Los cuatro compañeros caminaron por varios días a través de numerosos y confusos senderos que parecían no conducir a ninguna parte en particular. Habrían pedido a los Benandanti que les ayudaran a orientarse, ya que eran los únicos que solían transitar por aquellos paisajes solitarios, pero preferían no hacerlo por miedo a llamar demasiado la atención; por otro lado tenían que andarse con sumo cuidado y ocultarse de los soldados de Lázarus que a veces patrullaban los bosques por las noches.
Siguieron andando casi otro día entero y no fue hasta que cayó el crepúsculo que por fin llegaron a las lindes del bosque y divisaron una vasta y hermosa llanura que se extendía ante su vista.
- ¡Hurra! - gritaron los tres jóvenes muy entusiasmados - ¡Hemos llegado a la pradera! -
- Yo que ustedes aún no cantaría victoria - les dijo Mandrakus seriamente.
- ¿Por qué no? - preguntó Giusy mientras se echaba a correr desaforada junto con Ferruccio y cuando estaban a punto de atravesar hacia el destino anhelado chocaron contra un muro mágico e invisible que les impidió seguir adelante.
- ¿Pero qué rayos? - gritó Ferruccio que había caído de nalgas golpeándose contra el duro suelo. Lampo también se había llevado un buen golpazo en la nariz y Cestín rodó arrojando todo su contenido por el suelo.
- ¿Qué fue lo que pasó? - inquirió Stella completamente confundida, ya que ella también había rebotado contra el misterioso campo de fuerza mágica.
La respuesta llegó junto con un grupo de tres diminutos hombrecillos barbudos que aparecieron de la nada frente a sus atónitos ojos; no pasaban del medio metro de estatura e iban vestidos con traje, sombrero puntiagudo y zapatos verdes con la punta enroscada.
- ¡Vaya! - exclamó el que parecía ser el más joven de los tres - ¡Otros caminantes despistados que han tratado de traspasar nuestros dominios sin permiso! -
- Así es, Biringuccio - comentó el más robusto del grupo - tal parece que estos humanos nos subestiman demasiado a nosotros los gnefros ¿tú qué opinas, Ficino? -
- Bueno, Vanoccio ... - respondió el aludido que tenía pinta de ser bastante viejo y que además llevaba puestas unas gafas cuadradas sobre su nariz aguileña - me parece que estás exagerando un poco, mira, son sólo tres mozuelos... -
- ¡Pues ese otro hombre que los acompaña no es precisamente un jovenzuelo! - exclamó Biringuccio señalando al viejo mago.
Ficino se acomodó las gafas para ver mejor y en cuanto lo reconoció le dirigió un afectuoso saludo - ¡Hola, buen Mandrakus! ¡Hace tanto tiempo desde la última vez que nos hemos visto! -
- Sí, ya lo creo... - respondió el anciano esbozando una enorme sonrisa de oreja a oreja - quinientos años para ser exactos. -
Stella abrió los ojos como platos al escuchar eso, obviamente sabía que Mandrakus era anciano pero nunca pensó que pudiera ser demasiado viejo, pensó en interrogarlo como era su costumbre, pero no tuvo oportunidad porque Vanoccio interrumpió la alegre charla que sostenía el anciano con su colega.
- Bueno, sean amigos o enemigos, el caso es que nadie puede cruzar ni pernoctar en esta pradera sin nuestro consentimiento. -
- Es lo que trataba de explicarles a estos chicos atolondrados - puntualizó Mandrakus.
- ¡Bah, estos jóvenes de hoy! - comentó Ficino - son demasiado impulsivos y actúan precipitadamente sin escuchar la voz de la experiencia. -
- Nosotros... eh... lo sentimos mucho - se disculpó Giusy totalmente abochornada - díganos qué es lo que debemos hacer para conseguir su permiso de tránsito. -
- ¡Oh, no es nada fuera de lo común! Es una insignificancia, solamente tienen que resolver un pequeño acertijo que les plantearemos - respondió Vanoccio.
