Había pasado mucho tiempo, semanas, meses; los días suficientes para que nuestra PERSONAJE perdiera por completo el interés y su búsqueda dejara de ser rutinaria; dejó de molestarse en tratar de recordar su pasado y se resignó a vivir un futuro solitario y sin recuerdos, o al menos eso se decía a sí misma para aminorar el dolor que llevaba dentro.
Los días pasaban rápido, por las mañanas disfrutaba al máximo sus paseos por la ciudad sin ninguna preocupación, mientras que por las noches era una niña indefensa bajo sus sábanas, pidiendo ayuda a gritos desde lo mas profundo de su ser; le aterraba el hecho de que pasaría toda la vida sin conocer a alguien, no habría nadie que se preocupara por ella, que le abrazara cuando se sintiera sola o que le dijera que todo estaría bien.
Una noche como cualquier otra, se encontraba Ilse preparándose para ir a dormir cuando de pronto un sonido muy fuerte en la parte inferior de la casa le hizo temblar del miedo, todas las luces se encontraban apagadas menos la de su habitación por lo que la apago y rápidamente saltó a la cama, como un buen escudo anti problemas colocó rápidamente un par de mantas sobre su cabeza e intento escuchar el exterior pero el único sonido audible era el que producía su boca al intentar controlar su respiración, aunque era el hecho de que algo o alguien había producido ese fuerte sonido mientras que ella era la única persona en todo el pueblo, eso era lo que mas le aterraba; esperó a que no fuera nada mas que su cabeza jugandole una mala broma, entonces poco a poco fue cayendo rendida.
Ilse se encontraba durmiendo, parecía ser que estaba soñando con algo, era el primer sueño que tenía desde aquella vez; aunque era muy borroso lograba apreciarse una pequeña niña en un jardín lleno de hermosas flores, y a su lado una mano arrugada como pasa regando cada una de ellas; un bello sueño a pesar de la situación.
A la mañana siguiente Ilse se preparaba para su salida rutinaria hacia el pueblo, lo ocurrido la noche pasada había quedado en el olvido e Ilse había perdido el miedo tras haber caído rendida sobre su cama. Todo continuaba en su lugar, las puertas y ventanas cerradas, los autos bien estacionados cubiertos de polvo, las calles vacías y ninguna señal de vida en toda la zona, lo común. Después de ese sueño, día a día comenzó a crear su propio jardín, estando sola en todo su mundo quería hacer algo nuevo para variar. Dentro del pueblo, al final de la calle principal se encontraba un vivero, desde el primer día había apreciado las plantas y flores que se encontraban dentro, por lo tanto tomó unas cuantas de ellas y las llevo a casa esto sin antes dejar una nota en la puerta con la esperanza de que si alguna vez regresaba el dueño, este no se tomara a mal el que Ilse se llevara sus plantas.
—Hola, disculpe que tomara sus flores, espero que no le moleste; se las pagaré de alguna forma, por si acaso me busca soy la chica que vive a las afueras del pueblo.
Mi nombre es Ilse.
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