Todo comenzó aquella noche. Los gritos eran insoportables, la relación hacía mucho tiempo que había terminado, no había amor y, ahora, tampoco amistad.
Decidí huir de todo. Eché a correr sin pensar en nada, en plena noche. Solo había una cosa que deseaba con todas mis fuerzas, Santi. El hombre que había puesto mi vida patas arriba y que ahora estaba a km de distancia.
Las lagrimas me empañaron los ojos, el frío calaba hasta los huesos y la tierra olía a humedad. El bosque no me protegía.
Nada podía protegerme ya.
Sus ojos amarillos estaban clavados en mí. Después de eso solo recuerdo sangre, como si la luna se hubiese vuelto roja y todo adoptase ese color
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- Se está quemando la comida. – Digo sin dar importancia.
- Estás paranoica. – Dice Porto mientras él, Chino y Santi siguen viendo videos en el ordenador.
Opto por no decir nada. Todavía no comprendo bien lo que me pasa, quizá sea peligroso incluirles. Me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos. No dejan de reírse en, lo que, para mí, son casi gritos. No domino los sentidos, todo se ha magnificado tanto que me duele la cabeza constantemente.
- ¿Cenamos en la terraza? Hace muchísimo calor y aquí pegados al ordenador es un agobio. –Digo.
El sonido del ventilador del ordenador, las piezas en funcionamiento, sus risas y voces sumado a todo lo que viene de las casas de alrededor empieza a volverme loca.
- Claro cielo. – Dice Santi dándome un beso en los labios.
Percibo su olor con una intensidad desorbitada, sin pensar en ello le beso el cuello e intento sentarme sobre él. Me aparta rápidamente.
- ¿Qué haces? – Pregunta aparentemente molesto. – Estamos con ellos, tienes que respetar eso. – El tono de su voz es el de las regañinas habituales, pero ahora suena distinto, como si pudiese percibir lo que siente o piensa con tan solo tenerle cerca. – Voy a sacar la comida, mientras poned la mesa de fuera. – Se aleja de la habitación, Chino y Porto van detrás de él.
Me quedo tumbada en la cama sin llegar a comprender como ha pasado esto o, más bien, que es lo que ha ocurrido. Nadie parece notar como huelo, es como si me bañase todos los días en rosas, justo el mismo olor que percibo en Santi. Resoplo.
- Pues sí que está tostado el pollo. – Grita para que le escuche, sin saber que puedo oír perfectamente la conversación que tienen en la cocina, alta y clara, sin que alcen ni un ápice la voz.
Por un momento me viene a la cabeza la posibilidad de ser un superhéroe o algo así, pero lo descarto después de un buen rato. Es absurdo, no existe en el mundo algo como eso. Simplemente estaré más espabilada, que se yo. Descanso un poco más y salgo de la cama de un salto cuando me llaman para cenar, pero ya es tarde. Algo me arde por dentro, los ojos me pican. Entro en el baño y puedo ver como mis ojos son de un color marrón con el centro verde, brillando como luciérnagas en la noche más oscura del verano. Lo huelo. No es humano, huele a hierba y tierra mojada. El instinto se apodera de mí y salgo corriendo tan deprisa que ni yo puedo creerlo. Nadie, ni siquiera un atleta olímpico podría correr así. Salto a la barandilla que rodea las escaleras del porche donde está la mesa y me quedo inmóvil, con un equilibrio perfecto. Busco por todas partes y veo algunas luces diminutas de distintos colores, brillando como mis ojos. Giro hacia mis amigos y están todos con la boca abierta y asustados.
Asustados de mí.
- Soy yo. Luego os lo explico, pero necesito que confiéis en mí y os coloquéis justo a mi espalda. – No responden ni se mueven, están atónitos.
Entonces les veo acercarse. Un grupo de seis personas y los puntos luminiscentes que resultan ser los ojos de varios lobos, mucho más grandes de lo habitual.
- Parece que lo que contaban los ancestros era cierto. Además, sin tradición, sin el gen y a la vez con él. – Dice una mujer de melena roja. – Olimos a los humanos. Tenemos tradiciones que debes aprender cuanto antes. Esos tres solo tienen dos posibilidades y te hemos facilitado la más sencilla. Tienes que transformarlos.
