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El Reino de Terraluce - "La Espada Real"

Capítulo 8 (Parte I)

Capítulo 8 (Parte I)

Dec 05, 2017

La princesa siguió a Mandrakus que la guiaba por el bosque tratando de abrirse paso en medio de la espesura, había tramos en que los árboles crecían tan cerca uno del otro que era prácticamente imposible pasar en medio de ellos, pero el mago los golpeaba con su báculo y éstos se hacían a un lado para permitirles el paso y después volvían a su lugar.

Continuaron caminando aguzando el oído y la vista por si se topaban con otra ave strige o alguna otra criatura indeseable y no se detuvieron hasta que llegaron a un claro donde había una cueva cuya entrada estaba sellada con rocas dejando solamente un estrecho espacio al descubierto en la parte superior. Mandrakus tomó su báculo y con la punta inferior golpeó una de las rocas, como todo estaba en completo silencio, el ruido resonó con fuerza en el aire y a Stella le entró un poco de temor, aquel sitio era tan sombrío que daba la impresión de que la noche se había adelantado.

Esperaron algunos minutos hasta que una voz cavernosa y fatigada les respondió desde el interior. - ¿Quién llama? -

Y el mago respondió. - ¡Soy yo, Mandrakus! El tiempo ha llegado, he traído a la princesa Stella conmigo. -

Súbitamente, las rocas que obstruían la entrada desaparecieron. - Después de vos, alteza - y entonces Stella, Lampo y Mandrakus ingresaron a la cueva.

En cuanto los visitantes entraron, las rocas volvieron a aparecer sellando nuevamente la salida. Aquel sitio era realmente espeluznante, era húmedo y frío, una infinidad de huesos humanos cubría todas las paredes de la cueva que únicamente estaba iluminada por algunas velas colocadas en el suelo dentro de cráneos que flanqueaban un camino que conducía hacia unos estrechos escalones por los que se podía acceder a una cámara subterránea y descendieron por ellos lentamente.

Aunque aquel nuevo espacio era mucho más amplio era igual de tétrico que el anterior, las paredes también estaban tapizadas de huesos humanos y en las cuencas de los cráneos brillaban ojos de ratas y ratones que observaban fijamente a los recién llegados.

Stella no podía avanzar, le temblaban las piernas por el miedo que le daba aquel lugar, Lampo lo presintió y se retalló junto a ella para darle un poco de tranquilidad, pero a pesar de eso seguía sintiéndose incómoda, una persona que tuviera por pasatiempo coleccionar huesos humanos debía tener la mente bastante retorcida y por lo poco que había escuchado respecto a la nigromancia sabía que era una actividad relacionada con las artes oscuras, pensaba que tal vez había cometido un error al haber accedido a visitar a aquel personaje; entonces, volvió la vista hacia Mandrakus para tratar de entablar conversación con él.

- Ah... ¿Disculpe? -

- ¿Sí? - respondió el mago que, a pesar del aspecto tenebroso de la cueva, lucía completamente tranquilo.

- ¿Es... es seguro que... que estemos aquí? - preguntó Stella con la voz temblorosa.

- Estéfanos es un viejo amigo mío... - replicó Mandrakus serenamente y, como si pudiera leer las inquietudes de la princesa, agregó - ... aunque él no suele ser bien recibido por el resto de la gente a causa de su ocupación, ya que la nigromancia es una de las ramas de la magia negra, pero es algo que a veces puede ser de mucha utilidad como en este caso. Y puedo jurar por mi vida que Estéfanos sería incapaz de utilizarla para fines siniestros. -

Finalmente llegaron al fondo de la cámara donde el nigromante había colocado varios cráneos con velas ardiendo en su interior formando un gran círculo en medio del suelo, dentro del círculo posaba un enorme caldero negro que bullía y alrededor de éste estaban escritos varios símbolos y palabras extrañas que Stella no logró comprender en absoluto.

En un rincón apartado estaba el famoso Estéfanos sentado sobre un tapete desgastado dándoles la espalda; era un anciano extremadamente delgado, llevaba puesta una vieja túnica negra remendada y mohosa, tenía el cabello largo y completamente blanco y estaba inclinado sobre unos huesos humanos que había extendido en el suelo y que analizaba detenidamente susurrando cosas ininteligibles entre dientes, después se volvió lentamente y apoyó sus arrugadas y esqueléticas manos sobre su bastón para incorporarse, avanzó a paso lento hacia Stella y Mandrakus mientras la escasa luz del lugar proyectaba su amenazadora sombra sobre las paredes cubiertas de cráneos.

