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El Reino de Terraluce - "La Espada Real"

Capítulo 16

Capítulo 16

Dec 08, 2017

Ninguno de los cuatro pronunció palabra mientras caminaban a paso presuroso para alejarse de las montañas lo más rápido que les fuera posible. Decidieron internarse en un bosquecillo para resguardarse de los vientos gélidos que soplaban en los valles y se dejaron caer sobre las gruesas raíces de los árboles para descansar un poco.

Ferruccio fue el primero en romper el sepulcral silencio que reinaba en la atmósfera - ¡Cosmos bendito! Nunca pensé que llegaría a conocer a una masca en persona, son tan, tan... -

- ¿Horribles? - preguntó Giusy tratando de encontrar el adjetivo apropiado que Ferruccio buscaba para describirlas.

- ¡Así es! ¡Son horribles! ¡Mira que insultar a mi querida Bambrilla llamándola "asquerosa mestiza"! -

- ¡Ni lo repitas, que reviento de coraje! ¡Ninguno de nuestros compañeros magos es asqueroso! - protestó Giusy golpeando su puño derecho sobre la palma de su mano izquierda - ¡Y Mandrakus mucho menos! ¡No sabes cómo me hubiera gustado romperles la cara de un puñetazo a ese par de víboras! -

- Chicos, por favor... - les dijo Mandrakus con tono de resignación - no es sano que guarden rencores, recuerden lo que siempre les he dicho: la violencia nunca generará nada bueno. -

- Pero... - intervino Stella deseosa de conocer más a fondo aquella incómoda cuestión - ¿Por qué esas mascas odian tanto a las personas que no son como ellas? ¡Es completamente absurdo! -

- Bueno... - replicó Giusy - ... es algo demasiado complicado, pero para que os podáis dar una idea trataré de explicaros lo mejor que pueda. Si a Mandrakus no le importa, claro está... -

El aludido le hizo una señal con la mano para invitarla a proseguir.

- Como ya os había dicho, las mascas son un grupo de brujas que tienen enormes poderes y son inmortales. Ellas están muy orgullosas de su noble estirpe mágica, tanto que nos consideran seres infrahumanos a todos aquellos que no formamos parte de su comunidad porque desde pequeñas las educan para que tengan prejuicios en contra de aquellos que son ajenos a sus clanes. -

- Es por eso que... - tomó la palabra Ferruccio - ...ellas solamente se reproducen con los mascones, hombres que poseen sus mismas facultades mágicas como transformarse en animales, vegetales u objetos y sacar su espíritu del cuerpo para poder volar inmaterialmente en el espacio. -

- Sin embargo... - agregó Giusy - por cada treinta bebés que llegan a nacer en su comunidad solamente uno es varón y es por eso que sus clanes son matriarcales y la única función de los pocos hombres que hay es fecundar a las mujeres. -

- En otras palabras... - volvió a interrumpir Ferruccio - los mascones son pues... digámoslo así: unos zánganos. -

- Y cuando una masca cumple los dieciséis años es dada en matrimonio a un hombre mascone, que puede ya tener desde diez hasta veinte esposas mascas, pero a ellas no les importa eso con tal de mantener limpia su estirpe - siguió explicando Giusy.

- Bien, ahora viene la cuestión más dura... - suspiró Ferruccio - hay mascas que, a pesar de la estricta restricción de reproducirse únicamente con mascones, se han enamorado de hombres ajenos a la comunidad, se han casado con ellos y han engendrado hijos que las otras mascas llaman "malditos mestizos." -

- Así es... - intervino Mandrakus después de haber permanecido en silencio durante todo ese rato - tiempo atrás las mascas pensaban que al mezclarse su sangre mágica con la sangre ajena las facultades mágicas se perdían porque los mestizos no pueden usar sus poderes hasta tener conocimiento de que los poseen, y una de las maneras en que pueden saber que tienen magia es a través de la lechuza Incantésima de la Facultad. Por eso es que ellas me guardan un profundo odio, porque de no ser por mí, ningún mestizo sería consciente de la existencia del poder mágico que guarda en su interior. -

El viejo mago tomó aire y prosiguió.

- Pero el motivo principal por el que más me odian es porque mi madre, que se llamaba Monna Tropea, era miembro de un clan de las más poderosas y legendarias mascas y se enamoró del Fratello Cagliostro Buonbarone, un hombre que no solamente era ajeno a la comunidad sino que además era un Benandanti, las mascas han mantenido una rivalidad ancestral con ellos porque los Benandanti tienen el poder para controlar los poderes de la Madre Naturaleza y ellas no, además de que siempre usan su magia en beneficio de los demás y rompen los maleficios que las mascas lanzan sobre las tierras, los animales y otras personas. -

Los chicos escuchaban perplejos la historia con respecto a los orígenes del buen Mandrakus, ya que ni siquiera Giusy y Ferruccio que habían convivido con él muy de cerca conocían mucho acerca del pasado del sabio hechicero.

