El trino de los pájaros señala el comienzo de un nuevo día, lo que a su vez significa que pronto me tengo que levantar. A pesar de que esté durmiendo en una tienda de campaña en mitad del bosque, cuesta. Nada más levantarme me estiro todo lo que puedo, suelto un sonoro bostezo, me visto y cojo el arco. Al salir de la tienda veo como comienza el movimiento del campamento. Camino en dirección a nuestra “cocina”, el lugar donde el orco Fastos tiene todos sus utensilios para cocinar y guarda las reservas.
- Buenos días Nikeila.
- Buenos días Fastos.
El sonriente orco me saluda con una radiante sonrisa y me lanza una manzana que agarro al vuelo.
- Supongo que hoy saldrás a cazar.
Dice apuntando con el índice derecho al arco.
- Pues sí ¿Qué tienes en mente?
Fastos inmediatamente empieza a acariciar su barba pelirroja y sonríe. Mientras piensa en lo que quiera que esté pensando me fijo en su enorme brazo derecho, cubierto de tatuajes que se extienden hasta su espalda y cuentan diversas historias. Mientras otros orcos se tatuaban el escudo de su familia, algún animal totémico fiero o personajes de leyenda, el usa tinta para grabar sus propios logros. Hay varios relacionados con la cocina, uno con la pesca y otros que algunos pensarían que son cosas de poca importancia, como el momento en el que se hizo su primer tatuaje.
- Me vendría bien que trajeras conejos, y algún ciervo si puedes ¡Y huevos también!
Esto último lo dice dándose un golpe en una mano. Después de esto empieza a hablar en voz baja consigo mismo, seguramente pensando en las recetas que podría hacer, conociéndole.
Me despido de él y empiezo a comer la manzana de camino al rio a asearme. Al cabo de unos minutos tan solo queda el corazón de la manzana, así que la lanzo a las profundidades del bosque. Cuando ya casi he llegado a la orilla del rio detecto movimiento detrás de unos arbustos. Me agacho, cojo una piedra del suelo y la tiro a la vegetación.
- ¡Ay!
Cuando me acerco a los arbustos encuentro a dos chicos jóvenes, aprendices y ayudantes de algunos de los veteranos.
- Me parece que sois lo bastante mayores para saber lo grosero que es espiar a las mujeres cuando se están bañando.
- Es que es demasiado tentador Nikeila.
Comenta uno de los chicos mientras se frota la cabeza.
- Me da igual, moved el culo y marchaos de aquí de una vez. Y ya de paso decidle a Ysna y a Nau que los quiero ver preparados para cazar cuando haya terminado.
Cuando los chavales ya se largan me acerco a la orilla del rio, me desnudo y me baño con el resto de las mujeres. Empiezo a lavarme la piel y utilizo un peine de hueso que pido a Lorse, una amiga mía, para quitarme los nudos del pelaje, tanto de los brazos como de las orejas.
Después de una agradable conversación con ella, salgo del rio a secarme al sol, sentada en las piedras. Cuando ya estoy lo suficientemente seca, cojo mi ropa y me la vuelvo a poner.
Cuando vuelvo al campamento encuentro a Ysna y Nau sentados en un tronco apartado, esperando. Nau es una chica joven y tímida que habíamos rescatado de una aldea que fue incendiada por fuerzas del Imperio, así que ahora se cubre la cara con un pañuelo, atrayendo más atención a sus ojos de un irónico color rojo, y tiene los brazos envueltos en vendas para ocultar sus quemaduras. Lleva un pantalón largo sin trasero para poder mover libremente sus dos colas, una camisa y chaqueta de manga corta con una capucha que lleva puesta y va descalza. Ysna, por el contrario, es un chaval más extrovertido, a veces demasiado, aunque es capaz de mantenerse serio de vez en cuando. Aun así siempre termina dándome problemas. Es casi tan alto como el orco medio, de casi dos metros de alto, delgado, con una constitución atlética, piel oscura, orejas largas terminadas en dos puntas, cinco verrugas en la barbilla en forma de uve doble, ojos rosados y con un pelo marrón largo recogido en una trenza. Lleva pantalones largos azules, una camisa marrón acompañada de una chaqueta verde y botas oscuras.
Ysna se levanta de un salto al verme, se sacude los pantalones y se pone un puño en el pecho a la vez que está erguido, mientras que Nau se deja caer y se coloca en silencio a su lado, a la altura de la cintura.
- Buenos días.
Ysna me devuelve el saludo, y Nau permanece a su lado mientras me levanta la mano con timidez.
Ahora que estamos reunidos, encabezo la marcha hacía el lugar donde están nuestras armas, un lugar cubierto por una tela sujetada por palos y en el que las armas se encuentran situadas lo mejor posible en el poco espacio disponible por tipos, con las armas largas apiladas en un rincón, las espadas apoyadas en una tabla, los arcos colocados en un palo y el resto donde quedaba sitio, dejando un aspecto de ligero desorden. Agarró un par de arcos y carcajes para mis aprendices y varias flechas. También me llevo unas flechas con una esfera de arcilla llena de aceite y envuelta en un trapo en lugar de punta y un mechero por si nos encontramos con fuerzas imperiales, además de cuerda y tres picos para escalar, una de mis herramientas favoritas.
