Los cuatro estaban indecisos, no sabían si debían permanecer allí o salir del Círculo Mágico para no importunar, pero como los caminantes los saludaron con tanta alegría y entusiasmo en cuanto entraron al monumento, decidieron quedarse ahí.
- ¡Os deseo que tengáis una excelente noche, queridos hermanos! - les dijo un hombre anciano y barbado que iba envuelto en una túnica marrón con capucha y llevaba el rostro cubierto por una máscara de ciervo con todo y astas.
- Ha llegado el tiempo en que el día y la noche se equilibran mientras el Astro Rey se prepara para iniciar la gran aventura rumbo a lo desconocido en dirección a su renovación y su renacimiento. Y ahora... - agregó volviéndose hacia los demás - ...es el momento de celebrar este cambio de estación, demos la bienvenida al Equinoccio de Otoño. -
Acto seguido, las otras personas que le acompañaban tomaron las canastas que habían traído consigo y que estaban llenas a rebosar de calabazas, mazorcas de maíz, espigas de trigo, nueces y otras frutas.
- ¿Qué es lo que van a hacer con eso? - le preguntó Stella a Mandrakus en voz baja.
- Los campesinos juntan todo lo mejor de sus cosechas para ofrecérselo a la Madre Naturaleza y así agradecerle por la buena siembra que han tenido en el transcurso del año - le explicó.
Las mujeres jóvenes, que iban ataviadas con sencillos vestidos color ocre y coronas hechas de hojas marchitas, llevaban muñequitas que habían elaborado cuidadosamente con hojas de maíz; después las lanzaron al aire junto con montones de hojas secas, bellotas, ramitas de roble y ciprés, puntas de pino y piñas mientras brincaban formando un círculo e iban recitando:
Las hojas caen, los días se enfrían
La Madre Naturaleza tira su manto de tierra a Su alrededor
Mientras tú, gran Astro Rey, navegas hacia el Oeste
Hacia las tierras de encanto eterno,
Envuelto en la frescura de la noche.
Las frutas maduran, las semillas caen,
Las horas del día y la noche están equilibradas.
Vientos fríos soplan desde el Norte gimiente.
En esta aparente extinción del poder de la Madre Naturaleza.
¡Oh, Divinidad Bendecida! Sé que la vida continúa.
Porque la Primavera no es posible sin la segunda cosecha,
Tan cierto como que la vida no es posible sin la muerte.
Bendiciones sobre ti ¡Oh, astro caído!
Mientras viajas a las tierras del Invierno
Y a los amorosos brazos de la Madre.
Después, el resto de los presentes colocaron sus cestas dentro del círculo que habían formado las hojas y bellotas al caer y recitaron con fervor:
¡Oh benigna Madre Naturaleza!
He sembrado y cosechado los frutos de mis acciones, buenas y malas.
Dame el valor para sembrar las semillas de la alegría y el amor
en el año venidero, desterrando la miseria y el odio.
Enséñame los secretos de una existencia sabia sobre este planeta
¡Oh, Luminosa de la noche!
Los cuatro amigos prorrumpieron en aplausos de alegría, sobre todo los jóvenes que nunca antes habían tenido la oportunidad de presenciar ni de participar en un ritual de celebración por los equinoccios y solsticios.
- ¡Es maravilloso! - comentaban completamente extasiados.
- ¡Oh sí! Y en tiempos pasados, cuando se congregaba casi todo el reino aquí en el círculo era aún más bello todavía - les contó Mandrakus con aires de nostalgia.
- Pronto volverán aquellos días, ya lo verá... - le dijo Ferruccio para animarlo un poco.
Una de las jóvenes vestida de ocre, se acercó a ellos y les invitó a convivir con los otros miembros de su grupo.
- Por favor hermanos, tengan la amabilidad de compartir con nosotros el banquete especial que hemos preparado en honor de la Madre Naturaleza y el Padre Cosmos. -
Y les convidó pan de maíz, frutos secos, calabaza al horno e hidromiel para que comieran y bebieran. El resto de sus acompañantes los acogieron cálidamente y más aún porque allí estaban algunos ex alumnos de la Facultad que conocían a Mandrakus y cuando se enteraron de que ahí estaba la princesa Stella armaron un gran alboroto.
Otras chicas colocaron coronas de hojas secas sobre las cabezas de Stella y Giusy, mientras que a Mandrakus y a Ferruccio les pusieron máscaras de animales.