- ¡Oh no! - exclamó Ferruccio decepcionado - ¡Soy muy malo con los acertijos! -
- Tranquilo jovenzuelo - le dijo Biringuccio - ¿Eres un estudiante de la Facultad Alquímica de las Tres Lechuzas, no es cierto? -
- Así es - replicó Ferruccio con el pecho henchido de orgullo.
- Entonces debe de haber bastante materia gris dentro de esa cabecita tuya o de lo contrario no habrías superado el examen de ingreso. -
- ¡Basta de tonterías! - lo interrumpió Vanoccio - Ahora procedamos a recitar el acertijo... -
Los tres gnefros se alinearon enfrente del grupo en silencio y Biringuccio dio un paso al frente - "Chiquito como un ratón, cuida la casa como un..." -
- ¡Oh por el amor del Padre Cosmos! - lo interrumpió Vanoccio - ¿Por qué siempre tienes que ser tan básico? Ese enigma sólo lo usamos cuando nos topamos con humanos demasiado cortos de mente y ciertamente ellos no lo son. -
- ¡Está bien, está bien! Lo cambiaré por otro. Hmm... déjame pensar... ¡Ah, ya sé cual! "Órdenes da, órdenes recibe..." -
Después Biringuccio agregó - "algunas autoriza, otras prohíbe..." -
- "Ahora díganme ¿Quién soy?" - preguntó Vanoccio para concluir.
Mandrakus, Giusy, Ferruccio y Stella formaron un círculo dándoles la espalda a los gnefros para discutir la solución al enigma.
- ¡Vamos chicos! - los animó Mandrakus - ¡Ejerciten su mente! -
- "Órdenes da, órdenes recibe..." - repitió Stella.
- "Algunas autoriza, otras prohíbe..." - prosiguió Ferruccio - Hmm, vaya es algo complicado, dice que da órdenes ¿podría ser... eh... Lázarus? -
- ¡Claro que no! - rezongó Giusy - dice que "órdenes da y órdenes recibe" Lázarus nunca recibe órdenes, sólo las da. -
- Bueno, Lázarus queda descartado ¿entonces cuál es la respuesta? - replicó Ferruccio quitándose el sombrero para rascarse la cabeza.
Stella meditaba y repetía el acertijo en voz baja para si - "órdenes da, órdenes recibe; algunas autoriza, otras prohíbe..."- y después sonrió triunfalmente pues creía haber dado con la solución - ¡Ya lo tengo! - gritó haciendo sobresaltarse a los demás y se dirigió a los tres gnefros - ¡La respuesta es el cerebro! -
- ¡Esa respuesta es... - gritaron los tres hombrecillos al unísono - ¡COOOOOOOOOORRECTA! -
Giusy y Ferruccio brincaron de felicidad mientras Cestín y Lampo corrieron en círculos persiguiéndose el uno al otro.
- Bien, lo prometido es deuda. Tienen al acceso libre a la pradera ¡Disfruten su estancia y vuelvan pronto! - les dijo Ficino haciéndoles una respetuosa reverencia y los cuatro amigos pudieron atravesaron el campo mágico que antes les impedía el paso.
Antes de que oscureciera por completo, Ferruccio se apresuró a sacar la tienda que guardaba en el interior de Cestín para montarla.
- No, Ferruccio - le dijo Giusy - con este hermoso paisaje nocturno sería un crimen dormir a cubierto. -
Así que únicamente sacaron los sacos de dormir y se metieron dentro de ellos acostados boca arriba contemplando las estrellas y escuchando a los grillos cantar.
- Ahora comprendo porque la llaman Pradera Stellata - comentó Stella mirando embelesada hacia el firmamento - aquí el cielo siempre está tapizado de estrellas. -
- Ya lo creo - replicó Mandrakus con voz ensoñadora - cuando era joven y aún no había fundado la Facultad solía venir aquí para trazar mis mapas celestes. -
- ¿Usted fundó la Facultad de Alquimia? - le preguntó Stella totalmente sorprendida.
