Loretta seguía trabajando en la limpieza hasta bien entrada la noche, había llovido intensamente en los últimos días y Terrino se la pasó jugando en el exterior juntando bolas de lodo para después traerlas dentro del castillo y lanzárselas a ella en la cocina. Como de costumbre, el chiquillo mimado no fue castigado, y como si ella hubiera sido la culpable, Donnarella le ordenó que no saliera de la cocina hasta dejarla reluciente y sin una mancha de barro.
Pero la joven criada no era la única persona que aún estaba despierta a esas altas horas de la noche. En el comedor se encontraban Lázarus y su fiel compañero Máximus hablando en voz baja.
- Has conseguido traerlo, mi buen amigo. -
- Por supuesto, Excelencia - siseó Máximus al mismo tiempo que colocaba un pesado baúl sobre la mesa - aunque debo decir que no fue nada fácil capturarlo... -
Como el castillo estaba completamente en silencio, desde la cocina Loretta pudo escuchar parte de su conversación y decidió subir las estrechas escaleras que llevaban a la puerta que conducía al comedor para entender mejor las palabras que intercambiaban aquellos dos desalmados. Con suma cautela se agachó y pegó el oído a la rendija de la puerta.
- Ya me lo imagino... - le respondió Lázarus - Todavía no puedo creer que te las hayas ingeniado para salir del reino y acudir hasta Terracqua sin que nadie sospechara de tus verdaderas intenciones. -
- Hay personas a las que es muy fácil engañar, vuestra Excelencia. -
- Bien, ahora debes encargarte de llevarlo hacia el círculo de piedras para que acabe con esos plebeyos rebeldes que insisten en continuar con sus absurdos festejos ancestrales. -
- Si me permitís daros mi humilde opinión... ¿no sería mejor que fuerais directamente allá con vuestros soldados y los apresarais a todos? -
- Hmm...tal vez, pero la sorpresa que se llevarán será más grande y el sufrimiento mil veces peor para ellos. -
- Será como vos lo deseéis, Excelencia. -
- Espero que esta lección les sirva para entender de una buena vez que yo soy el soberano absoluto y que no permitiré que nadie se atreva a desafiarme. -
Loretta se quedó petrificada, había descubierto uno de los macabros planes del rey y le invadió un profundo temor, se alejó de la puerta y trató de analizar aquella situación.
Aunque ella había nacido un año después de que murieran los últimos reyes de la gloriosa dinastía Mordano había escuchado hablar de ellos y de cómo era la vida en el reino cuando ellos vivían, la gente estaba en paz y todo era próspero. Más de una vez ella había soñado despierta con vivir libre y tranquila lejos de la maldad de Lázarus y su despreciable familia y sus esperanzas de lograrlo fueron en aumento cuando un buen día en la Plaza Mayor escuchó a una juglaresa, que tendría unos dos años más que ella, entonar una canción que hablaba del regreso de la joven princesa que devolvería la felicidad a Terraluce.
Sabía que se decía que la pequeña hija del rey Romeus había sido sacada del reino y puesta a salvo por el viejo mago alquimista y consejero de la familia real y que cuando estuviera por cumplir los veinte años sería traída de vuelta para pelear por el sitio que le correspondía, pero ella prefería no prestar oídos a rumores vanos para no hacerse ilusiones.
Pero después había comprobado que todo eso era cierto y un rayo de esperanza iluminó su triste y miserable vida, no quería que hubiera más miseria ni más personas encarceladas ni asesinadas injustamente y había llegado el momento de ser valiente y actuar. Acababa de escuchar algo terrible y tenía que hacer algo al respecto ¿Pero qué? Ya se le ocurriría un plan, pero antes debía huir del castillo.
Volvió a agacharse y a asomarse por la rendija de la puerta, todo estaba en completo silencio lo cual significaba que la vía estaba libre. Pensó por dónde podría salir: por la puerta principal era imposible, siempre estaba flanqueada por homúnculos que tenían órdenes de atacar a cualquier persona no autorizada que saliera o entrara por ahí. Tenía que buscar otro modo.
De pronto, recordó que en una ocasión escuchó a otro de los criados hablar acerca de un pasadizo secreto que había detrás de una de las paredes de la cocina y que conducía al exterior "¡Por favor, Loretta!" se dijo a sí misma "¡Estás en medio de una situación urgente y tú te pones a fantasear con pasajes escondidos!" aunque por otro lado se decía que nada perdía con buscarlo.
Comenzó a palpar cada tramo de las paredes de la cocina por si encontraba alguna división pero era en vano, estuvo a punto de rendirse cuando posó sus dos manos sobre el borde de la alacena y ésta se movió ligeramente hacia afuera, después comenzó a tirar con más fuerza porque tenía la certeza de que la alacena estaba pegada a la pared que a la vez hacía de la entrada que conducía al pasadizo.
Siguió tirando hasta que la pared fue cediendo poco a poco y pudo divisar del otro lado un túnel iluminado por la tenue luz de unas cuantas lámparas perpetuas que colgaban del techo. Corrió por aquel pasillo que olía a encerrado y humedad hasta llegar a una trampilla que conducía al aire libre, salió y cuando por fin pudo aspirar el aire fresco de la noche reparó en que no tenía modo de salir del castillo ya que estaba enclavado en un acantilado y el único acceso externo era por el puente levadizo que también estaba custodiado por soldados y además el monumento circular se encontraba muy lejos al sur del reino ¿Cómo llegaría hasta ahí a tiempo?
Se reprendió a si misma por haber sido tan ilusa y haber perdido el tiempo de esa manera y sintió unas incontenibles ganas de llorar por la impotencia que no pudo contenerse y sollozó desconsoladamente - ¡Por favor noble hada protectora! - suplicó dejándose caer sobre la tierra - ¡Necesito ayuda! -
Aquella era su única esperanza, decían que una noble hada que habitaba en un bosque encantado siempre acudía al llamado del necesitado, no sabía si era verdad pero en esos momentos nada perdía con intentar llamarla.
Cuando estaba a punto de rendirse y volver por la trampilla, una silueta blanca apareció volando en medio del cielo nocturno, Loretta se dio la media vuelta para observarla bien y, aunque no daba crédito a lo que sus ojos veían, se dio cuenta de que se trataba de un monocero, un hermoso caballo blanco alado con un enorme cuerno en la frente curvado como la hoja de un sable.
El animal comenzó a descender lentamente y se posó a sus pies, Loretta se acercó muy despacio y alargó una mano para acariciar su inmaculada crin - ¿Has venido a ayudarme? - le preguntó y el monocero asintió moviendo la cabeza - ¿Crees que puedas llevarme hasta el Círculo Mágico? - Recibió la misma respuesta. Con sumo cuidado la chica montó sobre su lomo y el monocero emprendió el vuelo veloz y ligero como un águila.

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