El despertador sonó, eran las siete de la mañana. Sobre la mesa de Lorenzo estaba preparado un café con unas pastas. Junto a estas tenía una nota: “Ven a verme cuando te despiertes”. Estaba firmada por Izaskun.
Una vez vestido, salió y atravesó las dos salas comunes, directo a la habitación de Izaskun. Picó y Gaspar abrió. Estaba con Izaskun, haciendo la caracterización. Ella tenía en la cara unas prótesis y estaba a medio pintar de un color más claro la cara entera. Cuando terminó con ella, era una chica distinta.
- Ahora es el turno de Lorenzo, necesito que te afeites – le dijo alargando una maquinilla eléctrica – no te preocupes, la maquinilla es nueva, si quieres te la puedes quedar.
- Entendido, muchas gracias.
A Lorenzo no le agradaba afeitarse, para él era como perder una parte de su personalidad. Esa barba pero, era peligrosa en sus encargos, solo se necesitaba un pelo de esta para cogerle. Y siempre más tarde o más temprano se afeitaba.
Una vez afeitado volvió a la habitación de Izaskun. Esta vez estaba sola.
- Gaspar ha dicho que te caracterizara esta tarde, porque ahora tienes la piel sensible y el maquillaje podría ser perjudicial para ti.
- Entendido, ¿Algo más?
- No. Me… me gustaría hablar de lo de anoche. Fue algo raro, ¿No?
- Yo diría inesperado – dijo entre risas Lorenzo – pero no te preocupes, no pasa nada.
- ¿Qué tal si no hablamos de ello? Me estoy empezando arrepentir de sacar el tema – dijo acompañada de una sonrisa nerviosa y unas mejillas sonrosadas.
- Mejor.
Durante aquella mañana Gaspar empezó su infiltración en el edificio. Según iba colocando micros y cámaras Lorenzo e Izaskun se aseguraban que funcionaban. También consiguió los planos del edificio, de las cámaras y de los conductos de ventilación. Ellos veían lo mismo que él a través de sus gafas con cámara. Realmente era un gran actor, ocultaba su acento natural y nadie sospechaba de él. Incluso sus compañeros llegaron a hacer bromas íntimas con él que Gaspar fingía entender.
Al mediodía, comieron en la sala común de las mujeres. Y durante aquella tarde, Gaspar se encargó de preparar a Lorenzo. La calidad de sus prótesis era tremenda, Izaskun las había llevado todo el día y exceptuando un poco de maquillaje corrido, estaba perfecta. Además eran muy cómodas, como si fueran realmente la piel de quien las llevaba. Tenía talento sin ninguna duda. Mientras Gaspar hacia su trabajo, Lorenzo e Izaskun prepararon su actuación, tenían que parecer una pareja joven e inexperta. No resultaría difícil, irían cogidos del brazo diciendo cursilerías y haciéndose carantoñas hasta el contacto.
El trabajo de Gaspar era una artesanía, nunca había dos prótesis iguales, las hacia a medida de aquel que las tenía que llevar, tomaba medidas, hacia moldes y, finalmente, usando una pasta especial de su propia cosecha las creaba. En cierto modo era como el trabajo de Lorenzo. Nunca asesinaba a dos sujetos exactamente igual, eso lo haría predecible, cada encargo se hacía a medida del objetivo, se planeaba distinto y siempre tenía que acudir a sus propios métodos para acabar la faena.
Mientras Gaspar ultimaba detalles, Lorenzo se duchó. Le gustaba pensar y las duchas eran un momento de tranquilidad en las que se relajaba y dejaba volar sus pensamientos. Siempre se había preguntado que habría llegado a ser, de no haberse escapado de casa o que destino habría tenido de no haberse integrado en los Trecentos. De pequeño él quería ser profesor, profesor de matemáticas para ser más exacto. El oficio de abogado y el de psicólogo también le parecían interesantes. Con los años se dio cuenta que lo que realmente le llenaba era la salud y la educación, tenía en mente ser profesor de educación física. En su joven cabeza era la manera de educar futuras generaciones en buenos hábitos como el ejercicio y la dieta equilibrada. Pero tras su fracaso en la educación secundaria no obligatoria y las fuertes discusiones con sus padres, escapó de casa y no volvió a plantearse nada de eso.