- Así es, alteza; fue hace casi novecientos años y ya estoy a casi nada de cumplir los mil años. -
- ¡Oh vaya! Eh... Si no es indiscreción preguntar ¿cómo es que usted ha podido vivir tanto? -
- Pues, gracias al exitoso desarrollo de la medicina alquímica aquí en Terraluce las personas pueden vivir hasta trescientos años. Pero desde luego mi caso es algo particular, desde que era joven me sentía atraído por la alquimia tanto que le dediqué toda mi juventud entera, mi primer gran logro fue conseguir el elixir de la juventud pero en realidad estaba obsesionado con obtener el elixir de la vida, no para mí sino para una persona muy amada, estaba muy cerca de conseguirlo pero desgraciadamente ella murió antes de que pudiera obtener los polvos de proyección. -
- Oh, lo lamento mucho - murmuró Stella reprendiéndose mentalmente a sí misma por ser tan curiosa y hacer preguntas imprudentes.
- Pero bueno... - prosiguió Mandrakus - ya que había aprendido tantas cosas y acumulado tanto conocimiento del tema en mi afanosa búsqueda sentí que era mi deber compartir esa sabiduría y enseñarla a otros para que pudieran mejorar sus propias vidas y las vidas de los demás y así fue como tomé la decisión de enseñar mis secretos y fundar la Facultad. -
- ¡Y qué bueno que lo hizo! - interfirió Giusy - porque gracias a usted es que ahora podemos estudiar esta disciplina tan fascinante. -
Mandrakus se sonrojó al oír aquel comentario - Gracias, querida Giusy. No sabes cuánto me alegra saber que al menos hice una buena cosa en toda mi larga e insignificante vida. -
- Lo que yo aún no comprendo... - dijo Ferruccio de repente sobresaltando al resto que ya lo creía dormido - es por qué se negó rotundamente a utilizar el elixir de la juventud ¡Imagínese! Ser por siempre joven y no sufrir nunca los achaques de la vejez. -
- Eh... bueno, la verdad es que me gusta ser un anciano, las canas infunden respeto - y soltó una risilla pícara. - Será mejor que durmamos, mañana por la mañana tendremos que reanudar el camino. -
Stella todavía no tenía sueño y al parecer Giusy y Ferruccio tampoco, así que decidió conversar un poco con ellos - Chicos, háblenme de la Facultad, por favor. -
- ¿De la Facultad? - preguntó Giusy un tanto desconcertada - ¿cómo qué os gustaría saber? -
- Pues, cuéntenme lo que sea. -
- Hmm, bueno, se encuentra sobre la Cordillera Norte detrás del Castillo Real, es una altísima torre de veinte pisos y las clases son muy interesantes. -
- ¿Veinte pisos? ¿Y no es muy cansado subir y bajar tantas escaleras para ir a sus respectivas aulas? -
- No, porque además de las escaleras tenemos un ascensor mágico que nos lleva en poco tiempo al piso que le indicamos. -
- ¿Un ascensor mágico? ¡Eso suena interesante! -
- Todo lo que hay en la Facultad es interesante... - comentó Ferrucio - pero una de las mejores cosas es la comida que prepara Fennella la cocinera, es realmente exquisita, en el comedor tenemos un buffet y podemos servirnos todas las raciones que queremos, cuando hace pasta al horno acabamos con todo ¿verdad, Giusy? -
- ¡Habla por ti, yo no soy tan glotona! -
- Y claro, lo mejor de lo mejor es mi querida Brambilla - comentó Ferruccio emitiendo un largo suspiro y entornando los ojos.
