Livius como cada mañana se levantaba temprano y se encargaba de preparar el desayuno a todos los artistas del circo. Hace unos pocos días que habían llegado a la ciudad, así que pudo comprar nuevos ingredientes para hacer un desayuno especial. Pero aquella gente no era muy agradecida y lo que recibió a cambio fueron malas palabras. A él le daba igual, solo los aguantaba por dos razones, una era su hermana y la otra…
-Livius, le has llevado de comer al bicho ese- dijo el capataz que estaba preparando la carne para los animales.- Toma, su ración de hoy.
Livius la cogió y vio que solo constaba de un filete de los pequeños y un trozo de hueso.
-Pero si esto es menos que la ración de ayer.-Se quejó viendo que los otros animales recibían mayor comida.
-Órdenes del jefe, y no le interesa tener a ese bicho con fuerzas, la que montaría si se escapara.
Livius atravesó la carpa de mala gana y se dirigió hacia las jaulas de los animales carnívoros. Pasó cerca de una de las caravanas, donde se asomó una chica vestida con plumas rojas y con un peinado muy peculiar y retorcido.
-Livi, después ve a hablar con el jefe, te estaba buscando hace un rato- dijo la chica con voz muy dulce y columpiándose un poco en la ventana de la parte de atrás de la caravana.
-Oh! Teresa, gracias por el aviso. Parece que hoy te toca el espectáculo central, viendo lo guapa que vas.- dijo Livius parándose al lado del buey que estaba al lado de la caravana.
-Jeje muchas gracias, me ha costado, pero por fin me han dado algo de protagonismo en la actuación.- dijo mientras se volvía- Por cierto, le podrías decir al capataz de le diera algo menos comida a Zafu, se está poniendo tan gordo el buey este, que cuando tira de mi caravana hay veces que noto que voy a volcar…- protesto mientras se mecía las plumas.
-Vale, se lo diré, si me disculpas, tengo prisa.- dijo mientras volvía a reemprender la marcha.
Llego hasta las jaulas, donde los animales se empezaban a impacientar por la comida que parecía no llegar. Avanzo entre las jaulas de los animales hambrientos, saludándolos uno a uno. Este circo solo contaba con un tigre y un león como animales peligrosos. Pero también disponían de bueyes, encargados de tirar de las caravanas, caballos, solían actuar en las actuaciones pero a veces tiraban de los carros, un elefante, pájaros de lo más variopintos y de diferentes tamaños y un puñado de serpientes, que los propios artistas no tomaban muy enserio. Pero lo más espectacular y que hacia mantener a flote este circo era un dragón que tenían en cautiverio.
-Hora de desayunar- el muchacho se acercó a una jaula pequeña y tapada.
La destapo poco a poco, pues le gustaba ver como las pupilas de aquel reptil se adaptaban a la luz, pasando de ser redondos negros a rasgados. Ver la contracción de las pupilas le hacía sentir raro, pero le gustaba mirar al dragón a los ojos. La jaula era muy estrecha, tanto que no le permitía ni el mínimo movimiento.
Livius entre abrió la mitad de la jaula para que el dragón sacara su cabeza y pudiera alcanzar la comida. Tenía tanta confianza con el muchacho que a veces cogía la comida que le tendía con la mano. Al chico le encantaba darle de comer con la mano, pues así sentía la confianza del reptil.
-Hoy no podré traerte más, creo que ahora el jefe me quiere llamar para echarme la bronca…- dijo mientras acariciaba las escamas negras del cuello del dragón, para que entrara la cabeza y así poder cerrar la jaula.
Livius tapo de nuevo al dragón y a paso rápido se dirigió hacia la caravana del jefe del circo. Era la más grande y llamativa, pero también la más vigilada. Había partes donde se veía la madera reparada por el ataque de algún bandido. Se dirigió a la puerta bien cerrada y golpeo con los nudillos. Tardó un rato en crujir la madera abriéndose.
-Criajo, contigo quería hablar.- dijo el gordo jefe, que llevaba el traje de director ya puesto.- Pasa que tengo unas palabras muy bonitas que decirte.
La puerta se cerró a su espalda. El interior estaba lleno de trastos, ropa y muebles con muchos cajones, la mayoría cerrados a cal y canto.
-Que ha pasado, no le ha gustado el desayuno…- dijo en voz entre cortada.