Tardó alrededor de tres horas en hacer las prótesis y media en colocarlas y maquillar el rostro de Lorenzo, cuando acabó en el espejo apareció el crio de 18 años que fue antaño, fue una sensación muy extraña, como si alguien que hacía años que no veía apareciera de golpe, y con un escalofrío recorriéndole la espalda se sonrió a sí mismo.
- El maquillaje resiste el agua y el sudor durante las seis horas tras haber sido aplicado, os lo repasaré a las diez por última vez. El vago de Dimitri os acercara a La Mina y tendréis que ir andando hasta la reunión.
- Ya tengo la información. Para entrar iremos por la zona norte, solo hay un segurata y es la zona menos vigilada, será fácil. Nos hacemos los enamorados y pasamos desapercibidos – comentó Izaskun.
- ¿Y si no nos deja entrar? – dijo Lorenzo.
- Entonces tendrás que encargarte de él rápido y esconderlo.
- Espero no tener que llegar a ese punto, no me gusta matar gratis y mucho menos matar por matar.
- Lorenzo – dijo Izaskun mirándole a los ojos – ninguno de esos hombres es inocente. Así que no dejes que la moral te ciegue, dependo… dependemos de ti.
- Sé que no debo llevar armas, pero creo que esto pasara desapercibido – dijo señalando la hoja oculta en su antebrazo.
- Podría tratar de pintarlo del color de tu piel – sugirió Gaspar – pero igualmente necesitarías llevar una manga que lo tape. Déjala en la mesa y cuando acabe te la devuelvo.
- Y Gaspar, en lo referente a ropa…
- Todo está controlado, tenéis en vuestras habitaciones ropa que he comprado hoy. Ayudará y dará fuerza a vuestra imagen de pareja adolescente.
- Nos vamos a cambiar y nos veremos en la cena Gaspar. Gracias por todo.
Se despidieron y fueron cada uno a su propio cuarto. Sobre la cama de Lorenzo había una camisa de cuadros azules con una camisa blanca básica interior al lado. Unos tejanos medio rotos por los bajos y con la rodilla totalmente agujereada. Finalmente unas bambas negras con apariencia de zapatos. Una vez se cambió de ropa, se dio cuenta que Gaspar tenía buen ojo hasta para las tallas, todo era lo suficientemente cómodo como para poder permitirle total capacidad de movimiento.
Salió al pasillo y se dirigió a la sala común femenina. Rose estaba sentada examinando los planos conseguidos por Gaspar, junto a ella Dimitri buscaba un coche de segunda mano mediante su portátil. Lorenzo se sentó en la mesa y comenzó a redactar el informe de los dos últimos días para Niel.
Cuando el reloj señaló las nueve en punto, Izaskun apareció en escena. Por lo que había visto, era una persona extremada y completamente puntual. Llevaba un vestido negro acabado en unos zapatos negros, el vestido se sostenía en sus hombros mediante dos tirantes, además llevaba los labios de pintados de un rojo muy intenso y una sombra de ojos que hacia destacar el azul de su mirada. Preciosa, pensó Lorenzo para sí. Finalmente Gaspar llegó con la hoja oculta en las manos, pintada de un color muy similar a la piel de Lorenzo. Este se la colocó y comprobó que el mecanismo seguía intacto.
- Rose, ya te he enviado el plan de esta noche – dijo Izaskun.
- Lo he revisado hace un rato, me parece peligroso, ¿Estás segura que tu contacto es de confianza?
- Me fio de él y él se fía del dinero que recibirá si todo sale a pedir de boca. Al parecer tiene ciertas… discrepancias con los jefes de los Hermanos García.
- Comprendo, pero igualmente id con mucho cuidado.
La cena sucedió sin ningún incidente, y llegada la hora de ultimar detalles, Gaspar repasó a Lorenzo e Izaskun, Rose les deseó suerte y Dimitri los acercó a La Mina. Una vez fuera del coche, les dio un móvil, no era demasiado moderno, sinceramente recordaba a uno de esos Nokia que siempre bromeaba diciendo que eran indestructibles. Solo estaba guardado el número de Dimitri. Este les avisó que estaría aparcado cerca. Una vez acabaran la reunión, y si todo salía bien, deberían llamar a Dimitri, sacar las tarjetas de los móviles y lanzarlos a la alcantarilla más cercana.
Izaskun y Lorenzo se miraron a los ojos, sonrieron y Dimitri con su estruendosa voz les dio ánimos con un simple: “Mucha mierda”.
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