- ¡Oh no, por favor! ¡Ya bastante tengo con soportar tus embotamientos cada vez que la ves en la Facultad como para que aquí también te pongas así! -
- ¡Lo que pasa es que le tienes envidia porque ella fue la primera en lograr transmutar el hierro en plata y tú no! -
- ¡Me da igual! Transmutar minerales comunes en metales preciosos no es la especialidad del Área de Medicina. -
Como aquello olía a una inminente discusión, Stella decidió cambiar un poco el tema - ¿Y es realmente difícil el examen de admisión? ¿En qué consiste? -
- Un mes antes del primer lunes de Septiembre, que es cuando inician las clases, todos los interesados en ingresar acuden para ser evaluados por tres lechuzas con poderes extraordinarios, cada una representa un área específica: Kemia es la del Área General, Espagiria la de Medicina e Incantésima la de Magia. Debemos colocarnos frente a ellas para que puedan examinarnos, si una de las tres comienza a ulular fuertemente eso significa que el aspirante ha sido admitido en el área que ella representa pero si las tres le dan simultáneamente la espalda eso significa que ha sido rechazado. - le explicó Giusy.
- ¡Vaya! ¿Y cuáles son las causas por las que rechazan a los interesados? -
- Puede ser por tres motivos: ser de mente corta, pobre de espíritu o tener el corazón podrido. -
- ¡Ja! A Avellino seguramente lo rechazaron por tener el corazón podrido - afirmó Ferruccio con toda seguridad.
- Ya lo creo - respondió Giusy - y a Laureano... bueno, el pobre no tiene una mente muy amplia que digamos. -
- Y a decir verdad... - prosiguió Ferruccio - yo también creía que no daría la talla requerida, hasta que Kemia comenzó a ulular después de pasar casi una eternidad en silencio, aunque yo tenía esperanzas de que fuera Incantésima quien me eligiera y poder ser un mago. -
- Ferruccio ¿qué es lo que siempre nos ha dicho Mandrakus? - le preguntó Giusy seriamente.
- Ah... ¿qué cada uno de los estudiantes tiene sus propios talentos y cualidades? -
- ¡Exacto! No importa que no tengas magia dentro de ti, tienes muchas excelentes cualidades: eres de mente amplia, noble de espíritu y de corazón puro, de no ser así no hubieras sido admitido en la Facultad. Así que olvídate para siempre de las tonterías de los libros de Bettina Farrara. -
Ferruccio esbozó una tímida sonrisa y se enjuagó una pequeña lágrima que dejó escapar y continuó. - Pues sí, diría que todo lo que he vivido en la Facultad ha sido bueno, lo único desagradable que he pasado ha sido la horrible novatada que me hicieron mis compañeros del área. -
- ¿Acostumbran hacer bromas pesadas a los de nuevo ingreso? - inquirió Stella abriendo los ojos como platos.
- ¡Vaya que sí! - respondió Ferruccio - Los de sexto semestre me llevaron a lo más alto de la torre, me sujetaron por los tobillos y me hicieron colgar de cabeza en el vacío por cinco minutos ¡Con el terror que le tengo a las alturas! -
- ¿De qué te quejas? - protestó Giusy - A mí me obligaron a caminar desnuda por el pasillo de los dormitorios de las chicas, fue una suerte que estuviera completamente desierto en ese momento.
- Pero aún así la facultad es grandiosa - suspiró Ferruccio - hace más de una semana que comenzaron las clases y deberíamos estar cursando el tercer semestre. -
- No te preocupes, si el Padre Cosmos y la Madre Naturaleza nos lo permiten volveremos el próximo año - le dijo Giusy para tranquilizarlo.
Mientras Giusy y Ferruccio narraban otras de sus vivencias estudiantiles, Stella pensaba en cómo sería ser una estudiante más de la Facultad, si reuniría las cualidades requeridas para ingresar y si podría ella siquiera presentarse a los exámenes de admisión hasta que poco a poco fue conciliando el sueño.
Todos dormían profundamente, el sonido de los grillos era lo único que se escuchaba en derredor, pero Stella sintió una presencia amenazadora irrumpir en medio de su sueño, abrió los ojos con dificultad y distinguió frente a ella una enorme e imponente figura que iba armada con una enorme espada y tenía unos ojos ambarinos que refulgían en medio de la oscuridad y que, por desgracia, ya le eran familiares.

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