Los días iban pasando y yo poco a poco iba dejando de modelar. Ya no podía sonreír a la cámara ni me encontraba con fuerzas para posar más. Por alguna razón Alice simplemente desapareció y ya no pude saber nada de ella, no contestaba al móvil y cuando ya pensé que todo eso podría haber sido un sueño, algo creado por mi mente, aparece en las revistas de moda que Alice Von había dejado el modelaje. ¿Cómo alguien como ella, ha podido dejar algo que se le daba tan bien? ¿Se hartó? ¿No quería verme? ¿Se cansó de las apariencias?
- Adrià- suspiré mientras me sentaba en mi pupitre.- Hoy he presentado mi carta de renuncia.
- ¿Eh? ¿De qué hablas?- acercó una silla y se sentó a mi lado.
- Voy a renunciar al modelaje.
- ¡¿Que qué?! ¿Pero tú no estás bien de la mollera?- dijo agarrándome de los hombros- ¡Que estés depre y de bajón no significa que tengas que intentar suicidarte!
- Yo no he dicho eso- dejé que me zarandeara.
- Con los familiares que tienes, casi es lo mismo. Solo te hace falta decir que quieres volverte un junky.
- Lo que sea- suspiré.
- ¿Tan enamorado estas?
- ¿Yo enamorado? Porque todos me lo dicen...
- Porque tienes todos los síntomas, ¡so' merluzo!- me zarandea de nuevo- ¿A dónde iras cuando acabe la clase? Ven a mi casa y así desconectas y nos divertimos un rato ¿sí?
- No gracias, tengo que ir a casa y decirles que dejé de trabajar...
- Eso es como darles carta blanca para que te golpeen.
- En parte me lo he buscado.
- ¡Tú! Si no has roto un plato en tu vida, que vas a merecer que te maltratan como te maltratan ellos.
- Bueno, ahora ya da igual- entonces sonó el timbre de la siguiente clase.
- Axel piensa un poco más en ti. Por una vez no te matará ser egoísta. No agaches la cabeza y te acobardes- se marchó a su sitio.
Las clases pasaron lentamente y eso que yo quería volver cuanto antes a casa para poder terminar por fin con esto y así ver si podía sentir algo, no sé, al menos dolor. Al final de la última clase, el profesor me eligió para que le ayudara a recoger el material. Cuando terminé me fui decidido a casa. Aunque todo ánimo despareció cuando estuve frente a la puerta. Muy pocas cosas me dejaban tener, como mucho las llaves de casa y, dependiendo de su humor, el móvil. Abrí la puerta, con un suspiro, saludé al entrar y subí las escaleras para ir a mi habitación.
- Vaya, ya has tardado. ¿Dónde te habías metido? – escuché la voz de mi prima en el pasillo.
- Ayudaba al profesor- respondí cabizbajo y arrastrando los pies.- Pero... ¿Qué haces en mi habitación?
- Limpieza- se asomó desde la puerta de mi cuarto, mi primo con una bolsa de basura.- Si hubieras llegado antes nos hubieras ayudado.
- Espera, eso que hay ahí es un regalo de mi manager- alargué la mano para pararlo, pero mi prima me detuvo.
- Si tan bien le caes, ya te regalará otro- respondió empujándome hacia la habitación- Tendrías que estar contento, porque debido a tu trabajo no podemos hacerte nada. Pero por hacernos limpiar tu habitación te quedaras encerrado hasta mañana sin comer- me tiró y lanzó unas mantas al suelo- No vaya a ser que pases frio.
- Por cierto, mamá ha salido a comprar así que ves a limpiar mejor, ya luego te vuelves a cerrar ahí.- soltó la bolsa.
Yo me quedé en el suelo agarrando las mantas.
- Pero espabila alelado, idiota- ladró mi primo- ¿Para cuando la paga de las fotos? quiero un ordenador nuevo.
- Pero si hace poco que te compraste uno.- proteste sin alzar la voz.
- ¡Te atreves a protestar! Nosotros que te dimos un techo. Serás desagradecido. Solo porque eres algo guapo y haces de modelo no te lo creas tanto.- alzó la mano pero paró en seco.
- Ya no. Lo he dejado.
- ¡Qué dices!- se enfureció mi primo- ¿Estás haciendo cosas sin nuestro permiso?
Mi primo me lanzó una patada en el estómago dejándome un momento sin respiración. De milagro que no me rompiera una costilla.
- Pero Dmitry, mamá se enfadara si le pegamos...
- Piénsalo, ha dejado de ser modelo.
- Cierto.- y se le formó una horripilante sonrisa.
Yo aun permanecía en el suelo algo confuso aunque listo para que me dieran una tunda entre ambos. Cerré los ojos con fuerza, lo que tuviera que pasar me lo merecía. Escuché la puerta de la casa abrirse, mis primos no pareció importarles. Ambos me agarraron pero algo pasó, porque me soltaron.
- ¿Se puede saber qué hacéis?
Aquella voz me resultaba muy familiar. Se oía algo de forcejeo entre esa persona y mis primos.
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