Después de un corto descanso, volaron en dirección al refugio del que hablaba Zess. Livius se sentía más cómodo ahora que montaba a Darklore con la silla. Traía unas cintas de cuero y una especie de estribos que permitía que se quedara bien agarrado al dragón. Ahora, aunque se inclinara o se balanceara, permanecía bien sujeto. Todos estaban muy cansados, pues pronto se haría de día y no habían dormido nada. Aunque Livius sintió que en algunas ocasiones cerraba los ojos. En la noche, tanto el dragón negro como el ave pasaban desapercibidos, pero ahora que empezaba a despuntar el sol, serian un blanco fácil para cualquiera que alcé la vista.
-Por cierto, donde está el refugio ese al que nos dirigimos- dijo Livius para mantenerse algo despierto.
-Desde aquí casi se empieza a ver el lugar, está escondido en la sierra que recibe el nombre de "los colmillos del demonio".
- Es un buen sitio, eso está lleno de montañas altas y todas muy juntas que hacen difícil acceder muy dentro, aparte, el nombre ya da mal rollo.
-Exacto, y el refugio es también una montaña, algo particular en el interior, pero que por fuera es igual a las otras, por eso es difícil encontrarla si no eres de allí
- ¿Tú eres de allí?
-No, pero si tengo amigos allí.
Avanzaron entre Letere y Ledere, por encima del Valle de Nero, cruzaron el río Leviathen y llegaron a los colmillos del demonio cuando el sol ya estaba sobre el horizonte. En esa sierra, Zess se ocultó entre las montañas, volando bajo. Así que, tanto Darklore como Alice, tuvieron que hacer maniobras y movimientos precisos para no chocar contra las montañas y rocas del camino. Entonces después de ese camino de obstáculos, Alice empezó a subir verticalmente por una montaña bastante alta. Livius tuvo que sacar de su zurrón una manta, pues cuanto más subían más frío hacía. Aunque esta no era una de las montañas más altas, hacía un frío muy raro al acercarse a la cumbre. Zess y Chisa también se taparon. Pero llegaron a la cumbre, sin pasar mucho frío, pues Alice se encargaba de alejar la nieve que se formaba y Darklore calentaba el ambiente con sus llamas. Livius se sorprendió al ver que la cumbre de aquella montaña tenía un agujero hacia dentro. Alice plegó las alas para poder entrar y empezó a descender. El dragón no tuvo problemas para entrar. Según descendían, en las paredes del agujero asomaban palos, que Darklore y Alice tenían que ir esquivando para seguir descendiendo. Livius se paró a mirar que esos palos eran para posarse en ellos, pues al otro extremo se abrían agujeros y grietas que parecía refugios, madrigueras o cuevas.
Por fin después de tanta bajada, Alice se posó en uno de esos palos. Darklore siguió su ejemplo y se posó, pero en otro un poco más alejado. Zess y Chisa bajaron del ave y avanzaron por el palo hasta la cueva que se abría al otro extremo. Livius no sabía qué hacer, pues estaba lejos de poder alcanzar el otro lado.
Podías haberme dejado con ellos…
Hum… Podría, pero casi como que no… Solo tienes que entrar por esa grieta, seguro hay unas escaleras o algo para bajar, y ya los verás abajo.
Livius refunfuñó y se metió en la cueva. El espacio era grande, pues Darklore entró también con él. Había lino en el suelo, en mucha cantidad. El dragón lo tomó como una invitación y se tumbó encima.
-Bueno, veo que no me tengo que preocupar de que vayas a esta bien.- dijo Livius al divisar las escaleras para bajar.
El muchacho dejó al dragón disfrutar de esa mullida cama y empezó a descender por las escaleras. Era muy larga y en forma de caracol, así que incluso se le pasó por la cabeza saltar por el centro para acabar antes. Al final le esperaba un enorme salón, con una larga mesa en el centro. Zess y Chisa también acababan de bajar las escaleras.
-¿Que es este lugar? – su voz se hizo eco por lo espacioso del lugar.
-Este lugar se llama el refugio, aunque en sus buenos tiempos recibiera el nombre de Ouga, cuartel general de los candenza de la segunda capital del reino.- la voz de una persona mayor resonaba por la sala, así que Livius no estaba seguro hacia dónde mirar para saber quién hablaba.
El chico observó el lugar. Cuatro grandes pilares, que escondían en su interior las escaleras por donde bajaron, sostenían un gran techo de un pálido azul casi transparente. Todo, tanto paredes, pilares, techo… estaba recubierto de dibujos y grabados. Todo extremadamente decorado. Aunque en esa sala solo había una larga y gran mesa y muchas sillas, como muebles.
-Buenas señor Ortus, ¿qué tal está?- dijo Zess mientras se acababa de acercar a Livius.
-Pues no me quejo, aun me queda rato de trote jeje- dijo de nuevo la voz.
Esta vez si la pudo localizar, una puerta se abrió y de ahí salió un hombrecillo algo encorvado que se mecía una larga y blanca barba. Se apoyaba en un bastón y parecía temblar a cada paso que daba. Livius temía que ese hombre fuera a caerse o algo antes de llegar hasta donde estaban ellos.
