desde dentro, pese a que había conseguido detener la hemorragia de forma momentánea. Aunque el mismo sabía que aquel remedio temporal no serviría eternamente.
Demasiado dolor… dios… joder como dolía. Era insoportable, pero no tenía más opción que aguantar.
Sabía que no tenía muchas oportunidades de salir vivo, sabía que a nada que se descuidara podría sucumbir allí mismo. Pero aunque las posibilidades de salir airoso fueran ínfimas (por no decir inexistentes) pensaba pelear de todos modos.
Trataba de recobrar el aliento unos minutos, apoyado en la pared del edificio. Tenía que encontrar a alguien que pudiera ayudarlo, fuera quien fuera. ¿O es que acaso todo el puto mundo estaba en el dichoso festival? Realmente era lo que parecía.
Se sentía anormalmente pesado, las piernas le temblaban como si fueran de gelatina. Su cuerpo no sabía ni cómo reaccionar ya. ¿Tenía calor? ¿Frío quizás? Aquellas sensaciones tan contradictorias parecieran pelearse unas con otras en pos de quien sería la vencedora, lo cual tan solo le acarreaba un tremendo malestar al pelirrojo.
Sentía los latidos de su corazón golpear con fuerza, mientras la fría mano de la muerte se aferraba a su pecho cada vez más. Era como si todo su ser se retorciera al mismo tiempo. Dolía, abrasaba, era molesto, las bocanadas de aire se tornaban dificultosas, no le llegaba bien el aire a los pulmones…
La boca le sabía a metal, el ardor era cada vez más intenso y respirar se hacía más difícil a cada minuto que pasaba.
Si no encontraba ayuda pronto… seguramente no viviría para contarlo.
…
Ambos amigos comieron juntos y, cuando hubo llegado la hora, Mike marchó al festival con unos amigos mientras que Alis se quedó tranquilamente en el laboratorio, tal y como había dicho.
El lugar se encontraba prácticamente desierto ya que todo el mundo estaba en el centro de la ciudad disfrutando alegremente de la festividad.
Alis pudo contactar con Mike gracias a su teléfono y ambos se comunicaban por videollamada, con lo que de alguna forma se podría decir que era como si el joven de ojos azules estuviera allí con ellos y no en el prácticamente deshabitado edificio.
Mike sonreía contándole a su amigo todo lo que estaba pasando con pelos y señales. Alis en cambio disfrutaba bromeando de vez en cuando con él, aprovechando lo que estaba haciendo para mostrárselo y que al chico le provocasen arcadas del asco. Era divertido ver a Mike luchando por centrarse en el festival y no en las provocaciones de su amigo.
Sin embargo al final llegó el momento de colgar y fue entonces cuando Alis se dio cuenta del inmenso silencio del lugar.
Era un silencio sepulcral, prácticamente de ultratumba.
Sabía que probablemente aun estuvieran el segurata y los de la limpieza deambulando por el edificio. Sin embargo aparte de ellos ya no quedaba nadie. Los departamentos estaban completamente vacíos, la cafetería cerrada… hasta se podía percibir la sensación de soledad en el aire.
Alis estaba acostumbrado a estar solo. Desde que sus padres se separaron rara era la ocasión que su madre no se quedaba trabajando hasta tarde y él tenía que ocuparse de la casa. Además de eso vivía solo desde que comenzó la universidad ya que Mike vivía en un bloque diferente. Concretamente el bloque en el que Alis vivía era el que menos inquilinos tenía, cosa que a veces agradecía (sobretodo en época de exámenes) y otras aborrecía ya que se hacía un tanto extraño.
Suspiró tomando una larga y profunda bocanada de aire. El olor a cadáver impregnaba el ambiente. No era desagradable al estar ya tratado para su estudio, pero precisamente por eso se hacía más notable. Era una esencia peculiar, como si de alguna forma alguien tratase de enmascarar a la propia muerte.
Miró el reloj y comprobó que se estaba haciendo tarde. Ya era la hora de la cena. Siempre que se concentraba tanto llegaba a perder la noción del tiempo. A veces hasta olvidaba comer, cosa que solía pasar cuando estaba estudiando. Mike solía bromear diciendo que era un maldito adicto al trabajo, y lo cierto era que no le faltaba razón. Además si quería obtener becas necesitaba mantener sus excelentes notas. Por nada del mundo quería recurrir a su padre por el tema del dinero, y su madre ya trabajaba suficiente como para hacerla preocuparse también del pago de sus estudios.
Era de ella de quien Alis había heredado esa afinidad al mundo de la medicina, ya que en su época fue una excelente médica muy querida entre sus pacientes. Era una mujer dulce y atenta; una buena madre que por las circunstancias había tenido que separarse de su esposo, ya que desde que recibió el ascenso ese hombre no había vuelto a ser el mismo.