-¿Eh? Desayuno, ¡Ah! Ese del que tanto se quejan todos- dijo mientras se sentaba en una silla, que crujió bajo su peso.- No, no es eso por lo que te he llamado… -Hizo una pausa que para Livius fue eterna- Ha llegado a mis oídos que has ido a ver muy seguido al dragón, llevando contigo comida y que en una ocasión casi ven al dragón fuera de su jaula… ¿Y bien? ¿Alguna excusa para poner?
-No señor, es cierto. Pero es que no le dais casi nada para comer, ¡¡aun viendo el tamaño que ya tiene!!
-Mocoso insolente. Tú sabes cómo son los dragones de grandes y fuertes, si le das de comer y le pones un lugar amplio crecerá y será capaz de escapar. No quiero ni pensar si aprende a volar, ahí la tenemos liada…- dijo sacando un puro del cajón de un viejo escritorio. Se lo puso en la boca y lo encendió.- Chico, no te pases de listo o será tu hermana quién pague tus errores. Sabes que ese dragón es un ser poco común en cualquier tierra, y muchos adinerados pagan salvajadas por verlo una vez. Es cierto que sería mejor enseñarlo fuera de la jaula, pero parece que es a ti al único que no ataca si se le acercan.- decía mientras exhalaba humo haciendo que Livius tosiera en varias ocasiones.
-No comprendo… ¿Que tiene que ver el dragón y mi hermana?- pregunto mientras retorcía sus remendadas ropas, con algo de miedo.
-Si piensas huir mi ira caerá sobre ella. – Se inclinó hacia adelante- Quiero que cojas al dragón y bajo mi supervisión o la del capataz le enseñes que puede confiar en nosotros, sino lo consigues y no podemos domar esa bestia, lo pagara caro ella.- dijo y se levantó, camino despacio hacia el chico y poniéndose a su altura finalizo con un: Te ha quedado claro.
La puerta se abrió y una niña vestida con un barato vestido color gris entro con unas flores en la mano.
-¡Al fin te encuentro hermanito! He encontrado algo muy bonito, ¡Ven, ven!- dijo mientras agarraba el brazo de Livius.
-Chisa…- dijo girándose.
- Ale, ale, venga niños, id y divertíos.- dijo y cerró la puerta, haciendo una mueca que solo Livios tuvo tiempo de ver.- El espectáculo pronto empezará.
La hermana de Livius tenía apenas nueve años cumplidos. Los del circo no les daban mucho dinero así que la ropa de los dos solía ser de tercera mano y con muchos remiendos y algún que otro agujero. Por suerte, Chisa era muy mañosa a la hora de coser y los arreglaba, en ocasiones incluso hacia ropa para los dos con los desechos de los otros trajes.
En muchas ocasiones Livius intento ahorra para poder regalarle algo más digno, pues Chisa tenía un porte elegante, su piel era blanca y sus cabellos color caoba. Pero ella se negaba, no quería que su hermano malgastara sus pocos ahorros en ella. Así que al final se fue acumulando en el intento de convencerla para que lo usara ella.
Livius trabajaba desde la mañana temprano hasta que todos se iban a dormir a la noche. El circo hacia dos actuaciones una por la mañana y otra por la tarde. Entre y entre Livius estaba muy atareado entre la preparación de las cosas como en servir la comida a todos. En algunas ocasiones incluso le hacían limpiar la ropa. Cosa que él detestaba, pero que lo hacía para que su hermana pudiera jugar sin preocuparse.
Este iba a ser el último espectáculo en esa ciudad, pues ya tenían pensado marcharse a la siguiente. Los días de las partidas era cuando Livius tenía más trabajo, porque aparte de todo lo anterior también tenía que empaquetar todo para, por la mañana, empezar el viaje hacia el siguiente destino.
El espectáculo de la noche ya había empezado y la gente ya estaba sentada en el suelo en el interior de la carpa. Livius se había escabullido a ver como estaba el dragón, estaba cansado de hacer tareas. Pero al llegar, se encontró con dos personas rodeadas por una especie de seres sombríos vestidos con capas. Para Livius, era una pelea desigual, eran doce contra dos. Ver eso no le quito de la mente acercarse rápidamente al dragón, que se agitaba nervioso en su jaula. Avanzó sigilosamente, pues parecía ser que no le habían visto. Destapó un poco y comprobó que estaba bien, pero empezó a gruñir. Todos se giraron hacia él.