- ¿Qué? – Pregunto alterada.
Algunos lobos se inclinan en forma de reverencia mientras otros saltan al frente para proteger a la pelirroja. Al verles, Porto, Chino y Santi se colocan detrás de mí. Yo como un soldado bien entrenado les cubro con mi cuerpo, protegiéndoles con los brazos estirados. El calor empiezo a arderme en las venas, la sangre hierve y noto como empiezo a cambiar.
- ¿No recuerdas lo que te pasó? Nos costó mucho encontrarte y tener una oportunidad de que estuvieras sola. A estas alturas ya te habrás dado cuenta.
- No voy a tomar esa decisión por ellos. Ni siquiera tengo claro cómo funciona. – Digo alterada pero sin dejar de proteger el cuerpo de Santi.
- ¿Estás segura de que es ella, Verónica? – Dice con asco un chico considerablemente alto y larga melena. – No parece tener nada especial. – Parece estar hablando con la peliroja.
- Ahora lo verás. – Dice la mujer a la que ahora identifico como Verónica. - Sonriente, sin ápice de amenaza. – Está en tus genes, son los del Alfa absoluto. Saldrá solo. Además, creo que es su bleikur. Tengo que comprobarlo.
- Eso es una leyenda… - Dice uno de los pocos humanos que tiene alrededor. Ella responde con un gruñido.
Sus ojos cambian de color a un amarillo brillante mientras unos grandes colmillos sobresalen de su dentadura. En cuestión de segundos se ha convertido en un lobo de pelaje rojo intenso, justo como su melena de fuego. ¿Cómo lo ha hecho? Ha sido en un instante, ni siquiera recuerdo el momento del cambio, todo ha pasado de forma casi invisible. Debe medir 1,85 aproximadamente, su cabeza, a diferencia de los demás lobos, queda bastante por encima de la nuestra. Trago saliva. ¿En eso se diferencia un alfa? ¿Tamaño, poder y liderazgo? Parece que sonríe, aunque es difícil determinar eso en un animal. De forma casi imperceptible para el ojo humano corre y salta sobre Santi, tirándolo al suelo y, por lo que parece dislocándole un hombro.
- ¿Qué vas a hacer? – Dice el joven de la larga melena.
No pienso. Todo me arde por dentro, siento como se quema hasta la última célula de mi cuerpo. Es como si estuviese envuelta en llamas. Suelto un gruñido completamente animal y salto contra su cuello. Todo es perfectamente nítido, ya no quema, solo puedo pensar en una cosa, separarla de él. Muerdo su cuello y la lanzo contra el resto de lobos. Los colores son más intensos, todo vibra alrededor, puedo percibirlo absolutamente todo. Me acerco a Santi y él se arrastra hasta una esquina completamente aterrorizado. ¿Qué pasa? El reflejo del cristal de la puerta me da la respuesta. Soy mucho más grande que Verónica, Mis ojos se han vuelto verdes y no dejan de brillar. Soy un lobo tan grande que las cabezas de Porto y Chino quedan a la altura de mi omoplato. Me alejo de Santi despacio, sintiendo una desesperación que no entiendo. Solo quiero estar a su lado, pero no quiero que me tema. Una mano se posa en mi cabeza.
- Le duele, no lo tengas en cuenta. Confiamos en ti, pero tienes mucho que explicar. Yo si quiero convertirme. ¡Mejor que ser esto! – Dice Porto.
Se nota que es el cabeza hueca del grupo. Demuestro mi agradecimiento restregando la cabeza en su hombro, hago lo mismo con chino que me abraza como puede y dirijo una mirada a Santi. No soporto la idea de que me tenga miedo. Me yergo y acerco al resto de lobos, todos hacen una reverencia, incluida Verónica.
- ¿A que huele? – Pregunta Verónica.
Es un lobo, no habla, no gruñe. Creo que escucho lo que piensa dentro de mi cabeza. ¿Cómo es posible? Vamos a intentarlo.
- ¿Cómo es posible que te escuche? – Pienso tan alto como puedo.
Algunos humanos se echan a reír, los lobos permanecen en la misma posición.
Pero para contar esta historia, será mejor empezar por el principio.
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