- Sí... - murmuró con voz misteriosa - ... la joven princesa Stella Mordano, la legítima heredera de la corona de Terraluce ya está aquí... he estado aguardando pacientemente este momento desde hace muchos años... -

Y se aproximó a Stella para observarla mejor con sus ojos fatigados cuyos párpados estaban tan caídos que daba la impresión de que su cara solamente era un cúmulo de arrugas - ¿Sabéis, alteza? Durante casi toda mi vida he hecho volver a los espíritus de los muertos para que puedan revelar a los vivos aquellas cosas que ellos tanto ansían conocer... pero hasta este momento, ninguna de esas revelaciones ha sido tan importante como la que vos estáis a punto de recibir... -

Stella no supo que responder, así que solamente se limitó a asentir con la cabeza.

- Y ahora, debéis prepararos... - prosiguió el nigromante - para poder llamar al espíritu de vuestro difunto padre necesito que me prestéis vuestra ayuda - y sacó un cuchillo plateado del interior de su túnica.

- Y... ¿Pa... para qué? - preguntó Stella con la voz entrecortada mientras observaba a Estéfanos introducir la hoja del cuchillo por una de las cuencas de un cráneo para pasarla por la llama de la vela.

- Siempre se debe ofrendar algo a los muertos como un símbolo de respeto... - dicho esto el nigromante le tendió el cuchillo - además, para que el espíritu de su majestad acuda a vuestro encuentro necesita cerciorarse de que quien lo ha llamado es la persona indicada y para eso es necesario que reconozca en la ofrenda su propia sangre, vuestra sangre. -

El nigromante se metió dentro del círculo y le indicó a Stella que hiciera lo mismo, después entró en una especie de trance y extendió sus manos sobre el caldero haciendo movimientos extraños mientras pronunciaba una invocación. - ¡Por el poder que me han conferido las fuerzas oscuras del Todo, he de hacer retornar al mundo de los vivos al espíritu de Romeus Mordano! -

El agua del caldero comenzó a burbujear rápidamente y a continuación Estéfanos tomó la mano derecha de Stella y le hizo un corte en la palma con el cuchillo dejando fluir un hilo de sangre que cayó directamente dentro del caldero que en cuanto recibió la ofrenda sanguinaria comenzó a arrojar una mortífera luz rojiza, después un denso vapor plateado emanó de las profundidades del caldero, era tan espeso que en poco tiempo inundó la habitación con una niebla que no dejaba a Stella ver más allá de sus propios pies.

Cuando la neblina se disipó poco a poco, la princesa pudo distinguir de nuevo los huesos que adornaban el techo y las paredes de la cámara, Estéfanos y Mandrakus habían desaparecido, pero ella no se había quedado sola, flotando sobre el caldero justo en medio del círculo estaba su difunto padre mirándola fijamente con aquella mirada severa y bondadosa.

Stella no supo qué hacer, por un lado quería correr a abrazar a su padre, pero por otro sentía un profundo temor ya que era la primera vez que se encontraba frente a la presencia de un espíritu, dio un paso indeciso al frente, su padre continuaba observándola sin pronunciar palabra y ella decidió romper el silencio. - Papá... ¿E... Eres tú realmente? -

- Sí, hija... - respondió Romeus. - El buen Mandrakus te puso a salvo cuando eras una bebé y ahora te ha traído de vuelta antes de que cumplieras los veinte años tal como me juró que lo haría. -

- Yo... te he echado mucho de menos, a ti y a mamá, me hubiera gustado mucho poder conocerlos y ... - Stella no pudo evitar echarse a llorar.

- Lo entiendo hija... el destino a veces es duro, pero debes tener valor y seguir adelante, es por eso que hoy debo revelarte algo que es muy importante. -

- Es sobre el scrixoxiu, lo sé, Mandrakus ya me lo ha explicado. -

- Exactamente, y ahora quiero que prestes mucha atención a lo que voy a decirte ¿estás lista? -

Stella tragó saliva y asintió lentamente sacudiendo la cabeza y el rey dio comienzo a su revelación.

