Sábado, 9 de agosto
07:40 h
- ¡Arrghh! ¡Joder!
Como alma que lleva el diablo, Naruto se levantó como un resorte del sofá para ir a asearse.
La noche anterior Kiba y él habían terminado ahí tirados viendo una serie, capítulo tras capítulo, en lugar de la película que se habían propuesto. Y claro, les dieron las mil de la noche hasta que en algún momento se quedaron dormidos. No entendía cómo se había despertado, la alarma del móvil hacía ya un buen rato que dejó de sonar. Pero dio gracias a Dios… Si se daba prisa, aún podía llegar a tiempo al trabajo. Y se dio las gracias a sí mismo por haber cogido la costumbre de dejarse la mochila, donde llevaba el uniforme, preparada el día anterior.
- ¡Kiba! -llamó por cuarta o quinta vez a su amigo, antes de salir-. ¡Cierra bien la puerta cuando te vayas!
- Sí…
A prisa, bajó de dos en dos, incluso de tres en tres, los escalones hasta que llegó al subterráneo de su edificio. No le daba tiempo ni de coger un trozo de la pizza que sobró y comérselo. No si no quería llegar tarde. Esperaba que su amigo tuviera la consideración de recoger un poco el salón antes de marcharse… Se lo había dejado todo patas arriba.
Así pues, pulsó el botón del mando a distancia de su Toyota cuando aún le quedaban varios metros para llegar, y tiró la mochila en el asiento del copiloto, se abrochó el cinturón, y le rogó a Dios que el sitio donde solía aparcar cerca de la cafetería no estuviera ocupado hoy.
Sábado, 9 de agosto
08:27 h
- ¡Lo siento, lo siento, lo siento! -se disculpó mientras entraba a la carrera en el local-.
- ¿Café solo? -le preguntó Shikamaru-.
No era su costumbre llegar tarde, pero las pocas veces que se le pegaban las sábanas, siempre necesitaba un chute de cafeína para sobrellevar la mañana. Shikamaru lo sabía.
- ¡Con un poco de leche! -le contestó antes de cruzar la puerta que daba a la planta de abajo-.
Por los pelos. Gracias al cielo que el aparcamiento estaba libre. Sino, realmente hubiera llegado pasada su hora de entrada. Cuando ya se hubo cambiado, subió acelerado hasta la planta de arriba de nuevo. Al final de la barra, junto a la puerta, encontró su café y no dudó ni un segundo para echarle un poco de azúcar y bebérselo casi de un trago. Acto seguido puso la taza y la cucharilla en la bandeja del lavavajillas, y cogió una bandeja para empezar a amontonar los servilleteros.
- ¿Saliste con algún ligue anoche? -se acercó a preguntarle la rubia, con la picardía escrita en la cara-.
- Que bah… Un amigo que vino a mi piso. Nos quedamos hasta las tantas viendo una serie.
- Ahh… -se quedó pensativa por un momento-. ¿Ese que vino contigo el otro día? ¿El de la bici?
- Sí -se giró a mirarla directamente-. ¿Por qué?
¿Tan llamativos iban aquel día como para que se acordara de él? Bueno, sí. Tal vez. Con las mochilas, el casco y el maillot* ajustado... Sí, llamaban un poco la atención quizá.
- Hmm… -sonrió maliciosa y se dio la media vuelta-.
Naruto se quedó observándola mientras se alejaba, aún sin entender el gesto de su compañera, hasta que algo hizo clic en su cabeza.
- ¡Eres una malpensada, Ino! -se quejó-.
Pero aquella no le contestó. Se giró a mirarle por encima del hombro y le sacó la lengua antes de seguir con su labor.
- Va, Naruto -le llamó la atención el otro-. Que tienes gente ya.
- ¿Ya...? -volvió a quejarse-.
Por lo general, tenía tiempo de sobra para poner todo en su sitio, fuera en la terraza, antes de que nadie llegara. Abatido, dejó caer los hombros con un suspiro de resignación. Hoy parecía que no iba a ser su día.
Sábado, 9 de agosto
15:15 h
En parte, Naruto se había equivocado con su predicción.
