Martes, 12 de agosto
18:15 h
Bajó lentamente la tapa de su portátil, empujó suavemente hasta que escuchó el 'clic', y se quedó ahí inmóvil, mirando a la nada, sentado a la mesa de su salón y apoyado en el sofá.
Se había sentido tan desanimado cuando salió de trabajar que decidió dar una vuelta por el centro antes de volver a casa con la esperanza de encontrar algo en los escaparates, o en la tienda de videojuegos, que le dispersara un poco la mente.
Sin éxito.
No paraba de rodar, una y otra vez, la escena de aquellos tres marchándose, dándole la espalda.
Justo después de que la pelirroja saliera a prisa para alcanzar a los otros, él salió también para servir en la terraza. Y sabía que no tenía que haberlo hecho, pero su cabeza se giró solita a mirar por dónde se marchaban, justo en el momento en que la chica pelirosa se llevó las manos a la espalda de una forma que le resultó completamente coqueta, para chocar levemente con Sasuke con el hombro mientras caminaban. Y como si no fuera suficiente tortura para él, aquella se giró y, como si supiera exactamente dónde tenía que mirar, le observó durante unos instantes antes de sonreírle y volver a poner la mirada al frente.
No supo descifrar qué quiso decir aquella mirada, pero era como si ella supiera todo lo que estaba pasando por su cabeza… Y le hubiera mandado algún tipo de mensaje. Algo así como…
"Sigue soñando…", hundió la cabeza entre sus brazos, cogiéndose por las rodillas.
Se sentía derrotado en una batalla en la que ni tan siquiera había comenzado a pelear. Y había tratado de permanecer tranquilo, intentando distraerse con otras cosas, pero es que sencillamente la imagen no se desvanecía de sus retinas.
Aspiró por la nariz al sentir la humedad que se le deslizaba por la nariz queriendo salir, y se secó con la mano una lágrima traicionera que se le escapó.
Él ya sabía desde buen principio que no tenía que hacerse ningún tipo de ilusión con Sasuke. Al fin y al cabo, y como más de una vez se había repetido a sí mismo, seguramente sería un milagro si llegaban a ser algo así como amigos. Y eso era algo que realmente deseaba: nunca había tenido muchos amigos… De hecho, estaba seguro de que podía contarlos a todos con los dedos de sus manos, y quizás, aun así, le sobrarían dedos.
Hinata porque vivía en la misma urbanización que sus padres, y su primo… Bueno, no estaba del todo seguro si contarle como amigo: siempre parecía estar molesto con todo, y no sabía muy bien por qué, pero tenía la impresión de que Neji no le soportaba.
Gaara… Habían sido amigos, sí… Hasta que decidió cometer la estupidez de ponerse a salir con él. Desde que lo dejaron después del follón que se montó, y el pelirrojo se cambió de instituto… Ya no habían vuelto a hablar más.
Y si no fuera por Bee… Tal vez ni tan siquiera seguiría en el mundo de los vivos. A saber.
Ante aquel pensamiento, abrió los ojos y se levantó de golpe para buscar su móvil. Necesitaba hablar con alguien y despejarse un poco, pues estaba divergiendo hacia un punto en el que no quería pensar, y sentía que le estaba dando demasiadas vueltas a algo que realmente no había sido para tanto: Sasuke había ido con un par de amigas a pasar un rato distendido; estaba sacando conclusiones demasiado precipitadas única y exclusivamente por ese revoltijo que se le había hecho en el estómago de ver que había alguien más, a parte de la pelirroja y el chico que iba con ella, que podía ser más cercano a Sasuke.
Nada más.
Y de todas maneras… Si realmente resultaba ser su novia, no era asunto suyo: el moreno era libre de estar con quien le diera la gana; no eran, ni serían, nada. Tendría que dar gracias si llegase a ser su amigo. Y si era feliz con ella, debería alegrarse por él.
Martes, 12 de agosto
18:35 h
- ¿Y si vamos mañana por allí? -le preguntó Kiba-.
- Hmmm… No sé… ¿Y si de verdad hice algo el domingo que le cabreó?
- ¿Como qué?
- No sé…
Era la segunda vez en poco más de un cuarto de hora que la conversación moría ahí.
Naruto le había llamado con todas las intenciones de despejarse y hablar de otras cosas, pero no supo cómo el castaño sabía lo que le andaba rondando por la cabeza. Vale que últimamente era su único tema de conversación… Pero no le había mencionado ni sola una vez hasta que el otro lo sacó a relucir; hubiera preferido que le hablara de los perros que seguramente estaba atendiendo en la clínica veterinaria de su madre, y que de vez en cuando escuchaba de fondo. Al menos, con el entusiasmo que mostraba siempre por ellos, tal vez hubiera podido olvidarse un rato del comedero de cabeza que tenía.
- ¿Cómo está Akamaru?
- ¡No me cambies de tema! Ostras… -resopló-. Te voy a decir lo que vamos a hacer.
- Oye… -le llamó la atención-.
- Tú calla -le contestó algo cortante-. Parece mentira, Naruto. Con lo decidido que eres para todo y cuando se trata de este chico…
- Kiba…
- Ahh… -suspiró-. L'amour, l'amour…
- ¡Kiba!
No pudo evitar encogerse un tanto, como si lo tuviera delante, sintiendo el calor subirle hasta las orejas. Realmente se sentía ridículo.
- Vale, vale -rio entre dientes-. Lo que te decía, mañana vamos ahí a la cafetería, a ver si le pillamos. Así me dejas ver qué es lo que tiene que te hace estar tan gilipollas y te doy mi opinión.
- Yo no estoy gilipollas -murmuró al tiempo que dejaba caer la cabeza hacia atrás, apoyándose en el sofá-.
- No, tienes razón. Ya naciste así.
- ¡Vete a la mierda, ¿quieres?!
Se puso de morros al escuchar a su amigo partirse de risa al otro lado de la línea. Hubo un sonido como de roce y escuchó algo así como un maullido.
- ¿Verdad que tengo razón, Cobi? -dijo con voz melosa-.
- ¿Cobi?
- Es un gatito que nos trajeron hace unos días, creo que no tiene ni un mes pero está súper espabilado. Y es una bolita de pelo…
- Pensaba que no te gustaban los gatos -rio burlón-.
- Eso es porque no has visto a éste… ¿A que no, coshita?
Escuchó un maullido más audible que los que había estado oyendo hasta ahora. Casi podía imaginarse al castaño con el gatito entre los brazos, jugueteando con él.
- De todas maneras, Naruto. Quiero ir por el centro mañana que quiero reservar un juego que sale a la venta el mes que viene y si no lo reservo me pierdo un pack especial que sólo te lo dan el primer día de venta.
- ¡Oh! ¿Qué juego?
Al fin le salió un tema del que hablar con el que no se sentía tan idiota y con el que poder despejarse un poco.
Y seguramente Kiba se dio cuenta, porque durante más de media hora no dejó de hablar de eso mientras atendía otros animales, con el teléfono al hombro. Cosa que le agradeció.
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