Se pasaron todo el día caminando por el río, no se detuvieron ni a comer. Y cuando la fría noche empezaba a refrescar la ropa húmeda de los viajeros, Zess por fin decidió salir del agua y descansar en una de sus orillas de piedra.
-A este paso mañana a la tarde habremos llegado a Lepión, allí compraremos algunos suministros.- dijo Zess mientras prendía la hoguera y colocaba un pequeño cazo con agua encima.
-¿Qué vas a cocinar?
-Aún quedan unas pocas verduras y restos de carne seca. Tal vez algo así como un guiso.
-Tengo frío…- dijo Chisa pegándose a la hoguera.
Zess desdobló una manta y se la paso por encima de los hombros.
-¿Cuántos años tenéis?- dijo mientras se sentaba al lado de la hoguera.
-¡Yo nueve!-dijo alzando la mano.
Zess esbozó una pequeña sonrisa.
-Yo quince- dijo Livius secamente.
-¿Sois hijos de algún artista del circo?
-¿Por?- dijo el chico de mala manera. Pues si Zess no hablaba, él tampoco quería hablar.
-Pues porque no tengo la mente tranquila si he alejado a los niños de sus padres…- dijo, su voz realmente sonó tormentosa.
-No, somos huérfanos, el circo nos adoptó.- dijo, tras rendirse, decidió hablar.- A los seis años mi madre nos dejó a mi hermana y a mí, en aquel desconocido sitio.
-Yo tenía dos años ¿no?- dijo juntando sus pequeñas manos.
-Sí… Pero no recuerdo nada más que a partir de cuando llegue al circo. Así que no te molestes a preguntar nada más- dijo volteando la cara.
Zess empezó a reír flojo. Livius no le vio la gracia. Darklore se había tumbado cerca del fuego y ronroneaba a gusto.
Livius se despertó tras oír unos pasos. Chisa dormía apoyada en él y el dragón estaba acurrucado a su otro lado. Una manta los cubría a los tres. Todo estaba tranquilo, así que este empezaba a cerrar de nuevo los ojos, pero entonces vio a alguien entrando en el río. Gracias a la claridad que daba la luna pudo ver que era Zess, quien se había quietado la camisa y estaba caminando en el agua. Su pelo, ahora sin atar, le llegaba hasta los hombros. El reluciente negro brillaba de forma muy rara. El hombre se agachó y cogiendo un puchado de agua se la tiró por los hombros. Livius observó como repitió ese proceso un par de veces. Mientras, pudo detectar que Zess tenía una buena musculatura, aunque no la aparentaba. Después de todo luchaba con espada. Algo que le llamó la atención era una especie de tatuaje que se extendía desde su omoplato izquierdo hasta el derecho de largo y un buen trozo de espalda. Dos marcadas alas marrones, tan claramente dibujadas que parecía que podrías tocar las plumas. Eso no fue lo único que le llamó la atención al joven, pues en algunas partes del cuerpo que quedaban iluminadas, se podía ver heridas ya cicatrizadas alargadas, como aquellas que puede dejar una espada corta, un látigo o algo similar.
Livius había apartado la vista al otro lado de la orilla, pues vio que algo se acercaba a Zess. Pero el hombre ya parecía haberlo visto hace tiempo. Un lobo de color marrón claro se acercaba a él con paso tranquilo. Vaciló antes de entrar en el agua. Al tenerlo cerca, Zess posó su mano en la cabeza del animal. El hombre puso cara de alivio, como si se hubiera quitado un peso de encima. Livius no llegó a escuchar lo que decía, si es que decían algo. Y se volvió a dormir en contra de su voluntad.
Ya habían desayunado tranquilamente y caminaban a paso ligero por el bosque. Habían dejaron lejos el río. Zess parecía tener cierta prisa, pues había momentos en que cargaba a Chisa, quien quería descansar. Ella le parecía bien ser cargada, así no tenía que caminar, y a Zess no parecía importarle. Livius no aminoraba el paso, pero aun así no dejaba de pensar en lo que pasó la noche anterior. Quería preguntarle sobre ese lobo, sobre ese tatuaje y las heridas. Y si el tatuaje era el que te dejaba los Navy, ¿dónde estaba el suyo?¿Qué clase de animal o ser seria?. Las preguntas le carcomían, pero no podía decirle que había visto eso esa noche, pues le marcaría de fisgo o a saber. Pero tal vez podría desviar la pregunta hacia el lobo, pero no sabía cómo.
Livius se empezaba a sentir incomodo, pues Zess le dio permiso a Darklore, para que se marchara a cazar y estirar sus alas. Pues en nada iban a llegar a Lepión y sería muy peligroso que les reconocieran por el dragón.
Como Zess predijo, después de pasar el mediodía llegaron a la entrada del pueblo.
–Tomad- dijo tendiéndoles un pequeño saquito con monedas.- Compraros nuevas ropas, simples, que no destaquen. Es esencial conseguir, Livius, un zurrón y dos capas, una para tu hermana y otra para ti. Hum… si tienen capucha mejor. Por si llueve.
-Vale, pero ¿dónde vas? ¿Dónde nos encontraremos? ¿Y si nos descubren?- dijo mientras se guardaba las monedas.
