El túnel en el que estaba daba efectivamente a las catacumbas del lugar. Mientras seguía caminado terminó en el desagüe del convento, y llegó al río abajo de la montaña. Cerca de allí se encontraba un pequeño mercadillo donde los comerciantes dejaban los víveres, y recogían pasteles y panes que las monjas vendían. Cuando llegó a una entrada cercana al pozo encontró un cuerpo en estado de putrefacción.
— ¡Oh Dios mío! no huiré más ¡lo juro! ¡ya aprendí la lección!
—¿Oyeron ese ruido?, viene de cerca del pozo, ¡Vayamos rápido! – dijeron un grupo de hombres cuyas verdaderas identidades no se podían ver debido a la oscuridad— ¿Quién anda ahí?
“Claro, ¿cómo no se me ocurrió antes?. El hecho que esté en un convento no significa que no haya soldados custodiando las afueras.”
Procedió a hacer lo más sensato en ese momento: Apagar la lámpara y ¿rezar? o mejor esperar a que todo se calme.
Los pasos eran cada vez más fuertes, no sabía que hacer. De pronto la presión le comenzó a bajar, cada vez hacía más frío, hasta que sintió una electricidad por su espina dorsal, unos gritos y todo oscureció.
Cuando despertó sus manos estaban amarradas y estaba dentro de una carreta de madera, parece que quien la custodiaba le tenía un miedo atroz porque apenas despertó sacó su crucifijo de plata.
- ¡Aléjate de mí demonio! - Le gritó, aunque su voz se partió un poco. Quien le dijo eso era un joven de tal vez dieciocho años, no tenía barba, pero tenía un uniforme de soldado. Sus ojos y cabellos eran castaño claro, usaba una coleta y su nariz era aguileña.
-¿Qué esta pasando aquí?- preguntó Luna
-Vamos a la capital- respondió el joven secamente, le siguió mirando.
-¿Para qué? Bueno por lo menos no volveré a aquel convento.
-¿Demasiado santo para usted? - le dijo con cierta sorna-Es muy joven para dedicarse a las artes oscuras- le dijo de pronto.
Ella calló y se dispuso a mirar el paisaje a través de las rejillas de la ventana, el monasterio era cada vez más pequeño. El soldado le seguía observando, ya no tan asustado como antes, eso le molestaba, se veía joven pero siempre le dijeron que no debía confiar en el sexo opuesto. Decidió hablar claro para demostrarle que no era ninguna sumisa.
-¿ A que te refieres soldado? ¿Qué sabes de mí? Nunca me he dedicado a tales artes. ¡Me acusan sin pruebas! - le dijo enojada.
-¿Es cierto aquello señorita?- de pronto cambió su tono- Pero todos dicen que mató al virrey anterior...
Luna se llevó la mano a su cabeza – Eso fue un terrible malentendido... joven. Simplemente estuve en el lugar equivocado, pero posiblemente no me creerían. ¿Voy a morir, no? - le dijo con los ojos llorosos y una mueca que podría ser tomada por una sonrisa sino fuera por las circunstancias.
-Posiblemente. Aunque si logra salir podrá probar que es una bruja.- le dijo el soldado con entusiasmo.
-Muy gracioso. Todos sabemos que eso son leyendas, producto de la gente que tiene tiempo de sobra.
-¿Usted cree? Están pasando tantas cosas en estos momentos que ya no sé en que creer. Pero cosas extrañas siguen sucediendo y estoy seguro que las altas autoridades las están ocultando. - luego sacó una moneda de su bolsillo y se la mostró, decía: Liberté, égalité, fraternité.
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