Lunes, 11 de agosto
17:10 h
Abrió los ojos con el sonido de la televisión de fondo. Se sentía cómodo, ahí tumbado en el sofá, con el fresco de la sala. Seguro que su madre había puesto el aire acondicionado después de que se quedara dormido nada más llegar.
Intentó reprimir un bostezo, pero finalmente optó por cubrirse la boca con la mano al fallar en el intento y parpadeó un par de veces más antes de volver a cerrar los ojos, removiéndose un tanto para acomodarse mejor. Se sentía realmente perezoso.
- ¿Estás despierto? -susurró su madre, acercándose con sigilo-.
- Unn…
- Ve a comer algo, hijo, se está haciendo tarde…
Suspiró con resignación. Sabía que tenía que levantarse, pero ahora no le apetecía nada. Aún así, se incorporó con cuidado, y se sentó derecho, apoyándose en el espaldar. Vio de reojo a su madre salir con calma del salón. Apostaba lo que fuera a que no se esperaría a que él se levantara para ir a la cocina, y le traería la comida hasta ahí. Ella sabía de sobra que necesitaba unos minutos para despejarse la mente cuando se levantaba de sus siestas, pero aún así, seguía tratándole como si no fuera más que un inválido.
Estaba enfermo, sí, pero podía valerse por sí mismo. Era en momentos como éste en los que se sentía más asfixiado y daría lo que fuera por vivir solo. Como Naruto.
"Naruto…", cerró los ojos echando la cabeza hacia atrás.
No podía parar de preguntarse cómo sería su vida fuera de la cafetería. Parecía un nervio con patas así que estaba seguro que andaba quemando energía de alguna manera. ¿Habría salido con la bici por la montaña como aquella vez? ¿Estaría haciendo fotos? ¿Estaría ahora con aquel chico con el que le vio...?
Se masajeó el puente de la nariz en un intento de disolver sus pensamientos. Empezaban a desviarse de nuevo hacia un punto al que no le gustaba darle vueltas. Claro que tenía que tener amigos. Más que él, seguro, por la forma de ser que tenía. Si no fuera porque sabía que no era de la ciudad, apostaría que conocía a todos y cada uno de los chavales de su edad. No ponía en duda, sin embargo, que hubiera hecho amigos por allí por donde había pasado de viaje. Había visitado tantos lugares que fijo que conocía medio mundo ya.
Y en eso le envidiaba.
No en la parte de conocer a mucha gente… Realmente, Sasuke tenía pocos amigos. Pero los justos y necesarios para él. Y aunque a veces le hicieran sentir asfixiado… Sabía que era porque se preocupaban por él, nada más.
Lo que envidiaba de Naruto era la libertad que tenía para ir donde quisiera… Y cuando quisiera. Ojalá algún día, si llegaban a forjar una amistad y los dioses se lo permitían, pudiera acompañarle en sus aventuras. Sólo de escucharle hablar ya se sentía como si viajara él mismo a otro lugar. Incluso a otra época por lo que le contaba. Había estado en sitios donde se celebraban justas durante las fiestas locales, como las que veía en las películas de la Europa medieval. Seguro que debió emocionarse cuando lo vio por primera vez y se le quedó cara de bobo.
Sonrió para sí recordando esa risa floja que le daba a veces, que hacía incluso que se le cayeran las lágrimas. Era verdaderamente refrescante.
- Te dejo aquí la comida, hijo.
La voz de su madre le hizo despertar de su ensoñación. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que apoyó la cabeza, pero su madre ya estaba de vuelta, con la bandeja sobre la mesa delante suya, dedicándole una suave sonrisa.
- ¿Has descansado?
- Sí… -se sentó a su lado-.
Suspiró profundamente al ver lo que le había preparado. Aquellas verduras hervidas no tenían nada que ver con el arroz que le preparó el rubio el día anterior, fue casi como redescubrir el sabor de nuevo.
Sin embargo esto…
Con otro suspiro de resignación cogió los palillos y empezó a comer. No tenía caso intentar pedirle que le diera algo de soja, o teriyaki. Sabía que esa discusión no llevaría a ninguna parte. Y de todas maneras, hacía ya tiempo que intentaba no quejarse de lo insulso que le resultaba todo, especialmente la comida. Su madre ya se mortificaba suficiente ella sola.
- Y dime, hijo, ¿qué tal con tu nuevo amigo? ¿Has ido a verle hoy?
