Hola, soy Blu Morphy, una lepid; una espíritu del bosque que solía vivir en soledad, hasta que fue atrapada. Conviví con un lepid mitad polilla llamado Ikaros, un mixto que vivió tanto tiempo con los humanos, que se empapó de su idioma, costumbres, emociones. Tras este tiempo con él, terminé por ser una mixta también, comprendiendo que nosotros, los lepids, tenemos emociones humanas.
El amor que siento por mi bosque y el amor que siento por Ikaros, me hizo comprender que hay mucho más que sólo instintos, que sólo vivir en automático para la naturaleza, y limpiar los desechos humanos. Soy más que el humano que sólo sirve para la limpieza, no soy una sirvienta de mi destino, y no quiero ese futuro para los lepids.
Pero tampoco quiero un futuro sin Ikaros.
Así que me quedé sentada en una rama una vez huí, frente a aquella estructura que me aprisionó, pensando en algo que me sirviera para poder distraer a los humanos, y no volver a ser capturada.
-Los nidos humanos son como túneles de hormigas. Incluso, ellos propiamente actúan como hormigas; son una colonia que trabajan cada uno en su habilidad. Si se rompe la armonía que llevan, y se destruye una parte de ella, todos se saldrán de sus lugares, distrayéndose, buscando ver qué sucedió para resolver el problema, olvidando sus labores... Como pasó con la explosión.-Parpadeé y me llevé la mano a la cabeza- Cielos, ya estoy esperando a hablar como una mixta.-Y fue entonces, como un golpe, que la idea llegó a mi mente, aunque no estuviera segura de cómo ejecutarla.
En ello, pude sentir un olor a podredumbre, pero mayor, terrible, y una nauseabunda toxicidad por los alrededores. Algo estaba siendo preparado, algo venenoso. El humano que creó la primera explosión de fuego, estaba por generar otra aún mayor, pero diferente. Si no estaba mal, había una enfermedad extraña con ese mismo olor, la cual y seguramente pensaba soltarla; un arma biológica, para exterminar a todos en el acto.
Ese desagradable aroma lo delató ante mí, ya podía localizarlo y tenía que encontrarlo, rápido. Miré a todos lados, y vi a un humano ingresando por el agujero principal con ratos blancos en algo que parecían frascos rectangulares, mucho más espaciosos. Me acerqué con cuidado, batiendo mis alas con suavidad para llegar hasta ellos y escondiéndome entre ellos, gracias a que esta "raza" de ratones no parecía interesada en las mariposas, no fue difícil permanecer allí hasta entrar nuevamente al nido humano. Continué mirando el entorno, olfateé, y percibí que el olor venía de más arriba: Tenía que seguir ingeniándomelas para llegar.
-¡Mira, mami, un alas azules está entre los ratoncitos!
-... ¿Un alas azules?
De ese modo, el hedor tóxico fue opacado por un olor a podredumbre que indistintamente venía de la niña, curiosamente era la niña que había visto antes, junto a la misma mujer de las gotas de agua en los ojos. Al verme descubierta, traté de escapar, alzando el vuelo por encima de ellas.
-¡Espera! –Fue lo último que escuché antes de ver como cargaba a la niña en brazos, y así seguir mi recorrido.
No pasó mucho tiempo cuando pude sentir sus pasos tras de mí, siguiéndome junto al olor de la infante, parecía que seguía trasmitiendo su voz, pero no podía entenderla. Volé todo lo que pude, buscando la entrada a ese laberinto de hierro, donde nos escondimos Ikaros y yo hace horas para evadir a las personas, subiendo lo más alto que podía para no ser alcanzada por las manos de ella, y lamentablemente, para mi sorpresa, acabé acorralada en un camino sin salida. Me apegué lo más que pude a la esquina del techo, evitando la amenaza de ser otra vez capturada.
-¡Por favor! ¡Baja!