-Oy, joy ,joy ¿quiénes son tus jóvenes acompañantes?
-Soy Livius, señor- dijo rápidamente.
-Chisa- dijo la niña aun observando la estancia.- Es verdad que este lugar es el legendario sitio, Ouga. Del que hablan tanto las historias.
- Bueno, tuvieron que reconstruirla, pero sí. Intenté que más o menos que las reparaciones no cambiaran como era el antiguo lugar.
-Vaya, así que es esta… Impresionante…– dijo Livius.- Cuando nos la contó Teresa, no me creí que existiría y menos con tanta esplendidez.
-Seguro que estáis hambrientos, cuando lleguen mi mujer y mi hija, os prepararemos algo rico para comer.
-Que bien- dijo Chisa acompañada de un rugir de estómago.
Los presentes empezaron a reír un poco, y Chisa se avergonzó un poco.
Entonces una voz alarmada y nerviosa gritaba desde la nada:
-Ortus, cariño, ¡¡¡ven rápido!!! Hemos encontrado a Karla muy mal herida, ¡¡sangra bastante!! ¡¡Rápido!!
-Viene del recibidor, vamos…- dijo Ortus girándose y avanzando rápido, no lo parecía pero cuando se puso en movimiento, pareció rejuvenecer unos cientos de años.- Vosotros esperad aquí.
Zess ya ni estaba en la sala, nada más oír el mensaje salió pitando. Chisa y Livius se quedaron solos en la enorme estancia. Decidieron sentarse, mientras esperaban.
Que ha pasado, tu mente esta algo agitada.
¡Darklore! Pues veras, por lo visto han encontrado a Karla muy malherida.
-Livi, cuando podamos descansar en cama, ¿me contaras de nuevo la historia de este lugar?
-Claro, espero acordarme bien…
Pasaron unas horas, suficientes para que los niños se quedaran dormidos. La voz de Zess los despertó suavemente.
- Buenos días, que tal si vais a desayunar algo caliente, seguro tenéis muchísima hambre.
Chisa y Livius se reincorporaron y siguieron a Zess. Salieron de esa sala y llegaron a un largo pasillo que parecía descender. Livius tocó la pared, que era de piedra y estaba fría y húmeda. En ella había algo similar a registros de historias, grabados y escrituras, para él ilegibles. Cada ciertos pasos había puertas, el muchacho preguntó a donde conducían las puertas y Zess le respondió que eran habitaciones. Al final del pasillo había una enorme y colosal puerta. Los niños la observaron atónitos, parecía de mármol pulido, de lo blanca que era. Pensaron que se necesitarían muchas personas para abrirla, pero Zess apoyo un poco su mano, y esta se deslizó suavemente. Ante ellos una sala el doble de grande que la anterior servía de salón-comedor. Una gran mesa de granito ocupaba el centro de la sala y filas de bancos alrededor.
-Aquí es donde se come y se reunían antiguamente los candenzas- dijo Ortus, saliendo de una puerta lateral, acompañado de una mujer.
De esa puerta salía un dulce aroma a comida, y la mujer traía en cada mano un gran bol de algo humeante. Chisa y Livius se sentaron en el banco frente a la mesa, y la mujer les sirvió la comida.
-Chisa, Livius, esta es mi hija Urla.- hizo las presentaciones Ortus.
-Encantada- dijo la mujer.
-Igualmente.
Aquella mujer no era muy alta, estaba algo rellena y tenía unos musculosos brazos. Lleva un delantal marrón y cargaba una especie de cuchillo en un costado. Su pelo negro estaba muy mal cuidado y rizado.
Chisa y Livius devoraron la leche de cabra e incluso repitieron con algo de timidez. Al finalizar el segundo bol de leche, Livius no pudo retener más la pregunta y atacó a Zess.
- ¿Cómo esta Karla? ¿Qué le ha pasado? ¿Está muy grave? ¿Dónde está?
- Llegó con alguna herida grave, pero ahora está mejor. Se alarmaron mucho, pero no fue tan grave como para amenazar su vida, ella se las sabe apañar para escapar en situaciones difíciles. Ahora está en una habitación descansando. Aunque parece que tiene algo de fiebre.
- Mi madre está vigilándola, por si empeora o algo- dijo Urla.
- ¿Ya sabéis que le ha pasado, o quien la ha atacado?
- No, cuando llegó estaba inconsciente y aún no ha vuelto en sí.
- Bueno lo importante es que ya está en casa y bien- dijo Ortus alzando muy temblorosamente la mano.
-¿Cuánta gente vive aquí?
-Actualmente, pocos conocen este sitio. Así que oficialmente solo viven el señor Ortus, su mujer y su hija. Después están algunos que otro conocido que se deja caer por aquí, como es nuestro caso.
-Claro que antiguamente este lugar siempre estaba lleno y abarrotado, por eso son tan grandes las salar.
Livius notó la nostalgia y tristeza en la voz del anciano.
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