Estamos a principios del siglo diecinueve en el Tribunal de La Santa Inquisición, lugar temido por fieles e infieles por igual, donde miles de mujeres vieron terminar su vida por culpa de una acusación absurda. Gracias al “Período de Las Luces”, se había eliminado casi por completo la practica barbárica de la caza de brujas, pero empezaron las guerras en Europa y la región era un caos. El nuevo virrey era un tirano, era un general que hacía todo lo posible para eliminar cualquier amenaza de insurrección. Desde que se enteraron de las noticias de las revueltas en el norte, todos estaban en alerta.
Mientras gobernantes, militares y rebeldes se encontraban peleando en las montañas, en la ciudad los religiosos estaban a cargo, pero con tantos muertos en lugares cercanos y la falta de alimentos, debido a la toma de algunas ciudades enclave por grupos rebeldes, brotaron enfermedades y con ellas las viejas supersticiones. Porque cuando las cosas no tienen un sentido aparente no hay mejor opción que echarle la culpa a los otros, es ello o luchar contra el poder central. Se escuchaban los gritos revolucionarios, en Francia y en la joven América, ya lo hicieron en el Norte, era la hora del Sur. Adiós Imperio y bienvenida la libertad.
Hipólito, ese era el nombre del soldado que estaba custodiando a Luna, nuestra protagonista.
- ¿No eres realista? ¿por qué me muestras esta moneda francesa?. - le preguntó Luna al soldado.
- Porque he decidido ayudarla. Con la condición que si resulta ser una bruja ¡se unirá a la causa! - contestó
- En realidad mi familia ya es parte de ella. Y, ¿en serio sigues creyendo que soy bruja?- le miró con ojos de desconfianza
- No lo sé, pero si tenemos a nuestro lado a quien mató un virrey...- decía mientras sonreía.
- Cosa que no hice – interrumpió Luna.
- Sí, como sea. Detalles sin importancia. – dijo el chico – Mire ya me ha dicho que esta a favor de la causa independentista y necesitamos gente. Así que le sacaremos de allí, solo necesitamos ¡una distracción! ¿ y sabe cuál es la mejor distracción?
- ¿Una bruja? - preguntó la chica.
- Sí, eso también...pero me refería a una multitud enojada... ¡con antorchas! - dijo Hipólito entusiasmado.
- Tengo un presentimiento que de esta ya no voy a regresar. - dijo Luna – pero te haré caso. No tengo una mejor opción.
Mientras charlaban ya habían llegado a la ciudad. Descendió de la carroza todavía enmaromada, la personas que pasaban por el lugar le miraban con cierto pavor. Parece que la noticia se había extendido rápidamente. Bruja y asesina, ¿hay algo mejor?
La celda era muy parecida a su antiguo cuarto del monasterio con la diferencia que tenía barrotes y un guardia en la puerta, fue allí donde pasó la noche.
En estos momentos se estaba llevando a cabo un juicio por el delito de brujería. Se desistió de agregar el delito de asesinato puesto que no había pruebas suficientes y el cuerpo estaba efectivamente en estado de putrefacción.
En un lado del local se ubicaban los jueces encargados del proceso y al otro estaba el verdugo con una bolsa de tela que le cubría su rostro, listo para ejecutar cualquier orden dada.
- Señores- dijo un cura con túnica marrón y barriga prominente- En estos momentos se dictará la sentencia a la Señorita Luna Aguirre, hija de don Aristo Aguirrre, mercante de los Reinos del Nuevo Mundo y dueño de una imprenta. Se le acusa del delito del brujería bajo dos aspectos, el uso de la magia negra para engañar a los soldados del lugar y el desentierro de cuerpos.
- No lo desenterré, lo hallé.- interrumpió Luna.
- ¡Silencio! Procedamos. Por lo cual se le condena a morir bajo la hoguera . Si muere significa que no es bruja y será perdonada de sus pecados. Sino que el fuego se encargue de exterminar los espíritus malignos de su interior. - dijo el clérigo.
“¿Me quemaran viva?” Pensaba Luna “parece que al final tendré el mismo fin que mi madre.”
Comments (0)
See all