-No es mi Alas Azules, mami, ya hubiera bajado... -Pude notar como respiraba de forma extraña, y sus ojos se humedecían- Lo extraño, mami.
-Lo sé, pequeña, yo también lo extraño.-Vi como se abrazaban, la mujer bajó sus esfuerzos por atraparme y centró su atención en la menor.
La verdad, es que un poco de ayuda no me vendría mal, pero ¿Cómo me podría comunicar con ellas? No conozco su idioma, ni ellas el mío. Bajé mis antenas, agitando suavemente mis alas; sé que las mariposas podían comunicarse con las hormigas, ya que poseían el mismo tipo de ondas, nosotros, los lepids, sabemos usar gestos para comunicarnos con ciertas criaturas. Si yo soy la mariposa y ellas las hormigas, podría buscar algo que usáramos por igual para comunicarnos.
Respiré hondo, llenándome de valor y bajando lentamente hasta ellas, parándome en la cabeza de la niña, con suavidad movía mis alas sobre ella, el olor bajó un poco su intensidad, y me di cuenta de que, al parecer, podía ser curado temporalmente de la misma forma que sanamos los bosques.
-¡Mami, está en mi cabeza!
-Quietecita, Marcia, puedes asustarla.
-¿Es una niña, como yo, mami?
-Si, sus alas y figura son más pequeñas que las de David
-¿Podemos quedarnos con ella? Podría llamarse Hada ¡Como las de los cuentos!
No entendía nada de lo que decían, pero al menos ya me había quitado la duda de encima: No iban a hacerme daño. Logré observar que la muchacha tenía algo colgando de su cuello, brillante, una especie de recuadro metálico con un escrito encadenado a su nuca. Bajé a su clavícula y comencé a halar de aquel colgante hacia arriba, sin demasiada fuera, sin hacer ningún movimiento brusco.
-¿Qué? ¿Qué pasa con mi collar?
-No entiendo que quiere decir.
-¿Lo quieres? Pero no puedes tenerlo...
No estaba dando resultados y el tiempo no dejaba de correr. No me quería desesperar, pero tenía que pensar en algo, rápido.
-¡Julia, Marcia! ¡Encontraron a uno de mis objetos de prueba!
-No, padre, espera.
Cuando vi a ese anciano de pruebas acercarse con otro de sus dichosos frascos, fue el colmo. Agité mis alas y halé el collar con fuerza hasta romperlo, la niña gritó, y yo lo sacudí un momento en el aire, antes de pasar por sobre el hombre. Éste había sacado un instrumento extraño, apuntándolo hacia mí, cerré los ojos esperando lo peor, pero nada pasó. Aquella mujer se lo quitó, y empezó a discutir con él, la menor había bajado de los brazos de la madre y se acercó a mí, buscando su collar.
Bien, ya sabía qué hacer.
Así que allí estaba yo, llamando la atención de la niña que me seguía. A menos la tendría allí para cuidarme (Creo) o al menos a su madre, cuando se dé cuenta de que no está.
Llegué hasta una especie de hueco en la pared, del cual salieron un montón de humanos, y cuando ingresé no había salida (Incluso había un vidrio reflectante, en el que podía verme a mí misma). Pensé que sería otro pasillo, o al menos más grande, pero cuando me volteé tomar otro camino, vi como la entrada se cerró con una placa metálica deslizante, dejándome encerrada junto a la muchacha.
¡Maravilloso! ¿Ahora qué?
-¿Quieres subir por el ascensor? -Me miró fijamente, no entendía su pregunta, pero pude comprender lo que quería hacer, estaba dando saltitos para alcanzar unos círculos con símbolos, al parecer quería presionarlos.
Me bajé un momento de su cabeza y con el rectángulo metálico presioné el que me estaba indicando, sentí como todo a nuestro alrededor se movía, estábamos subiendo. ¡Qué máquina más curiosa!
-Ya llegamos -se detuvo la máquina, pero no, no estábamos aún donde deberíamos, aún faltaba algo para llegar.