- No seas tan pesimista…- dijo Chisa agarrándole la camisa.
-Voy a las caballerizas, intentaré conseguir un caballo y algo de provisiones luego. Y creo que será difícil que os descubran. Aún no ha debido de llegar tal información hasta aquí. Pensad, que ellos creen que hemos ido en dirección contraria.- les dijo Zess algo más flojo.
-Vale- dijo Livius algo más seguro.
-Nos encontraremos en el otro lado del pueblo en la salida.
Los viajeros se dividieron. Los hermanos se adentraron en el mercado. Chisa miraba todo aquello con mucha expectación. Los del circo casi nunca la dejaban ir lejos y pocas veces iba a las ciudades. Pero más que nada le llamaba la atención los muchos colores de las cosas. Livius consiguió adquirir ropa a precio muy asequible. Estaba acostumbrado a comprar todo lo necesario y lo que le pedían los artistas del circo, así que se hizo un gran negociador y regateador.
Después se apresuró a conseguir el zurrón. Mientras elegía entre varios que le ofrecía el comerciante, Chisa tiro de la ropa de su hermano.
-Dime Chisa, quieres algo- dijo agachándose un poco.
-Livi… Hay dos hombres que llevan un rato siguiéndonos, se han escondido detrás de uno de esos puestos…- dijo agarrándose y escondiendo la cabeza contra la ropa de Livius.
El chico se preocupó. ¿Sería capaz de enfrentarse a lo que se le avecinaba? Acabó la compra del zurrón. Y empezó a avanzar entre las tiendas, cuando giraba las esquinas se fijaba si lo que le dijo su hermana era cierto. Y tras esconderse en un callejón al girar la esquina. Pudo comprobar que sí. Dos hombres con ropa andrajosa, con pintas de ladrones miraban de lado a lado y avanzaron por la calle llena de gente.
-Chisa ¿estás bien?- dijo apartándola de su ropa para verle la cara.
-Sí… Casi parece que me he divertido y todo jeje- dijo pero su mano sujetaba fuertemente la ropa de su hermano.
-No te preocupes, no pasara nada… Vayamos a comprar las capas y volvamos con Zess.- dijo Livius mientras volvía a salir hacia la calle principal.
En el primer puesto que encontró, se probaron varias capas y las adquirió rápidamente. Con eso había gastado la mitad del dinero.
-¿Quieres algo Chisa? Aun nos sobran algunas Írias.- dijo Livius guardando bien las monedas.
Chisa negó con la cabeza. Livius palmeo su cabeza y se dirigieron a la otra salida del pueblo. Caminaron sin detenerse y vigilando que nadie les siguiera. Por fin en las afueras, encontraron a Zess. Éste rápidamente tiro la colilla y la piso.
-Hey chicos, ya pensé que os habían cogido- dijo mientras se acercaban.
-Hemos tenido que escapar de unos ladrones, por suerte, Chisa los vio a tiempo y no hubo más problemas…- explico Livius- pero hemos traído lo que has pedido y aun me ha sobrado dinero.
-Impresionante, pensé que era poco. Pues ahora conviene que os cambiéis. Esa ropa ya está muy gastada.- dijo mientras hacia un gesto para que le siguieran.
Caminaron un poco hasta un pequeño claro, donde había un caballo negro de tiro. Livius y Chisa se cambiaron. Las ropas que compró eran de lo más simples, una camisa y unos pantalones marrones, y cómodos para poder moverse si surgía la ocasión. La ropa de Chisa constaba de un vestido de marrones variados, que incluían algún que otro dibujo de flores con hilos verdes.
-Oh! Qué bien os queda.- dijo Zess recogiendo la ropa usada y colocándola dentro del zurrón.
- ¡Mira Livi! Ropa nueva- dijo Chisa dando unas vueltas para hacer flotar un poco su falda.
-El zurrón es para ti, aquí he puesto la ropa usada, los Írias que te han sobrado y algo de provisiones.- dijo mientras se lo pasaba- Y esto creo que lo necesitaras.
Zess le dejó entre las manos a Livius una pequeña daga enfundada. La funda era de un cuero negro duro. El chico fue poco a poco desenfundándola hasta ver su reluciente filo. La empuñadura era de hierro pintado de gris, pesaba menos de lo que él pensaba.
-También he traído algo para ti-dijo Zess volviéndose hacia Chisa.
Chisa dejó de coger flores y se acercó al hombre. Este le dejó en las manos un pequeño bote de cristal.
-¡¡aah!!- dijo Chisa abriendo los ojos como platos- Son las famosas ¡¡pompas de jabón!! - dijo saltando con el bote en mano.
Chisa se sentó apoyada en Livius, tiró del tapón de corcho y sopló por el agujero que tenía la vara de cristal que estaba situada en el centro del corcho. Un puñado de pequeñas burbujas de jabón empezaron a aparecer de la varilla. Livius observaba las pompas y la cara feliz de Chisa, pues pocas veces podía sonreír de esa forma. Zess sonreía al ver esa escena, similar a los cuadros que tanto apreciaban los marchantes. No tardó en llegar Darklore y sumarse a las risas, persiguiendo las pompas.
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