Estuvieron mucho tiempo volando. Livius y Chisa se durmieron varias veces sobre Darklore. Pero cuando el sol empezaba a despuntar en el cielo, comenzaron a descender.
-¿Dónde estamos?- preguntó extrañado Livius bajando del dragón.
-Estamos en la localización de contacto del Clan de los guerreros- dijo Karla mientras era ayudada por Zess a bajar de Alice.
Una especie de pueblo con casas fuertemente fortificadas con piedras gris claro, y rodeado por el bosque, se podía ver desde su posición. Un estrecho camino comunicaba el exterior con la plaza de aquel pueblo tan protegido. Darklore y Alice se quedaron en el bosque. Desde donde estaban, el pueblo parecía desierto, pero en empezar a acercarse pudo percibir la vida en él. Las ventanas eran tan estrechas que aprecian líneas en la pared, pero se percibía la luz en el interior. Las puertas eran de una fuerte y robusta madera. Algunos niños corrían por los tejados de algunas casas luchando con palos de madera.
No avanzaron mucho dentro del pueblo y ya tenían ayudando a Karla al menos ocho personas. Todos preguntaban que le había pasado.
-¿Pero cómo es que siempre nos venís a visitar heridos?- se quejaba un hombre que estaba sentado en un escalón del portal de su casa.
Chisa estaba agarrada a la ropa de Livius al verse rodeado de tanta gente desconocida y la mayoría armados con espadas, lanzas o hachas. Aquello que parecía una plaza era un campo de entrenamiento. Las casas cercanas eran herrerías y armerías. La casa más grande estaba en frente y parecía un palacete de piedra muy disimulado. De ella salió un hombre robusto y musculoso de barba blanca pero bien recortada, vestido con un mono de tirantes marrón sucio y cargando una alabarda negra. Presentaba numerosas cicatrices tanto en los brazos como en la cara.
-Hija mía, pareces venir de la guerra- y empezó a reír a pleno pulmón con su voz tosca. –Mujer, prepara una cama, que ha debido de enfrentarse a una horda de gallinas hambrientas.
Zess dejó a Karla en manos de dos mujeres que vinieron a recogerá y a entrarla en la casa. El pueblo, que los seguía desde que entraron, empezó a retomar sus quehaceres.
-Vosotros también queréis pasar o quieres echar un combate, mago- dijo pasando uno de sus robustos brazos alrededor del cuello de Zess.
-No estaría mal, el viaje ha sido movidito y los muchachos están cansados- comentó señalando a Livius y Chisa.
-No J*das, que me has hecho abuelo y ni me he enterado.
-Que no hombre, no… Estamos de misión. Hazme el favor…- dijo Zess escabulléndose del musculoso brazo.
-Menos mal, porque de ti no saldrá una generación guerrera, ya los estaría viendo yo con un libro en la mano…- dijo avanzando hacia Livius.- Que muchacho ¿A ti te gustan las armas o los libros?
-Los animales- respondió el muchacho.
Aquel hombre empezó a reír a pleno pulmón de nuevo
- Buena respuesta. Soy Ginrou, el líder del clan guerrero.
-Soy Livius y ella Chisa mi hermana- dijo mientras la niña permanecía a su espalda.
-Seguro no habéis estado comiendo bien, solo hay que mirar lo flacuchos que estáis. Venga pasad y serviros un buen lechón.
Las casas por dentro eran más acogedoras, con muebles de madera, buenas cocinas y trofeos adornaban las paredes, desde pieles de animales a armas.
En todo el tiempo que llevaban de viaje nunca habían visto una mesa tan llena de comida, para ellos aquello era un banquete de reyes, pero por los comentarios de los que vivían en casa, eso era el aperitivo de media mañana. Los hermanos pudieron disfrutar por primera vez la carne recién asada. De verdura poco, a lo mucho las patatas.
-¿Tienes algún herrero que se atreva con la espina de un dragón?- preguntó Zess pegando muchos bocados al plato.
- Eh... Creo que podría ser...- dijo zarandeando un muslo de pollo.- Ya sabes, ese que vive algo a las afueras, si hombre, ese viejo loco.
- Ezel se llama, y estará loco, pero las mejores armas vienen de sus manos- dijo la mujer de Ginrou posando su jarra de una bebida espumosa.- Zess, te será fácil encontrarlo.
-¿Qué tal esta Karla? - se atrevió a preguntar Livius.
- Es fuerte, eso no es nada. Otros días llegó peor.- reía con la jarra en la mano, Ginrou.
-Señor como se ha hecho todas esas heridas- dijo curiosa Chisa.
- Peleas, guerra, un oso...- dijo mientras las señalaba- Son marcas de victorias.
Chisa seguía pegada a su hermano.
-Oye, muchacho... Livius ¿no? En acabar, probemos que tan hombre eres.
- Ginrou, no sé si Livius está para eso...
-Eres muy sobreprotector. Piensas defenderlo toda su vida, tendrá él que aprender a no ser un inútil.- dijo golpeando la bebida.
Zess se resignó, levantándose y abandonando la sala. Livius estuvo a punto de detenerlo, pero no lo hizo.
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