Los cuatro permanecieron completamente inmóviles y envueltos en medio del colorido humo durante un par de minutos. Cuando la última humareda se disipó dejando paso a una niebla débil, Stella parpadeó repetidas veces, no podía dar crédito a lo que veía: a pesar de que ella y sus acompañantes no habían movido ni un pie, ya no estaban más en aquella pradera sino en el claro de un hermoso bosque que jamás en su vida había visto antes. Se quedó pasmada observando en derredor, casi todo el suelo estaba cubierto de musgo suave, tréboles, helechos y hongos de todos los colores y tamaños crecían libremente entre los frondosos árboles y a lo lejos se escuchaba el murmullo de un riachuelo que fluía; todo era muy relajante.
La chica de la mandolina fue la primera en soltarse del círculo que habían formado al tomarse de las manos. - ¡Madre mía! ¡Eso estuvo realmente cerca! - suspiró mientras se secaba el sudor de su frente con una de las mangas de su traje.
- ¡Ni qué lo digas! - exclamó el arlequín al mismo tiempo que se desplomaba sobre el suelo terroso.
- ¡Muy pronto le haré pagar a ese malvado tirano por las dos veces que he sido perseguida por sus horribles podencos! ¡Ya lo verás! -
- ¡Pero Giusy! ¿Tenías que ser tan imprudente? Mira que atreverte a plantarte en la Plaza Mayor frente a una multitud de gente y ponerte a cantar sobre el regreso de la princesa al reino ¡Eso fue prácticamente un suicidio! -
- ¡Es que no pude contenerme! Después de tantos años llenos de miseria e injusticias que hemos pasado... el pueblo necesitaba escuchar algo bueno. -
- ¡Lo sé, lo sé! ¡Pero insisto en que fue una completa imprudencia de parte tuya! -
La joven bufó al arlequín como última respuesta y se dejó caer sobre la cepa de un árbol con los codos apoyados en sus rodillas sosteniendo su rostro entre las manos.
El único que al parecer se encontraba sereno era el anciano quien se acomodó con toda la calma del mundo sobre un árbol caído. - Sentaos por favor, alteza - le suplicó a Stella mientras golpeaba con la palma de la mano el tronco mostrándole que había espacio suficiente para que ella también se sentara a descansar.
A pesar de que las piernas le dolían terriblemente por todos los kilómetros que había corrido para ponerse a salvo, Stella se rehusó a sentarse, frunció el ceño y puso los brazos en jarras. - ¡Por favor! ¡Explíquenme qué es lo que está pasando aquí! ¿Quiénes son ustedes?¿Por qué han estado espiándome? ¿Dónde estamos? ¿Por qué me han traído a este lugar? Y sobre todo ¿por qué me llaman alteza? -
Los otros tres intercambiaban miradas entre ellos y el anciano volvió a tomar la palabra. - Es una larga, pero muy larga historia, vuestra alteza, y os la contaré toda; pero primero, os recomiendo que toméis asiento o de lo contrario os vais a cansar más de lo que ya estáis. -
La expresión de Stella se suavizó poco a poco y se acomodó en el tronco junto al viejo. - Bien, respondiendo a una de vuestras preguntas: os espiábamos porque queríamos comprobar si erais vos realmente, han pasado muchos años desde la última vez que os he visto, además de que no queríamos que os asustarais si aparecíamos repentinamente ante vos... -
- Estábamos esperando el momento oportuno para poder presentarnos como es debido - interrumpió la otra chica.
- Así es... - prosiguió el anciano - ... pero las cosas no salieron como las teníamos planeadas y tuvimos que llevaros con nosotros de un modo un poco brusco... eh, bueno... bastante brusco en realidad. -
El arlequín agachó la cabeza avergonzado. - Os ruego que nos disculpéis por la falta de tacto, alteza. -
- ¡Oh... No se preocupen! Están todos disculpados... - respondió Stella amablemente - pero estoy aún más confundida que antes... - y se dirigió al mayor del grupo. - ¡Le suplico que siga explicándose! -
- De acuerdo... - asintió el viejo - ahora vuestra otra pregunta, como habréis notado no os encontráis más en Altromondo. -
- ¿Altromondo? - preguntó Stella abriendo los ojos como platos.
