Lorenzo necesitaba entrar al edificio de Liñán antes del lunes, así que decidió ir ese día que tenía libre, le envió un mensaje a Niel para que se metiera en las cámaras de la sucursal bancaria y una vez dentro borrara sus imágenes. Una vez confirmado que ya estaba dentro fueron Izaskun y él.
Entraron y comenzaron a moverse por el edificio, cada vez que alguien les llamaba la atención, ellos decían que se habían perdido y pedían instrucciones para volver a la zona pública, de las que pasaban al desaparecer la persona. Tras unas vueltas y subir muchas escaleras llegaron a la sala de reuniones, la habían visto gracias a los videos de Gaspar, sería tan fácil colocar veneno en la silla de Liñán y esperar al lunes. Pero ese no era su estilo, además de poder fallar y matar a más gente o a gente inocente.
Bajaron por el ascensor hasta la planta más baja, un parquin para los empleados. Era inmenso y según los cálculos de Lorenzo, cruzaba la carretera entre el hotel y las oficinas y tal vez hasta llegaba a pasar bajo el hotel. Filas de coches de lujo y de categorías superiores había aparcadas, al final unos furgones negros blindados, seguramente para mover dinero.
Se acercaron a aquellos furgones y Lorenzo escuchó movimiento dentro. Había algo o alguien golpeando las puertas para salir. Meditó unos segundos las probabilidades de quien o que podría haber allí, no había cámaras, y aunque las hubiera Niel le cubría las espaldas. Sacó sus dos pistolas y rompió el cristal del copiloto de un golpe de culata. La alarma no sonó, seguramente por la falsa sensación de seguridad de aquel parquin no se preocupaban en usarlas. En la guantera estaba la llave de la parte de atrás, los golpes habían cesado. Preparó ambas armas e Izaskun abrió rápidamente la puerta. Ante ellos apareció un conocido atado una silla tumbada en el suelo.
- ¿Doraemon? – dijeron sorprendidos.
Estaba amordazado, pero entre sus gruñidos se podía entre leer alivio. Lo desenmordazaron y desataron. Cerraron la puerta del furgón de nuevo. Intentó de hablar, pero no le dejaron. Con un dedo ante sus labios le mandaron callar y salieron rápida y sigilosamente.
Salieron hacia el hotel. Una vez seguros en el las habitaciones se inició la charla.
- ¿Que hacías allí abajo?
- Me descubrieron y decidieron que me cambiarían por alguien de la banda de los Hermanos capturado hace tiempo.
- Pues creo que ya no tienen mercancía.
- Era una trampa igualmente, pedían que John Kane fuera al intercambio porque tienen un francotirador que lo matará.
- ¿Cuando y donde es?
- A las doce del mediodía en Plaza Cataluña, son las diez y media, no hay tiempo para avisarles.
- Habrá que salvarle, ¿A cuánto estamos de plaza Cataluña?
- Con el tráfico de hoy… media hora o tres cuartos con suerte.
- Pero, notaran que faltas tú y tal vez no irán – pensó en voz alta Lorenzo.
- Lorenzo, haremos lo que creas más conveniente, ese hombre era amigo de tu capo, y no perdemos nada por ir a asegurarnos que no lo asesinan.
- Tienes razón, pero, ¿Se lo decimos a Rose? – le preguntó él.
- Ya se enterará.
- También.
- ¿Pues a que esperamos? – dijo Izaskun.
- Hay un piso franco cerca de Plaza Cataluña, podrías coger alguna arma allí si lo necesitas, pero hay que darse prisa – dijo Doraemon.
Bajaron al vestíbulo. La recepcionista paró a Lorenzo cuando estaba a punto de salir del hotel.
- Han enviado esto para usted señor Lorenzo. Firme aquí y se lo entrego – dijo acercándole un papel.
Firmó cogió el paquete y salió rápido a la calle. Un taxi había parado ante el hotel, subieron y Doraemon dio una dirección.
De camino allí, Lorenzo abrió el paquete. Dentro depositada con mucha protección había una hoja oculta idéntica a la de Lorenzo.
- ¿Qué es eso? – preguntó boquiabierto Doraemon.
- Esto, amigo Doraemon, es un seguro de vida.
- Llámame Eric por favor.
Se la colocó en el otro brazo y comprobó que el mecanismo funcionaba. Al ver salir la hoja de la maga se quedó boca abierto.
- Nadie se lo espera hasta que la tiene en el cuello clavada, y cuando pasa, es demasiado tarde ya.
- Entiendo.
El piso franco estaba a unos cien metros de la plaza. Picaron a la puerta, no había nadie. Por suerte siempre guardaban una llave cerca y tras unos minutos buscando la encontraron pegada bajo la alfombrilla de la entrada.
