Capítulo 12: Incompetencia
Todos los oficiales encargados de la seguridad el día de la ejecución están presentes en la mesa de conferencias del palacio, la mayoría con los nervios a flor de piel. Mis manos están entrelazadas enfrente mía y observo los distintos movimientos de los inútiles asustados y vestidos con unos elegantes uniformes militares, que se rascan, frotan las manos, juegan con sus dedos o cualquier otra cosa; aunque hay algunos que son capaces de mantener la entereza, individuos merecedores de su rango y mi respeto. Protecnia está a mi espalda, de pie, con su uniforme de general, completamente plateado y presentando únicamente los galones militares, sus gafas de vista, con una elaborada montura de color negro, y el pelo recogido en un moño. Porta una lanza y tiene una pistola de rayos guardada en su correspondiente pistolera, pudiendo convertir la sala en un baño de sangre fácilmente.
- Damas y caballeros, tengo la certeza de que ya saben por qué les he convocado aquí.
Cuando termino de hablar todos permanecen en silencio ante su emperador, sabiendo que no es necesaria una respuesta.
- Estoy profundamente descontento con el suceso de Tantalius Septrio. Era su responsabilidad asegurarse de que la ejecución se llevaba a cabo sin ningún contratiempo. Ahora tenemos a dos enemigos públicos con conocimientos valiosos rondando fuera de nuestras ciudades. Además, tres de nuestros soldados se encuentran ingresados, uno con quemaduras y los otros con lesiones graves, mientras que otro está muerto, lo que significa que ya han entrado se han encontrado con los renegados, lo que los convierte en un problema mayor en lugar de la molestia que son ahora. Especialmente teniendo en cuenta que han huido con una armadura totalmente operativa, aunque las alas hayan sido recuperadas.
Pasan unos pocos segundos desde que dejo de hablar y una de las criaturas asustadas, bastante joven, intenta justificarse y quitar importancia al asunto:
- Pero Majestad, no esperábamos un ataque desde dentro, es algo sin precedentes, y el efecto de la presencia militar era imponer respeto en los ciudadanos. Además, con respecto a los fugitivos, los salvajes de los rebeldes desconfiarán de ellos y puede que los maten, y en caso contrario basta con que se encuentren con una patrulla que les elimine. No tienen la potencia de fuego para hacer frente a toda una patrulla. Es solo una cuestión de tiempo.
Ese gusano patético me saca de quicio con sus excusas baratas.
- Perdona, pero soy algo malo para los nombres y no puedo recordarlos todos. ¿Cómo te llamabas?
- Luminoia Detrecim, Majestad.
- Luminoia, bonito nombre. Escucha Luminoia, creo recordar que eres un estratega prometedor a pesar de ser tan joven, pero habéis hecho una cagada tremenda. Es cierto que podrían toparse con una patrulla, o que los propios rebeldes les maten, pero también podrían convertirse en aliados de estos, y todo por subestimar la situación y no considerar las distintas posibilidades.
Voy perdiendo cada vez más la compostura a medida que hablo, así que paro, respiro y me recompongo. Una vez tranquilo tomo la palabra de nuevo:
- Escuchadme, Protecnia me propuso eliminar a algunos de los aquí presentes por su impresionante incompetencia, la cual no debería de darse en oficiales y superiores. Concretamente dijo: “Deberías dejarme agarrar del cuello a esos inútiles y tirarlos desde el balcón del palacio”.
Giro la cabeza y miro a Protecnia, que tan solo encoge los hombros mientras permanece seria, sin dar importancia a las palabras.
El ambiente se vuelve más crispado, incluso los que mantenían la calma se han alterado. Todo el mundo sabe que Protecnia no es alguien que hable en vano.
- Tranquilícense. Han demostrado su utilidad para el ejército en el pasado. Confío en que errores como este no volverán a ocurrir bajo su autoridad y que la búsqueda de los dos fugitivos pase a ser una prioridad. Sin embargo, la aplicación de un castigo es indispensable para que no se repita esto, así que, durante dos semanas, algunos de ustedes limpiarán las letrinas del cuartel general y las de otras ciudades sin ninguna ayuda, empezando mañana.
Entonces miro al joven que ha hablado antes.
- Y tú, Luminoia, lo harás vestido como un sirviente.
La mayoría muestra signos de profundo desagrado con la idea, especialmente el joven oficial, que está conteniendo lágrimas de indignación, pero nadie quiere arriesgarse a hablar y recibir un mayor castigo.
- Los demás, asegúrense de reforzar las defensas de la Ciudadela y proteger el proyecto de transporte terrestre. Estas órdenes serán transmitidas al resto de ciudades. Con esto se da fin a la reunión, pueden marcharse, exceptuando al capitán Ferrus.
Todos abandonan la sala en silencio y el anteriormente nombrado permanece de pie junto a su asiento, con la nariz cubierta de apósitos, cortesía del Ángel Caído. Al acercarme a él se mantiene totalmente rígido.
- Majestad.
- Ferrus, tengo entendido que fue Tantalius el que te hizo esa herida y tienes un profundo resentimiento hacia él.
- Me encantaría retorcerle el cuello a ese bastardo, Excelencia.
- Voy a ser sincero, has cometido un auténtico fracaso y has sido humillado, y no estoy contento, pero creo en las segundas oportunidades. Cataliza ese odio hacia tu objetivo y asegúrate de encontrarlo. Si tienes éxito serás recompensado adecuadamente, pero si fallas otra vez no me opondré al castigo que Protecnia decida imponerte.
Protecnia avanza, se sitúa a mi lado y se dirige a Ferrus:
- ¿Entendido? El Imperio no puede permitirse elementos débiles.
Ferrus responde simplemente con un sí, acompañado de palabras de gratitud por una segunda oportunidad, y lleva a cabo un saludo militar, llevándose el puño al corazón.
- Puedes retirarte.
Después de darle mi permiso hace una reverencia y se va, frotándose la nariz y maldiciendo por lo bajo. Cuando ya se ha alejado y la puerta está cerrada pierdo la compostura.
- ¡Me cago en metal!
Acompaño la blasfemia con un fuerte golpe en la mesa con el puño cerrado.
- ¡Idiotas! ¡Imbéciles! ¡Descerebraaadooos!
Golpeo la mesa de nuevo.
- “Es solo una cuestión de tiempo” dice.
Agarro una silla y la tiro al suelo. Esos dos pueden destrozar mis planes solo con lo que saben. Tengo que tranquilizarme. Respira. Protecnia apoya su mano en mi hombro para tranquilizarme.
- Tranquilo, respira y expira. Tómate tu tiempo.
Me lleva un minuto entero recomponerme.
- Gracias, ya estoy mejor.
- Aún se puede corregir este fallo, y, aun así, nuestros proyectos están en una etapa avanzada, por lo que tan solo debemos proteger los elementos indispensables en el peor de los casos.
- Sí, en cuanto el nuevo sistema de transporte esté acabado tendremos Asroa asegurado, después nos haremos con el norte, los dragones caerán acto seguido, y finalmente nos haremos con el desierto y encontraremos a esos asquerosos rebeldes. Entonces solo quedará civilizar el resto del mundo.
Al mencionar su tierra natal la mente de Protecnia comienza a flotar fuera de su cuerpo.
- El norte… por fin.
Aprieta los dientes y los puños, dando nacimiento a un rostro lleno de odio. Casi lamento lo que hará al blanco de su rabia. Casi.
- Sí, te podrás vengar y establecer el orden en esa tierra caótica.
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