Después de haber tomado un baño y haberse puesto ropa limpia volvió a su aspecto usual. El cabello violeta caía por su rostro mientras se secaba con la temperatura de la habitación. Dirigió su mirada hacia la ventana y recordó las palabras de la mujer, aún no tenía idea de cómo le diría a sus padres que ninguna de las tres opciones que tenían en mente era la correcta.
Mas su miedo no provenía de ese evento sino de la visión y las sensaciones que esta le causó. Aún podía recordar sus ojos vaciándose con las últimas imágenes de siluetas corriendo en todas direcciones. Rememoraba el aspecto de esos seres tan similares a ella y a los habitantes de Rineth pero la ropa y algunos rasgos físicos los diferenciaban. Algunos de los colores en la escena aún no existían en su mundo pero otras más como las naves de acero, a pesar de existir en su realidad y en el sueño, físicamente eran distintos.
Las palabras no podían explicar las cosas que había visto y teniendo apenas ocho años su vocabulario no llegaría ni de cerca a describir ese paisaje. Arnth en ese instante recordó al chico que le miró desde el árbol, recordó como garabateaba con entusiasmo mientras sus pies sucios colgaban de la rama del árbol. Tal vez si lograba dar con él podría ayudarle a retratar lo que su mente vio.
Pero no sabía su nombre ¿cómo pensaba encontrar a una persona sin tener idea de quién era? Había tantos niños de su edad viviendo en el pueblo y con el mismo aspecto que ese muchacho. Delgados, sin zapatos, la ropa remendada varias veces.
-No todos dibujan.- la idea se anidó en su mente. Incluso si Arnth intentaba dibujar era posible que los sirvientes encontrasen sus garabatos y se los enseñaran a los reyes. Algo en lo profundo de su mente le advertía casi por instinto que no debía compartir esa información con sus padres.
-Gowell.- él podría intentar explicarle las cosas pero por desgracia su única respuesta era la sonrisa.- A lo mejor él podría encontrar al chico del árbol.
Tendría que encontrar la forma de pedirle ese favor al anciano sin que sus padres se dieran cuenta. Eso podría tardar demasiado, suficiente como para que la imagen se borrara de su cabeza.
Tocaron la puerta y se asomó una de las mujeres que le atendían.
-Su alteza, le espera su padre en la sala del Consejo ¿desea que le ayude con algo?
Arnth solo negó con la cabeza. El peso de guardar un secreto oscuro era demasiado para un niño, pero cuando este era así de grave las situación era peor.
Por ahora lo mejor sería mentirles a ellos sobre la elección. Suficiente tenía con que le vieran como una carga y a pesar de sus rostros de disimulo, Arnth sabía bien que nada de su mente y persona era normal.
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