Los soldados estaban haciendo guardia en aquel campamento improvisado en medio de la nada. Luna no podía dormir, solo fingía, se encontraba muy inquieta, eran demasiadas emociones para una sola noche. Los acompañantes del coronel Jeremías se la pasaban jugando naipes, luego llego el turno de Hipólito para cuidar el lugar.
- Hipólito – le susurró Luna.
- ¿No deberías estar durmiendo?- preguntó Hipólito
- No puedo. ¿Crees que todos los que estaban en la celda murieron?
- Probablemente, igual ya estaban condenados. - contesto Hipólito
- ¿Cómo puedes ser tan insensible? - replicó Luna
- Soy un soldado, ¿lo recuerdas?. He visto peores cosas. Créeme, eres una persona muy afortunada. Ahora duerme, todavía faltan cuatro horas de camino hasta llegar donde Beatriz, “tu hermana mayor”. Solo para que lo sepas es rubia y de ojos azules, parecida al ángel Gabriel, por ello su segundo nombre es Gabriela. - dijo Hipólito rodando los ojos.
- Parece que no la quieres mucho. - Luna sonrió.
- Me da igual, esa es la descripción que daban mis padres a todo el mundo. Mi hermana la hermosa y yo el primogénito quien le llevará gloria a la familia, por ello soy soldado. - respondió Hipólito un poco amargado.
- ¿Tu hermana está casada?- preguntó Luna.
- Es viuda, su matrimonio no duro más de un año. Su esposo murió en un accidente muy trágico en un barco que llevaba oro a la península. Desde entonces ella juró nunca amar a otro hombre.
- Debe de estar triste.
- Por lo menos su esposo le dejo propiedades. Le recomendamos meterse a un convento pero prefirió la vida alejada de la ciudad. Siempre fue un poco diferente sospecho.- dijo Hipólito
- ¿Sospechas? - Luna levantó una ceja.
- Como sea. - Hipólito miró hacia el cielo- Ya va a amanecer, y parece que no pudiste dormir.
- Todavía siento el humo en mi pulmones y ese olor a carne quemada. No sé como tu pudiste dormir.- replicó Luna.
- Yo ya conozco esa sensación desde antes... - dijo Hipólito mientras se tocaba la muñeca.
Al otro lado del campamento Jeremías despertó, y los observó un rato. Luego se dispuso a hacer otra fogata para calentar agua en una pequeña olla y le agregó una pequeñas flores blancas.
- Para usted su merced. - Le dijo a Luna – Parece que no durmió bien. No se preocupe un carruaje está en camino para llevarle donde su hermana.
- Gracias mi coronel. ¿Puedo ir acompañada?
- Si se refiere a Hipólito el debe quedarse al ser parte del escuadrón, necesito más información sobre lo que pasó. - Jeremías respondió
- Correcto, procederé a esperar el carruaje. - dijo Luna
El transporte no demoró en llegar, mientras Luna se terminaba su infusión, devolvió el vaso de barro antes de irse.
- Gracias – Se subió al carruaje y los soldados se perdieron rumbo a la montaña. Definitivamente aquella infusión de flores blancas le calmó, e hizo que de nuevo tuviese sueño.
Estaba en la montaña de pronto todos los árboles comenzaban a arder, ella ya no tenía aire. Las llamas se convertían en demonios que la perseguían. Entonces un ser iluminado aparecía y le daba de beber.
- ¿Es un ángel? - Luna preguntó
- Lastimosamente no, pero espero que estés mejor. Parecía que tenía una pesadilla- Luna miro por un largo tiempo a quien estaba a su costado, rubia, ojos azules. ¡¿La hermana de Hipólito?! ¿En qué momento llegaron?
- ¿Gabriela? - dijo Luna ligeramente sonrojada
- Prefiero Beatriz, "hermana". Tranquilízate estas a salvo. - le dio un beso en la frente, era cálido - Nadie te hará daño. Te despertaré cuando sea momento de almorzar.
Y cual santo remedio aquel beso hizo que su mente se despejara y sus miedos desaparecieran, aunque sea por un momento.
Ya no estaba en un bosque sino en un prado con violetas, rosas y flores de naranjo. Al fondo había una mujer que le miraba sonriendo. Todo era tranquilidad otra vez.
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