-¡Ballester! ¿Estás en casa? ¡Ballester!- dijo Zess mientras la puerta retumbaba bajo sus nudillos.
- ¡Que sí, hombre! ¡Que sí! Ya bajo- resonó la voz al otro lado de la puerta.
La puerta tardó en abrirse, pero Zess esperó pacientemente. La madera chirrió quejándose las bisagras bajo el peso de la mano que tiraba de ella.
-¿Pero sabes la hora que es? – dijo aquel hombre grande como un armario.
-Sí, ¿la hora de comer?- dijo despreocupado.
- No me digas más, ¿Te has peleado con Ginrou?- rascándose la nuca dio un suspiro- ¿Qué necesitas ahora?
- Un caballo
- ¿¡Solo eso?! Para eso interrumpes mi sagrada hora de comer…- dijo rascándose la tez. – Bien, coge el que más rabia te dé, pero te aviso que o me lo devuelves intacto o lo pagas. Va enserio, mis pura sangre, son caballos de raza nacidos para la guerra, cuestan más de lo que ganarías trabajando honradamente toda tu vida…- dijo ya viéndolo marchar hacia los establos- ¡SON COMO MI FAMILIA!
Zess, dentro del establo, pudo escuchar las últimas palabras de Ballester muy en la lejanía. Los caballos relincharon al ver entrar a alguien, pero enseguida se calmaron. Toda clase de caballos estaba colocados en sus respectivos boxes de madera y en la puerta de cada uno, sus respectivos nombres y razas. Zess deambuló entre los animales con aire curioso, Ballester había conseguido criar nuevas razas, por lo que tardó un poco en decidir cuál llevarse. Entre caballo de tiro o de carrera, optó por un Quarter Horse que recibía el nombre de Old Sorrel. Era un semental de color marrón y de crin blanqueada con una mancha blanca en la frente y en la punta de las orejas. No tardó en ensillarlo con su respectiva silla y riendas. Su carácter fue extremadamente dócil frente a un desconocido como Zess. Lentamente lo condujo fuera del establo y se despidió de Ballester, quien agitaba la mano desde la ventana de su casa.
Zess espoleó un poco al caballo y enseguida alcanzó una velocidad que sorprendió al propio jinete. En seguida llegó donde se habían quedado Darklore y Alice. Los encontró a ambos en un absoluto silencio, y junto a los tres lobos de Karla.
- Vaya ¿Y quién se ha muerto? – dijo Zess desmontando.
Para mí que el cerebro del dragón ese… -dijo de manera algo burlona.- ¿Ya te has peleado con Ginrou? Qué raro que vuelvas sin alguna magulladura- Alice empezó a reír inflando un poco su plumaje.
- Vengo a buscar la púa de Darklore, intentaré que un buen herrero haga una espada con ella. Porque o es el loco de Ezel quien la hace o muy difícilmente encontraremos alguien que pueda moldear algo así…- dijo acercándose a Darklore.
Darklore dejó que Zess buscara en sus alforjas la púa que le cortaron. No tardó en dar con ella.
- Y con esto me marcho a buscar al señor herrero – dijo ya desatando a Old Sorrel.
¡EJEM!! No te olvidas de algo – dijo Alice mientras se movía incomoda.
- Sí, cierto.- dijo mientras hacía un gestó, susurrando palabras que hicieron que su Navy adoptara un tamaño más pequeño y normal. –Aun así quédate a vigilar las cosas, que tu hayas encogido tu tamaño no significa que las otras cosas también- dijo señalando los trastos que Alice había cargado en el viaje.
Zess atravesó el poblado a caballo a gran velocidad bajo la mirada de los niños que ya volvían a salir de sus casas para jugar a peleas. Ezel no vivía muy lejos, pero tenía que atravesar medio bosque y encontrar la cabaña en la que aquel señor vivía.
Después de estar un rato en su búsqueda, un hilo de humo delató su posición. Con la cabaña en frente Zess desmontó y se acercó caminando, guiando al caballo hacia el palenque donde lo ató.
-Sabes, Old Sorrel, adoró la libertad que produce correr a gran velocidad a caballo… ¿No piensas lo mismo?- dijo haciendo un buen nudo con las riendas sobre el palo.
El semental hizo un relincho, que Zess se decidió tomar como una afirmación. Más contentó, entró en la cabaña. Un sofocante calor casi le obliga a cerrar la puerta. El calor del interior era tal que a Zess se le empezaban a secar los ojos si no pestañeaba a menudo.
-¿Hola? ¿Ezel? ¿Está usted por ahí? – avanzó unos pasos.
Unos fuertes golpes metálicos guiaron a Zess hasta atravesar la casa de un extremo al otro, saliendo por una puerta que daba a la herrería.
Los martillazos pararon, pero enseguida empezó el sonido del fuelle que Ezel usaba. Cuando las ascuas se avivaron y el hombre dejó de hacer ruido, habló Zess.
-¡Ezel!- por fin llamando su atención – Soy Zess y vengo a pedirle un encomiendo.
-¿De qué se trata?- dijo sacándose los guantes de cuero y dejándolos encima del yunque junto al martillo.
Antes de que Zess respondiera, le ofreció asiento y ambos se sentaron. Aquel hombre, debido a su trabajo, tenía la piel envejecida por el calor y debido al sudor y al polvo del carbón y la madera, parecía tenerla oscura y tostada. Su pelo mostraba ya rastros de canas y sus manos arrugadas y dañada por el martilleo.
-¿Estaría dentro de tus capacidades hacer una espada con esto?- dijo Zess pasándole la larga púa.
- Hum… Este material es increíble… Es de dragón ¿Verdad?- dijo con voz tosca.
- He oído que tú has producido las mejores espadas y armas, y esperaba que pudieras hacer una espada…
- Por muy especiales y buenas que sean mis armas, si quien las blande es un inútil, no servirían ni como utensilios para cortar mantequilla.
- Lo sé, pero el dueño que ha de blandirla le esperan muy duras pruebas por delante.
- Así que es un nuevo Cadenza, mala cosa en estos tiempos… Está bien, me encargar de esto.
- Muchas gracias- dijo levantándose e inclinando la cabeza.
- Dos semanas, eso es lo que tendréis que esperar – dijo pasando repetidas veces la mano sobre la superficie de la púa.- Y han de venir contigo el dragón y su Cadenza.
- Vale, y en cuanto al pago…
Ezel se levantó y volvió a coger sus guantes. Dejó la púa encima de una mesa llena de artilugios y armamento metálico.
- Eso ya lo decidiremos más tarde. – y metió un trozó de metal que sostenía con unas pinzas, con una mano, mientras la otra presionaba el fuelle.
Zess volteó y salió de la calurosa sala, atravesó de nuevo la casa y cerró la puerta cogiendo una gran bocanada de aire puro.
- Creí que me asaba ahí dentro, que aire más fresco- dejó que la brisa le alborotará los pocos pelos que habían escapado de su pequeña coleta.- Bueno, ¿Volvemos?
Old Sorrel dio varios golpes en el suelo con la pata y relinchó.
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