Era un pequeño piso, en una habitación había una cama, en otra cajas llenas de armas y munición. Lorenzo miró el reloj eran las once y media, no podían perder tiempo. Encontró un rifle de francotirador, era demasiado llamativo, pero sería la última opción. También cogió dos pistolas para Izaskun y Eric se armó con otras dos.
Salieron corriendo hacia la Plaza Catalunya, con un maletín bajo el brazo donde escondían el rifle. Una vez allí empezaron a buscar gente sospechosa, pero había demasiadas ventanas para encontrar a un francotirador así que esperaron a que aparecieran ambos bandos.
Primero llegó John Kane con tres hombres y un cuarto con las manos atadas a la espalda bajo un abrigo, al verlos se acercó.
- Señor – exclamó Eric - es una trampa, huya de aquí.
Los hombres rodearon a Kane con sus cuerpos y empezaron a examinar los alrededores. Pero fue demasiado tarde, en aquel momento un furgón idéntico a los del parquin donde habían encontrado a Eric irrumpió en la plaza. Les dio tiempo a ponerse tras un monumento dedicado a Francesc Macià que había en la plaza.
De la furgoneta salieron dos hombres armados. Uno de ellos disparó al cielo y la plaza se despejó entre gritos y empujones.
- Kane sal de ahí – dijo uno de los hombres.
- No seas gallina y enfréntate a nosotros, al parecer has logrado salvar a tu chico – dijo el otro.
- Pero tranquilo, que de aquí no saldrás hoy.
Lorenzo se quitó la chaqueta y la lanzó a un lado, los dos hombres dispararon sorprendidos. Iban a matar sin lugar a dudas.
- Tranquilos que la policía no vendrá. Al parecer una buena suma de dinero hace que desaparezcan – dijo uno entre risas.
Al otro lado del monumento estaba Lorenzo dando órdenes.
- Confiad en mí, Kane y tus hombres huid en el coche y llevaos a Izaskun a un lugar seguro – dijo Lorenzo – yo me quedaré aquí entreteniendo y una vez estéis lejos huiré.
- Pero chico… - dijo Kane.
- No me voy – dijo Izaskun.
- Si, es peligroso, y si me pasa algo tendrás que comunicarlo a Rose, usa mi portátil para contactar con Niel si no vuelvo.
- Pues vuelve, o te meteré una hostia que dará vueltas toda Cataluña.
- Confíe en mi señor Kane, saldré de esta.
Kane afirmó con la cabeza y junto a los guardaespaldas corrió en línea recta vigilando de no ser blanco de los dos hombres armados, su rehén atado y amordazado los siguió empujado por los guardaespaldas e Izaskun, la cual huía en contra de su voluntad, Eric estaba cerrando la fila vigilando la retaguardia. Al llegar al coche pitaron y el motor rugió mientras se alejaban.
Los dos hombres que habían salido del furgón en oír el coche intentaron de volver a este, pero Lorenzo salió rápidamente, disparó a las ruedas y logró reventar una de las delanteras. Volvió a esconderse. No podrían seguirles. Era el momento de huir o atacar.
Entonces Lorenzo se concentró. Oía pasos por ambos lados de la estatua, iban a por él. Necesitaba ser rápido, se acercó al borde derecho de la estatua que lo tapaba completamente y sacando a Susana y Bianca se preparó para la acción.
Giró rápido y vio un hombre con un arma, al pillarlo de sorpresa tuvo tiempo a disparar tres tiros, uno falló, otro dio en el brazo y el último en el costado. El hombre cayó al suelo gritando y sangrando. Trató de cambiar de mano el arma, pero Lorenzo ya le había propinado una patada en la mandíbula que lo dejó cao. De un disparo entre ceja y ceja lo mató.
De la furgoneta habían salido dos hombres que estaban alerta, no lo vieron de milagro. Volvió a la posición inicial pero antes de girar la esquina advirtió que había alguien en donde él se había parapetado de las balas. Aunque ambas pistolas estaban silenciadas, seguramente ese hombre sabía lo que había pasado.
Lorenzo se agazapó y esperó a que el hombre llegara a la esquina, cuando estaba a punto de girar, le cogió el arma y la apartó de su trayectoria, sonaron dos balas que por suerte no acertaron a nadie y tras esto le clavó con la otra mano la hoja oculta en el cuello, este intentó de agarrarle, pero fue en vano. Se quedó en el suelo desangrándose.
En oír los dos disparos, los dos hombres del furgón salieron a toda prisa girando la estatua, pero para cuando llegaron solo encontraron un cadáver.
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