- No… No he tenido tiempo.
- Bueno… Mañana entonces -le sonrió-. Me alegra que salgas con gente nueva, se te ve más animado.
- Unn…
Siguió comiendo en silencio. Al parecer, su madre interpretó aquello como que no quería hablar sobre el tema porque no tardó en levantarse para ir a buscar la caja donde guardaba su material de ganchillo, para luego volver a sentarse a su lado.
Aunque realmente se moría de ganas de contarle todo lo que venía pasando por su mente últimamente. Por una vez, sintió verdaderos deseos de estar al lado de alguien, sin agobiarse. A pesar de las tonterías que se le ocurrían a veces.
"Y las tonterías que llega a tragarse, el muy… dobe", sonrió para sí mientras seguía comiendo.
Llevaba ya casi medio plato cuando decidió tomarse las pastillas que, muy diligentemente, para variar, su madre había colocado junto a su plato en el pastillero.
"Mira que creerse que tengo diecisiete…".
Se giró a mirar a su madre al percatarse que se había quedado inmóvil y se la quedó mirando fijamente a los ojos. Pareciera que quisiera decirle algo pero las palabras no salían de su boca.
- ¿Qué pasa? -le preguntó curioso-.
- No, nada… -volvió a su labor tras dedicarle de nuevo una suave sonrisa-. Me alegro de que hayas encontrado un buen amigo.
Se quedó parado durante un instante, con las pastillas en una mano y el vaso de agua en la otra, intentando adivinar qué quería decir. Observó unos segundos más cómo tejía cuidadosamente la que, seguramente, sería una nueva pieza para regalar a alguna de sus amigas. Ella también parecía más animada que de costumbre, sonriendo mientras hacía su labor.
Y entonces cayó en la cuenta.
"Debo tener cara de gilipollas…", se abofeteó mentalmente.
Se tomó las pastillas con un buen trago de agua y siguió comiendo, ocultando la cara bajo el flequillo. Ya sentía que el rubor empezaba a subirle y si su madre se daba cuenta… No estaba seguro de estar preparado para contarle nada.
Aún.
- Gracias por la comida… -junto las manos e hizo una leve reverencia-.
Con calma, cogió la bandeja para llevarla a la cocina. Sabía que si no lo hacía en ese mismo momento, su madre no tardaría ni un minuto en hacerlo ella. Con cuidado, fue colocándolo todo en el lavaplatos, preguntándose qué podría hacer en lo que restaba de día. Empezaba a estar un poco cansado de leer, a pesar de que los libros que le había dejado prestado el rubio tenían toda la pinta de ser interesantes. Desde luego que ese chico era una caja de sorpresas…
Cuando le vio la primera vez, no podía hacerse ni la más mínima idea de todo lo que había detrás de aquellos ojos azules. Intuía que era algo intenso… Pero el empeño que ponía en todo lo que hacía era abrumador. Algo tenían aquellos ojos que le arrastraban a seguir adelante con otra visión del mundo.
Una visión llena de vida y color.
Decidido, cerró el lavavajillas y regresó de vuelta al salón. Tenía que hacer algo con respecto a ese color azul.
- Mamá -la llamó desde la puerta. Ella se giró para mirarle directamente a los ojos, a la espera de que continuara. Cosa que le incomodó por un momento, haciéndole sentir un leve rubor las mejillas. Hacía mucho desde la última vez que le pedía el favor-. Necesito que me hagas de modelo un rato…
- Claro, hijo -sonrió-.
Aprisa, marchó a su cuarto para cambiarse de ropa e inmediatamente después fue hasta la habitación que tenía sólo para pintar. Quitó del caballete el lienzo de la última pintura que había estado intentando terminar, y lo dejó a un lado apoyado en la pared, colocando otro en blanco en su lugar. Preparó un taburete en medio de la sala para cuando llegara su madre, y los botes con los pinceles. Hizo también acopio de todos los colores que pudo encontrar y, cuando lo tuvo todo organizado, comenzó a visualizar de nuevo aquellos ojos celestes.
Para cuando su madre llegó, ya había comenzado a abocetar con el grafito, a groso modo, el paisaje que le había enseñado Naruto de la ciudad, desde lo alto de la montaña. Podía recordar con bastante detalle todos los colores vivos de aquella vista.
Pero sin duda, el color del cielo aquel día era extraordinario.
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