- Correcto, Altromondo es como nosotros llamamos al mundo alterno al nuestro en donde vos habéis vivido durante todos estos años, pero finalmente os hemos traído de vuelta al sitio al que pertenecéis realmente, este es el Reino de Terraluce, vuestro verdadero hogar. -
- ¿Mi verdadero hogar dice? -
- Exacto, vos nacisteis en este grandioso país cuyo nombre significa "Tierra de Luz"... -
- Aunque, más bien, creo que ahora debería llamarse "Terraumbra" - volvió a interrumpir la joven de la mandolina mientras tomaba su instrumento para afinarle las cuerdas.
- A pesar de todas las dificultades que hemos pasado desde que murió su majestad, el rey Romeus Mordano, el Lucero de la Mañana sigue apareciendo en el cielo al despuntar el alba para recordarnos que un día la luz y la esperanza volverán a brillar en nuestro reino. -
Al oír mencionar el apellido Mordano, Stella hizo una seña con la mano al anciano para pedirle que parara un momento de hablar. - ¿El rey Romeus Mordano? ¿Acaso él tiene algo que ver conmigo? - preguntó sorprendida al mismo tiempo que señalaba la inscripción que había en su brazalete.
- ¡Por supuesto! El rey Romeus y la reina Cinzia Mordano fueron vuestros padres, por lo tanto, vos sois la princesa Stella Mordano; la única y legítima heredera al trono de Terraluce. -
- ¡Vaya! - exclamó Stella sorprendida. - Después de tanto tiempo sin saber nada acerca de mis padres, ahora resulta que soy la hija de dos reyes del reino de un mundo paralelo ¡Esto es realmente inusitado! -
El viejo se quitó su sombrero y lo sacudió para quitarle las hojas muertas que le habían caído encima. - Mucho me temo que así es. -
- ¿Y entonces? - volvió a inquirir Stella. - ¿Cómo es que llegué a ese mundo que ustedes llaman Altromondo? -
- Esa es la parte más larga y complicada de la historia - replicó el anciano volviendo a colocar el sombrero sobre su cabeza - pero antes de hablar de eso, debemos presentar nuestros respetos hacia vos, alteza. -
Dicho esto se levantó de su lugar, la chica de la mandolina y el arlequín lo imitaron.
- Mi nombre es Mandrakus Buonbarone, soy mago alquimista, rector de la Facultad Alquímica de las Tres Lechuzas, escribano y Consejero Real ¡A vuestras órdenes! - e hizo una ceremoniosa reverencia hacia la princesa.
- Y yo soy Giusy Abruzzo... - dijo la chica sosteniendo la mandolina en la mano izquierda y flexionando su brazo derecho al inclinarse - ... estudiante de medicina alquímica por profesión y juglaresa por diversión. Con mi vieja mandolina y un poco de imaginación, puedo cantar todos los acontecimientos que requieren pronta comunicación ... - Stella no pudo evitar esbozar una sonrisa al escuchar aquella rima -... Y a partir de este momento, a vuestras órdenes me someto. -
Por último, el arlequín se acercó lentamente y tropezó con la raíz de un árbol. - ¡Oh, qué torpeza! Disculpadme alteza... - al levantarse se sacudió la tierra y el musgo que se habían adherido a su ropa y se inclinó ante Stella para proceder a presentarse. - Me llamo Ferruccio Molise, soy arlequín de la nueva Corte Real, estudio para ser un buen alquimista y también soy aprendiz de mago... -
- ¿¿Aprendiz de mago?? - preguntó Giusy sorprendida - Más bien ¡eres un intento frustrado de mago! -
Ferruccio torció las cejas. - ¡Pues cuando termine de estudiar el último volumen de "Magia para todos" de Bettina Farrara tendrás que tragarte tus palabras! -
- ¡Esa Bettina es una charlatana que se aprovecha de aquellos que no son magos y quieren serlo! Bien sabe que la magia es un don que nace espontáneamente y no cualquiera lo tiene. -
- ¿Magia? ¿Alquimia? ¿En serio? - inquirió Stella completamente sorprendida. - Yo siempre pensé que eso era pura charlatanería y cosa de locos. -
- ¿¿Qué la alquimia es cosa de locos?? - exclamaron Giusy y Ferruccio al mismo tiempo llenos de indignación.
- ¡Si eso es lo que piensan en el otro mundo sobre la alquimia y la magia, no quiero volver a poner un pie allí jamás! - aseveró Ferruccio cruzando los brazos.