La mañana resultó ser de lo más tranquila. A pesar de ser sábado, pareciera que la gente hubiese preferido quedarse en casa a descansar. O a resguardarse del calor. Le resultó de lo más extraño el poder trabajar sin agobios. Pero lo agradeció. La falta de sueño y el hambre que tenía no le hubieran permitido rendir al cien por cien si hubiese habido ajetreo.
Pero por otro lado… Él no había venido.
Se sentía decepcionado pues en la nota que le dejó el día anterior por la mañana le aseguraba que vendría hoy. Había mantenido la esperanza de que apareciera hasta hacía un rato. Aunque no hubiera ido de buena mañana, como era costumbre suya, a veces se pasaba por ahí unas horas después. Pero ya era tarde. Y en un rato se marcharía a casa.
Limpiaba las mesas y recogía los menús de medio día, pensando en qué haría luego. Tenía que salir al supermercado para llenar un poco la nevera y comprar detergente. Se le estaba acabando.
Miró de nuevo el reloj. Las tres y veinticinco. En cinco minutos terminaba su turno, sus compañeras ya habían entrado a cambiarse. Tendría que esperar hasta el lunes para volver a verle…
- Si sigues suspirando así, se te va a escapar el alma.
De un respingo, se giró. Y sintió que se le fuera a salir el corazón por la boca cuando le vio ahí sentado, unas mesas más allá de donde estaba él.
"¿Que estaba suspirando…?".
- Hey… -le saludó forzando una sonrisa. Le había pillado totalmente en babia-. ¿Cómo tú por aquí?
- Me aburría -se encogió levemente de hombros-. Así que he pensado que estaría bien salir a ver cómo están las cosas fuera de palacio.
- Oh… Así que su majestad se preocupa por la plebe…
- Hay que mantenerla contenta para que rindan, sino luego se resienten los tributos anuales. Y no me malinterpretes, pero quisiera poder seguir disfrutando de un buen vino paseando por los jardines de palacio…
- Pfff-
Naruto no pudo aguantar más con esa conversación y estalló en carcajadas. Rio tanto que hubo de llevarse una mano al vientre por el dolor que empezaba a sentir.
- ¿Coca cola? -le preguntó entre risas-.
- Unn… -asintió con una sonrisa-.
Aún sin poder creerse su suerte, entró animadamente al local. No se molestó en ticar el pedido desde el ordenador de sala. Se metió en la barra y cogió el vaso, le puso un par de hielos, y cogió luego la botella. Dentro ya habían terminado su faena. Sólo quedaban tres o cuatro mesas ocupadas, que ya estaban servidas. Pero si lo servía él mismo tardaría menos que estar esperando a que Shikamaru recibiera el pedido y lo sirviera. Claro que actuando así, sólo llamó la atención de sus compañeros, que se reían por lo bajo, mirándole sin decir nada.
Se podían ir a freír espárragos los dos. Se sentía feliz de poder haberle visto cuando pensaba que ya no vendría y, por una vez, le dio igual que se burlaran de él. Aunque en cuanto salió por la puerta hubo de contenerse. No quería que el moreno se diera cuenta de la ilusión que le había hecho verle.
- ¿Un mal día?
- No… -le miró sorprendido, al tiempo que le dejaba el bebida en la mesa-.
Bueno, no había empezado con buen pie… Pero no había sido malo. Mucho menos ahora.
- ¿Por qué?
- Tenías mala cara -le aclaró, echándose la bebida en el vaso-, pareces cansado.
- Ah, sí… -se rascó con un dedo la mejilla-. Anoche no dormí mucho… Está mañana casi llego tarde… -rio un poco avergonzado-.
- Dobe… -negó con la cabeza, conteniendo la risa-.
Naruto estaba a punto de saltar a contestarle, pero se mantuvo callado observándole al ver que el moreno se puso su bandolera sobre el regazo y la abrió, sacando el libro que le había prestado.
- ¿Te ha gustado?
- Unn… -asintió-. Ha sido bastante entretenido -sonrió-.
- Si quieres, puedo dejarte otro -le dio un brinco en el pecho de la emoción-, tengo un montón de libros de novela española.
- ¿Has estado alguna vez allí?
- ¿Eh? -¿Allí?-. ¡Ah! Sí. A mi madre le encanta… Fui un par de veces, con mis padres, hace ya unos años.