- Y bueno... - volvió a pronunciar palabra el anciano - ... cuando una masca se enamora de un hombre ajeno es repudiada y expulsada inmediatamente de la comunidad y al abandonar su respectivo clan pierde la inmortalidad para siempre. -

- ¿Cómo es eso? - preguntó Stella.

- Hay dos maneras en que una masca puede dejar de ser inmortal: la primera es que sienta que ya tuvo suficiente de su larga vida, los cuerpos de las mascas no son inmunes a las enfermedades ni al deterioro de la vejez, y para poder morir necesita ceder sus poderes mágicos a otro ser viviente. Y la segunda forma es cuando se le condena al destierro, como en el caso de mi madre. -

Todos volvieron a quedarse completamente callados, únicamente se escuchaba el soplo del viento entre las copas de los árboles. Mandrakus parecía estar completamente sumido en sus propios pensamientos con una expresión de tristeza dibujada en su viejo y cansado rostro.

- Bien muchachos, creo que ya hemos reposado lo suficiente. Pongamos pies en marcha, todavía nos faltan algunos días para llegar al Pantano de las Luciérnagas. -

Durante el camino, Stella no pudo reprimir su curiosidad con respecto al asunto de las mascas y siguió bombardeando con preguntas a Giusy y a Ferruccio.

- Entonces ¿todos los estudiantes del Área de Magia de la Facultad son hijos de mascas? -

- No precisamente... - le explicó Giusy - pero si deben tener como mínimo una antepasada masca en su árbol genealógico, de otro modo es imposible que hubieran nacido con facultades mágicas. -

- Por ejemplo, el caso de mi Brambilla es curioso... - intervino Ferruccio - su bisabuela fue una masca, pero ni su abuela ni su madre heredaron poderes mágicos, tampoco ninguno de sus once hermanos mayores, solamente ella. -

- Sí que es muy peculiar - comentó Stella.

- Así es, es algo muy interesante y más porque todavía no se ha comprendido bien del todo como funciona la herencia mágica, es prácticamente un misterio - replicó Giusy.

Tal como Mandrakus había dicho, tardaron varios días en acercarse a las orillas del Pantano de las Luciérnagas. Allí los vientos gélidos cedieron repentinamente para transformarse en brisas salobres y pegajosas. Como era prácticamente imposible caminar entre ciénagas y arenas movedizas, Mandrakus derribó un árbol para transformarlo en un pequeño bote que se impulsaba mágicamente y les ordenó que subieran.

- Será mejor que crucemos las aguas pantanosas de este modo, recuerden que este sitio está infestado de serpientes dipsa, cocodrilos y otros animales peligrosos. -

Todos se acomodaron en la barca a excepción de Cestín que, desde que habían penetrado en los terrenos del pantano, se había mostrado muy inquieto.

- ¡Ven acá! - le ordenó Ferruccio enérgicamente y Cestín se negó rotundamente - ¡Por eso te dije que te quedaras allá en el Palacio Subterráneo con Glenda y Laureano y sin embargo te pegaste a mí como una lapa, ahora obedéceme! -

- Ferruccio, compréndelo - lo tranquilizó Giusy - el ambiente de este sitio no es precisamente muy reconfortante que digamos. -

Al final, Cestín se resignó por completo y se sentó en el bote con los demás.

El pantano era sombrío, los árboles y las plantas acuáticas eran tan densos que no permitían pasar ni el más leve rayo de luz y al oscurecer era aún más tenebroso todavía, lo único que se escuchaba era el croar de un coro de sapos y la única iluminación provenía del montón de luciérnagas que revoloteaban por doquier y eso los hizo sentirse un poco más optimistas.

No obstante, cuando decidieron echar una cabezada y se acomodaron en la superficie del bote de modo que todos pudieran acostarse y estar cómodos, se escuchó un ruido fortísimo que sonaba como un gran eructo y resonó haciendo eco por todo el ambiente. Ferruccio se puso pálido como un fantasma y comenzó a temblar descontroladamente - ¡M... ma... ma... Marroooca! -

- ¿Qué dices? - lo interrogó Giusy sin poder creer lo que estaba escuchando.

- ¡E... es la Marroca! ¡Estoy seguro! -

- ¡Ferruccio, la Marroca no existe, sólo es una leyenda! Seguramente fue un sapo. -

- ¡Los sapos no emiten semejantes sonidos! Además, yo ya he visto antes a la Marroca con mis propios ojos. -

- ¿En serio? ¿Dónde? ¡Por favor Ferruccio, no me tomes el pelo! -

- ¡No te estoy tomando el pelo! El año pasado en la Facultad estaba con Brambilla cerca de los baños, era muy tarde, todos estaban dormidos y ella y yo fuimos pues... a... -

- ¡Ferruccio! - lo interrumpió Giusy completamente exasperada - ¡No me interesa conocer los detalles de lo que estabas haciendo con tu Brambilla a altas horas de la noche, así que ve al grano! -

