Ya había oscurecido para cuando Livius y Chisa se marcharon de la plaza. Tardaron un poco en llegar a la posada, pues Livius se confundió de calle. Las calles estaban oscuras y, aunque la mayoría estaba iluminada por la luz de las antorchas, las sombras dificultaban poder reconocer las cosas. Al llegar a la posada se encontraron a Zess cerca hablando con un desconocido. El hombre se giró cuando se acercaron los dos niños.
-Id subiendo, ahora voy yo- dijo Zess sin dar más explicaciones.
-Vaya, así que estés son tus hijos… Sí, es peligroso ir solos.- dijo el hombre que cargaba una pesada lanza.
Livius y Chisa obedecieron sin rechistar, después de todo no debería ser una persona importante si Zess le estaba contando una mentira.
Los hermanos entraron en la habitación, Chisa se tumbó encima de una de las camas y cerró un poco los ojos. Livius dejó el zurrón encima de la mesa, encendió la vela y se dirigió a la pequeña ventana del cuarto. En ella no se podía ver gran cosa, solo una estrecha calle vacía donde pasaban algún que otro gato.
-Livi, mira hay un espejo detrás de la puerta- dijo Chisa haciendo carantoñas delante del espejo.
No se habían fijado en el espejo de cuerpo entero que había detrás de la puerta, porque en las pocas ocasiones que estuvieron dentro, la puerta estuvo abierta. Livius y Chisa empezaron a hacer caras raras en frente el espejo. Livius observó que su pelo marrón azabache le llegaba ya al cuello. Los hermanos solo tenían la similitud, física, en los ojos verdes. Entonces alguien tocó a la puerta, los hermanos se alejaron un poco y esta se abrió.
-Traigo algo de cena- dijo Zess con dos boles humeantes.
Los dos se sentaron cerca del escritorio y empezaron a degustar el guiso, pues estaba muy condimentado y lleno de cosas que antes no podían haber probado. Zess se sentó en una de las camas.
-He decidido hacer un cambio de planes…- su voz sonó pesada –Karla parece no haber llegado a Kawara.
-¿Le ha pasado algo?- dejó la cuchara un momento.
-Creo que no. Pero he cambiado de planes, porque parece que sacaré algo de información de esa persona que habéis visto abajo. Se ve que es un lancero que va hacia la capital por orden del Rey. Están reclutando personas, y va a ayudar a la causa, por lo visto.
-Y qué piensas hacer- dijo masticando un trozo suculento de carne.
- Le dije que los caminos son peligrosos y temo no poder proteger a mis dos queridos hijos todo el camino, así que él ha dicho que mañana partirá, que nos acompañará hasta, Daral, un pueblo al que se supone que nos dirigimos. Esta cerca de Poltoir, así que tampoco perdemos nada. Pero tendremos que ir andando. Aplazaremos lo de volar por ahora…- dijo Zess abriendo la alforja, de donde saco una pequeña bolsita.
- Por mi perfecto, no estoy yo mentalizado a la idea de volar…- dijo Livius acabando de limpiar el plato.
-¡¡Yo si quiero volar!!- dijo Chisa soltando la cuchara y estirando los brazos mientras los agitaba como si fueran alas.
- Jeje pronto, pronto… por ahora habrá que guardar las apariencias- Zess dejó encima de la mesa una especie de caramelos en forma de estrellitas. –Son para vosotros.
-¡Caramelos!- Chisa dejó el bol y se lanzó a zamparse dos caramelos de golpe.
-Pero Chisa, poco a poco- regañaba Livius mientras recogía los boles.
-Si devolvemos los boles, nos devolverán algunas Írias- dijo Zess mientras se tumbaba en la cama y se tapaba el ojo bueno.
-Yo iré a devolverlos- dijo Livius levantándose.- ¿Dónde lo tengo que llevar?
- Ya voy yo, tranquilo.
-No importa- dijo ya al lado de la puerta
-En la taberna que hay aquí, justo al lado de la posada.- dijo sentándose de nuevo y sacándose la capa y el sombrero.
- Ahora vuelvo
Livius salió de la posada y entró en la taberna que había al otro lado. Un fuerte olor a alcohol empezó a salir nada más entrar. El lugar estaba iluminado por grandes antorchas en las paredes y el techo. No había mucha gente en las mesas y las pocas personas que habían tenían mala pinta. Livius se acercó a la barra.
-Después de tantos ataques de dragones, normal que la ciudad esté tan fortificada jaja- reía solo un borracho al final de la barra.
- Que si hombre, si, los dragones ya no se ven- dijo el tabernero limpiando la madera que estaba siendo salpicada por la jarra de aquel borracho. Al ver a muchacho se acercó a él.
