Siglo diecinueve, una ciudad en caos, el tribunal de la Santa Inquisición se dispone ejecutar la pena de muerte por el delito de profanación y brujería. Nuestra joven heroína se encontraba atada a un poste mientras sentía como el verdugo azuzaba el fuego con la leña que se encargaría de su fatal desenlace.
Cada vez hacía más calor, su piel estaba empezando a enrojecer, sentía como está se pegaba a sus músculos, el dolor era demasiado. Entre sus pensamientos ve la imagen de una mujer de piel canela y ojos color miel, era borrosa y se fundía con el humo. Se desmayó.
Al mismo tiempo se escuchaba a lo lejos un grupo enfurecido que estaba en busca del Obispo para reclamar por sus acciones. El Obispo había incrementado los impuestos para la Iglesia cuando la gente ni siquiera tenía para comer. Los nacidos en América tenían que pagar el doble que los nacidos en la península. Las personas a cargo se habían ido a la montaña a pelear contra las guerrillas que apoyaban las causa independentista, y los caminos estaban bloqueados. Vivían de la pesca, pero había un combate en la fortaleza cercana al muelle, todo era un lío. Al primer disparo se podría iniciar una batalla campal, más no hubo tiempo para que eso sucediera.
Páginas y libros empezaron a volar por los aires, eso hizo que la muchedumbre empezara a correr. Algunas antorchas se cayeron en el camino, lo cual ocasionó un incendio descomunal, las lenguas de fuego amenazaban a la gente que se encontraba en el recinto y el humo hacía que se sofocaran lentamente. Su vida se acababa de a pocos.
- ¡Luna!- Llamó Hipólito. No respondía, le echó un balde de agua y se despertó, parece que seguía viva - ¡ Salgamos de acá!- Le dio una tela mojada- ¡Escúchame! Toma la tela y cúbrete la boca y empieza a rampar por el suelo. Ya casi todos han salido por la puerta principal.
- ¿Y que hay de las personas de las personas de las celdas?- respondió Luna.
- ... estaban sentenciados a muerte de todas maneras. ¡Salgamos de aquí!
- Hipólito ¿tu ocasionaste esto?
- ¡Claro que no ! Sabía lo de la marcha. El resto lo ocasionaste tú.
- ¿Yo?
- ¡Los papeles, los papeles!
- ¿A que te refieres?- preguntó la chica
- No hay tiempo para esto – le cogió de la muñeca y la arrastró hacía la salida hasta internarse en un bosque oscuro cerca al río. Ambos estaban cansados, cuando recuperó la respiración el soldado contestó. - Empezaron a volar como locos cuando estaban intentado quemarte.
- Yo simplemente me desmayé.
- No sé en que estaba pensando cuando decidí ayudarte. En serio eres una bruja.- Empezó a caminar de un lado a otro, como pensando.
- ¡No hice nada!- le respondió Luna con la voz más baja.
- ¡Y ni siquiera lo sabes! ¡Ni siquiera te das cuenta de los que eres capaz de hacer! Le echo la culpa al maldito cuarzo de tu collar. No entiendo como no lo noté antes.
- ¡No es maldito! Es un recuerdo de mi madre.- replicó Luna.
- ¡Y es tu maldición! - cogió su collar e intentó arrancárselo pero se quemó las manos.
- ¡¿Pero que demonios?! Esto necesita ayuda profesional.- la cogió de la muñeca y se dispusieron a andar
- ¿A dónde vamos? - preguntó Luna soltándose de su agarre
- A visitar a mi hermana. Y no más preguntas por favor. Estoy cansado.
Empezaron a caminar por el bosque, estaba húmedo, hacía viento y el frío le calaba en los huesos. Luna estaba temblando.
- Ponte esto- Hipólito le dio su saco.
- Gracias- tomó su abrigo se cubrió y sintió como su temperatura volvía a la normalidad. Era la segunda vez que le ayudaba, pero por alguna razón se sentía inquieta. Tal vez eran los eventos de la noche.
Siguieron caminado esperando no encontrar algún enemigo en el trayecto.
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