Una vez estamos todos listos, salimos a cazar. No pasan ni dos minutos cuando Ysna abre la boca.
- Oye Nikeila, me fijé en que Taro tenía un chichón enorme en la frente cuando me dijo que me preparase ¿Cómo lanzas tan bien?
- La clave está en la muñeca y el movimiento de la cintura.
Mientras replico el movimiento, Ysna empieza a reírse y durante un rato sigue hablando e intenta que Nau se una a la conversación, pero solo responde con ruidos y ligeros movimientos. Se había preocupado por ella desde que la trajimos al campamento junto con otros heridos, por lo que la pequeña le había cogido cierto cariño y solía estar junto a él, sin embargo, no se quitaba las vendas delante de él ni hablaba mucho más que con los demás.
Ya en pleno bosque le digo a Ysna que se calle.
- Aparte de lo usual, Fastos me ha pedido conejos, huevos y ciervo si es posible. Empezaremos colocando trampas por aquí. Ysna, tu ve montándolas mientras yo ayudo a Nau con las suyas.
El mayor corta pedazos de cuerda y empieza a hacer trampas con ellos debajo de las raíces que sobresalen de los árboles. Llevo a Nau de la mano hasta otro de esos árboles, nos agachamos y superviso como prepara las trampas, ayudándola cuando no sabe cómo continuar o comete algún error.
Cuando ya terminamos con las trampas, seguimos avanzando y encontramos unas huellas.
- Ysna, dime de qué animal son.
Se agacha para verlas más de cerca y está un rato mirándolas hasta que me da su respuesta.
- Son de ciervo.
- Muy bien. Ahora nos moveremos más despacio. Las huellas son recientes, así que tiene que estar por los alrededores.
Nos movemos haciendo el menor ruido posible. Eventualmente encontramos al ciervo y tenemos una buena línea de tiro, así que saco una flecha del carcaj, la pongo en el arco, lo tenso y le digo a Nau que me imite. Corrijo los errores en la posición de Nau y, cuando está a punto de lanzar la flecha, un estruendo sacude el bosque y el ciervo huye. Mientras Ysna envuelve con sus brazos a una asustada Nau, me fijo en que varios pájaros recorren el cielo.
- ¿Que demonios ha sido eso?
- Eso mismo. Demonios.
Digo mientras escupo al suelo durante la pausa.
- Voy a subir.
Ya hemos hecho esta maniobra otras veces, así que Ysna ya sabe lo que tiene que hacer. Se coloca de espaldas a un árbol alto, de rodillas y con las manos unidas a baja altura. Despliego el pico de escalar y corro hacia él. Cuando ya estoy cerca, me apoyo en las manos y me lanza hacia arriba, agarrándome de una rama gruesa con el pico. Cuando ya estoy con los dos pies apoyados, empiezo a escalar lo más alto que puedo. Ya arriba del todo tengo una buena vista de todo el bosque. No muy lejos veo como unos Ángeles descienden a prisa al bosque. ¿Qué harán esos bastardos aquí? ¿Sabrán algo del campamento?
Bajo a toda prisa del árbol con una gran agilidad de rama en rama. Creo que en parte estoy alardeando delante de mis aprendices. Aterrizo en el suelo flexionando las rodillas y tocando el suelo con las puntas de los dedos.
- Ángeles. Ysna, llévate a Nau al campamento y avisa a los demás mientras yo investigo.
- Entendido jefa.
Agarra a la pequeña en brazos y se va corriendo por donde vinimos, mientras que yo lo hago hacia donde están los humanos. Corro a toda prisa por el irregular terreno esquivando los varios obstáculos con los que me cruzo hasta que empiezo a oír gritos y unos ruidos potentes similares a un trueno. Me escondo detrás de los árboles y acecho en silencio. Abro los ojos de asombro. No puedo creer lo que veo: la élite del ejército imperial está persiguiendo a otros dos humanos, y uno de ellos con una armadura ¿Será un soldado?
Los perseguidores se acercan cada vez más, mientras que los otros dos utilizan un curioso aparato que suena como un trueno y provoca destrozos en algunos árboles enfrente de ellos.
No me gustan los humanos, es más, los odio; pero esos dos tendrán información útil. El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Saco del carcaj una de las flechas con la esfera de arcilla, enciendo el trapo con el mechero y la lanzo contra el soldado que está más cerca de la pareja.
- ¿Qué demonios…?
Uno de ellos, que sujeta un cuchillo, mira rápido alrededor para ver de dónde ha salido la flecha, mientras que el soldado está en pánico y se revuelve como un demente. Salgo de mi escondite y le hago gestos al hombre del cuchillo y al de la armadura para que me sigan.
- ¡Por aquí!
No se paran a pensárselo, así que me siguen de inmediato. Los llevo a toda prisa entre los árboles y las piedras y a través de los desniveles mientras nos disparan, poniendo todos los obstáculos que puedo en el camino, aunque uno avanza con algo de dificultad por la armadura.