Antes de que la pared deslizante abriese, presioné el último círculo. Se escucharon unos quejidos humanos desde afuera cuando volvimos a queda encerradas, la niña dio un par de pasos atrás. Al llegar, dejé el adorno del collar en sus manos, para seguir mi camino. Sin embargo, la pequeña no dejaba de seguirme.
-¡Espérame, Hada!
Yo volaba rápido, y cuando el hedor tóxico se hizo insoportable, me detuve. Estaba detrás de una de las paredes, pero no había puerta. Busqué y busqué cómo llegar, golpeándome casi contra la pared, hasta que finalmente, vi una de esas entradas de aire. Pero ésta estaba sellada.
-¡Gusanos...!-Maldije- ¿Ahora por dónde...?
En eso, un sonido agudo comenzó a sonar: Todo empezó a brillar en rojo, parpadeando al compás del sonido, una y otra vez, parecía infinito.
-¡Mamá! ¡Mamáaaaaaa!- Escuché a la niña chillar, parecía asustada, me acerqué a ella, viéndola caer sentada. El olor podrido regresaba, la niña se estaba muriendo de nuevo, me quedé pegada a ella tratando de socorrerla, para que ese olor desapareciera.
-¿Qué hago contigo? Si me voy, te mueres, pero si me quedo contigo, Ikaros morirá.
Si, ahora sí que entendía aquello del efecto mariposa: La más mínima decisión tendría un efecto, la vida se dividiría en dos mundos; uno donde la niña sigue viva, y otro donde Ikaros seguía conmigo.
Quedé un momento meditando, en silencio, acariciándole levemente la coronilla a la menor, intentando apaciguar su miedo y su dolor, suspiré.
Mi decisión estaba clara, y lo lamentaba, pero debía seguir mi camino.
Le dediqué un par de segundos para despedirme, insegura sobre lo que pasaría después, sin saber si la volvería a ver. Entonces, extendí mis alas y remonté el vuelo.
Debajo de la puerta había el espacio suficiente para pasar, así que presioné mi cuerpo lo más que pude y bajé completamente mis alas, deslizándome por esa área, llegando al otro lado. Era un lugar completamente mecánico, más allá de mi comprensión, no tengo palabras para describir la zona.
Agité mis alas para volar de nuevo, ya que el hedor estaba cerca, me oculté tras una de esas cajas "mágicas" que ahora mismo estaba en negro.
El hombre estaba sacando un objeto redondo y brillante de un cofre oscuro, al lado estaba Ikaros en un frasco, su ala estaba en muy mal estado y por su expresión, pude darme cuenta de que estaba sumamente molesto, iracundo. El humano no dejaba de toser. Si no me equivocaba, Ikaros usaba el poder que teníamos de forma contraría, para bajar las fuerzas del humano.
Estábamos en otoño, en esta estación los resfriados eran comunes en ellos, podía debilitarlo, pero aun sí debía ayudarle a escapar.
Recordé lo que me explicó el primer día:
"Ahora quiero que me escuches y no olvides lo que te voy a decir, hay 3 reglas para escapar de aquí: la primera es no hacer ruidos fuertes".
Vi una de esas "hojas" y me la puse encima, empecé a caminar despacio con las alas agachadas, escurridiza y sigilosa, como un zorro. Me fui acercando lentamente hasta dar con una distancia prudente para que Ikaros se diera cuenta de mi presencia, apegándose a una de las paredes del frasco. Trataba de decirme algo, pero no podía entender, aún estaba muy lejos para poder notarlo a través del cristal. El humano estaba distraído, aproveché para dar un par de pasos más, pero me detuve en seco cuando sentí algo adherirse a mi pie, era como el papel, pero más delgado y pegajoso.
-Tienes que estar bromeando -dije para mis adentros con molestia.
"La segunda es pensar antes de actuar, debemos planificar".