Alis trataba de no darle demasiadas vueltas a todo lo que rondaba su cabeza en esos momentos, cosa que era tremendamente difícil puesto que con tanto silencio podía oír perfectamente todos sus pensamientos.
Recogió todo el material que había utilizado y lo dejó en su sitio correspondiente, tal y como lo había encontrado, para poder marcharse de vuelta a casa.
Solo de pensarlo se le quitaban las ganas. Le daba una pereza tremenda tener que ponerse a hacer la cena, y más aún después del empacho de café, por lo que pensó que probablemente lo mejor sería pedir comida a domicilio y no complicarse la vida.
Ya estaba casi listo para irse y se estaba quitando la bata cuando en medio de la inmensidad del silencio escuchó un ruido seco que parecía algo cayéndose o rompiéndose. ¿Acaso los de la limpieza seguían por allí? Era demasiado tarde, imposible que todavía estuvieran trabajando a esas horas.
Descartando esas posibilidades y pensando que probablemente podía tratarse de un ladrón que hubiera violado la seguridad para colarse a robar alguno de los caros equipos de la facultad, se armó de valor y tomó un bisturí de los que acababa de guardar. No era como llevar un cuchillo ni mucho menos, pero seguro que le ayudaría bastante a defenderse en caso de que sus sospechas resultasen ciertas y se tratara de algún asaltante.
Tomó aire y con sumo cuidado esperó tras la puerta, mientras los pasos se escuchaban cada vez más y más cerca…
Por momentos fue como si el tiempo se detuviera y Alis pudo ver a través del translúcido cristal de la puerta como alguien intentaba entrar al laboratorio. Era apenas una sombra que trataba de librarse del sistema de seguridad de alguna forma. Alis no entendía como habría logrado sortear todas las barreras para colarse (básicamente porque todos los estudiantes, profesores y demás personal que entrara estaba obligado a pasar su identificación por los detectores).
Intentaba respirar despacio pese a que el corazón le iba a mil por hora, tratando de no hacer ni el más mínimo ruido que delatara su presencia, esperando y deseando con todas sus fuerzas que aquella silueta desistiera en su empeño y se fuera o diera media vuelta…
Pero entonces escuchó el sonido que tanto temía. La seguridad había sido desactivada.
De pronto la puerta comenzó a abrirse lentamente mientras un nudo se formaba en el estómago de Alis y en su mente se concentraban multitud de pensamientos que trataba de ordenar y disipar para razonar con claridad ante la situación en la que se encontraba. Tomó una profunda y larga bocanada de aire, armándose de valor, más que dispuesto a lanzarse contra el maleante…pero antes de poder hacer nada el rostro del joven palideció con lo que contempló ante sus ojos.
Allí delante de él encontró un chico de más o menos su edad, cabellos de un pelirrojo intenso y vibrantes ojos verdes. Tenía un aspecto completamente demacrado, apenas se mantenía en pie y apretaba su pecho con fuerza, donde el moreno pudo distinguir una gran mancha de sangre. Iba vestido con lo que parecía un uniforme de algún tipo de oficial (Alis no supo distinguir cual), y se veía pálido, respirando entrecortado.
Aquellos instantes en los que ambos se encontraron parecían una eternidad… Sin embargo el pelirrojo no podía aguantar más y al ver que el chico perdía pie Alis soltó el escarpelo y se acercó corriendo a sujetarlo.
De pronto entre sus brazos tenía un joven cuya vida parecía pender de un hilo. Realmente esa situación tan inverosímil… ¿cómo había pasado? No sabía qué hacer. ¿Debía llevarlo al hospital? Pero de hacerlo el chico podría no aguantar el tiempo suficiente e incluso (y aunque odiaba la idea) fallecer por el camino.
Escuchaba la respiración entrecortada del mayor, que luchaba por mantenerse consciente.
¿Qué podía hacer? ¿Qué debía hacer? La vida de una persona estaba en sus manos. Eso no era un cadáver, no era una de las prácticas de la carrera y mucho menos una simulación. Era la vida real. En esos momentos una vida dependía de él, de su decisión ¿Acaso era toda esa presión la que conllevaba ser médico? Desde luego poca no era.
Pero si quería ayudarlo tenía que actuar rápido, no había tiempo para pensar. Cada segundo que pasaba era de un valor incalculable. La única opción era hacer algo, aunque tuviera que hacerlo él mismo. Solo esperaba que el chico aguantara lo suficiente.
Aún sujetando al pelirrojo barrió la mesa con el brazo para despejarla y usó una de las batas que había colgadas para hacer una almohada improvisada y tumbar a Leithan con cuidado. Acto seguido corrió a buscar el instrumental y todo lo que necesitaba, para lo cual fue necesario salir un momento y pasar por un par de salas más.