-Chico, aléjate de aquí- dijo el hombre sin darse la vuelta.
Había sacado una espada y combatía de frente contra tres de esos seres. La otra persona había dejado de atacar y se apresuró a acercarse a Livius. Alzó una espada y el chico cerró los ojos pensando que le iba a matar allí mismo, pero no podía ir más errado, pues el golpe fue contra la cerradura de la jaula, haciendo que está se abriera con un chirriante sonido. El dragón poco a poco se fue asomando. Cuando estuvo fuera, se sacudió y abrió las alas. Livius quedo impresionado al ver el tamaño, doblaba el cuerpo del propio dragón y eran negras como la misma noche.
Uno de esos seres cayó en frente del chico con una daga en la cabeza.
-Conviene que te marches- dijo mientras sacaba la daga del cadáver que pronto de desvaneció y puso su mano encima de la cabeza del dragón, quién se dejó tocar- Mierda… Zess, creo que el muchacho se tendrá que venir también.
-¡Que! Lo que faltaba- dijo deshaciéndose de tres de ellos.- Muchacho, tenemos que irnos, esos seres vienen a por el dragón, y si hace falta te mataran a ti sin pensárselo. Si no nos damos prisa vendrán refuerzos.- dijo el hombre mientras se acercaba.
Al tenerlo cerca, Livius vio que llevaba un parche en el ojo izquierdo y que su pelo negro estaba recogido en una pequeña coleta atada con una cinta. El chico no entendí que pasaba, pero temía a aquellos seres y el dragón hacia indicios de querer ir con aquellos desconocidos, pues empezaba a mover las alas en un intento de volar.
-No puedo, no sin mi hermana- dijo poniéndose de pie.
Entonces apareció el jefe agarrando a Chisa del cuello con su gordo brazo y con el otro sujetaba un cuchillo amenazando su vida.
- ¡Livius ven hacia aquí ahora mismo! Y dile al dragón que se esté quieto también.- su voz sonó nerviosa, pero sus brazos no dudaron. El jefe había visto las intenciones del enemigo y había ido a buscar a Chisa. No permitiría que se llevaran al dragón.
El chico miro a aquellas dos personas que aún estaban algo liadas ocupándose de aquellos seres que o se lanzaban contra ellos o contra el dragón. Livius dudo y entonces empezó a avanzar hacia su hermana. Entonces se escuchó el chasquido de una lengua y después un silbido largo, casi similar a un aullido, proveniente de la chica. Lo siguiente que se oyó fue el grito de dolor del hombre gordo, y el cuchillo chocando contra el suelo, mientras retrocedía con el brazo ensangrentado. Chisa salió corriendo hacia su hermano, quien la cogió de la brazo y se acercó a los desconocidos. Zess se deshizo de los últimos seres de sombra y recogió su sombrero que había sido agujereado por una de las armas del enemigo.
-Vaya, era mi favorito…- se lamentó mientras estiraba la mano hacia uno de los carros, que tras pronunciar unas palabras casi inaudibles, salto por los aires en pedazos.- Vámonos- dijo con júbilo mientras empezaba a correr.
-E..espera…- dijo el hombre agarrando su brazo ensangrentado- Livius… Sabes que lo que te decía era broma… ¿eh? No os marchéis…
Livius frunció el ceño con desprecio y avanzó con Chisa por el sendero que Zess les indicaba. El dragón no tardó en ir detrás, corriendo, aunque intentaba despegar desplegando las alas. El jefe intento ir hacia ellos, e incluso llegaron dos hombres tras oír el ruido.
-Donde vas- dijo la chica que aún no se había marchado- Gordo seboso más vale que calles y ni se te ocurra perseguirnos, o ¿quieres perder del todo el brazo?
Entonces entre las sombras apareció un lobo de tamaño considerable de pelaje negro, que mientras mostraba los colmillos gruñendo, se podría ver como fluía la sangre entre ellos. Entonces, tanto la chica como el lobo se marcharon a paso rápido hacia su compañero.
El hombre aun tembloroso se giró hacia los hombres que se habían paralizado y les grito enfadado.
-¡Pero que hacéis ahí parados! ¡Llamad a los guardias, a quien se! ¡No podemos dejar escapar ni al dragón ni a Livius!
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