La Sagrada Familia se mostraba imponente en aquella gran ciudad que era Barcelona. Como si de una corona se tratara. Aun inacabada había sido cómplice de miles de eventos, manifestaciones, algún incendio y sido visitada por miles de millones de turistas. La primera vez que la pisó Lorenzo fue a los once años, sus padres habían ahorrado durante meses para llevarlo a Barcelona a conocer a sus abuelos maternos y de paso a visitar sus monumentos. Su abuelo, un italiano de pura cepa, luchó en el bando republicano de la guerra civil. Se casó con su abuela, que era catalana, cuando la guerra llegó a su fin ya habían tenido una primera y única hija, su madre. Ésta fue enviada a Italia con los bisabuelos de Lorenzo y cuando la democracia volvió a España, su madre lo llevó a conocer a su familia.
Cuando llegaron a la Sagrada Familia, esta estaba repleta de gente, en unas colas quilométricas que la rodeaban. Ellos no necesitaron hacer tal cola para entrar, se acercaron a un guardia y dijeron que iban de parte de Rose. El hombre, les abrió una puerta trasera al templo y los acompañó a la puerta, una vez allí volvió a su puesto.
Aquel día se estaba llevando cabo una ceremonia. Se sentaron a esperar y una vez acabada, todo el mundo salió a los exteriores y se cerró esta para limpiar. Lorenzo e Izaskun estaban a punto de salir cuando a sus espaldas un hombre con un bastón en la mano que al parecer se había quedado rezagado alzó la voz.
- No veo películas buenas desde ciudadano Kane – dijo él en un tono lo suficientemente alto para que ellos lo escucharan claramente.
- Si no hubiese conseguido tanto dinero, habría llegado a ser un gran hombre – recitó Lorenzo de memoria.
Estaban solos, la gente de la limpieza aún no había llegado y aquel hombre se les acercaba ayudado de su bastón.
- Así que ustedes son los dos que salvaron a uno de mis chicos.
- ¿Es usted el señor Kane? – preguntó Izaskun sin tapujos.
- Por favor jovencita, llámeme John – dijo él.
Era un hombre de estatura media baja, aparentaba pasar por poco de los sesenta años, tenía el pelo canoso y cortado al milímetro bajo un sombrero un tanto desfasado a la época. Caminaba acompañado de un bastón y a Lorenzo le pareció apreciar que cojeaba de un pie. Llevaba un elegante traje negro que le daba unos aires de sobriedad, como un trabajador de una funeraria y unos zapatos tan limpios que se podía ver reflejado en ellos. Hablaba con un elegante y marcado acento inglés propio de un perfecto caballero.
- ¿Qué les parece si damos una vuelta por los exteriores? – dijo dirigiéndose a las puertas.
Ellos lo siguieron sin responder, una vez afuera, se sentaron en un banco apartado de los demás turistas y comenzó la negociación.
- Por lo que Eric y Francisco me han comentado sé que planeáis asesinar a Josep Liñán, anteriormente conocido como Josep García.
- Cierto.
- Pensáis que mis chicos y yo os podemos ser de ayuda para ese cometido.
- Exactamente.
- ¿Y, señor Gun, que saco yo de ayudaros? – dijo mientras se cambiaba de mano el bastón.
- ¿Qué necesita usted?
- Acabar con Los Hermanos.
- Entonces mataremos a su Don, una vez muerto el rey, las demás piezas caerán como fichas de dominó.
- ¿Eso quiere decir que si yo le ayudo a usted a matarlo, usted me ayudara a deshacerme de la banda?
- Estoy dispuesto a ello – dijo Lorenzo sin vacilar.
- Me recuerdas a él…
- ¿Disculpe?
- Yo era amigo de Don Piatti. Durante años trabajamos juntos como asesinos. Cuando acogía a alguien con talento en la banda de los Trecentos, me enviaba fotos y me informaba de este. Eras como un hijo para él, ¿Lo sabías?
Su voz se iba tornando más cálida y Lorenzo sorprendido y desconcertado empezaba a ser arrasado por un torrente de preguntas.
- Me lo dijo antes de morir – respondió Lorenzo mordiéndose el labio para ocultar su aflicción.
- Has cambiado un poco, pero aún se te reconoce, sobretodo sin barba.
- Sé que esto será inútil, pero ¿Sabe algo sobre su asesinato? – preguntó Lorenzo.
- Me temo que no sé nada. Fue un duro golpe y una gran pérdida. Sé que es tarde, pero siento mucho lo que ocurrió.
Izaskun que estaba en el medio de la conversación interrumpió el dialogo.
- Lorenzo – le miró a los ojos y le acarició la mejilla – junto lo encontraremos, pero ahora hay que centrarse en el señor Josep.
- Cierto.
- Chico, no te mentiré – hizo una pausa que pareció eterna y volvió a arrancar las palabras -. Me pareces de confianza y sé que eres capaz de acabar solo con ese hombre, dado el hecho de que me lo voy a tomar como un favor que le debía a Don Piatti por una vez que me salvó y que tal vez algún día te cuente, estoy dispuesto a hacer todo lo necesario si a cambio tú me ayudas a mí a destrozar a los Hermanos García – le alargó la mano y esperó a que Lorenzo lo hiciera.
- Trato hecho dijo Lorenzo – se la cogió y con una sonrisa le dedicó una breve reverencia mostrando respeto hacia aquella persona. Se levantó, cogió de la mano a Izaskun y juntos volvieron al coche de Dimitri.
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