- Por el ancho caudal del río deberás cruzar, más debes siempre recordar que con una bestia colosal podrías tropezar...

Confusos senderos te guiarán a la pradera donde las estrellas siempre han de brillar, pero ahí sólo podrás descansar ya que tu camino después deberás reanudar...

Y en el bosque eternal, tres nobles y grandes hermanas te recibirán, en sus pastos descansarás y en su laguna te refrescarás...

Arribarás a las montañas del sur donde más conveniente es seguir adelante y no volver la vista atrás...

Caminos tortuosos te conducirán al Pantano de las Luciérnagas y deberás alistarte para navegar en el mar...

En la isla iluminada desembarcarás y la criatura de dos cabezas sabiamente te aconsejará...

Retornarás a la tierra septentrional al otro lado del río y te internarás en aquel bosque donde valerosos y fuertes guerreros aguardando tu regreso están...

Y en las cumbres de las montañas del norte los hombres de bien se resguardan y una gran bendición te preparan...

Finalmente, entre el templo del poder y el templo del saber hallarás por fin lo que debes poseer... -

- Pero papá... - protestó Stella bastante preocupada. - ¡Tantos lugares que tengo que recorrer y yo apenas conozco el reino! ¿Cómo podré saber por dónde tengo que ir? Y además... yo no... bueno, a decir verdad... tengo miedo. -

El espíritu de Romeus sonrió. - El buen Mandrakus te ayudará, él conoce el reino mejor que nadie. -

- Pero ¿No se supone que este es un secreto que nadie más debe saber? Mi amigo Ferruccio me ha dicho que los scrixoxiu... -

El rey la interrumpió. - No habrá problema si le pides a alguien de confianza que te ayude a descifrar lo que te acabo de decir, pero eso sí, la última pista que te he dado habrás de resolverla por ti misma y estoy completamente seguro de que podrás hacerlo. -

- Eso espero - respondió Stella no del todo convencida.

- Ahora debo marcharme... El Equinoccio de Otoño está por llegar, tienes toda la estación para llevar a cabo tu encomienda, antes del Solsticio de Invierno deberás tener la espada en tus manos. - Stella iba a protestar otra vez, pero su padre la tranquilizó. - No te preocupes, todo saldrá bien, confío en ti, querida hija... - diciendo esto último el espíritu del rey se desvaneció en el aire dejando a Stella completamente sola.

Minutos después aparecieron Estéfanos y Mandrakus de nuevo junto a ella. - Ya está... - murmuró el nigromante con voz apenas audible y entonces el caldero se apagó y dejó de humear.

- Bueno... - comentó Mandrakus tranquilamente - creo que ya es hora de que nos retiremos, alteza. -

- Mandrakus, tiene que ayudarme, mi padre me ha ordenado recorrer varias partes del reino, me dijo tantas cosas que creo que ni siquiera seré capaz de poder recordarlas todas. -

- No será así... - intervino Estéfanos - ... las palabras de los muertos nunca se olvidan. -

Dudando de lo que el nigromante le había dicho Stella trató de hacer memoria de las palabras de su padre y le vinieron a la mente tal y como él se las había dicho. - ¡Oh... es verdad! - comentó completamente sorprendida.

- Será mejor que volvamos al sendero, puede que Giusy y Ferruccio ya estén allí esperándonos - y entonces se dirigió a Estéfanos. - Gracias por tu ayuda, viejo amigo. -

- No hay de que, espero que otro día regresen a consultarme. -

- Por supuesto... - respondió Stella titubeando - ... será un placer. - Aunque en el fondo deseaba nunca más volver a poner un pie en ese tenebroso lugar.

De vuelta en el bosque, Stella le dio un resumen a Mandrakus de las palabras del rey - ... y me dijo que debía encontrar la espada antes del Solsticio de Invierno ¿por qué? -

- Hmm... - murmuró el sabio hechicero pensativo - ... es una tradición muy antigua, los nuevos reyes deben coronarse al cumplir los veinte años durante el Solsticio de Invierno y para vuestra buena fortuna vos cumpliréis los veinte justo en esa fecha. -

- Si es que llego al próximo Solsticio de Invierno... - murmuró Stella para sí.

- ¡Oh vamos, alteza! No debéis ser tan pesimista, yo os guiaré en el camino, por ninguna circunstancia os dejaré sola con vuestro cometido. -


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