Esa cosa pegada a mi pie tenía la forma de un caracol, sin la baba. Lo separé de mi extremidad y lo agarré con uno de los brazos, pensando que tal vez sería útil. Volteé la mirada al lepid polilla, el que no dejaba de estar atento a lo que hacía, él señaló algo detrás de mí y vi una pared con más papeles pegados con círculos de colores, Ikaros hizo una seña de "halar", supongo yo a los círculos de la pared. Tras despegarlos me di cuenta de que tenían un aguijón incrustado con el que sostenían el papel.
Fue entonces que se me ocurrió una idea.
Había unos gusanos de plástico en el suelo, tome algunos de esos círculos afilados y descendí con cuidado de no ser vista, acomodé los círculos de colores a una distancia prudente, y luego, halé con todas mis fuerzas uno de esos gusanos al otro extremo. Ahora faltaba una distracción, habían de esas cosas llamada "lápiz" en el suelo, tomé uno y lo lancé lejos, pero la alarma de afuera opacó el ruido que hizo, por lo que, buscando algo más, vi que si golpeaba lo suficiente el tronco que tenía atrás, la vibración haría caer los objetos de encima, eso hice, y funcionó.
-¿Quién está allí? -se giró violentamente, tosiendo. Llegó a un punto en el que comenzaba a dar arcadas cuando lo hacía, caminando algo encorvado. Al pasar frente a mí, halé como pude el gusano de plástico de mis manos, inevitablemente me dejé llevar por el peso de él, pero logré lo que quería: Hacerlo caer.
Agité primero mi cabeza y luego mis alas para confirmar que todo estaba bien, tomé el caracol de papel pegajoso y volé hacia Ikaros, éste apenas podía moverse, y romper el frasco lo lastimaría, además haría mucho ruido. Así que recordé el método que usó para liberar a mi querida difunta "Luz", me posé sobre el objeto de cristal y empecé a girar la tapa, logré desenroscarla y halé con cuidado a mi amado fuera de su prisión.
-¡Ikaros! –Le abracé con cuidado de no herirle más- ¡Vamos!
-Blu, espera... -Se quejó, hablaba aguantando el dolor-Me duele mucho.
El humano estaba chillando adolorido, mientras tosía, quitándose los objetos puntiagudos que se le habían quedado pegados en la piel, se iba a reincorporar en cualquier momento.
-¿Eso es cinta adhesiva? -escuché mencionar por parte de él, tomándola- Tengo una idea -Arrancó un pedazo, uniendo una de mis alas con su ala rota para dejarla inmóvil.- ¿recuerdas cuando volamos usando cada uno nuestras alas? -el me sonrió y yo asentí regresando la sonrisa.
"La tercera es nunca mirar hacia atrás cuando huyas."
-Vámonos, Ikaros
Entonces alzamos el vuelo una vez más, por encima del humano, quien se dio cuenta de que algo raro pasaba, pues no era tonto. Él nos había visto, al estar lejos de Ikaros, dejó de toser, solo carraspeó y se puso de pie tomando su red de araña, y persiguiéndonos por detrás.
-Eso no te volverá a funcionar -Me dije internamente cuando le miré de reojo, bajando el nivel del vuelo y estando al ras del suelo- Ika, abajo hay un agujero en la pared. Cuando estemos cerca, retrae las alas.
-¿Crees que quepamos allí?
-No lo sabremos si no lo intentamos.
Bajé las alas y empezamos a planear, descendiendo en picada, y en el momento de estar cerca del agujero, las cerramos. Sólo hubo un inconveniente de mi parte; la brecha en la pared no era del todo segura, y al pasar bruscamente, una de mis alas se rasgó un poco en el proceso. Estábamos dentro de la pared, y claro, la herida me ardía, pero no era nada grave. Por otro lado, Ikaros se dio cuenta de que algo me dolía, aunque yo le restaba importancia, estaba tratando de hacerme la fuerte, y afortunadamente, la mano del hombre era muy grande para entrar.
Estábamos a salvo, por ahora.
Continuará
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