No hace falta decir que Jacobo no le creyó ninguna palabra y que, para colmo de males, perdió su celular en el transcurso de la persecución (asumiendo de que la estuvieran persiguiendo y que milagrosamente logró perderlos). A Esther le molestó tanto ser desacreditada por su mejor amigo que dejó de hablarle por varios días, y aunque de este dúo Esther era la que no tenía amigos de refuerzo, Jacobo por su parte tenía al menos cuatro números de teléfonos de personas dispuestas a aparecer en su casa en el momento que el quisiera. Así que, el 'castigo' era en sí una especie de autoflagelación social para Esther.
O al menos eso se contemplaba, si durante la hora de receso en el instituto nadie se hubiese sentado a su lado. Pero ahí, al un costado suyo un joven delgado, pálido y ojeroso se le había acomodado.
—¿Viste algo que no debías?
—¿Qué?
—Lo digo por el chico con el que siempre estás, no parecen ser de los que discuten, pensé que tal vez viste algo inapropiado y te dio por evitarlo.
A Esther le dio un brinco al corazón, quizá porque la pregunta inicial le rememoró instantáneamente a esa noche.
—Para ser alguien que ni siquiera me ha dicho su nombre, te has dado licencia para suponer muchas cosas de mí o mi amigo— Le espetó con sobrada molestia.
—Ah, sí. Perdona. Quería sonar enigmático— Su voz se antojaba parca, parecía que el chico se encontraba constantemente adormilado o simplemente indiferente al mundo.
—Sonaste más como alguien que saca frases para ligar de un libro anticuado— Para sorpresa de Esther, su interlocutor emite una tenue risa.
—Sí, soy algo así. Necesitaba hablar contigo, pero no estaba seguro de qué decir primero. He leído que siempre es bueno decir cosas graciosas cuando necesitas platicar temas serios.
—¿Me has visto reír?
—¿Eres Sarah Connor?
Esther no pudo evitar reírse.
—Te estás pasando de anticuado, ¿qué más vas a decir? ¿”Ven conmigo si quieres vivir”?
—Sí —Quizá fue algo en el tono de voz, que ella no pudo reírse, que lo vio con un miedo ejemplar— Ellos vendrán por ti, Esther. No puedo obligarte a que confíes en mí de repente, ni lograr que dejen de seguirte. Puedo ofrecerte una alternativa, pero dudo que la consideres una alternativa.
—¿Quién eres tú?
—Puedes llamarme Hirón. Sé lo que viste esa noche —Hirón saca un objeto rectangular de su bolsillo—, y sé lo que grabaste, también.
—¡Mi celular! Pero, ¿cómo…? ¿Tú eres…?— Aunque Esther no estaba formulando preguntas completas, no era difícil suponer el desenlace de cada una.
—Lo dejaste tirado en la casa, nadie más lo vio, sólo yo advertí que estaba cerca de la puerta— La respuesta fue un anunció catastrófico para la chica, quién tras atar cabos se dispuso a incorporarse y escapar de aquel hombre extraño. Sin embargo, no logra despegar de su asiento, pues Hirón le había apresado el antebrazo con un agarre suave pero resistente.
—¿Qué vas a hacer?— Temió por su vida, si no lograba soltarse de él quien sabe a dónde lo llevaría. Ni siquiera a estas alturas podía racionalizar lo que había ocurrido hace varios días, todo le parecía tan… surrealista. Hirón la miró directo a los ojos y a Esther le dio la impresión de que sus ojeras comenzaban a verse más pronunciadas. Le escuchó suspirar con pesar.
—Sí, soy uno de ellos. Pero, como ya te dije, vengo a ofrecerte una alternativa.
Esther se carcajeo secamente, con un áspero dolor de ironía recargado en su entrecejo
—¿Cómo puedo confiar en lo que dices? Puede todo ser un timó para llevarme finalmente con…“ellos”. Y si realmente dices la verdad, ¿por qué no puedes evitar que me persigan?
—Puedes confiar en mí, pero no puedo obligarte, al menos si tu prueba de confianza es que los convenza de que dejen de seguirte. Para empezar, nosotros servimos bajo comandos u órdenes, no podemos abandonar a menos que hayamos terminado la orden.
—¿Qué pasa si no obedecen?
—No estoy seguro de cómo explicártelo, podrías decir que morimos simbólicamente.
—Sí, eso no suena nada convincente ni explicativo, ¿cuál es tu orden?
—Llevarte al limbo, o lo que es lo mismo, morir.
—¿Simbólicamente?
—Física y simbólicamente, sí.
—Que mierda.
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