- Vaya… ¿Y cómo es? -se inclinó un poco más hacia adelante, con interés-.
- Buah… Cómo decirte… -cerró los ojos, inspirando profundamente intentando recordar-. Está lleno de iglesias y catedrales cristianas, y en todas hay un montón de pinturas y esculturas que no encuentras en los libros. Y en Barcelona, una ciudad de la costa, hay un mirador en el que subes con un teleférico, y puedes ver casi toda la ciudad, y el puerto, fundiéndose con el mar… -suspiró recordando la vista-. Fue una gozada -sonrió-.
- ¿Y cómo es la gente? ¿Son tan simpáticos como dicen?
A Naruto le abrumó el repentino interés que tenía aquel. Sentía sus ojos negros clavados en él como si no existiera nada más alrededor. Y por un segundo se quedó atrapado en ellos, hasta que escuchó la voz de su compañero llamarle.
- ¡Va, Naruto! ¡Que las chicas ya han terminado!
Miró su reloj de pulsera para darse cuenta que pasaban tres minutos de las tres y media. Devolvió los ojos al moreno que tenía delante. Empezaba a sentir que le faltaba el aire sólo de pensar que tenía que marcharse ahora que empezaban a tener una conversación.
- ¿Tienes algo que hacer ahora?
El chico cogió su móvil y echó una ojeada.
- He quedado con unos amigos…
- Ah… -se le desinfló la emoción de poder quedarse un rato con él-. Entonces nada…
- Pero aún les queda un rato para llegar -añadió-.
- Oh…
¿Eso era una invitación?
No estaba del todo seguro, pero aún así se tomó la confianza de considerarse invitado.
- Espera, ahora vuelvo.
Con el hormigueo en el estómago, se apresuró para bajar al vestuario a cambiarse. Tanto que incluso adelantó a su compañero por las escaleras y no esperó siquiera a que éste entrara y cerrara la puerta. Tenía que darse prisa. Se le acababa el tiempo. No tenía ni idea de cuánto tardarían aquellos en llegar, pero tenía que aprovechar al máximo.
"Que no venga la pelirroja aquella, por favor…", suplicó mientras se miraba en el espejo y se pasaba la mano por el pelo.
- ¿Has conseguido por fin una cita? -se mofó el otro-.
- Déjame en paz.
- Procura no cagarla... -le dijo sonriendo entre dientes-.
Vale. Sin duda no era el aspecto que hubiese querido tener para salir a tomar algo con él… Llevaba unas zapatillas estilo 'skater', pantalones piratas de color marrón claro, y una camiseta de tirantes negra, además de su mochila. Pero más valía esto que nada. Además, tampoco quería que se pensara que quería ligar con él… Si llegaba a intuir que se sentía atraído por él, quizás no volviera a verle más por ahí.
Por un instante, se quedó observando en su reflejo las marcas de sus mejillas. Eran casi imperceptibles, pero ahí estaban como un recordatorio...
"¡No!", se abofeteó mentalmente.
No podía permitirse que los fantasmas del pasado controlasen su vida. En esta ciudad la gente parecía ser más abierta de mente que de donde él venía. Sus compañeros y Kiba eran un buen ejemplo de ello. Hasta ahora no había tenido ningún problema con nadie y tenía la sensación de que el moreno no iba a ser el primero.
Revisó el móvil, de camino a la planta superior, por si tenía alguna llamada. Pero nada. Mejor. Si tuviese alguna llamada perdida de su madre, ahora tendría que devolverle la llamada. Se sabía su horario al dedillo y como tuviera algo que decirle, y supiese que ya había salido, y no le llamara… Se ponía insoportable luego. Una de las razones por las que decidió irse de casa. A veces llegaba a ser asfixiante.
- Haruka-chan -llamó a su compañera en la barra-. Dame una coca cola. Y cóbrame también lo de la terraza.
Esperó impaciente a que la chica le sirviera y le cobrara, echando miradas fugaces por la puerta, incrédulo de que fuera a salir y sentarse con él. Quería ponerse a dar saltos de la emoción, y tenía que morderse el interior del labio para impedir que se le ampliara aún más la sonrisa. Si le hubieran preguntado hacía una semana, ni borracho se lo hubiese creído.
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