Era uno de los mejores de su promoción, sus notas eran excelentes… tenía que poder hacerlo.
Una vez obtuvo aquello que buscaba regresó a toda prisa al laboratorio. Uso su identificación para cerrar la puerta y se acercó de nuevo a preparar bien lo necesario antes de hacer cualquier movimiento, mientras repasaba la lista mental que había hecho para que no se pasara nada. Botes de diversas sustancias medicamentosas, jeringuillas, gasas, el instrumental esterilizado… entre otras cosas se encontraban en aquella mesita que Alis ordenaba a conciencia en un tiempo récord. Si no se daba prisa el chico podría no contarlo.
Lo miro una vez más antes de hacer nada. Aquel joven estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener los ojos abiertos. Entonces escuchó tenues susurros y vio que sus labios se movían levemente, acercándose más para poder oírlo con claridad. Al parecer el chico le pedía, le suplicaba que no le llevase al hospital. Sin embargo Alis no entendía el porqué de aquella extraña petición.
-Pero… aunque te ayude necesitarás atención en condiciones y tratamiento.
Alis argumentaba de todas las formas posibles lo importante que era que fuera a un hospital por el bien de su salud. tratando de convencerlo, pero Leithan simplemente lo miraba, suplicándole con aquellos intensos orbes verdes.
El moreno tragó saliva al contemplar los vibrantes irises que lo miraban fijamente. Por alguna razón esa mirada se le hacía familiar, como si ya hubiese visto esos ojos en otra ocasión. No sabía porque pero era como si… ¿tuviera un déjà vu? ¿Quizás lo había soñado? Sí, seguramente fuera eso. De no ser así era imposible encontrarle sentido, aunque la situación en sí carecía de sentido alguno.
Al final Alis no tuvo más remedio que resignarse y acceder ante la insólita petición.
-Está bien…
Pero para cuando volvió a mirar vio que el pelirrojo ya había perdido la consciencia.
Tenía que apresurarse, debía hacer algo antes de que el estado del mayor empeorase puesto que sus heridas habían comenzado a sangrar de nuevo.
Tomó unas tijeras y cortó la camisa ya que no había tiempo para ir desabrochando botón tras botón para quitársela. De pronto sintió el corazón en un puño. Si bien era cierto que tenía golpes, heridas y cortes casi por todas partes pero lo que llamó la atención de Alis no fue solo eso.
Aquel chico… estaba lleno de cicatrices… su cuerpo estaba cubierto de cicatrices. Era incluso cruel solo pensarlo. ¿Qué clase de vida había tenido? ¿Cuánto sufrimiento había pasado? ¿Cómo demonios una persona tan joven podía acumular tal cantidad de marcas en su cuerpo?
Alis se abstrajo por momentos en sus pensamientos, tratando de averiguar la razón subyacente bajo el aspecto del cuerpo del pelirrojo... pero no tardó en recordar lo que estaba haciendo y agitó la cabeza para despejarse.
No era momento para pensar sino para actuar.
Se abrochó la bata, se desinfectó las manos y las cubrió con unos guantes de látex limpios antes de hacer ningún movimiento, una vez hubo comprobado que no faltaba nada.
-Alis céntrate. Esto no es una de las prácticas. Céntrate. –se repetía a sí mismo una y otra vez tratando de mantener la cabeza fría y ponerse manos a la obra, tomando el bisturí.
La herida del brazo pese a ser de bala no parecía ser grave ya que por fortuna el proyectil no había llegado a perforar la arteria, y la brecha de su cabeza también podía esperar. Lo primero era lo primero. Veía el problema claramente. La enorme mancha que había empapado el uniforme que acababa de cortar y desechar se debía a una notoria herida de bala que tenía en el pecho. Por fortuna no parecía haber dañado el corazón, sin embargo sí que tenía pinta de haber alcanzado el pulmón, lo cual podía ser la razón por la que le costase respirar. La situación era preocupante pero si podía afrontarla con éxito ese chico tendría bastantes oportunidades de sobrevivir.
Claro que nadie dijo que lograrlo fuera a ser fácil. Los nervios podrían traicionarlo en cualquier momento, y eso era algo que para nada se podía permitir.
-Vamos Alis. Por dios acabas de hacer el examen de traumatología esta mañana. Cálmate, analiza la situación y acuérdate de lo que estudiaste.
Tomó aire una vez más, notando como le temblaban las piernas y el miedo se apoderaba de su ser ya que nunca antes había tenido una vida en sus manos.
El estrés, la presión… tornaban el aire pesado. Se hacía difícil respirar normalmente y había comenzado a sudar. Pero no había tiempo para dudar.
Era ahora o nunca.
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