Cuando ya tenemos suficiente ventaja, les guio para que salten un desnivel y nos escondemos detrás de unas rocas. Al llegar al lugar, los soldados empiezan a mirar por donde podemos haber huido, así que se dividen en grupos y algunos avanzan mientras que otros se quedan a inspeccionar la zona.
- Mierda.
El de la cara cubierta masculla más tacos mientras que su compañero permanece quieto, con cara de estar pensando en algo. Mientras estamos pegados a las rocas, oigo un sonido similar a un pájaro, pero diferente. Sonrío, porque significa que ya han llegado los refuerzos. Me pongo las manos delante de la boca e imito el sonido con una secuencia determinada, pidiendo ayuda.
- Preparaos, están a punto de atacarles. No os separéis u os dispararán también.
El hombre asiente con la cabeza, a la vez que se gira hacia el otro diciéndole que me haga caso.
Los soldados que se habían quedado atrás están empezando a ser atacados con las mismas flechas que había usado antes, a la vez que algunos de mis compañeros, armados con armas blancas pesadas, se abalanzan contra ellos. Aprovecho la situación y corro hacia los otros renegados.
- ¡Seguidme!
Recorremos juntos la poca distancia que hay hasta el grupo, pasando al lado de los Ángeles que están siendo abrumados por los atacantes y el fuego. Cuando ya llegamos, todos los ojos se posan sobre los dos humanos que vienen conmigo y las armas se levantan.
- ¡Están conmigo!¡Bajad las armas!
Todos bajan las armas con desconfianza, todavía apretándolas, y emprendemos la retirada antes de que vuelvan los otros soldados, causando las quejas de varios.
- ¡Entonces quedaos y morid como unos idiotas!
El vozarrón de Fastos destaca entre el ruido. A diferencia de su usual actitud afable, ahora estaba empezando a cabrearse con tanta estupidez. Los que quieren quedarse y luchar se callan o murmuran en voz baja. Un rayo de luz surge de uno de los ángeles derribados, atravesando con una facilidad ridícula a uno de sus agresores. Como resultado, el grupo entero se bate en retirada y, cuando ya nos hemos alejado, el cocinero se gira hacia mí, se acerca, suelta la alabarda que está agarrando y me da un abrazo demasiado fuerte con el que me levanta del suelo.
- ¡Nikeila, como me alegro de que estés bien! ¡Estaba preocupado!
- Me estás asfixiando...
- Oh perdona, me dejé llevar.
El grandullón me deja en el suelo y recupero el aliento. Nos estamos quedando al final del grupo, así que recoge su arma y retomamos la marcha.
Después de un rato, llegamos hasta el campamento, donde hay bastante movimiento, como de costumbre, y la mayoría no nos presta atención al entrar. Veo a Nau e Ysna juntos, posiblemente esperándome. Al verme vienen corriendo y Nau me abraza la cintura.
- Buen trabajo chaval.
Le digo a Ysna cuando se acerca.
- Gracias ¿Qué ha pasado?
Le respondo señalando con el dedo a los dos humanos que he traído.
- Por todos los dioses.
- Pensaba que tu no creías en esas cosas.
Le digo en broma.
Ahora que la tensión del momento ha pasado, todos los ojos vuelven a ponerse sobre los humanos, y cada vez se unen más. Podría cortar la tensión que se está formando con un cuchillo.
- Creo que es un buen momento para que nos cuentes que hacen aquí estos humanos.
Menos mal que es Fastos el primero en hablar, sin provocar ningún follón.
- Los Ángeles les estaban persiguiendo, así que deben de tener algún motivo de peso. Seguro que tienen información que nos pueden servir.
- ¡Podrían ser espías!
Alguien del grupo grita la acusación y todo el mundo empieza a murmurar.
- ¡Si fuéramos espías por qué coño nos intentarían freír, cabrones!
El que lleva la armadura puesta revela su cara al retirarse la mascarilla y el casco, resultando ser una mujer, grita y el murmullo aumenta.
- ¡Habrá sido para disimular!
Suelta otra persona.
- ¡Da la cara, que así te la reviento!
Esa mujer tiene muy mal genio. Está empezando a caerme bien, que lástima que sea humana
- Nalda Paerso nos habló de los rumores sobre este campamento.
El hombre habla con calma y todos nos callamos al oír ese nombre. Después de unos segundos la gente vuelve a murmurar.
- Nalda Paerso…
- El Azote…
- La Furia del Bosque…
Todos conocemos ese nombre. Una orca que se enfrentaba al ejército del Imperio durante la Guerra de los Dragones, blandiendo un espadón en la vanguardia. También es famosa por haber sido capaz de enfrentarse a un Ángel Metálico de forma individual y haber sobrevivido. La gente ya se está calmando cuando algún bocazas abre su agujero.
- ¡¿Qué coño hace aquí esa escoria?!
Un orco enorme y lleno de cicatrices se abrió paso a empujones hasta los humanos. No sabía su nombre, pero durante las comidas le había escuchado expresar su profundo odio sobre los humanos, como debían morir todos y lo que haría en cuanto tuviese a uno a su alcance.
- Mierda.
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