El bosque comienza a hacer miles de ruidos diferentes. Oigo perfectamente como las personas que me han atacado se escapan a toda velocidad, de repente, el número de pisadas se multiplica por dos. La tierra, a pesar de estar mojada, hace ruido bajo sus pies. Las hojas se rompen, las ramas crujen. De algún modo puedo saber a qué distancia se encuentran. El dolor es insoportable, sigo en el suelo, inmóvil. La luna apenas alumbra ya, pero, aun así, veo todo como si fuera pleno día. Los olores empiezan a adoptar formas y colores, los pájaros se acurrucan unos con otros haciendo tintinear y caer las gotas que les rodean. Intento incorporarme pero es imposible, noto como me arde la piel, la sangre, cada célula de mi cuerpo. Ya muy lejos de mí, casi a un km, escucho varias risas.
- No os riais de esa manera. Sé que es ella. – Dice una voz que no reconozco.
- Son leyendas. Tú eres el único alfa que necesitamos.
Esa última voz la reconozco perfectamente. El chico que me hizo beber su sangre. La rabia domina mi cuerpo y sin darme apenas cuenta el dolor desaparece. El calor que emana mi piel es como el infierno. Me lanzo a correr tan deprisa que, por un segundo, creo que estoy soñando. El resto del mundo se mueve a cámara lenta. Esquivo los árboles de forma intuitiva y persigo su aroma, el color negro que desprende y solo puedo pensar en desgarrarle la piel. Rojo. Verle empapado de esa sucia sangre que derramo en mi garganta.
- Lo ha hecho. – Repite la mujer. – Pero si ha sido casi instantáneo. – Parece alterada.
- Es imposible. – Repite él.
- Christian, confía en mí. Está desorientada, joder, tenemos que detenerla. Que se marchen todos los demás, tú quédate a mi espalda.
- Y una mierda, pelirroja.
Llego al claro de un salto. La voz femenina procede de la bestia que me atacó. ¿Qué significa esto? Doy un paso atrás.
- Cálmate. – Dice la loba de pelaje rojizo. – Creímos que tardarías al menos un día. Podemos ayudarte.
- Es la más grande que he visto jamás. – Dice él boquiabierto. – Es mucho más grande que tú. – Continúa mientras dirige la mirada hacia la loba.
- Como es que puedes hablar si no eres más que un animal sarnoso. – Ataco.
Ella se ríe.
- Deberías mirarte en este charco. – Señala con el hocico un hueco que hay frente a ella.
- ¿Estás hablando con ella? – Le pregunta el chico sorprendido. – Es imposible. – Parece que él también la escucha. – Entendido.
Se acerca a mí y se arrodilla muy despacio. Dos grandes colmillos crecen en su dentadura y se vuelve a morder la mano.
- Ella se unió a tu manada cuando te hirió. Los lobos tenemos formas muy complejas de crear vínculos. Las tradiciones han ido perdiéndose a medida que el tiempo y la literatura nos expuso ante los humanos. – La sangre cae al suelo y sus ojos se vuelven azules, brillantes, como el resplandor amarillo de los de la mujer.
- ¿Qué ha hecho? – Le pregunto a ella.
- Unirme a ti. – Responde él sonriente. – Parece que las brujas tenían razón. – Hace una reverencia.
Tengo que mirar hacia abajo para poder verle y es entonces cuando mis ojos se topan con la superficie del charco. Ahora estoy convencida de que esto es un sueño.
- No lo es. – Insiste él. – Siempre has estado destinada a ser como nosotros. Me llamo Christian.
- Déjala, Chris. Hagamos guardia, no tardará en perder el conocimiento por el cansancio de su primera transformación. – Dice ella.
- Como quieras. – Asiente él con la cabeza. – No permitiremos que te ocurra nada.
No le doy importancia a ninguna de sus palabras, siempre he tenido sueños vívidos. En cualquier momento me despertaré y dejaré de tener esta forma. Mi cuerpo regresará y ya no seré un lobo. No dejo de observar mi reflejo, el pelaje es exactamente del mismo color que mi cabello y los ojos son sin duda los míos, solo que parecen luces de neón. Quiero despertarme, necesito hacerlo. Este es el sueño más real que he tenido nunca, tengo miedo. Me doy la vuelta y hecho a correr tan deprisa como puedo. Conozco el bosque o al menos eso creo, se dónde está mi casa. Bloqueo sus voces de mi cabeza y huyo. No llegan a alcanzarme, al menos no lo hacen hasta que me desplomo al lado de la puerta principal. Solo está mi coche aparcado. Se ha largado, por fin. Una alegría me invade por dentro y me dejo llevar por la idea de por fin estar con Santi sin que nadie pueda interponerse. Aunque quizá esto también sea parte de mi sueño.
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