- Bueno, mientras estábamos ahí juntos escuchamos ese mismo sonido provenir del interior del baño de los chicos, nos asustamos mucho y salimos corriendo. Después, estaba yo en uno de los retretes haciendo mis necesidades y me llegó un terrible olor nauseabundo que provenía del caño y entonces la vi... ahí estaba ese horrible bicho asomando su cabeza. -

- ¡No te creo! -

- ¡Pues adelante, no me creas! -

- ¡Hey, chicos! - interfirió el anciano - será mejor que dejen esta vana discusión y traten de dormir un poco. Cuando naveguemos sobre las aguas del Mar Lúcidum será más difícil descansar con el vaivén de las olas. -

- Mandrakus tiene razón... - comentó Giusy - y en cuanto a tu Marroca... - le dijo a Ferruccio - estoy segura de que no era más que un sapo. -

Ferruccio trató de tranquilizarse un poco y se acomodó en posición fetal para reposar mientras que Stella no sabía qué pensar, a ella también le había asustado ese ruido que se escuchó en el pantano y su amigo podía estar en lo cierto, ahí en el reino se había topado con diversas criaturas malévolas que antes creía que eran producto de la fantasía y la imaginación de la gente crédula.

Al final, todos se olvidaron del asunto y durmieron profundamente aunque los mosquitos no paraban de picotearlos por todo el cuerpo. Stella habría dormido de corrido de no ser porque Lampo comenzó a rugir en mitad de la noche - ¿Qué sucede amigo? - le preguntó totalmente despreocupada. El gigiátt tenía la mirada fija sobre la superficie del agua, al parecer había algo ahí dentro que llamaba mucho su atención.

Stella decidió asomarse por la borda, un olor putrefacto impregnó el ambiente y le provocó nauseas. Los demás, que hasta ese entonces dormían a pierna suelta, también se despertaron - ¡Iugh! ¡Pero qué peste! - exclamó Giusy tapándose la nariz con la mano. Stella insistía tratando de encontrar aquello que había alarmado a Lampo sin ningún resultado.

De repente, Ferruccio comenzó a sacudir a Giusy y a Stella por los hombros - ¡Mi... mi... miren! ¡Les dije que no mentía! - y señaló detrás de él. Sobre el agua nadaba un repugnante animal con cuerpo de babosa y cabeza de serpiente que trataba desesperadamente de subir al bote. Los chicos gritaron con todas sus fuerzas y su instinto de supervivencia los hizo ponerse en pie para huir - ¡No hagan eso! - les gritó Mandrakus - ¡Siéntense! -

El bote se volcó y todos cayeron dentro del agua oscura y cenagosa. Mientras Mandrakus trataba de enderezarlo de nuevo, la Marroca se dirigió hacia los tres chicos que se abrazaban unos a otros para tratar de protegerse y mantenerse a flote. A pesar de sus grandes esfuerzos por mantener al monstruo a raya, la criatura logró encajar una mordida a Ferruccio en su hombro izquierdo, éste emitió un fuerte chillido por el dolor, Giusy quiso ayudarlo pero ahí en el agua poco podía hacer.

En cambio, Cestín chapoteó enfurecido y se dirigió hacia la Marroca hecho una fiera, comenzó a patearla frenéticamente por todos lados aunque no lograba hacerle mucho daño. Stella le ordenó a Lampo, que se empeñaba en llevarla sobre su lomo, que fuera a llevar refuerzos al pobre de Cestín.

Mandrakus, que ya había logrado enderezar el bote otra vez, les ayudó a subir mientras Lampo y Cestín seguían dándole pelea a la Marroca. Cestín logró atraparla con sus dos patas y el felino le hincó todos los dientes en la cabeza. El cuerpo de la Marroca se contorsionó por unos instantes hasta que murió, Lampo y Cestín dejaron que su cuerpo se hundiera en el agua y nadaron hacia el bote para reunirse con los demás.

- ¡Si que eres valiente! ¿Eh? - exclamó Ferruccio a Cestín al mismo tiempo que Giusy le desinfectaba y le curaba la herida con sus fórmulas especiales que llevaba siempre consigo.

- ¡Y tú también fuiste muy valeroso! - le dijo a Stella a Lampo mientras le rascaba detrás de las orejas.

- Yo... este... - balbuceó Giusy completamente avergonzada - lamento haber dudado de tu palabra, si te hubiera creído habríamos montado guardia para no dejar que esa bestia nos atacara por sorpresa y esto no habría sucedido - le dijo a Ferruccio mientras le vendaba el hombro - aunque tuviste suerte de que la Marroca no fuera venenosa, igual va a dolerte mucho la herida en lo que te recuperas. -

- No te preocupes por eso Giusy... - replicó Ferruccio con las mejillas tremendamente coloradas - gracias por... ayudarme. -

- De... de nada. -

Minutos después, el cansancio los venció y se acurrucaron juntos en un extremo del bote, Giusy sin querer reposó la cabeza sobre el regazo de Ferruccio y cayó profundamente dormida. Stella y Mandrakus intercambiaron guiños de complicidad al contemplarlos y también se dispusieron a disfrutar de un merecido descanso.

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Lilith Cohen

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