Mandrakus, en cambio, sonrió divertido. - Así es alteza, los poderes mágicos y alquímicos son algo muy común aquí en Terraluce. Hubo un tiempo en que también en Altromondo hubo interés por estas materias, pero luego fueron relegadas al olvido mientras aquí progresaron de forma muy efectiva. -
- ¡Oh vaya! - suspiró Stella. - Hay muchas, pero muchísimas cosas nuevas que tengo que saber y aprender. -
- Y las aprenderéis cada una de ellas a su debido tiempo, alteza. -
- Está bien, pero primero, lo más importante para mí es saber por qué crecí lejos de este reino. -
- De eso hablaremos largo y tendido, pero aquí no podemos, no es seguro. -
- Los soldados de ese... ¡ugh!... Lázarus, suelen patrullar estos bosques por si acaso llegan a atrapar a alguno de los que todavía tienen el valor de venir aquí a seguir llevando a cabo los rituales ancestrales para venerar al Padre Cosmos y a la Madre Naturaleza - masculló Giusy.
- ¿El Padre Cosmos y la Madre Naturaleza? - inquirió la recién devuelta al reino.
- Son las dos Entidades Divinas Supremas que están conectadas con todos los seres vivos formando una gran unidad con el Todo, Ellas son parte de nosotros y a su vez nosotros somos parte de Ellas - le explicó Ferruccio.
- Oh... ¿y quién es ese Lázarus que mencionaron antes? - volvió a preguntar Stella, y en lugar de una respuesta verbal, obtuvo gestos repulsivos por parte de Giusy y Ferruccio. Al parecer, aquel era el nombre de una persona que no les era nada grata.
- Ya os lo contaré todo sobre aquel hombre con pelos y señales ¡Vamos todos! Debemos ir hacia la entrada secreta que lleva al Palacio Subterráneo - les ordenó Mandrakus mientras se apoyaba en su báculo para moverse de su sitio.
- ¿Palacio Subterráneo? - repitió Stella.
- Sí, es nuestra guarida secreta, por así decirlo. -
- ¿No está muy lejos, verdad? ¡Tengo los pies completamente destrozados y si doy un paso más voy a caer muerta! - protestó Stella y entonces Giusy inmediatamente hurgó entre sus bolsillos. - ¡No os afanéis por esa nimiedad! - y sacó una ampolleta de cristal que estaba sellada con un corcho y que contenía una extraña fórmula oscura en su interior. La destapó con un hábil movimiento y se la alargó a Stella. - ¡Esto es mejor que cualquier vitamina, en un santiamén recuperaréis todas vuestras energías gastadas! Pero para que surta efecto debéis bebérosla toda. -
Stella observó confusa el burbujeante líquido y lo ingirió todo de un solo trago. - ¡Qué curioso! - exclamó hipando a causa de las burbujas. - Esto sabe a refresco de cola, una bebida muy popular en mi mundo... bueno, en el mundo que creía que era mi mundo. -
Giusy rió. - No me sorprendería que eso que allá llaman "refresco de cola" hubiera sido el producto de un experimento alquímico fallido. -
Stella comprobó que su nueva amiga estaba en lo cierto, aquella fórmula le había devuelto todas sus fuerzas, e incluso podía jurar que las había multiplicado también. - ¡Muchas gracias! ¡Me siento como nueva! -
- No es nada, pero sólo podéis tomar una ampolleta por día, no debéis abusar o las consecuencias podrían ser terribles - le advirtió la doctora agitando su dedo índice.
- ¡Por favor! No es necesario que le des tantas indicaciones... - bufó Ferruccio - ... la princesa no es uno de tus pacientes. -
- ¡No seas pesado o te compondré una canción con una rima burlona! - replicó Giusy enfadada y comenzó a rasgar las cuerdas de su mandolina mientras iba improvisando una letra y una melodía. - "Ferruccio, tienes cabeza de cucurucho y te rebanaré el pescuezo con un serrucho..." -
Stella miraba a Giusy y a Ferruccio alternadamente mientras éstos discutían y se atrevió a preguntar. - ¿Ustedes dos son pareja? -
- ¿Nosotros una pareja? ¡No! ¡Qué va! - respondieron al unísono y Mandrakus murmuró al oído de la princesa. - ¿Sabéis? Yo siempre digo que tarde o temprano ese par terminarán casándose. - Y la joven se cubrió los labios con la mano para que los otros no la vieran reírse.
- ¿Qué es lo que le has dicho? - preguntó Giusy suspicazmente al mago.
- Nada importante, será mejor que dejemos de parlotear y apresuremos el paso que pronto caerá la noche. -
Entonces el grupo emprendió la marcha ocultándose en medio del espeso follaje.

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