- Bien... - carraspeó el anciano enmascarado para llamar la atención. - ¡Ahora, debemos culminar la celebración y encender la tradicional hoguera! -
- ¿La hoguera? - preguntó la chica que les había llevado comida a Stella y sus amigos - ¡Pero si la encendemos llamaremos la atención y podrían descubrirnos los guardianes de Lázarus! ¡No deberíamos! -
- ¿Y por qué no? - exclamó un joven de cabello dorado que tendría la misma edad que Stella - ¡No debemos permitir que ese tirano nos siga intimidando! ¡Así como no puede silenciar el canto de las aves, tampoco podrá coartar nuestra libertad! ¡Nunca más! - Sus palabras fueron coreadas por gritos de júbilo.
- ¡Tiene razón! - añadió Stella para sorpresa de todos. - Esta es una fecha especial, estamos celebrando uno de los ciclos de la Madre Naturaleza. ¡Hagan conforme a la costumbre! -
Animados por el entusiasmo de la princesa, un grupo de chicos juntaron ramas y encendieron una gran hoguera en medio del Círculo Mágico. Posteriormente, todos tomaron tambores, címbalos e instrumentos de cuerdas y viento y comenzaron a tocar. Al poco rato todos se dejaron llevar por la alegría de la música y empezaron a danzar y a saltar en círculos eufóricamente alrededor del fuego lanzando hojas, ramas y bellotas al fresco viento nocturno. Stella sentía liberar todas sus cargas y llenarse de energía con cada salto que daba.
Al cabo de una hora, el jolgorio se vio interrumpido por la repentina llegada de un monocero alado que aterrizó dentro del círculo, sobre sus lomos venía montada una chica rubia y pecosa que descendió rápidamente y se acercó a la multitud que se había reunido en torno al animal.
- ¿Lo ven? ¡Les dije que nos descubrirían! - exclamó aterrorizada la muchacha que se había opuesto a la idea de encender el fuego.
- ¡Por favor, tienen que escucharme! ¡No vengo a hacerles daño! - les gritó Loretta para hacerse oír entre los murmullos de desconcierto. - Me he arriesgado al escapar del Castillo Real sólo para advertirles de un gran peligro que Lázarus ha enviado contra ustedes. -
Todos intercambiaron miradas de temor e incredulidad al escuchar eso.
- ¿Quién eres tú? ¿De qué estás hablando? - le preguntó Giusy - ¿Qué es lo que Lázarus planea hacer? ¡Explícanos, por favor! -
Loretta estuvo a punto de responder cuando un coro de alaridos resonó por todo el ambiente. Una pequeña pero horrenda criatura con cuerpo y cabeza de gallo, una enorme cresta de color rojo, alas con espinas y cola de serpiente los miraba con sus amenazantes ojos rojos desde afuera del Círculo Mágico.
- ¡Conserven la calma! - les suplicó Mandrakus. - Mientras estemos dentro del círculo, ese ser no podrá hacernos ningún daño. -
- ¿Pero qué es esa criatura? - preguntó Stella señalando al desesperado y furioso animal que trataba de entrar al monumento y atacarlos a todos.
- Es el Bisso Galeto, una criatura malévola oriunda del reino de Terracqua... - le explicó Ferruccio brevemente - ... y fuera de eso no sé gran cosa, no tengo la más remota idea de qué podríamos hacer para librarnos de él.
- ¿Y cómo rayos llegó hasta aquí? - inquirió Giusy - ¡Es un animal extremadamente venenoso! ¡Con su mirada puede hacer cosas terribles como secar las plantas, envenenar el agua y matar a cualquiera de nosotros! -
- ¿Pero es que no has oído a Mandrakus? - le reclamó Ferruccio - ¡No nos pasará nada mientras permanezcamos aquí dentro! -
- ¡Pero no podemos quedarnos aquí atrapados para siempre, genio! - le gritó Giusy - ¡Tenemos que encontrar un modo de deshacernos de ese bicho para poder salir de aquí! -
- ¡Por favor, chicos! ¡Contrólense! - los regañó Mandrakus - ¡No es momento de peleas infantiles sino de pensar en un plan para ponernos a salvo! -
Stella hizo acopio de fuerzas para no dejarse dominar por el pánico y tratar de ayudar a Mandrakus pensando en alguna solución, pero no le venía a la mente ninguna. Los nervios la llevaron a juguetear con el pentáculo que pendía de su cuello, y entonces, se le ocurrió algo que tal vez podía sacarlos de esa difícil situación.

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