El fango y la tierra empezaban a pesarle en las botas. Su respiración se agitaba pero no desistía en correr aun si sus fuerzas comenzaban a mancar. La oscuridad era intensa, y justo llegaba a distinguir los arboles del bosque cuando los tenía a pocos palmos de la cara. El ruido de los caballos al galope era ensordecedor. Las sombras acechaban en todos lados, todas arañando sus carnes. Lo inevitable pasó, tropezó. El dolor de la caída añadida a las heridas de la batalla, le impidió un segundo levantamiento. La respiración se le entrecortaba, los caballos se acercaban, su mano no dejaba de apretar sobre su costado por donde brotaba la sangre. Intentó calmarse, al ver a aquel jinete encapuchado sobre el caballo parando frente ella. Lanzó un grito ahogado de rabia al no ser capaz de levantarse, pero su mente seguía resistiéndose a desfallecer, si iba a morir, moriría dando guerra. Pero la vista le empezó a fallar, algo hizo que su mente se nublara y el jinete alzó su espada sobre su cabeza dejándola caer con fuerza. Un último grito.
Karla se levantó de golpe entre fríos sudores y respiración agitada. Por un momento no sabía que estaba pasando, pero enseguida volvieron sus recuerdos y al mismo tiempo el dolor.
- Túmbate, has tenido una pesadilla- dijo Abad’ora – Has estado varios días con una fuerte fiebre, pero ya se ha calmado.
Karla se dejó tumbar a regañadientes.
- Y dime ¿Cómo has acabado tan mal?- dijo la mujer sentándose en la cama junto a ella.
- Me atacó un caballero de la élite junto a unos cuantos sombra muy bien organizados…- dijo ella frotándose las sienes- Un momento… ¿Cuánto has dicho que llevo durmiendo?
- Una semana y tres días exactamente. Aunque no peligraba tu vida, nos has asustado permaneciendo dormida tanto tiempo…- dijo dándole un fuerte abrazo.- No me des estos disgustos, hija.
- Pero por favor, mamá…- dijo devolviéndole el abrazo. – Y dime… ¿Cómo han estado mis acompañantes?
- Hum… Veamos, Livius empezó a entrenar con los niños del poblado después de que Zess volviera de ver al herrero Ezel. Ahora está tu padre dándole al pobre palizas con las armas, pero parece que ambos lo disfrutan. Por otra parte, Chisa ha estado haciendo tareas del hogar, coser, cocinar, lavar… Tiene muy buena mano para ser alguien tan joven, pero parece que no se relaciona bien con los de su misma edad. Eso sí, ha permanecido lo máximo posible con Zess en su tiempo libre, para que le enseñara a leer y escribir. Es una niña muy espabilada.
-Bueno, me preocupo en vano, veo que las cosas pueden funcionar sin mí.- dijo palpando su costado sin notar ya apenas dolor.
- No lo creo, todos los días esos tres venían a verme para preguntar por tu estado- dijo Abad’ora con una sonrisa y colocando sus fuertes brazos en la cintura.
- Creo que me levantare a comer.
- Esta bien, voy a prepárate una rebanada grande de pan con algo de queso.- dijo saliendo de la habitación.
Karla se levantó y se vistió con las ropas que su madre había dejado para ella. Recorrió el pequeño pasillo que daba al salón. No había nadie, por lo que se dirigió a la cocina a comer. Bajo los efectos del hambre repitió dos veces más la comida. Su madre estaba más que satisfecha de que volviera su apetito.
Mientras acababa de masticar la última migaja, empezó a escuchar un gran estruendo fuera. Alarmadas madre e hija salieron a ver qué ocurría.
No era raro ver peleas, pero aquella era entre Ginrou y Zess. El mago se estaba dando de golpes contra el padre de Karla. La pelea no duró mucho pues un puñetazo mal esquivado por parte del mago lo dejó tumbado en el suelo. La gente que estaba alrededor observando no pudieron reaccionar y se quedaron mirando como el mago caía al suelo después de semejante golpe en la cara. Ginrou aún estaba en posición de propinarle otros cuantos golpes, pero el mago solo recogió su sombrero del suelo y limpiándolo del polvo, se alejó de allí. Los espectadores le dejaron pasar sin problemas.
Karla se acercó rápidamente a Livius y Chisa que se encontraban cerca de la puerta de su casa. Alarmada les preguntó qué había pasado.
- No sé… Hace un rato Zess llamó a Ginrou para hablar y cuando nos quisimos dar cuenta ya estaban así- dijo Livius aun impactado por lo que acababa de ocurrir.
- ¿Ya estás bien? – dijo Chisa tirando de la manga de Karla.
- Sí, aunque ahora me preocupan más ellos.
Cuando Ginrou se acercó a la casa para entrar, Karla se lanzó a preguntar qué había pasado, como contestación solo recibió un gruñido de desagrada y un portazo.
- Creo que esta de muy mal humor, conviene que le preguntes más tarde. – dijo Abad’ora mientras arrugaba un poco su delantal.- Creo que ni yo voy a entrar en casa por un rato…
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