Lorenzo se despertó. Sudando. Con el corazón a cien y los ojos desorbitados. Había tenido otra vez la misma pesadilla. Esa en la que se encontraba frente a la mesa del don, el día de la caída. Se acercaba a su mesa pero no había nadie detrás muerto. Entonces por la puerta entraba el hombre que asesinó al don y le disparaba, caía al suelo y antes de tocarlo se despertaba sobresaltado.
Miró el despertador. Las tres y media de la madrugada, como otras noches sabía que ya no dormiría, así que se levantó. Bajó a la cocina y se preparó un café.
Tras el café, decidió ir a la sala de “material”, allí guardaba todas las armas y los artilugios para sus trabajos. Su nuevo hogar, desde hacía unas semanas, era más grande que el anterior. Se encontraba en medio de ninguna parte, el pueblo más cercano estaba a unos 15 kilómetros. Nadie le molestaba y el no molestaba a nadie.
En su casa pasaba poco tiempo, solo cuando estaba indispuesto para trabajar y cuando no había trabajo. Semanalmente una mujer iba a limpiar. Era una casa humilde y acogedora. No tenía grandes estatuas ni un televisor enorme, ni pijadas que los ricos ponen para demostrar clase. Era una simple casa rural restaurada, con su jardín donde cultivaba plantas en sus ratos libres, sobretodo rosas. La edificación estaba compuesta por dos plantas. La de arriba era más pequeña y solo tenía su habitación, su despacho y un lavabo. En la planta baja estaba la cocina, la sala para reuniones y la sala de las armas o de “material”.
Entonces sonó su móvil. El único que podía llamar a ese móvil era Niel. Así que contestó.
- Buenos días socio – dijo Niel con una voz alegre.
- Son las cuatro de la mañana – respondió Lorenzo irritado-. ¿Traes buenas noticias, no?
- Afirmativo, tengo un trabajo para ti.
- ¿Condiciones?
- El trabajo es en Barcelona, un banquero corrupto que se dedica a estafar y robar. Además se dice que está metido en chanchullos de tráfico de blancas. Cobrarías los primeros cinco mil euros por adelantado y otros veinte mil tras arrancar la mala hierba.
- Prepárame un vuelo para mañana por la tarde y acepta el trato por mi Niel.
-Entendido.
Lorenzo no necesitaba más, cogió la maleta y metió sus tres mejores trajes, dos pistolas modificadas por él con el relieve de un trescientos y sus silenciadores, un cuchillo que construyó Niel para Lorenzo que se colocaba en la muñeca y mediante un mecanismo salía o se escondía según lo necesitara él además de su caja llena de ampollas de un veneno indetectable y mortal junto a su respectivo antídoto.
Subió al coche y condujo hasta el aeropuerto más cercano. Niel engaño a los escáneres y los registros y su maleta llena de armas pasó desapercibida.
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