-Dime pequeño, no ves que este no es ni el lugar ni la hora para estar por aquí jugando- se recostó en la madera de la barra, está crujió.- ¿Qué necesitas?
- Traigo los boles de la cena.- el muchacho colocó los boles encima.
- Vale, ahora te devolveré algunas Írias. Espera un momento- dijo alejándose de la barra.
Mientras Livius esperaba, vio entrar al cuentacuentos que lentamente se recostó en una silla. Este empezó a hablar con los tipos de la mesa. El muchacho curioso por la conversación que podría tener, disimuladamente se acercó para oírles.
- … Esa historia si es rara, pero viejo, ¿has escuchado los rumores que circulan por el ejército del rey?- dijo uno de los hombres mientras golpeaba su jarra.
- Ojojo que rumor- dijo el anciano recostando el bastón en la pared.
- Un solo hombre fue capaz de destruir una aldea y no una aldea cualquiera, sino una de espías, y un buen trozo del ejército del Rey. Según he escuchado, era un gran espadachín.
-¡Que dices, yo creo que era un mago!- dijo otro golpeando el robusto brazo encima de la mesa.- ¡¡Y que incluso tenia alas!!
-¡Alas! Entonces ya no era ni un ser humano- protestaba otro.
- Lo que sí es que después de toda esa hazaña de destruir la aldea y el ejército, se encaró con el mismísimo Rey. Y escuche que el Rey tuvo que huir malherido. Aquel hombre le dejó escapar y desapareció, de la misma manera que apareció, debajo de una gran sombra oscura.- Añadió el que empezó a contar el rumor- Y solo perdió el ojo izquierdo, aquel hombre desconocido.
- Hum… sigue siendo un rumor, ¿a quién servía y como se llamaba? Así tal vez se podría catalogarla de historia. Si es que el Rey quiere esconderla verdad…- dijo el anciano meciéndose la barba.
- Eso parece no saberlo nadie, solo un día, llegó hizo todo y se marchó, como a quien le golpea una brisa de viento- añadió.
Por la cabeza de Livius empezaron a circular un montón de ideas descabelladas, pues aquellas descripciones parecían recordarle a alguien.
-¡Ey! muchacho, aquí tienes- dijo el tabernero colocando algunas Írias encima de la barra.
Livius las recogió y rápidamente salió del lugar, pues parecía ser que aquellos hombres se dieron cuenta de que les estaban espiando. Subió las escaleras de dos en dos, al llegar a la puerta respiro y entró. Chisa estaba metida en la cama haciendo ondear las mantas y Zess sentado en la otra, pasando el dedo por unos trozos de papel.
-Ya tardabas, pensé que te habías perdido- Zess guardó los papeles.
Livius se sentó al lado de Chisa. El muchacho no podía ocultar su cara de preocupación y duda.
-¿Ha pasado algo?-dijo Chisa acercándose a Livius.
-Cuando entré en la taberna escuché unos rumores muy raros…- dijo mientras se sacaba la camisa- pero no es nada, vamos a dormir…
-Como quieras- dijo Zess descalzándose.
- ¿Desde cuando tienes esto?- Chisa posó su mano encima de la espalda de Livius.
-Seguramente desde que tocó por primera vez a Darklore- dijo Zess alzando un poco la vista.
-¿El qué?- dijo extrañado el muchacho, girando la cabeza.
-Un dibujo, un especie de línea que parece un dragón, en forma de circulo, como si se comiera la cola y con las alas en un lado abiertas- dijo Chisa mientras hacía gestos raros. –De color negro como Darklore
-Ya te dije que los Navy nos marcan. Todos los Cadenza están marcados por ellos.
Livius salto de la cama rápidamente y se giró hacia el espejo. Tuvo que girar el cuello para poder verse la espada reflejada en el espejo. Un dragón negro se enroscaba en su espalda, estaba dibujado de lado con las alas extendidas hacia la izquierda y la cabeza hacia en el omoplato derecho. En la cabeza del dragón, asomaban dos largos cuernos, mientras sus patas parecían clavarse en la piel.
-Vamos muchachos a dormir, mañana hay que partir temprano - dijo Zess mientras esperaba que los dos hermanos se metieran en la cama.
Livius se tumbó junto a su hermana, quien ya casi no podía mantener los ojos abiertos. Dio una última mirada a Zess, quien ya se había tapado en la otra cama, y apagó la luz. El muchacho no aguantó mucho despierto, estaba agotado tras tener tantas cosas en la cabeza. Aquel rumor, los secretos que ocultaba Zess… Quería sonsacarle la verdad a aquel hombre, pero no iba a ser fácil, así que por ahora aplazó lo de contarle el rumor.
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